Exclusión
- La derecha y parte de la izquierda republicanas usan el islamismo
como chivo expiatorio
La
crisis del modelo social francés
Por
Bernard Dreano (*)
Diagonal,
Madrid, 24/11/05
Se
debe desmitificar lo sucedido y destacar que sobre la problemática
real no se ha dirigido ninguna actuación gubernamental:
En
Seine-Saint Dennis (donde empezó todo): 1,4 millones de habitantes. -
250.000 en situación de pobreza (18% de la poblaciónm, el 28% son
menores de edad). - 120.000 desempleados, 33,1% de larga duración.
Algunos barrios tienen un 25% de desempleo (en jóvenes puede llegar
al 50%). - 44.000 perciben subsidios para no caer en la pobreza
extrema (6,1% de la población). - 12% de la población con problemas
de alojamiento o sin domicilio fijo.
La
calma vuelve a los barrios encendidos por la revuelta de algunos de
sus jóvenes habitantes. La multiplicación mediática ha podido dar
la impresión de una guerra civil, aunque para el 98% de la población
francesa se trataba de acontecimientos vistos sólo en la televisión.
La violencia ha sido limitada: pese a los miles de coches quemados, no
ha habido, por ejemplo, saqueos, al contrario que en otros motines
urbanos de este estilo.
Esta
crisis dejará, sin embargo, huellas. No se puede ser optimista en lo
que se refiere a sus consecuencias cuando se observa el método
empleado por el Gobierno frente a la violencia, las medidas anunciadas
y las explicaciones dadas por los principales lideres políticos o
mediáticos. Esta explosión es el resultado de la combinación dramática
de una situación social desastrosa para los habitantes de esos
barrios y de un racismo creciente agravado estos últimos años por
las medidas políticas o simbólicas vividas como humillantes,
concretamente por los jóvenes. Este sentimiento de exclusión,
incluso de 'apartheid', se ha visto incrementado con los discursos y
las prácticas que han acompañado la ley que prohibía el uso del
velo islámico en el colegio o por la votación de una ley que
glorificaba el papel del ejercito colonial en África.
El
recurso de utilizar una ley de Estado de Emergencia (técnicamente inútil
para restablecer el orden) proveniente de la guerra de Argelia no hace
más que confirmar -incluso para un liberal como Alain- Gérard Slama-
"el regreso de lo rechazado del colonialismo, el traumatismo de
la guerra de Argelia, (...) que ejerce estragos de más en la
conciencia nacional francesa".
Una
gran parte de la izquierda francesa se niega a ver la fuerza de ese
racismo y de esta historia, y prefiere, en nombre de la República,
estigmatizar a un nuevo enemigo: el 'musulmán'. Poco importa que los
jóvenes amotinados hayan actuado sin referencias políticas o
religiosas, poco importa que las grandes organizaciones
musulmanas (conservadoras, como la Unión de Organizaciones Islámicas)
hayan condenado los disturbios y apoyado a las autoridades; es más fácil
para la clase política francesa recurrir a la imagen del
"enemigo integrista" que criticar la política mantenida
desde hace 30 años.
Esta
situación dificulta la transformación de la energía negativa de los
jóvenes amotinados en energía positiva, y puede contribuir a
reforzar tendencias racistas o sectarias en todas las categorías de
la sociedad, entre las que, obviamente, están las musulmanas. Pero
hay que desear que la sacudida provocada permita el nacimiento de una
nueva movilización social alrededor de los debates que proponen, por
ejemplo, el movimiento de los 'Indígenas de la República', de las
reivindicaciones promovidas por organizaciones de barrio como
'Diversidad Aquí y Allá' o el 'Movimiento de la Inmigración y los
Extrarradios', para los que la "justicia es la condición de la
paz social".
En
estas iniciativas, jóvenes y menos jóvenes, musulmanes y laicos,
franceses de "pura cepa" y de "origen africano",
piden a las organizaciones más tradicionales que se retome
conjuntamente la batalla de la solidaridad.
(*)
Bernard Dreano es miembro del Centro de Estudios e Iniciativas de
Solidaridad Internacional (Cedetim).
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