El gobierno está cada vez mas aislado en su polémica
propuesta de reforma laboral
La Francia que no quiere ser despedida
Por Eduardo Febbro
Corresponsal en París
Página/12, 29/03/06
Entre dos y tres millones de franceses se
volcaron ayer a las calles para demandar que el gobierno retire la
medida que autoriza a las empresas a tomar jóvenes menores de 26 años
por dos años y despedirlos cuando quieran, sin indemnización ni
justificación.
“Villepin, Chirac, Sarkozy, el período de
prueba se acabó.” Justo detrás de los líderes de las cinco
centrales sindicales que abrieron la marcha contra el CPE en la
capital francesa, los estudiantes exhibían la banderola emblemática
de la gran manifestación. Francia fue un aluvión inédito de
estudiantes, bachilleres, jubilados, empleados del sector público y
privado que hicieron de esta cuarta jornada de contestación contra el
CPE la más importante no sólo de esta crisis sino de los últimos 10
años. De dos a tres millones de personas colmaron las calles del país
para exigir que el primer ministro Dominique de Villepin dejara sin
efecto el Contrato Primer Empleo.
La jornada de movilización y paros nacionales en
la función pública y el sector privado tuvo un perfil histórico.
Medianas, pequeñas o grandes ciudades, la Francia que no quiere que
la despidan del trabajo sin indemnizaciones ni justificaciones
respondió masivamente a la convocatoria lanzada por el colectivo de
12 organizaciones sindicales y estudiantiles. Tres horas después de
que la manifestación parisina saliera de la Place d’Italie, la
gente aún seguía desfilando a lo largo del recorrido que conduce a
la Place de la République. En términos generales, las huelgas
afectaron la mayoría de los sectores. Los transportes públicos se
vieron perturbados en un 30 por ciento de su capacidad de
funcionamiento y la educación nacional en casi la mitad.
Marsella, Nantes, Rouen, Burdeos, Orleáns,
decenas y decenas de localidades francesas protagonizaron una inédita
demostración de su oposición al Contrato Primer Empleo. Bernard
Thibault, secretario general de la CGT, no estuvo lejos de la realidad
cuando afirmó “hoy somos más de tres millones en la calle, esto es
histórico. Es impensable que el primer ministro se mantenga en su
posición”. Sin embargo, lo impensable se hizo realidad. En uno de
esos extraordinarios ejercicios literarios cuyo secreto sólo parecen
detentar los hombres políticos franceses, Dominique de Villepin
mantuvo su línea de no retirar el CPE. Ante la multitudinaria marcha
de ayer, el jefe de Gobierno descalificó el propósito mismo de la
protesta diciendo que “la República no son condiciones, no es un
ultimátum”. El primer ministro reiteró además la invitación
cursada a los sindicatos y los estudiantes para que acudan este miércoles
a discutir con él sobre los elementos más polémicos del CPE. Con
todo, los sindicatos y las organizaciones estudiantiles más
representativas rechazaron la invitación.
La semana pasada, los sindicatos habían aceptado
dialogar con el jefe de Gobierno, pero el encuentro fue a tal punto un
fiasco total que los sindicatos consideraron que se había tratado de
una tomada de pelo. El mundo sindical argumenta que es prácticamente
imposible entablar una negociación, ya que Villepin pone como condición
previa que se acepte el CPE. En suma, el gobierno buscar abrir un diálogo
a partir de un hecho consumado, el mismo CPE, es decir, con un método
similar al que utilizó a la hora de aprobar el Contrato Primer
Empleo. El jefe del Ejecutivo se mostró dispuesto a arreglar algunas
disposiciones del CPE, concretamente el período de prueba de dos años
durante los cuales los empleados pueden ser despedidos. Sin embargo,
el gobierno se niega a incluir en el arreglo lo que hoy es la esencia
de la protesta, es decir, la justificación misma del despido que el
CPE permite sin obligación alguna para el empleador.
La situación giraba ayer a la comedia de
boulevard. La sesión de preguntas al gobierno en la Asamblea Nacional
se convirtió en una batahola de gritos e insultos. Los centristas del
partido UDF –que están contra el CPE– abandonaron el recinto y
los diputados socialistas se pasaron buena parte de la sesión
golpeando sobre los pupitres y gritando “retiro, retiro,retiro”.
Algunos parlamentarios allegados a Dominique de Villepin decidieron
crear comités consagrados a la defensa del CPE. Su argumento consiste
en presentar las protestas como si éstas fueran un atentado contra la
democracia. El diputado Guy Geoffroy dijo “basta de que la calle
quiera dictar su ley a la República. Queremos mostrar que en este país
hay una legitimidad”.
