Para
que no olvidemos:
estas fueron las bombas de Blair
Por
John Pilger
t
r u t h o u t, 10/07/05
Reproducido
por Bolpress, 12/07/05
En
toda la cobertura de los atentados de Londres de la semana pasada hay
una verdad básica que está luchando por ser oída. Es la siguiente:
nadie duda de la atroz deshumanidad de aquellos que colocaron las
bombas, pero también nadie debería tener duda de que esto ha estado
siendo preparado desde el día en que Tony Blair se junto con George
Bush en su sangrienta invasión y ocupación de Irak. Ellas son las
"bombas de Blair", y este no puede permitirse evadir su
culpabilidad con un suntuoso discurso sobre "nuestro modo de
vida", lo cual su propia violencia opresora desnudó en otros países.
En
verdad, la única advertencia confiable de la inteligencia británica
en los preparativos para la invasión de Irak fue aquella que preveía
un agudo aumento del terrorismo "teniendo Gran Bretaña y los
británicos como blanco". Un comité de la Cámara de los Comunes
verificó entonces esta advertencia. Si Blair hubiera prestado atención
en vez de conspirar para engañar a la nación afirmando que Irak
representaba una amenaza, los londinenses que murieron el jueves podrían
hoy estar vivos, así como decenas de miles de iraquíes inocentes.
Tres
semanas atrás, un informe clasificado de la CIA reveló que la invasión
angloamericana de Irak había transformado aquel país en un punto
focal del terrorismo. Ninguna de las agencias de inteligencia encaraba
Irak como punto focal antes de la invasión, a pesar del régimen tiránico.
Al contrario, en 2003 la CIA relataba que Irak "no representaba
ninguna amenaza terrorista para sus vecinos" y que Sadam Hussein
era "implacablemente hostil a Al–Qaeda".
La
invasión de Blair y Bush alteró todo esto. Al invadir un país
derrotado e indefenso en el corazón del mundo islámico y árabe, su
aventura se hizo auto realizable; la irresponsabilidad épica de Blair
trajo los horrores diarios de la nación iraquí para Gran Bretaña.
Durante más de un año él presionó a los británicos para "que
cambien de posición" en relación a Irak y la semana pasada
parecía que sus maestros de la manipulación y la buena fortuna se
habían juntado las manos. El premio para Londres de las Olimpiadas de
2012 creó la ilusión pasajera de que todo estaba bien, a pesar de
los sucios eventos en un distante país.
Además
de eso, la reunión del G8 en Escocia y de la campaña "Hacer que
la pobreza pase a la Historia" que la acompañó y el circo de
celebridades servido como una cobertura temporal para lo que es
argumentablemente el mayor escándalo político de los tiempos
modernos: una invasión ilegal, brutal y cobarde concebida en mentiras
y que, bajo el sistema del derecho internacional establecido en
Nuremberg, representó un "supremo crimen de guerra".
Al
largo de las últimas dos semanas, el contraste entre la cobertura del
G8, sus marchas y conciertos pop, y uno que otro evento
"global" fue impresionante. El Tribunal Mundial de Irak, en
Estambul, no tuvo virtualmente ninguna cobertura, aunque la evidencia
que produjo, la más terrorífica hasta a la fecha, haya sido el
espectro silencioso en las extravagancias de Geldoff.
El
tribunal realizó una seria investigación pública internacional
acerca de la invasión y la ocupación, una especie que los gobiernos
no se atreven a efectuar. Sus peritos, testigos oculares, dijo la
escritora Arundathi Roy, uno de los miembros del jurado,
"demuestran que aún aquellos de nosotros que han intentado
acompañar la guerra de cerca no están conscientes de una parte de
los horrores que fueron desencadenados en Irak".
El
testimonio mas chocante fue presentado por Dahr Jamail, uno de los
mejores reporteros que trabajan Irak. Este describió como los
hospitales asediados de Faluja fueron sujetos a una táctica
norteamericana de castigo colectivo. Los US marines asaltaban los
equipos del hospital impidiendo que los heridos entraran, y tiradores
de élite (snipers) norteamericanos disparaban a las puertas y
ventanas donde los remedios y sangre de emergencia quedaban fuera del
alcance de los heridos. Los niños y los ancianos, fueron acribillados
frente a sus familias, a sangre fría.
