La
violencia hecha a la joven clase trabajadora...
y la revuelta que ella
alimenta
corriente[a]lterna,
17/03/06
Enviado
por Jose Calderon
Editor
de El Vie, desde Francia, 17/03/06
Ya
hace más de veinte años que dura, más de veinte años que los jóvenes
trabajadores viven sometidos a la misma situación y al mismo tipo de
medida. La historia se repite, aunque cada vez la copia sea más
odiosa que el original. Más de lo mismo, en definitiva. Esta triste
historia comienza a mediados de los años 80, en plena presidencia
mitterandista. Dos tipos de medidas fueron adoptadas en ese momento,
bajo el pretexto de limitar el paro (particularmente, el paro juvenil)
y de aumentar la flexibilidad de las empresas.
El
primer tipo de medida viene directamente de la acción del Estado
quien abre la vía a la multiplicación de contratos de duración
limitada o temporal para « ayudar » a la inserción de los jóvenes.
El nombre de estos contratos ha cambiado con el tiempo: ha sido
necesario que los gobiernos sucesivos realicen verdaderos esfuerzos
semánticos para que cada nueva medida corresponda una nueva
denominación. Cada gobierno ha presentado una distinta. El actual CPE
(Contrato Primer Empleo) se sitúa en la órbita de los precedentes
contratos de inserción.
Las
empresas han acogido, no podía ser de otro modo, cada uno de estos
dispositivos con los brazos abiertos, no para reclutar más jóvenes
bajo sus filas, sino para beneficiar de una mano de obra a bajo costo
y gestionada en términos de disciplina de mercado: todo aquel joven
trabajador que consiga (al cabo de los ocho años de media que dura
una trayectoria en la precariedad en el estado francés) una relativa
estabilidad, en cualquier empresa, tras este verdadero "parcours
du combattant", habrá tenido tiempo suficiente para ser probado,
seleccionado, socializado en un comportamiento de tipo individualizado
y conformista. Ahora vuelvo sobre esto y sobre las posibilidades para
la acción que este tipo de socialización genera.
El
segundo tipo de medida corresponde a las sucesivas modificaciones
introducidas en el marco del derecho del trabajo, y que afectan por
tanto a la globalidad de la clase trabajadora, esa a la que algunos
(en virtud precisamente de la heterogeneidad creciente en cuanto a las
formas de gestión que la encuadran) reducen a la simple apelación de
"condición": la "condición" de trabajadores, la
"condición" obrera.
La
más importante de todas estas modificaciones es sin lugar a dudas la
creación del CDD (el genérico contrato temporal) que por supuesto es
mayoritario en cuanto a números de contratos/año se refiere
(contrato atípico se les llamaba no hace mucho tiempo, aunque esta
apelación ha pasado a mejor vida). En Francia este tipo de contratación
representa más del 60% del flujo total de contratación en las
empresas (en nuestra querida Catalunya del tripartit esta cifra
alcanza el 80%, según datos del Departament de Treball). Los ciertos
límites que estipula la legislación en relación al recurso a este
tipo de contratos, y sobre todo, los límites en cuanto a su renovación,
se los pasan por el forro los empleadores de turno, con el acuerdo
casi siempre tácito o explícito del currito de turno que prefiere,
obviamente, pájaro en mano a ciento volando.
El
CPE reproduce la misma historia triste, pero va un poquito más allá.
Ojo al dato: lo presentan como un contrato indeterminado, aunque la
duración de este tipo de contrato esté limitada a un máximo de dos
años. Primera gran mentira: un contrato que presenta una cláusula de
duración no puede ser en modo alguno un contrato indeterminado. El
CPE presenta sin embargo una novedad extraordinaria: la posibilidad de
despedir al joven sin ningún tipo de justificación ofrece a los
empleadores un contrato perfectamente elástico. En el contrato
temporal, la duración del acuerdo está por lo menos clara, lo que
ofrece algún tipo de garantía al trabajador, por reducida que esta
sea. El CPE es mejor aún: no deja resquicio de garantía temporal
alguna.
Ha
sido muy interesante seguir por televisión o radio los debates en
torno al CPE en cuestión: los ideólogos de la clase empresarial
hablaban de proyecto de empresa, de la gran comunidad que es Francia,
donde cada uno desde su posición debe contribuir a la riqueza de su
tejido empresarial y de la nación. Ya no se esconden. Por su parte,
los jóvenes interrogados preferían dimensiones como incertidumbre,
estrés, retardamiento de los proyectos vitales, infantilización,
incapacidad de proyección, impasse permanente, sensación de
transitoriedad. Sin embargo, rara vez se referían, lo que da materia
para pensar, a la experiencia misma del trabajo bajo esas condiciones,
al sometimiento en la empresa a unas relaciones políticas de tipo
dictatorial, a la obediencia pura y simple que sustituye a las
relaciones anteriores de compromiso, a las nuevas formas en definitiva
de esclavitud salarial que dicho dispositivo genera.
Los
ideólogos del empresariado francés, muy finos ellos, apelaban al
comportamiento ético por parte de los empresarios en el uso de los
CPE. Sin embargo, no puede construirse una política general, una
sociedad, sobre tales bases. En el dispositivo CPE existe implícitamente
esta descentralización al empleador de turno, y esto es lo más
grave, de un poder excepcional sobre los jóvenes trabajadores. Una
profundización del movimiento requiere pues retomar este elemento
como frontera política y buscar articulaciones entre los distintos
grupos sociales.
