7 años de gobierno
roji-verde... creando precariedad
Por Luis M. Rivas
BerlinSur, Berlín, septiembre 2005
Escarbar en las estadísticas
oficiales permite hacerse una composición de lugar de la evolución a
grosso modo de una sociedad. Aunque sean resbaladizas y falte el
esqueleto explicativo, no está de más presentar una especie de
balance numérico. En este caso sobre la salud económica de los
hogares alemanes en tiempos socialdemócratas (y verdes).
Los ricos (cada vez
menos) son cada vez más ricos. Los pobres (cada vez más) son cada
vez más pobres. A cinco billones de euros asciende el valor de todas
las cuentas de ahorro, títulos de bolsa, seguros de vida y
propiedades inmobiliarias de las personas residentes en Alemania
(después de restarse las deudas). Por cabeza tocaría a 61.000 euros.
Teóricamente. La verdad aritmética es que la mitad adinerada del país
acumula el 96,3 por ciento de esa riqueza. A la otra mitad le queda un
escuálido 3,8 por ciento (en 1998 era del 4,4%). Para precisar esta
polaridad habría que decir que el diez por ciento de hogares
“superricos” posee el 47% de la riqueza (en 1998 era el 45 %).
Oficialmente se
considera pobre (relativamente) en Alemania a toda persona que ingresa
menos del 60 por ciento del salario medio. Para un hogar unifamiliar
la frontera está en los 940 euros/mes (no está de más recordar que
el gobierno socialdemócrata-verde estableció en 345 euros la ayuda
social a desempleados de larga duración). Una familia de cuatro
miembros, por su parte, necesitaría 1.970 euros para cubrir sus
necesidades básicas. Entre los grupos con más estrecheces
financieras está el de madres (algunos, pocos, padres hay también)
que educan en solitario a sus hijos. El 19% de los menores en Alemania
crece en un entorno con carencias financieras (una tercera parte más
que en 1998).
Por otra parte, estadísticamente,
el 41 por ciento de los desempleados vive en la pobreza relativa (hace
siete años, era la tercera parte). Mencionar también a las 300.000
personas que carecen de cobertura médica (sin contar a los
inmigrantes ilegales). Hace sólo dos años eran 180.000. Porcentaje
muy modesto respecto al conjunto de la población, pero inquietante y
revelador.
Para redondear este
panorama de cifras decir que la tercera parte de los casi dos millones
de turcos residentes en Alemania vive por debajo del límite de
pobreza y otro 35 ronda esa marca. Este dato procede de una
investigación del Centro de Estudios Turcos en el que se
responsabiliza de esta situación a la drástica reestructuración de
sectores industriales tradicionales como la metalurgia y la minería.
A corto plazo, el estudio no vaticina grandes cambios, al revés:
muchos inmigrantes de la primera generación se jubilarán en breve y
debido a su menor tiempo y cantidades cotizadas tendrán pensiones
bajas. Hoy la jubilación media de un inmigrante turco es de 526 €
(la de un alemán es de 698). Otra de las razones para no esperar
mejoras es el cada vez menor nivel de escolarización de los niños
turcos; en el muy clasista sistema educativo alemán a nadie sorprende
que sólo el 5 % de los escolares turcos vaya a un instituto de
secundaria.
Con la precariedad económica
crecen, por supuesto, las deudas. Las estadísticas oficiales nos
dicen que en 2002 uno de cada diez hogares (3,1 millones) no podían
hacer frente al pago de intereses de créditos y cuotas (plazos). En
1994, la cantidad de hogares insolventes se situaba en dos millones.
Las cifras mencionadas
describen el aumento de la precariedad vital en Alemania, son “daños
colaterales”, estructurales, de la política socialdemócrata-verde.
El adiós definitivo al pacto social. Las desigualdades de renta son,
además, el resultado de una década de redistribución de la riqueza
a favor del más fuerte económicamente gracias a rebajas fiscales,
congelación salarial (mientras precios y productividad suben),
reducción masiva de la presión fiscal a empresas y de costes
laborales (según la OCDE, entre 1996 y 2004 los costes laborales
unitarios crecieron de media en Alemania un 1,3%; en el conjunto de la
UE, un 1,9%, en los Países Bajos el 3,6% y en EE.UU. un 4,1%). A ello
se añaden recortes profundos en el sistema de seguridad social,
servicios públicos y de protección a desempleados.
