Blair amenaza con
enmendar "si es preciso" la ley británica de derechos
humanos
Propone ampliar las
posibilidades de deportación de extremistas y el control de webs y
librerías
La Vanguardia,
Barcelona, 05/08/05
Londres. (Agencias).–
El Reino Unido enmendará, si es preciso, su ley de derechos humanos,
que incorpora los principios contenidos en el Convenio Europeo sobre
esa materia, para facilitar la deportación o exclusión de personas
que alientan el terrorismo, explicó hoy el primer ministro, Tony
Blair.
El líder laborista
hizo su anuncio en el transcurso de una conferencia de prensa en
Londres, en la que desgranó una serie de propuestas con la que su
Gobierno quiere hacer frente a quienes propagan la que él califica de
"ideología del mal" y desean establecer un "Estado
talibán".
En su última
comparecencia ante la prensa antes de empezar sus vacaciones
veraniegas, Blair anunció además que el Gobierno elaborará una
lista de páginas web y librerías, así como otros centros y redes de
acción extremistas. El Ministerio de Interior estudiará la deportación
de toda persona que tenga en ellos una "implicación
activa".
Las leyes británicas
permiten ya la expulsión de personas que representan una amenaza para
la seguridad nacional, algo que el Gobierno laborista quiere aplicar
también en casos de instigación al terrorismo.
Frente a quienes
argumentan que esas medidas pueden en algunos casos atentar contra el
Convenio Europeo de Derechos Humanos, ratificado por Londres en 1951,
Blair recordó que éste establece en su artículo segundo el derecho
a la vida de toda persona y que es el primero que violan los
terroristas.
El primer ministro negó
que haya una contradicción entre la protección de los derechos
humanos y la de los ciudadanos frente al terrorismo, y señaló que lo
importante es "encontrar el justo equilibrio".
Los defensores de los
derechos humanos argumentan, entre otras cosas, que no puede ser
deportado un individuo, cualquiera que sea la causa, a países en los
que se sabe que se tortura, práctica que también prohíbe el
Convenio Europeo.
Blair recordó, sin
embargo, que ya se ha firmado un memorando de entendimiento con
Jordania para asegurar que los deportados van a ser bien tratados, y
dijo que hay también consultas al respecto con un grupo de diez países,
entre ellos Argelia y el Líbano.
El primer ministro británico
prometió una nueva ley antiterrorista para este otoño, que incluirá
la tipificación como delito de la exaltación del terrorismo no sólo
en territorio británico sino también en el extranjero.
Cualquier persona que
participe en actos de terrorismo o que tenga algo que ver con ellos
verá rechazada automáticamente su solicitud de asilo político en
Gran Bretaña.
También se propone
ampliar los poderes del Gobierno para privar a los ciudadanos de su
nacionalidad británica o doble nacionalidad si actúan contra los
intereses de este país para aplicarla también a los ciudadanos
nacionalizados británicos involucrados en actividades extremistas.
El Gobierno de Londres
estudiará asimismo la posibilidad de prolongar el plazo en el que un
sospechoso de terrorismo puede permanecer detenido sin cargos,
limitado actualmente a 14 días pero que la policía quiere ampliar a
tres meses.
En el caso de
ciudadanos británicos, que lógicamente no pueden ser deportados, se
extenderá el uso de las llamadas órdenes de control, que implican
restricciones de movimientos y de comunicación y pueden llegar al
arresto domiciliario, y se decretará la prisión de quien las viole.
El Gobierno británico
extenderá, si es necesario, la capacidad de los tribunales para
tratar "esas y otras materias relacionadas" y se incrementará
el número de jueces especializados en terrorismo
También propone la
prohibición de grupos radicales como Hizb ut Tahrir y Al Muhajiroun,
y la ampliación mediante nuevas leyes de las causas que justifiquen
ese tipo de interdicciones.
