Europa

 

Francia

Cuando la 'sociedad invisible' estalla

Por Fernán Chalmeta
Diagonal, Madrid, 24/11/05

Las organizaciones sociales no ven el final del progresivo retroceso económico y coinciden en que los protagonistas de los motines se están politizando fuera de los colectivos existentes.

El 16 de noviembre la Policía francesa anunciaba el fin de la oleada de motines que han asolado Francia desde el 27 de octubre. Volvía la normalidad: la noche anterior, sólo habían ardido 98 vehículos, lo usual.

El detonante de esta espectacular revuelta fue la muerte, en confusas circunstancias, de dos chavales que se escondían de la Policía. Pero ¿ese hecho explica por si sólo tanta furia? Para Michel Rodinson, dirigente del partido Lucha Obrera, "la revuelta no es para nada una sorpresa, ya que la degradación en los suburbios transformados en ghettos, el paro, la falta de infraestructuras, de servicios públicos y sobretodo de la enseñanza, que ya no está en condiciones de aportar ninguna perspectiva a los jóvenes, son las causas de estos motines, que ya tenían signos premonitorios.

Tanto los chavales como los demás habitantes de los extrarradios ven, día tras día, que las cosas no mejoran, sino que empeoran; el Estado cada vez más, sólo aparece por allí bajo forma de redadas y controles policiales".

Las razones

Para Majid, portavoz del colectivo Sans Papiers' (Sin Papeles) de París, "los jóvenes no querían destruir porque sí, se han atacado algunos símbolos, como la escuela que los ha marginado. Es un grito de alarma, de revuelta, ya que fuera de los barrios, estos chicos, muchos descendientes de la inmigración, están muy marginados. Están más que hartos".

Pocos se creen las razones esgrimidas por el ministro de Interior, Nicolas Sarkozy, para explicar el estallido: los traficantes de drogas y las bandas de delincuentes. Para François Besanti, portavoz de los parados del poderoso sindicato CGT, "puede que haya algunas bandas que se aprovechan, pero eso es muy marginal, la parte más importante es una población confrontada a fortísimos problemas sociales y que ha escogido formas de expresión nuevas, un poco sorprendentes".

Sobre las razones de la vuelta a la calma, hay visiones contrastadas.

Para Diallo, también de los 'Sans Papiers', "las cosas se están calmando, pero no por el toque de queda declarado en algunos sitios, sino por la intervención e implicación de las familias de los chavales". Sin embargo, para Sophie Zafari del sindicato Federación Sindical Unitaria, "con la fuerte represión que sufren los jóvenes amotinados, se puede obtener una relativa calma, pero esta es precaria, ya que los problemas de fondo evidenciados por esta revuelta siguen ahí".

Nuevo sujeto

Hay unanimidad en torno a la primera consecuencia de estos sucesos: la toma del centro del escenario por un sector de la población invisibilizado.

Para Antropos, de la red de colectivos antifascistas 'No Pasarán', "el motín es la expresión de una revuelta, no politizada en sentido político tradicional, pero política, aunque con formas un poco autodestructivas, ya que se destrozan los barrios donde ellos mismos viven". Para B. Bertha, trabajadora social con menores "difíciles" en París, "siempre ha habido motines tras algún crimen policial. Lo que es nuevo es su extensión a toda Francia. Es interesante este cierto sentido de clase (incluso si no se puede hablar todavía de solidaridad y no hay lazos intergeneracionales), lo que explica el hecho de que hubiese tan pocas agresiones físicas frente a miles de incendios. Creo que a través de esta revuelta, se puede hablar de un principio de concienciación política. Se enfrentan con la Policía, pero sus acciones tienen una fuerte carga simbólica (destrucción de espacios institucionales vistos como responsables de su relegación social: comisarías, oficinas oficinas del INEM, etc), lo que le da un sentido a esta revuelta espontánea.

En cuanto a los coches, ¡están en el barrio y son de muy fácil acceso!.

El abandono por las organizaciones Asumiendo ciertos errores de la izquierda, Christian , de la confederación sindical SUD–railes (ferrocarriles) afirma que son "críticos con algunos de los modus operandi de los amotinados. Pero sus métodos de lucha, sin perspectivas, se explican ante todo por el aislamiento de los jóvenes "proletas" en relación al movimiento sindical, lo que ha supuesto una degradación del espíritu de solidaridad y acción colectiva. El año pasado, los estudiantes de instituto se han peleado solos contra la ley de discriminación escolar. Las confederaciones obreras y los sindicatos de enseñanzas tienen una gran responsabilidad por haber dejado totalmente aislados a los estudiantes".

Según B. Bertha, "las organizaciones políticas llevan unos 30 años desertando de estos barrios, antiguamente estructurados por el Partido Comunista. Los sindicatos se dirigen a los trabajadores, y aquí son menores con fracaso escolar o jóvenes con trabajos precarios. Las asociaciones de lucha, sobre todo de parados, que conocieron un boom en los '80, están astilladas por la pobreza y la dificultad para la movilización. Hoy, el clima social es muy tenso, con una creciente represión sobre todo para los que no aceptan el modelo liberal totalitario".

