El G-8 llega dividido a
la cumbre
Miles de
manifestantes cortan carreteras y las vías del tren
Por Rafael Ramos,
corresponsal en Auchterarder
La Vanguardia, Barcelona, 07/07/05
La cumbre del G-8
comenzó anoche con Blair eufórico tras la victoria olímpica de
Londres, Chirac más débil que nunca y Bush viendo los toros desde la
barrera. Sobre la mesa: la ayuda a África y el medio ambiente, pero
también se ha convertido en el último campo de batalla por el futuro
modelo de Europa.
La crispación reina en
Gleneagles por las diferencias sobre la ayuda a África y el
calentamiento global
"¡Que Dios nos
coja confesados si París pierde los Juegos Olímpicos!", dijo en
tono premonitorio un alto funcionario del Foreign Office, receloso de
un Chirac revanchista. Pero así es precisamente como comenzó anoche
la cumbre del G-8 en Gleneagles, con Blair eufórico, el presidente
francés herido en su orgullo, y Bush cómodo en la atalaya del divide
y vencerás.
La reunión había sido
caracterizada como el encuentro de los mundos, un intento ambicioso y
sobre todo mediático de acercar el drama económico y humanitario de
África a las potencias industrializadas, mezclar la política con el
rock&roll, canalizar más dinero hacia los países pobres y poner
sobre el tapete la cuestión crucial del comercio justo, pero sin
hacer peligrar los intereses de las grandes corporaciones que explotan
el petróleo del continente, le venden armas o impiden la distribución
de medicamentos genéricos contra el sida. En realidad ha comenzado
como la guerra entre la vieja y la nueva Europa, el libre comercio y
la unidad política, los modelos anglosajón y francoalemán.
Y Tony Blair, símbolo
supremo de la modernidad anglosajona, líder juvenil en contraste con
un Chirac impotente y un Schröder casi acabado, lleva tres goles
seguidos en el gran duelo para dibujar la Europa del futuro: primero
los noes francés y holandés a la Euroconstitución, después el
empujón del inicio simultáneo de la presidencia británica del G-8 y
la UE, y finalmente el triunfo de Londres en la carrera olímpica. ¡Los
defensores del modelo social europeo necesitan una remontada como la
del Liverpool en la final de la Champions!.
Blair ha pegado
primero, y si puede pegará dos veces, o tres, o las que haga falta.
Liberado de toda carga electoral (ha anunciado que no se presentará a
los próximos comicios) y con el epitafio de las Olimpiadas del 2012
ya asegurado, recibió ayer a sus colegas del G-8 con el desparpajo y
la enorme seguridad en sí mismo de quien no tiene nada que perder, y
puede dedicar los últimos años de su mandato a cincelar Europa y las
relaciones entre el primero y tercer mundos (deuda, comercio, medio
ambiente) de la manera que a él le gusta. A la hora de vender su
proyecto, el premier británico proyecta una línea mágica que va
desde los conciertos del Live 8 hasta los Juegos Olímpicos de
Londres, pasando por el modelo socioeconómico anglosajón.
Blair ha encontrado una
nueva audiencia -la europea y mundial- cuando más la necesitaba. Líder
discutido en casa, aprobado por tan sólo un tercio de los votantes y
reelegido el pasado mayo con una mayoría parlamentaria muy reducida,
ahora tiene la oportunidad de pregonar su tercera vía en fronteras vírgenes.
Gran Bretaña ha quedado en buena medida inmunizada a su capacidad
para vender humo, controlar la prensa (el magnate de las
comunicaciones Rupert Murdoch es uno de sus principales aliados),
seducir al gran capital, jugar a múltiples bandas, sonreír y hacer
relaciones públicas, como demuestra el codo a codo con los rockeros
en los conciertos del Live 8. Pero los miembros del Comité Olímpico
han caído en sus brazos, y también podrían hacerlo los jóvenes de
la Europa ampliada. Mientras Chirac gruñe en una Francia
convulsionada en los estertores de la quinta República, Blair aporta
nuevas ideas y reparte ilusión en una Gran Bretaña cuya economía
crece sin paro ni inf lación (pero con sueldos bajos, escasa
productividad y creciente diferencia entre ricos y pobres).
La combinación letal
de Singapur y Gleneagles ha resucitado la batalla de las dos Europas
de la guerra de Iraq, la anglosajona que aspira a liberalizar
mercados, suprimir cargas laborales y democratizar el mundo aunque sea
a golpe de bayoneta, y la francoalemana de un Estado de bienestar
fuerte, seguridad en el empleo y prestaciones públicas.
La imagen de Ana
Botella y otros políticos del Partido Popular celebrando la victoria
olímpica de Londres fue muy comentada entre los sherpas (funcionarios
gubernamentales) del G-8, y no hizo ninguna gracia a los franceses.
Los líderes han
llegado a la cumbre a la greña, divididos sobre la cuantía de la
ayuda a África y los compromisos medioambientales, y ni siquiera una
cena de gala con la reina Isabel de anfitriona sirvió anoche para
aliviar tensiones. Todos los ojos están puestos en el presidente
francés Jacques Chirac, que se enteró en el avión de que París había
perdido los Juegos, y cuyo rostro era un auténtico poema. Los
responsables del protocolo, con buen criterio, lo sentaron lejos de
Blair en el ágape, porque las relaciones entre ambos echan chispas.
Si la tensión entre
los líderes podía cortarse con un cuchillo, más aún en las calles
de Auchterarder, Stirling y otras localidades próximas a Gleneagles.
Militantes anticapitalistas destrozaron coches y escaparates, pusieron
obstáculos en las vías del tren y cerraron carreteras, incluída una
de las principales autopistas que recorre Escocia de norte a sur.
Miles de personas con pancartas y tambores se manifestaron a medio kilómetro
de donde estaban reunidos los líderes al grito de Queremos paz, y
fueron reprimidos con dureza por agentes antidisturbios cuando
intentaron romper el perímetro de seguridad.
Miembros de la delegación
francesa han denunciado la falta de fair play británico al criticar
la candidatura olímpica de París.
La cumbre ha empezado
con un Blair eufórico y un Chirac contra las cuerdas. Bush mira
mientras los toros desde la barrera, observando el desarrollo de un
drama -la guerra de las dos Europas- sobre cuyo guión tiene derechos
de autor, y cuyo póster es la foto de las Azores. Pero en Gleneagles
no dice nada al respecto, porque el modelo anglosajón se vende muy
bien a sí mismo.
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