Imagine
por un momento el mismo desgarrador estado de cosas impuesto a los
hospitales londinenses que recibieron las víctimas de los atentados
de este jueves. ¿Inimaginable verdad? Bien, esto sucede, en nuestro
nombre, importando poco si la BBC relata esto, lo que es raro. Cuando
alguien pregunta acerca de esto en una de las "conferencias de
prensa" llevadas a escena en las cuales Blair se permite conmover
ante las cámaras sobre si "¿nuestros valores sobrevivirán a
los de ellos"? Silencio no es periodismo. En Faluja, ellos
conocen "nuestros valores" demasiado bien.
Mientras
los dos hombres responsables de la matanza en Irak, Bush y Blair,
estaban codo a codo en Gleneagles, ¿porqué no fue hecha la conexión
de su fraudulenta "guerra al terror" con el atentado en
Londres? Y cuando alguien en la clase política dirá que los humos y
los espejos de Blair en relación a la "cancelación de la
deuda" en la mejor de las hipótesis equivale menos que el dinero
que el gobierno gasta en una semana en brutalizar Irak, donde la
violencia británica y norteamericana es la causa de la duplicación
de la pobreza infantil y de la desnutrición desde que Sadam Hussein
fue derribado (Unicef). La verdad es que el alivio de la deuda que el
G8 esta ofreciendo es letal porque sus "condicionalidades"
brutales de economías rehenes, sobrepasan cualesquier tenues
beneficios. Esto fue tabú durante la semana del G8, cuyo tema era no
tanto hacer la pobreza pasar a la historia y sí silenciar, pacificar
y opacar la disidencia y la verdad. Las ridículas imágenes sobre las
pantallas gigantes detrás de las estrellas pop en Hyde Park no incluían
las fotos de los médicos iraquíes asesinados con la sangre
chorreando de sus cabezas, cortadas por los snipers de Bush. La vida
real se hace más satírica que la sátira alguna vez podría ser.
Allí
estaba Bob Geldoff en las primeras páginas como el bobo de la corte,
ostentando su cara sonriente sobre el hombro del sonriente Blair, el
criminal de guerra. Allí estaba un heroicamente esbozado Bono,
celebrando con Jeffrey Sachs como si fueran los salvadores de los
pobres del mundo mientras apoyan como "misericordiosa" la
"guerra al terror" de George Bush como uno de los mayores
hechos de su generación, y allí estaba Paul Wolfowitz, radiante y
prometiendo pasar la pobreza a la historia: este es el hombre que,
antes de pasar a tener el control del Banco Mundial, era un apologista
del régimen genocida de Suharto en Indonesia, fue uno de los
arquitectos del golpe "neo–con" de Bush y uno de los
responsables de las masacres en Irak y de la noción de la
"guerra sin fin". Para los políticos, estrellas pop, líderes
de la iglesia y personas pulidas que creen en Blair y Gordon Brown
cuando declaran su "gran cruzada moral" contra la pobreza,
Irak era un enredo. La muerte de más de 100 mil iraquíes debido
principalmente al tiroteo y bombas norteamericanas – el relato de un
estudio amplio y examinado por científicos antes de la publicación (peer–reviewed)
en The Lancet – fue eclipsado del debate de los medios dominantes.
En
nuestras libres sociedades, lo que no se menciona es que "el
estado perdió el juicio y está castigando a demasiadas personas
inocentes", como escribió otrora Arthur Miller, "y así la
evidencia tiene que ser negada internamente". No sólo negada,
sino tergiversada por toda una corte: Geldoff, Bono, Madonna,
McCartney etc., cuyo "Live 8" fue la antítesis total del 15
de Febrero de 2003 cuando dos millones de personas en sus corazones y
cerebros, mostraron su ira en las calles de Londres. Blair casi
ciertamente utilizará la atrocidad de la semana pasada y la tragedia
para un nuevo empobrecimiento de los derechos humanos básicos en Gran
Bretaña, tal como Bush lo hace en América. El objetivo no es
seguridad, pero si mayor control. Por encima de todo esto, la memoria
de sus víctimas en Irak, de "nuestras" víctimas, se exige
el retorno de nuestra ira. Y nada menos es debido a aquellos que
murieron y sufrieron en Londres la semana pasada, innecesariamente.
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