Yves, militante de una asociación de barrio, afirma que no se puede escandalizar con estas formas de intervención: "primero se les debía de haber dado el acceso a la política. Ya en 1991, Mitterand prometió el derecho de voto en las elecciones locales para los inmigrantes, cosa que nunca se ha cumplido. Si te niegan el acceso a la participación política, a la vida como ciudadano, es lógico que se busquen otros caminos, quizás no adecuados, pero legítimos, ya que es una revuelta legítima. Y se están politizando solitos".

Para Sophie Zafari, "aquellos de los que se dice que no votan, que se desinteresan de la cosa pública, han entrado en la política. Están demostrando que existen y que tienen algo que aportar. Se han convertido, en unas horas y algunas noches de incendios, en actores de ese espacio público en el que se les recomendaba integrarse mientras se les denegaba el acceso".

Negros nubarrones

En este contexto, las valoraciones sobre el futuro son muy negativas. Según Majid, tras los disturbios "nada ha cambiado. Los políticos llegan ahora con sus promesas, pero la población de los barrios desconfía enormemente, quieren actos concretos". Para B. Berta, los chavales no tienen salida: "la situación social francesa de pauperización de las clases trabajadora y media, no les va a permitir insertarse en la sociedad ni mantenerse en un estatus social parecido al de los padres".

Según declara Antropos, "el Gobierno va a seguir por unos derroteros preocupantes. La prolongación del estado de emergencia ya es un inicio de naturalización y creemos que parte de estas medidas serán integradas en la ley antiterrorista actualmente en discusión. Ya ocurrió antes que se normalizaran leyes de excepción, como ha sido el caso de las leyes antiterroristas aprobadas provisionalmente tras el 11–S, que se han integrado con leyes posteriores. Por otro lado, el Gobierno no ofrece nada nuevo: la mayor parte de las medidas que promete Chirac ya existían antes.

Esperamos un endurecimiento y un aumento de la represión, ya que se trata de hacer competencia a la extrema derecha. El entorno de Sarkozy lo afirma claramente: "Le Pen se dedica a un programa electoral, mientras que el ministro de Interior pasa a la acción".

Es una visión compartida también por François Besanti: "las concepciones 'securitarias' tienen bastantes adhesiones, hay una parte importante de la población que las apoya. ¿Pero eso es una solución?".

Para Fabrice, responsable de Relaciones Internacionales de CNT Francia, "ahora la represión judicial es terrible: miles de jóvenes detenidos están siendo procesados, varios centenares han sido condenados. Muchos que, contrariamente a lo que declara el Gobierno, nunca han sido detenidos por la Policía, han expresado su cólera por primera vez".

Para Sophie Zafari, "a la crisis social, el Gobierno responde con represión y al déficit de representación, con el autoritarismo. 'Hay que restablecer el orden ante todo', aunque sea tapando todas las injusticias y con la criminalización colectiva de las poblaciones –incluidos los padres, que son llevados ante el juez porque son incapaces de encerrar al anochecer a sus hijos en el 10 piso de un bloque de viviendas a rehabilitar.

Es de esperar que esta explosión haya abierto los ojos a muchos sobre la situación que viven, se están dando debates apasionados y apasionantes.

Pero también podemos temer que la ruptura de la sociedad en dos pueda agravarse. Si se quisiera sembrar el odio mutuo entre los ciudadanos, crear una frontera entre la "nación" y el enemigo del interior, precipitar los extrarradios y las ciudades desfavorecidas en un status de ghetto étnico, desalentar las iniciativas económicas y toda tentativa de rehabilitación social, volviendo imposible el trabajo y la práctica de los servicios públicos, no se las podían haber arreglado de otra manera".

Para Michel Rodinson "el problema va mucho más allá del barrio, es un problema político, del dinero del Estado destinado a subvencionar a los grandes patrones en vez de mantener las infraestructuras públicas, a la educación, al transporte, al paro, que es la gran tela de fondo que alimenta esta situación. Hay que dar marcha atrás a esta tendencia de acrecentar la distancia entre los ricos y los pobres, y eso es cuestión de una lucha del conjunto de la sociedad. La crisis de los extrarradios es un síntoma de la degradación y desesperación que se esta adueñando de buena parte de la sociedad".

Intentando ser mas positiva, Sophie Zafari señala que "se están organizando movilizaciones alrededor de las asociaciones y sindicatos para denunciar las leyes de excepción y las medidas liberticidas, pero también para exigir respuestas reales a las urgencias sociales. En el ámbito sindical sería necesario retomar la ofensiva con una movilización de gran amplitud, hay debates en marcha. Pero pesan las derrotas de los últimos años, las rencillas también".

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