La
vena racista del Reino Unido
Por
Miguel Molina
Columnista,
BBC
"Los
niños tienen miedo de salir de sus casas" - "El sistema de
bienestar social es demasiado suave" - "La policía es políticamente
correcta" - "Los delincuentes juveniles tienen vacaciones
gratis" - "Clérigos extremistas predican la guerra santa -
"Hay un millón de inmigrantes ilegales" - "No hay
control de las fronteras" - "El país es un nido de
terroristas" - "Las sentencias son muy compasivas" -
"No hay espacio en las prisiones" - "Se respetan los
derechos humanos" - "Cada vez se abusa más del sistema de
seguridad social" - "Hay asesinos racistas en nuestras
puertas".
De
todos los titulares que publican los tabloides
británicos, quizá el único que no exagera es el último, porque
nadie puede negar que hay una vena racista en el corazón del Reino
Unido.
La
más reciente confirmación es el asesinato de Anthony Walker, un
muchacho negro que tenía dieciocho años y toda la vida por delante
hasta la tarde en que dos o tres hombres le abrieron la cabeza con un
hacha por el delito de tener una novia blanca.
Pero
no se necesitaba confirmación. Las agresiones a musulmanes, que por
lo general son asiáticos del subcontinente indio, han aumentado de
manera escandalosa desde los atentados del siete de julio, a un
promedio de nueve diarias.
Y
aunque el racismo no necesita pretextos, me parece que la actitud de
los tabloides británicos, y a veces de los diarios que de otra forma
podrían considerarse serios, ha contribuido a exacerbar los ánimos y
a falsear la realidad, como podrá verificar quien lea los titulares y
viva en Londres.
Desmoralizados,
incomprendidos, aislados
No
se trata de un fenómeno nuevo. Un estudio que hizo la BBC en 2002
sugiere que la mitad de los habitantes del Reino Unido pensamos que la
sociedad en la que nos tocó vivir es racista, aunque no tanto como a
principios de los noventa ni mucho menos antes de ese tiempo.
Aunque
la percepción que registra un estudio y la realidad que experimenta
una persona sean cosas distintas, resultan claras entonces como ahora
las desventajas de negros y asiáticos ante los blancos, y se advierte
que un importante sector de la población considera, ahora como
entonces, que la migración ha perjudicado al país.
La
verdadera migración masiva al Reino Unido se inició hace poco más
de medio siglo, cuando el imperio británico terminó de desmoronarse
y quienes vivían en las colonias decidieron venir a esta isla. Pero
ya había una mezcla de razas y de culturas quizá no tan distinta de
la sociedad actual.
La
invasión de inmigrantes que alarma a los tabloides en realidad no
existe. Cuando varias naciones de Europa oriental se integraron a la
Unión Europea, los columnistas y los editorialistas no cesaron de
advertir que el país se vería inundado por polacos sin empleo.
Los
polacos no llegaron. Al menos, los polacos desempleados. Han llegado
polacos como han llegado eslovacos como han llegado italianos o españoles,
pero están lejos de vivir de la seguridad social, y no les roban a
los británicos sus empleos.
En
todo caso, ninguna de las razones que manejan los tabloides justificaría
la discriminación que viven muchos, aunque más los asiáticos del
subcontinente indio y en especial los musulmanes, que se sienten
desmoralizados, incomprendidos y aislados, como lo han señalado desde
hace mucho tiempo.
Pero
las razones del descontento no tienen su origen en la invasión a Irak
ni en la guerra de Afganistán, como lo demostraría el hecho de que
en julio de 2001, antes de los ataques a las torres gemelas de Nueva
York, se hubieran producido en Bradford, en el norte de Inglaterra,
los incidentes raciales más violentos de una generación.
Quizá
esta reflexión deshilvanada sirva de algo. Después de todo, este
breve espacio sólo alcanza para ver la superficie de un fenómeno tan
antiguo como el ser humano mismo, pero al mismo tiempo permite ofrecer
hechos para que los lectores vayan más allá de esa superficie, si se
atreven.
Nota SoB:
.- Prensa amarilla y de escándalos
para consumo popular .
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