Detrás
de todas estas medidas no hay nada más que violencia sobre la clase
trabajadora, y más particularmente sobre la joven clase trabajadora.
Es justo y legítimo preguntarse sobre qué bases se construye la
sociedad, de qué modo se socializan los jóvenes en el trabajo (bajo
qué valores), cómo llegan a naturalizar las relaciones sociales de
opresión y de explotación que los subyugan como al niño yuntero del
poema y qué tipo de enfrentamientos, formas de resistencia, pueden
esperarse de parte de estos jóvenes (a menudo formas de resistencia
de tipo pre-político del tipo 'no me mates tanto').
La
situación para cada uno de los jóvenes se está volviendo material y
simbólicamente insoportable, y no merece más que una respuesta
posible: la revuelta. ¿Qué factores la contienen entonces? El efecto
sistémico de la situación global: la experiencia de cada uno en la
precariedad, la dificultad de crear ligámenes estables en el trabajo,
la naturalización de las propias capacidades, de la cualificación
individual, y la negación de la cualificación colectiva en todo
proceso de trabajo: me he encontrado a jóvenes, en fábricas o en
otros centros de trabajo, que no entienden cómo hacen los viejos para
resistir y confrontar a las jerarquías; como ellos no pueden(cegados
como están en su experiencia individual) lo viven como una suerte de
injusticia. Mientras los jóvenes tratan de exhibir al máximo sus
capacidades para eventualmente hacerse ver por el empleador de turno,
los viejos viven anclados, incluso en los empleos más heterónomos,
en valores antiguos y durables como la solidaridad y la cooperación
(sostenidos en todo este proceso por las organizaciones de clase).
Estos valores se transmiten de generación en generación, pero
requieren un tiempo de aprendizaje y una cierta homogeneidad en las
condiciones de trabajo: dispositivos como el CPE actúan contra estas
dos variables. También la ceguera de las organizaciones de clase,
haciendo de la juventud una especie de factor variable (regulador) de
la lucha de clases en general: sorprende que no haya una reflexión
específica sobre la precariedad y sobre la experiencia de la
precariedad.
Sin
embargo, cuando el vaso se desborda, aparecen actitudes simple y
llanamente de revuelta. Lo vimos en noviembre. Lo estamos viendo ahora
en las universidades. Entonces las organizaciones de clase frenan: lo
hicieron en noviembre, lo están haciendo ahora.
En
ambas revueltas se encuentran las mismas raíces y afectan a toda la
clase trabajadora. De alguna manera son una cristalización de la
relación de fuerzas a nivel global.
1)
De una parte, estas revueltas cristalizan la negatividad de unas
relaciones salariales que tienden a variabilizar la masa salarial:
como si se tratara de un costo variable cualquiera. La fuerza de
trabajo es tratada en las empresas a un nivel inferior a una máquina,
que es un costo fijo. El trabajo en tanto que valor de uso, como
experiencia, se diluye en el valor de cambio, en el vil metal del que
muy pocos se llenan los bolsillos.
2)
La segunda raíz es política. El gobierno y los empleadores necesitan
trabajadores dóciles, obedientes, a los que vampirizar los
conocimientos que posean al servicio siempre de los objetivos de la
empresa. La precariedad es una de las armas utilizadas para modernizar
las empresas: trabajadores que no creen en absoluto en lo que hacen,
pero que lo hacen de todas maneras. No importa lo que piensen, sus
puntos de vista, no importa lo que sientan: y si no sirven, a la
calle.
Los
jóvenes trabajadores no han llegado a verbalizar su revuelta:
necesita un proceso largo. Como en toda revuelta, se puede hablar de
dos caras que no dejan lugar a dudas de por donde van a ir los tiros
políticos de esta generación de trabajadores.
De
una parte la cara amable: la de las manifestaciones, de las asambleas
generales, de las ocupaciones de universidades (el viernes por la
noche hubo una verdadera batalla campal entre los antidisturbios y los
estudiantes por el control de la Sorbona. Estudiantes de las
universidades de la corona parisina bajaron al centro -muchos quizás
por primera vez- para "apropiarse" de la mítica
universidad, de las coordinaciones entre estudiantes y profesores de
universidad precarios, que están empezando a cristalizar por todas
partes. Algunas experiencias están siendo muy interesantes: en
Nanterre, otra facultad mítica, algunos profesores (muchos precarios)
del área de las ciencias sociales, en coordinación con los
estudiantes, han propuesto la recuperación de los programas
formativos: durante las horas lectivas, estando como está la facultad
ocupada, regirá el programa educativo alternativo compuesto por la
coordinadora de lucha: intervenciones sobre la democracia, el paro, la
precariedad, debates, películas...El sábado hay manifestación con
las organizaciones de clase. La prioridad para el movimiento es ahora
su profundidad política y su articulación (profesores, sindicatos de
clase y precarios).
De
la otra parte, la cara menos amable: la de los hechos de noviembre, la
de la violencia de los que no encuentran una ocupación, como en
noviembre. La del cinismo, la del individualismo, la del sentimiento
de fracaso, la de la competencia generalizada de los que, acabada la
manifestación, tienen que volver a su empleo precario. De los que sólo
otorgan importancia al dinero como manera de revalorizarse,
completamente desligado del esfuerzo necesario para obtenerlo. Esta
revuelta no se va a acabar aquí. Va para largo. Sobre el fondo
permanente de la cara menos amable veremos de tanto en tanto aparecer
rayitos de esperanza de la cara amable. Yo creo que hay materia para
el debate.
Publicado
en Revolta Global, 17/03/06
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