Daños
colaterales
Por
Roberto Bardini
Bambú Press (*) / rodelu.net, 19/07/05
A
partir de la invasión a Irak, los partes de guerra estadounidenses
pusieron de moda el eufemismo “daños colaterales” cuando se
arrasa un poblado o mueren civiles desarmados. Es una manera “políticamente
correcta” de referirse a víctimas inocentes. Por el contrario, el
ataque o contraataque enemigo se considera “terrorismo”.
El
8 de marzo de 1917, el teniente general sir Stanley Maude ocupa Bagdad
y divulga una proclama. “Nuestros ejércitos no han venido a sus
ciudades y tierras como conquistadores o enemigos, sino como
liberadores”, anuncia el militar inglés. El historiador
estadounidense David Fromkin sostiene en Una paz para acabar con
toda la paz (Nueva York, 1989) que en esa época “los países y
las fronteras de Medio Oriente se fabricaban en Europa”.
En
octubre de 1922, la Royal Air Force (RAF) inicia bombardeos a gran
escala sobre Irak para reprimir a tribus rebeldes. Los aviones lanzan
bombas incendiarias y de acción retardada sobre aldeas, campamentos nómades
y rebaños de ganado. También arrojan petróleo para aumentar la
intensidad de los incendios. Los rebeldes, en general, están ocultos
en las montañas, así que las víctimas son mujeres, niños y
ancianos. La RAF justifica los bombardeos indiscriminados afirmando
que son “notablemente efectivos” y “extremadamente económicos”.
Los ataques desde el aire continúan hasta 1932, cuando finaliza el
mandato británico en Irak.
Uno
de los comandantes de estos escuadrones aéreos es Arthur Harris,
quien gana fama cuando anuncia –refiriéndose a los insurgentes
kurdos– que “en 45 minutos un pueblo puede ser borrado del
mapa”. Más tarde, durante la Segunda Guerra Mundial, Harris está
al mando de los bombarderos de la RAF. Basándose en su experiencia en
Irak, la fuerza aérea británica considera que la mejor manera de
derrotar a Alemania es efectuar “bombardeos estratégicos” contra
poblaciones civiles, especialmente de obreros industriales. En mayo de
1942, el veterano de Irak dirige su primer bombardeo masivo en
territorio alemán con mil aviones. La prensa inglesa lo apoda
Bombardero Harris, pero adquiere mala fama por los ataques del 13 y 15
de febrero de 1945 a Dresde, donde mueren entre 150 mil y 200 mil
civiles alemanes.
Los
británicos se inspiran en las enseñanzas del general italiano de
aviación Giulio Douhet (1869-1930). El militar es autor de El
dominio del aire, publicado en 1921, donde pronostica que quién
domine los cielos ganará cualquier guerra. Recomienda aterrorizar a
los civiles enemigos mediante bombardeos intensivos que combinen tres
clases de bombas: explosivas, incendiarias y de gases venenosos. Adolf
Hitler también retomó las ideas de Douhet para fundar la Luftwaffe.
Entre
marzo y noviembre de 2003 la Royal Air Force arrojó más de 124
toneladas de bombas en Irak, según reconoció el ministerio de
Defensa del Reino Unido ante preguntas de parlamentarios. Entre agosto
y diciembre de ese año hubo 62 ataques con F-16 estadounidenses y
Tornados británicos; es decir, uno cada dos días.
A
partir de la invasión a Irak, los partes de guerra estadounidenses
pusieron de moda el eufemismo “daños colaterales” cuando se
arrasa un poblado o mueren civiles desarmados. Es una manera “políticamente
correcta” de referirse a víctimas inocentes. Por el contrario, el
ataque o contraataque enemigo se considera “terrorismo”.
El
reportero, escritor, cineasta y corresponsal de guerra australiano
John Pilger, dos veces premiado como Periodista del Año en Gran Bretaña,
autor de ocho libros y ganador un Emmy por un documental sobre
Kampuchea (que no transmitieron las grandes cadenas de Estados
Unidos), considera que los bombardeos en Irak son una “guerra
secreta” que apenas ha sido noticia. Desde 1991, sostiene Pilger,
han sido implacables y se consideran como la mayor campaña de
bombardeo aéreo anglo-estadounidense desde la Segunda Guerra Mundial.
Pero
no sólo las bombas matan. “Por lo menos un millón de civiles, la
mitad niños, ha muerto en Irak como resultado del embargo medieval
impuesto por Estados Unidos y Gran Bretaña”, escribió Pilger el 20
de abril del 2003 en The Independent , de Londres. Sin embargo, de
esto no se informa ni se muestran imágenes. Es información que no
tiene impacto en la prensa occidental. Son, simplemente, “daños
colaterales”.
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