Londres fue Bagdad por un día
La guerra de Iraq llega al Reino Unido
Por Antonio
Maira
inSurGente, 08/07/09
Terrible
día el que ha vivido Londres con la resaca de la “fiesta olímpica”.
Las últimas cifras, que crecerán en dolor y en espanto en las próximas
horas, hablan de 37 muertos y unos 700 heridos. En Londres, como con
frecuencia en Iraq, pagan justos por pecadores. El terrorismo de
estación de metro o de ferrocarril, como los bombardeos masivos sobre
Bagdad, no discrimina. En eso consiste precisamente el terror y la
deshumanización completa de los asesinos. Los militaristas británicos
–Blair el primero– y los fanáticos islamistas intercambian
asesinatos. Sólo cambian los números de víctimas, mucho mayores en
Iraq, los métodos, y los mecanismos e instrumentos de justificación,
demonización y propaganda.
Las
grandes coartadas para el infierno de Iraq parecían descaradamente
falsas antes de comenzar la guerra y han resultado fraudulentas. Las
de ahora parecen y resultan cínicas y absolutamente inmorales:
consisten en afirmar que los destructores deben ser los que rehagan el
país –al fin y al cabo inevitablemente arrasado– de
acuerdo con sus intereses; de paso están legitimados por la comunidad
internacional para hacer buenos negocios. A la postre, eso de los
beneficios es la única “ética” que mueve a los imprescindibles
empresarios.
También
cambia la precisión en los balances de los que pagan la guerra de
otros: en Iraq decenas de miles, grosso modo, poco importa la precisión
cuando quien cuenta lo hace con absoluta indiferencia.
Nada
expresa mejor la relación íntima de ese intercambio de ferocidades
que las palabras, menos premonitorias que lógicas, del antiguo jefe
de Scotland Yard, John Stevens, quien en marzo de 2004 declaró que un
atentado en Gran Bretaña era “inevitable”. Una afirmación en la
que debería detenerse largo tiempo la reflexión de los ciudadanos.
La guerra despiadada es la consecuencia fatal y previsible de la
guerra abusiva y preventiva de los más fuertes. Blair sabía desde
siempre que ciudadanos confiados y crédulos, los mismos que aceptaron
sus argumentaciones sobre las “armas de destrucción masiva” en
Iraq, los mismos a los que trata de engañar de nuevo rechazando
responsabilidades, serían víctimas de su guerra criminal de sonrisa
persuasiva, riesgos inventados y codicias ocultas.
El
“rebote” de la guerra hasta Londres representa también el
absoluto fracaso de la “guerra antiterrorista” que en realidad ha
generado terrorismo y miedo –primeramente en Iraq– y los ha
desperdigado por el mundo. La guerra tendría que bautizarse como
“guerra creadora de terrorismo”. Terrorismo “asimétrico” en
sus métodos y “asimétrico” en sus justificaciones.
Ante
una tragedia como la de Londres, Tony Blair, un verdadero canalla si
se compara su actuación en relación con la guerra de Iraq y
cualquier código internacional o humanitario, y un verdadero
irresponsable si se juzga su implicación en la “guerra
antiterrorista de Bush” en relación con la defensa de la seguridad
de sus conciudadanos, no se ha resistido a imitar la línea defensiva
de su tutor norteamericano. Como Bush ha hecho con los soldados
muertos, Blair ha colocado las víctimas de Londres en el platillo de
su apuesta por la guerra:
"Los
autores de estos ataques quieren destruir la vida humana, pero no
tendrán éxito. Las bombas de hoy no debilitarán nuestra determinación.
Nosotros ganaremos, ellos no".
"No
nos intimidarán nunca. No cambiaremos nuestro país ni nuestro modo
de vida y les demostraremos que nuestros valores son mejores que los
suyos. Este es un día muy triste para los británicos, pero saldremos
adelante".
El
respaldo inmediato le llegó del Presidente de los Estados Unidos que
aprovechó también para arrimar el ascua a su sardina:
"La
guerra contra el terror persiste" –dijo reafirmando su
estrategia mundial. Inmediatamente después expresó una divergencia
–la que es visible entre el exquisito ambiente de un Gleneagles
aislado de todos los mundanales ruidos y el terrorífico aspecto de
Londres– que va a sonar de una manera muy distinta a lo él supone:
"El
contraste entre lo que estamos viendo aquí y en las pantallas de
televisión no puede ser más vívido: por un lado tenemos a unos
hombres que quieren poner fin a la pobreza, que quieren un medio
ambiente limpio, y por otro, tenemos a hombres que matan a otros
hombres".
Vívido
desde luego. Y cínico.
Así
como en la ocupación de Iraq hay una lógica a posteriori manipulada
por los opresores para lavar todas las culpas y mantener los objetivos
de la guerra: “miremos hacia delante”, en los atentados de Madrid
y de Londres también hay una lógica: “no olvidaremos, no
aceptaremos”. Lógica implacable de poder y de codicia, y lógica
implacable de venganza.
La
guerra de todo el año en Bagdad y la guerra terriblemente episódica
de Londres van a continuar mientras que los “líderes” de
occidente –no los pueblos– no miren hacia atrás y hacia delante y
acepten su derrota.
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