En vez de una discusión dura pero republicana
entre el poder y la sociedad lo que se está viendo hoy es un hondo
choque de intereses: la clase política contra la sociedad civil.
Paralelamente, el presidente del partido mayoritario (UMP) y ministro
de Interior, Nicolas Sarkozy, propuso que se “suspendiera” la
aplicación del CPE mientras se entablan las negociaciones con los
actores sociales. La propuesta aparenta una cuadratura del círculo.
El Consejo Constitucional recién se pronunciará el jueves sobre la
conformidad de la ley y a partir de ahí hay un plazo de dos semanas
antes de la promulgación. Pero por ahora no existe ninguna agenda de
negociación que cubra ese período.
El jefe del Ejecutivo paga el tributo de su
propia metodología, ajena al elogioso hábito francés de concertar
los grandes cambios sociales. “Villepin, no somos marionetas
tuyas”, decía uno de los carteles que los estudiantes llevaban por
las calles del París. El primer ministro actuó como si la sociedad
que gobierna fuera una marioneta. Primero introdujo el CPE a último
momento mediante una enmienda dentro de una ley más vasta y sin
previa consulta con los sindicatos ni con su propia mayoría
parlamentaria. Luego, para evitar las enmiendas de los centristas y la
izquierda, aprobó la ley a través de un procedimiento de urgencia.
Al final, consiguió que la juventud se le viniera encima. Los
analistas destacan que el primer ministro da signos de no darse cuenta
de que el conflicto no es con una corporación sino con una generación.
Jean–Marie Pernot, investigador en el Instituto de Investigaciones
Económicas y Sociales (IRES) señala que “visiblemente el
movimiento no se debilita, más bien se amplifica, le envía así un
mensaje muy claro al gobierno: tenemos reservas, no nos agotamos. Es
preciso destacar que los empleados del sector público no están
manifestando por su estatuto ni por su poder adquisitivo sino por el
porvenir de sus hijos”.
La determinación de los estudiantes y de los
sindicalistas no ha sufrido alteración. Basta con caminar con ellos
durante las manifestaciones para sentir que esta vez no hay vueltas ni
jugarretas. “No estamos acá protestando desde hace dos meses,
poniendo en peligro todo nuestro año universitario para que nos
vengan a conformar con caramelitos. El CPE tiene que ser retirado y
Villepin debe irse. Un jefe de Gobierno que es incapaz de entender y
dialogar con la juventud no puede dirigir un país ni ocuparse del
destino de nadie”, decía Jean–Marc, un estudiante de administración
de empresas de 22 años. Ayer resultaba imponente comprobar la
determinación y la madurez sociopolítica de jóvenes de apenas 16 o
17 años. “Soy más joven que los universitarios, estoy apenas
terminando mi bachillerato, pero ya veo venir lo que quieren hacer de
nosotros: vagabundos con años de estudios pero destinados a terminar
sin trabajo o, en el mejor de los casos, con contratos de mala muerte,
sin derechos. Villepin quiere convertirnos en títeres de las
empresas”, comentaba Isabelle.
El discurso de los chicos es masivo en su
identidad. Sus ideas son más prácticas que ideológicas. Muchos han
averiguado lo que ocurre en países de Europa como España y no
quieren que aquí les ocurra lo mismo. “No deseo tener que adaptar
mi maternidad a la voluntad de una empresa”, decía Sophie, una
estudiante de arquitectura de 23 años que citaba el ejemplo español
del CPE: las mujeres recién casadas o con altas posibilidades de
tener hijos no consiguen trabajo. Entre un CPE y otro renuncian a la
maternidad. La crisis francesa también revela la desconfianza y la
mala imagen que tienen las empresas del país. Sin una ley que les
fije sus obligaciones, los jóvenes ven en el empresariado francés un
mandarinato que sólo opera en pos de sus beneficios.
Nada ha cambiado. El movimiento continúa el próximo
4 de abril. París vio desfilar casi un millón de personas y mucha
violencia. Las agresiones que sufrieron los chicos la semana pasada
por parte de los jóvenes de los suburbios no disuadieron a los
estudiantes. Esta vez, la policía pudo contener la violencia
cambiando de método operativo. Infiltró la manifestación y
neutralizó a los agitadores que estaban adentro. Sin embargo, al
final, en la Plaza de la República, se volvieron a producir serios
incidentes y las fuerzas del orden utilizaron balas de goma.
Nadie
quedó conforme con el mensaje en que el jefe del Estado francés
promulgó con condiciones la precarización laboral.
