Bush convirtió en blanco a Gran Bretaña
Por
Robert Fisk
The
Independent, Londres, 08/07/05
Reproducido por La Jornada, México, 08/07/05
Traducción de Gabriela Fonseca
"Si ustedes bombardean nuestras
ciudades", dijo Osama Bin Laden en una de sus recientes cintas,
"nosotros bombardearemos las suyas." Era claro como el
cristal que Gran Bretaña se volvería un blanco desde que Tony Blair
decidió unirse a la "guerra contra el terror" de George W.
Bush y a la invasión de Irak. Como quien dice, estábamos sobre
aviso. Obviamente, la fecha en que se reunía la cumbre del Grupo de
los Ocho (G-8) fue elegida con anticipación como el día del ataque.
De nada sirvió que Blair nos haya dicho el
jueves que "nunca triunfarán en su intento de destruir todo
aquello que nos es entrañable". "Ellos" no intentan
destruir "lo que nos es entrañable". Lo que intentan es
conseguir que la opinión pública obligue a Blair a salir de Irak, y
a abandonar tanto su alianza con Estados Unidos como su apoyo a las
políticas de Bush en Medio Oriente.
Los españoles pagaron el precio de su respaldo a
Bush, y el subsecuente retiro de tropas españolas de Irak demostró
que los atentados de Madrid lograron su objetivo. Asimismo, los
australianos tuvieron que sufrir en Bali.
Es fácil para Blair tachar de "bárbaros"
los atentados del jueves. Claro que lo son, pero ¿no lo fueron también
las muertes de civiles durante la invasión angloestadounidense de
Irak en 2003, los niños destrozados por las bombas de racimo, los
innumerables iraquíes inocentes muertos a tiros en los puestos de
control del ejército estadounidense? Cuando ellos mueren, se trata sólo
de "daño colateral". Cuando los muertos somos
"nosotros", se trata de "terrorismo bárbaro".
Si estamos combatiendo a la insurgencia en Irak
¿qué nos hace creer que la insurgencia no vendrá hasta nosotros?
Una cosa es segura: si Tony Blair en verdad está convencido de que
"combatir al terrorismo" en Irak protegerá con más
eficiencia a Gran Bretaña -combatirlos en lugar de dejarlos venir,
como dice Bush constantemente-, entonces ese argumento ya no tiene
validez alguna.
Sincronizar esas bombas con la cumbre del G-8,
cuando los ojos del mundo se concentraban en Gran Bretaña, no fue
precisamente un golpe genial. No se necesita un doctorado para elegir
otro apretón de manos entre Bush y Blair como la oportunidad de
llenar la capital de explosivos y masacrar a más de 40 de sus
ciudadanos.
La cumbre del G-8 fue anunciada con tanta
anticipación que se dio a los atacantes todo el tiempo que
necesitaban para prepararse. Un sistema coordinado de ataques como el
que vimos el jueves requiere semanas de planeación.
Y más vale olvidarnos de esas idioteces
fantasiosas de quienes afirman que los atentados se hicieron coincidir
con la decisión sobre los Juegos Olímpicos. Osama Bin Laden y sus
simpatizantes no prepararon una operación como ésta sobre la
posibilidad de que Francia perdiera la sede de los juegos. Al Qaeda no
juega fútbol.
No. Esto llevó meses: elegir guaridas seguras,
preparar explosivos, identificar objetivos, garantizar la seguridad;
elegir a los atacantes, la hora y el minuto, resolver el tema de las
comunicaciones (los teléfonos celulares son muy indiscretos). Una
coordinación impecable y una planeación sofisticada, así como la
total indiferencia hacia las vidas de inocentes, son características
de Al Qaeda.
Ahora, reflexionemos sobre el hecho de que el
jueves, el día en que comenzaba formalmente la cumbre del G-8, fue un
día tan crítico como sangriento, y a la vez representó un total
fracaso de nuestros servicios de seguridad.
Los mismos "expertos" de inteligencia
que aseguraron que había armas de destrucción masiva en Irak, sin
que hubiera ninguna, fueron los que no lograron descubrir un plan para
matar londinenses que tardó meses urdir.
Trenes, aviones, autobuses, automóviles, vagones
del metro. Los medios de transporte parecen ser la ciencia dentro de
las artes oscuras de Al Qaeda. Nadie puede vigilar a 3 millones de
usuarios del transporte público ni detener a cada turista.
Algunos pensaron que el tren Eurostar era
susceptible de convertirse en blanco de Al Qaeda -tengan por seguro
que la organización estudió esa posibilidad-, pero, ¿para qué
molestarse con un vehículo caro y prestigioso cuando el metro y
autobuses comunes y corrientes están ahí, al alcance de cualquiera?
Y claro, están los musulmanes en Gran Bretaña,
quienes durante mucho tiempo habían estado esperando esta pesadilla.
Ahora, cada uno de nuestros musulmanes será "el
sospechoso"; el hombre o la mujer de ojos oscuros, el hombre
barbado, la mujer con velo, el joven que lleva su rosario islámico,
la muchacha que fue objeto de insultos racistas.
Recuerdo haber cruzado el Atlántico el 11 de
septiembre de 2001. Mi avión tuvo que dar la vuelta al salir de
Irlanda cuando Estados Unidos cerró su espacio aéreo. A la tripulación
se le ordenó recorrer las cabinas del aparato para identificar
pasajeros sospechosos, y me pidieron ayuda para hacerlo. Encontré
cerca de una docena de hombres, totalmente inocentes, de ojos cafés y
larga barba que me miraban con "hostilidad". De esta forma,
en unos cuantos segundos, Osama Bin Laden convirtió al amable,
liberal y amistoso Robert en un racista antiárabe.
En parte, ése es el objetivo de los atentados
del jueves: dividir a los británicos musulmanes de los no musulmanes
(mejor no hablemos de cristianos), y alimentar el mismo tipo de
racismo que Tony Blair dice detestar. Pero he aquí el problema.
Seguir fingiendo que los enemigos de Gran Bretaña quieren destruir
"lo que nos es entrañable" alienta el racismo. Lo que
enfrentamos aquí es un ataque específico, directo y centralizado
contra Londres como resultado de la "guerra contra el
terror" en la que lord Blair de Kut al Amara nos ha atrapado.
Justo antes de las elecciones presidenciales de
Estados Unidos preguntó: "¿Por qué habríamos de atacar a
Suecia?" Qué suerte la de Suecia, ahí no está Osama Bin Laden.
y Tony Blair tampoco.
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