Europa

 

Francia

"Nos tratan como a perros"

Por Vladimir Hernández
Enviado especial a París
BBC World, 11/11/05

Con pantalón deportivo, un sweater con gorro sobre la cabeza, casi escondiendo el rostro, y zapatos deportivos, Federico apareció a la vuelta de la esquina. Nuestro guía dentro del "banlieue" (suburbio) de Bondy había llegado y además con cara de pocos amigos.

"Hola" dijo a secas, pese a los intentos iniciales de mi parte para romper el hielo, antes de llevarme a recorrer esta localidad al noreste de la capital francesa, escenario de violentos disturbios, quema de vehículos y choques con la policía en medio de la ola de protestas que comenzó hace dos semanas.

Bondy puede engañar a simple vista, con grandes casas en algunas calles y jardines hermosamente conservados; pero al sur del vecindario están los edificios tipo bloques, o "superbloques", los evidentes signos de pobreza y miseria. Todo un contraste. Este es el París que no aparece en los libros de turismo.

Con cada paso, mientras caminamos al apartamento donde vive con su familia (entregado por el gobierno como asistencia social), Federico parece irse relajando a medida que nos describe, a veces con un poco de ingenuidad, cómo es la vida en este suburbio.

Dos Francias

De 23 años, nuestro guía voluntario es quizás un ejemplo típico de los jóvenes en Bondy: no terminó la universidad, pese a ser gratuita; busca trabajo frecuentemente; reconoce que como no hay mucho que hacer sobra el ocio con los amigos; y asegura que es víctima de discriminación por parte de la sociedad.

Y dijo haber sido protagonista en la quema de vehículos en su localidad y argumenta que "no había otra opción, había que llamar la atención de alguna forma. Es como los palestinos que se hacen volar en pedazos con bombas, no tienen otra alternativa".

En la vía a su casa, entra en materia casi de inmediato, quizás por ser época de crisis no hay margen para hablar de cosas etéreas: "Hay dos Francias, la blanca y el resto. Aquí todos los días tenemos problemas, particularmente con la policía que a cada rato te llama y te dicen "¡Eh árabe!" "¡Eh puto!" "¡Vení acá!", entre varios nombres que te dicen que son peyorativos", comenta.

"Yo para buscar trabajo tengo ya desarrollada otra forma de hablar el francés, para que no me reconozcan de donde vengo, pero cuando ven mi dirección se me acaba la historia. Es evidente que no soy del centro de París", agregó.

Miedo y sin salida

En su apartamento, sus dos hermanas y sus dos sobrinas nos reciben. Es una vivienda pequeña, una habitación, pero equipada con nevera, microondas y cocina. El alquiler son alrededor de US$600 mensuales, por ser un beneficio estatal.

Muchas viviendas en barrios pobres de América Latina quisieran seguramente tener estas instalaciones, pero el hecho de que ésta se encuentra en un país que se ubica entre las 10 primeras economías del mundo me borra el paralelismo de la mente.

"No podemos salir de este vecindario, hemos aplicado para otros apartamentos, pero no te lo dan. En los lugares lindos no hay puesto para nosotros", dice Silvia, hermana de Federico.

"Ahora esta todo más calmado", asegura Silvia en la puerta de la vivienda en la planta baja, pero a pocos metros hay una gran mancha negra de innegable combustión. Ambos nos quedamos viendo el lugar donde ardió hace días una moto, hasta que ella agrega: "el humo se metía hasta la casa, eso me daba miedo por todo lo que estaba pasando".

Organización

El hermano de Federico es Marcelo, de 33 años, y dirige una asociación vecinal que se encarga de hacer trabajos sociales en la comunidad. Esta organización recibe ayuda económica del Estado francés y eso queda en evidencia con la oficina donde funciona, bien equipada con computadoras y acceso a internet.

Marcelo es un líder comunitario, saluda a todo el mundo mientras vamos por la calle, y defiende las protestas porque "la situación es grave".

"Nos tratan como a perros. Hay discriminación contra el denominado 'extranjero' que ahora hizo estallar todo esto. Tenemos etiqueta de ladrones, que le robamos la comida a los franceses, que somos violadores, que somos vendedores de droga, en fin árabes y negros de mierda", agrega.

Mientras transcurre la conversación, Moussa y Noani, dos jóvenes franceses locales, ambos de raza negra, entran a la oficina. Los dos son recibidos como "quemadores de vehículos oficiales", pero inmediatamente entre risas surgen las negativas.

"Aquí yo siento que no hay futuro. Por eso cuando termine el bachillerato me voy a Inglaterra o a Estados Unidos, donde a los negros los tratan mejor", dice Noani, quien manifiesta su deseo por desarrollar conceptos en el área de publicidad.

"En este país no ves a un negro transmitiendo las noticias de las ocho de la noche. Hay diferencia entre nosotros y quienes viven en París", sentencia.

El recorrido termina, pero antes de irme Federico me dice: "acuérdate de una cosa, nosotros sí tenemos discurso político, pero los medios sólo buscan a los cabeza hueca que gritan y dicen cualquier tontería a las cámaras".

Me acordaré la próxima vez que vea por TV disturbios en París.

Volver