Blair recordó que
antes de los mortíferos atentados del 7–J –que mataron a 52
personas– su Gobierno ya intentó sacar adelante leyes más duras
contra los sospechosos de terrorismo, leyes que se toparon con una
"oposición feroz" en el Parlamento. Ahora, señaló, en la
clase política y en la sociedad, "el clima es diferente".
"Que nadie tenga ninguna duda de que las reglas del juego han
cambiado", apostilló.
Blair dedicó tiempo a
asegurar que las nuevas normas no pretenden atacar ni ofender a
"la comunidad musulmana decente y que cumple las leyes" e
insistió en que el extremismo "no representa al Islam". De
hecho, el 'premier' quiere contar con la comunidad musulmana para
vigilar las mezquitas y centros de culto que puedan promover el
extremismo.
El líder del Partido
Liberal Demócrata, en la oposición, Charles Kennedy, dijo, en una
primera reacción, que las medidas adelantadas por Blair pueden
someter a fuertes tensiones el consenso logrado por todos los partidos
tras los atentados terroristas de julio en la capital británica.
La abogada Shami
Chakrabati, directora del grupo de derechos humanos "Liberty"
(Libertad), acusó, por su parte, a Blair de atentar con sus
propuestas contra derechos humanos fundamentales y de poner en peligro
la unidad de la nación frente al terrorismo.
Por el contrario, el
responsable de seguridad en la oposición conservadora, David Davis,
apoyó la batería de propuestas del Gobierno y calificó de
"esencial" que el ministro del Interior disponga de poderes
para "deportar o excluir a extranjeros que amenazan nuestra
seguridad nacional".
Rechaza el vídeo de
Al Qaeda
Asimismo, Blair rechazó
el último vídeo de la red Al Qaeda, en el que el lugarteniente de
Ossama bin Laden, Ayman al–Zawahri, le culpó por los ataques
terroristas del pasado mes de julio en Londres. "La misma gente
que hacía ayer esos comentarios es la que apoya las matanzas de
inocentes en Iraq, gente totalmente inocente en Afganistán, gente
inocente en todas partes del mundo que quiere vivir en
democracia", agregó el jefe de Gobierno.
Blair respondió así a
las amenazas del "número dos" de Al Qaeda, Ayman al–Zawahri,
quien advirtió a los británicos que habrá más acciones violentas
si Blair no cambia su política en Iraq. En un vídeo divulgado por la
cadena de televisión "Al Jasira", Zawahri amenazó con
acciones "más sangrientas" que los atentados de Londres de
los pasados 7 y 21 de julio.
Blair responde con su
mano más dura
El 'premier' anuncia
recortes en inmigración y asilo, y un mayor peso policial
Por Rafael Ramos,
Corresponsal en Londres
La Vanguardia, Barcelona, 06/08/2005
Tony Blair respondió
ayer a las amenazas de Al Qaeda con su rostro más severo y su mano más
dura. El primer ministro, convencido de que pasará a la historia por
la guerra de Iraq y su respuesta al terrorismo internacional, giró el
timón del país más hacia la derecha y anunció el propósito de
sacrificar libertades civiles hasta ahora sagradas, a fin de aumentar
la seguridad de los ciudadanos británicos.
La unidad británica en
la respuesta al terrorismo se encuentra en peligro de desintegración
tras la presentación ayer por Tony Blair de un plan de medidas
draconianas que ponen el énfasis en la seguridad, ley y orden a
expensas de los derechos civiles. Tras los atentados del 7 y del 21 de
julio, el primer ministro del Reino Unido ha dado un radical volantazo
hacia la derecha que enerva a la vieja guardia laborista, los
intelectuales, los universitarios y un amplio sector de los liberal
demócratas.
En su última
conferencia de prensa antes de iniciar unas polémicas vacaciones –
con una sensación de vulnerabilidad en el país como no se tenía
desde hace décadas–, Blair presentó un rosario de medidas para
combatir el terrorismo que van mucho más allá de lo que se esperaba,
y de inmediato merecieron la condena de grupos dedicados a la defensa
de las libertades individuales como Liberty. "Las reglas del
juego han cambiado", proclamó el líder laborista para
justificar el endurecimiento.