Los poderes económicos
y los partidos institucionales se han despedido de la cohesión
social, predican la “responsabilidad individual” y el
fortalecimiento de la “economía nacional”.
El gobierno roji-verde
ha seguido a pie juntillas las sugerencias de las empresas: reducir
impuestos y costes para favorecer la acumulación y la inversión. El
resultado es conocido: los beneficios empresariales se disparan (en
general) pero no se crea empleo (solo precario) ni se invierte (al
contrario, las inversiones directas en bienes de equipo bajaron un
0,7% en Alemania). No extraña pues la rabieta teatral y electoralista
de la cúpula socialdemócrata (el jefe del SPD, Müntefering, llegó
a comparar en abril al capitalismo con una “plaga de langostas”).
El SPD pensaba sacar beneficio político “salvando” al país del
desempleo y neutralizar así el enorme desgaste entre sus bases por el
duro ajuste estructural. La patronal, sin embargo, se limitó, en su
momento, a agradecer el servicio prestado. Las (grandes) empresas
prefieren atrincherarse en un bunker de dinero. La demanda interna
sigue empantanada (la gente prefiere no gastar un centavo de más, por
lo que pueda venir), así que las firmas recurren a la especulación
bursátil e inmobiliaria (inflando la próxima burbuja) y trasladando
producción y empleo al exterior. La economía alemana confía en el
tirón de las exportaciones. Si éstas fallan, los (maltratados)
consumidores alemanes no estarán en condiciones de compensar esa pérdida.
Pero cerremos la cuestión
de la redistribución de la riqueza, de la fiscalidad con algunos
ejemplos. A pesar de la “buena disposición” (y las medidas) de
socialdemócratas y verdes, las rentas altas siguen quejándose de la
elevada presión fiscal: “el diez por ciento de los contribuyentes
pagan la mitad de la recaudación del impuesto sobre la renta”.
Un abuso
Las cifras dicen que
hasta 2004, un trabajador que ganase 30.000 € al año cedía 6.000
en el impuesto sobre la renta, el 20%. Una persona perteneciente a ese
club del “diez por ciento” que ganase, por lo bajo, 110.000 €,
daba 33.000 a Hacienda, el 33%. Le quedaban 77.000 € neto “para
sobrevivir”. El gobierno federal, no obstante, escuchó el llanto de
los ricos y bajó a partir de enero de 2005 el tipo máximo impositivo
de 47 al 42 por ciento (coincidiendo con la reducción de la ayuda a
desempleados de larga duración). Un ejecutivo que declare diez
millones de ingresos podrá quedarse ahora con 5,6 millones. En 1998
habrían sido 4,4 millones (el gravamen entonces era del 53%). No está
nada mal. La federación sindical, DGB, calcula que el gabinete roji-verde
ha regalado anualmente a los millonarios unos 100.000 €.
El gobierno alega, no
obstante, que, de 1998 a hoy, también se bajó el mínimo impositivo
del 25,9 al 15%. Pero si se mira con atención, como han hecho en el
DGB, se constata que esa descarga fiscal sirve al ciudadano apenas
para cubrir, individualmente, servicios que hasta ahora eran
garantizados por el estado.
El aumento de la
precariedad laboral y vital se extiende por Alemania sin apenas
resistencia.
La gran manifestación
de noviembre de 2003 y las movilizaciones de septiembre de 2004
traslucen, no obstante, que una parte de la ciudadanía está tomando
nota de lo que ocurre.
De hecho, la “crítica”
al capitalismo voraz de la elite del SPD recoge, e intenta apropiarse,
de un sentimiento extendido en la sociedad alemana: el sistema no es
justo ni razonable, no se pueden apretar las tuercas a los débiles
sin límite. Ahora solo queda que esa sensación se articule en algún
tipo de nueva cultura política. De momento, ya hay cabecillas
keynesianos como Oskar Lafontaine (ex presidente del SPD), quien
abandonó definitivamente las filas del partido después de 39 años
de militancia, con ganas de ocupar ese espacio político.
Fuentes:
Segundo
Informe Gubernamental sobre Pobreza y Riqueza en Alemania, presentado
el 2 de marzo de 2005.
Wirtschaftspolitik
aktuell Nr.13-15/2004, Nr. 2-3/2005; publicación de Ver.di, sindicato
del sector servicios.
Ak
(analyse und kritik) Nr. 493 y 494
Estudio
sobre situación económica de los turcos en Alemania: www.zft-online.de
DGB-Comunicado
de prensa, 23.02.2005
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