La
principal causa de esta violencia es la violencia que se está
infligiendo a los pueblos musulmanes
Tras
los atentados de Londres
Bombas
por las guerras de Irak y Afganistán
Por
Tariq Alí (*)
El
País, Madrid, 10/07/05
Reproducido por Rodelu.net
La
respuesta de Tony Blair a los ataques de Londres fue típica.
Flanqueado por Bush y Chirac, defendió "nuestra" civilización:
los bárbaros la estaban atacando. No se consideró necesaria ninguna
otra explicación. ¿Por qué esos "bárbaros" no tenían
como objetivo París o Berlín? ¿Por qué Madrid y Londres? ¿Cabe la
posibilidad de que estos terribles actos guardaran relación con la
guerra permanente en Irak, en la que los conquistadores
"civilizados" ni siquiera se molestan en contabilizar las víctimas
civiles iraquíes? Tampoco es que ésta sea la primera vez que Londres
y otras ciudades británicas son objetivo de organizaciones opuestas
al Gobierno británico. ¿Se acuerdan de Irlanda? Durante última la
fase, el IRA se centró en la isla británica: estuvo a punto de hacer
saltar por los aires a Margaret Thatcher y su Gabinete cuando bombardeó
el Grand Hotel de Brighton durante una asamblea del partido. Varios
meses después, se disparó un misil contra el número 10 de Downing
Street. El barrio financiero de Londres también fue atacado y se
causaron inmensos daños a la propiedad. Ni la identidad de la
organización que perpetró los ataques ni sus exigencias eran ningún
secreto. Y todo ello ocurrió a pesar del "encarcelamiento sin
juicio" y las diversas leyes para la prevención del terrorismo
aprobadas por la Cámara de los Comunes.
Los
terroristas que atacaron Londres el 7 de julio son anónimos. En el
momento de escribir este artículo no se había emitido ningún
comunicado, pero se supone que quienes llevaron a cabo los atentados
son grupos o individuos vinculados a Al Qaeda. Sencillamente, no lo
sabemos. Al Qaeda no es el único grupo terrorista que existe. Tiene
rivales dentro de la diáspora musulmana. En su página web, The
Economist afirmaba que "no es imposible que algún grupo
anticapitalista o antiglobalización haya provocado las explosiones y
las haya hecho coincidir con la reunión del G–8...", pero creo
que eso es imposible. No hay corrientes dentro del movimiento por la
justicia global que crean en el ataque a civiles.
Por
tanto, se puede suponer sin temor a equivocarse que el motivo de estas
bombas es el ilimitado apoyo –político y militar– prestado por el
Partido Laborista y su primer ministro a las guerras de EE UU en
Afganistán e Irak.
Ésta
no es una idea restringida a quienes se oponen a la ocupación
occidental de Irak. Alan Cowell afirmaba en The New York Times (8 de
julio): "Tal vez la lección más realista que puede extraerse es
que, al adoptar la postura que tomó después de los atentados del
11–S, Blair finalmente había recogido la amarga cosecha de la
guerra contra el terrorismo, pronosticada muy a menudo, pero que nunca
pareció real hasta que las bombas estallaron por todo Londres. La
guerra de Irak ha sido cada vez más impopular aquí, y se mofaban de
Blair porque se había convertido en el perrito faldero del presidente
Bush. La ira por Irak llevó a los endebles resultados de Blair en las
elecciones de mayo: un tercer mandato con una mayoría
considerablemente reducida. Ahora, como se predecía y temía desde
hace tiempo, su apoyo a la guerra parece haber costado vidas británicas
en su país. El jueves fue un día para cerrar filas en torno al líder,
pero hubo indicios de que los atentados podrían tener un precio político".
Uno
de los numerosos argumentos utilizados por Ken Livingstone, el alcalde
de Londres, cuando apeló a Blair para que no apoyara la guerra de
Irak, fue profético: "Un ataque contra Irak exaltará a la opinión
mundial y pondrá en peligro la seguridad y la paz en todas partes.
Londres, como una de las grandes ciudades del mundo, tiene mucho que
perder con la guerra y mucho que ganar con la paz, la cooperación
internacional y la estabilidad global". El objetivo de los
terroristas quizá haya sido trastornar Londres mientras Bush y Blair
celebraban la cumbre del G–8 en un remoto emplazamiento escocés (o
puede que incluso enviar una señal de advertencia al Comité Olímpico),
pero la mayoría de los londinenses (como el resto del país) se oponían
a la guerra en Irak.
Por
desgracia, son ellos quienes han sufrido el golpe y han pagado el
precio de la reelección de Blair y la continuación de la guerra.
Desde el 11–S, siempre he afirmado que la "guerra contra el
terrorismo" es inmoral y contraproducente. Consiente el uso del
terrorismo de Estado –bombardeos, torturas, incontables muertes
civiles en Afganistán e Irak– contra anarquistas islámicos cuyo número
es reducido, pero cuyo alcance es mortífero.
Por
tanto, la solución es ahora, como lo era entonces, política y no
militar. La élite gobernante británica lo comprendió a la perfección
en el caso de Irlanda. Las medidas de seguridad, las leyes
antiterroristas aprobadas a toda prisa en el Parlamento, los carnés
de identidad o un recorte general de las libertades civiles de los
ciudadanos británicos no resolverán el problema. En todo caso,
llevarán a los jóvenes musulmanes por el camino de la violencia
ciega.
La
verdadera solución reside en poner fin de inmediato a la ocupación
de Irak, Afganistán y Palestina. El que sólo se informe esporádicamente
de estas tres guerras y que éstas no signifiquen gran cosa para la
vida cotidiana de la mayoría de los ciudadanos europeos no significa
que la ira y el resentimiento que despiertan en el mundo musulmán y
sus diásporas sea insignificante.
La
clase política goza de una escasa aceptación entre los jóvenes, y
esto se acusa especialmente en el mundo árabe. Mientras los políticos
occidentales libren sus batallas y sus homólogos del mundo musulmán
observen en silencio, los jóvenes se verán atraídos por los grupos
que perpetran actos aleatorios de venganza.
Al
inicio del G–8, Tony Blair insinuó que "la pobreza es la causa
del terrorismo". Era una idea bastante progresista para un político
reaccionario como él, pero no es verdad. La principal causa de esta
violencia es la violencia que se está infligiendo a los pueblos del
mundo musulmán. Los atentados contra gente inocente son tan bárbaros
en Bagdad, Jenin o Kabul como en Nueva York, Madrid o Londres, y a
menos que se reconozca, el horror continuará.
(*)
Tariq Alí es novelista y ensayista paquistaní. Autor de Bush en
Babilonia (Alianza Editorial). Traducción de News Clips.
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