Entre los elementos de
la nueva estrategia de seguridad figuran la posibilidad de deportar;
rechazar la solicitud de asilo o simplemente impedir la entrada en el
país a aquellos extranjeros que "propongan, justifiquen o hagan
apología del terror"; la detención por más tiempo de los
sospechosos sin necesidad de presentar cargos contra ellos
(actualmente el límite son catorce días); la ampliación de las
facultades de arresto domiciliario y la aceleración de las
extradiciones. Tras varios intentos infructuosos de aplicar parte de
estas medidas, Blair advirtió ayer a la Cámara de los Comunes y a
los jueces – sustancialmente más liberales que el primer
ministro– de que va a aprovechar el cambio de actitud provocada por
los atentados del mes de julio para darles un nuevo y tal vez
definitivo empujón, y que incluso está dispuesto a revisar y
modificar las leyes británicas en materia de derechos humanos y su
compromiso con la Convención Europea al respecto.
"Gran Bretaña es
un país con una tradición de generosidad hacia los extranjeros, que
siempre ha abierto las puertas a los perseguidos por razones políticas
– señaló Blair con expresión determinada y una mueca de disgusto
en el rostro–. Pero hay quienes han abusado de nuestra buena
voluntad y nuestra tolerancia, y para ese pequeño grupo no hay ni va
a haber lugar en nuestras costas".
Los episodios
terroristas de las últimas semanas han hecho aparecer la vena
autoritaria que Blair siempre ha tenido a flor de piel, para
desesperación del ala izquierda de su propio partido que lo ve más
como un híbrido de centroderecha que como un auténtico hijo del
Labour y defensor de la justicia social. El premier es consciente de
que cuenta con el apoyo de la inmensa mayoría de la prensa, tanto
populista como conservadora, en esta cruzada para romper con la
tradición liberal del país, poner a prueba las convicciones de los
jueces y blindar las fronteras aún a expensas de que muchos inocentes
paguen el pato.
Una severa restricción
de las leyes de asilo político e inmigración se perfila en el
horizonte. El anuncio de ayer de Tony Blair fue la inevitable
confirmación de que los ataques terroristas han empujado el país
hacia la derecha, al contrario de lo que – por complejas razones–
ocurrió en España tras el 11–M. Blair esperaba utilizar su tercer
y último mandato para hacer olvidar la guerra de Iraq – su mayor
fracaso– y asegurarse un lugar en la historia como el gran
reformador del Estado de bienestar, pero parece claro que la agenda de
sus últimos dos años en Downing Street va a estar marcada por la
seguridad, un terreno que le fascina desde los atentados de las Torres
Gemelas de Nueva York en el que se siente como un visionario.
En el mes transcurrido
desde el 7 de Julio, los tres grandes partidos políticos –
laboristas, conservadores y liberal demócratas– se han esforzado
por presentar un frente unido contra el terror, y la oposición dio un
amplio margen de maniobra al Gobierno para tipificar nuevos delitos,
dificultar las tareas de reclutamiento de los imanes radicales que
operan en el país, e incluso atender a las demandas policiales de
tener más tiempo para interrogar a los sospechosos antes de presentar
cargos.
Pero ayer Blair tiró
tanto de la cuerda que amenaza con romperse. Charles Kennedy, líder
liberal demócrata, respondió inmediatamente al primer ministro con
la advertencia de que algunas de sus propuestas – sobre todo la
amenaza de enmendar las leyes que protegen los derechos humanos– van
demasiado lejos y "el consenso está a punto de romperse".
En cambio los
conservadores, atrincherados en una defensa a ultranza de la ley y el
orden, no tuvieron más remedio que aplaudir una vez más al mago que
les ha robado el centro político y la identidad.
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