El
presidente francés promulgo el CPE, pero pidió modificaciones
Por
Eduardo Febbro
Corresponsal
en París
Página/12,
01/04/06
La
juventud francesa se había reunido en cientos de plazas del país
para escuchar la alocución televisada del presidente francés, en la
cual Jacques Chirac debía promulgar la discutida ley que comprende el
explosivo CPE, Contrato Primer Empleo. En medio de una gritería e
insultos que empezaron en cuanto el mandatario apareció en las
pantallas, las palabras del jefe de Estado fueron tan incomprensibles
como el sentido del mensaje que transmitió.
Chirac
promulgó la ley para luego pedir, en la frase siguiente,
"corregirla" y "suspenderla" hasta que el
Parlamento no modifique las dos bombas que detonaron la crisis social:
la duración del plazo de dos años durante los cuales los jóvenes
pueden ser despedidos y la justificación del despido. Chirac explicó
que había solicitado al primer ministro Dominique de Villepin que
elabore una nueva ley a fin de modificar la anterior.
El
"nuevo" CPE reducirá el plazo de prueba de dos años a uno
y exigirá que el empleador comunique las razones por las cuales
decidió la ruptura del contrato. En suma, el presidente inventó una
solución cómica que no hace sino agregar un poco más de ironía a
una ley que fue aprobada sin discusión parlamentaria. Al promulgar la
ley, Chirac no cedió ante los reclamos de que fuera retirada; tampoco
desacreditó a su primer ministro pero, al mismo tiempo, introdujo
cambios que conducen a que, por ahora, la ley no sea aplicada.
El
CPE "nouvelle vague" quedará entonces suspendido hasta que
el Parlamento no integre las correcciones. En este sentido, Chirac
interpeló al gobierno para que éste "tome todas las
disposiciones necesarias" a fin de que, "en la práctica",
no se firme "ningún contrato sin que éste no esté regido por
el conjunto de las modificaciones". Chirac invitó también a los
sindicatos y a las organizaciones estudiantiles "a participar en
la elaboración" de las nuevas disposiciones. El presidente
consideró que, en la República, "cuando se trata del interés
nacional, no tendría que haber ni vencedores ni vencidos" y
agregó que "ahora tenemos que unirnos y cada uno, desde su
lugar, debe actuar con responsabilidad".
La
respuesta de los invitados a "unirse" llegó enseguida, o, más
bien, ya estaba en la Plaza de la Bastilla, adonde los estudiantes habían
acudido a oír al presidente. Lo único que se oía era "Chirac,
Villepin, dimisión".
Cinco
minutos después de su discurso, los sindicatos respondieron
rechazando tajantemente la propuesta presidencial. El secretario
general de Fuerza Obrera, Jean–Claude Mailly, calificó de
"incomprensible" e "inaceptable" el mensaje de
Chirac, mientras que su par de la CGT, Bernard Thibault, estimó que
en ningún caso el presidente aportó siquiera un principio de
respuesta". Según Thibault, las dos modificaciones ofrecidas por
Chirac son similares a las pensadas por el primer ministro. Bruno
Julliard, líder de la organización de estudiantes universitarios más
importante y activa, dio a entender que el presidente sufría de
sordera: "Hace dos meses que repetimos que no vamos a negociar el
CPE". Karl Spoeckel, presidente de la UNL, la agrupación de los
bachilleres, advirtió que "hay riesgos de desborde". En
suma, sindicatos y organizaciones estudiantiles juzgaron insuficientes
las propuestas presidenciales y mantuvieron la convocatoria a la
jornada de huelgas y manifestaciones previstas para el martes 4 de
abril.
La
noche tan esperada le iba a reservar a Francia más de una sorpresa.
Poco más de media hora después de que hablara Chirac, el ministro de
Interior, Nicolas Sarkozy, intervino en la televisión para comentar
"en cadena" el esquema presidencial. El titular de la
cartera dijo que Chirac había adoptado "una decisión
sabia", que expresa "lo que deseaba la inmensa mayoría de
los parlamentarios de la UMP" (partido de la derecha dirigido por
Sarkozy).
El
presidente francés fue devorado anoche por los estudiantes y sus
adversarios políticos. "No se va hacia el apaciguamiento",
declaró François Hollande, primer secretario del Partido Socialista
(PS), mientras que los comunistas estimaron que Chirac "eligió
conscientemente el enfrentamiento con la juventud, los trabajadores y
la inmensa mayoría" del país. "Complicado",
"alambicado", "críptico", "inútil",
"ridículo", "alucinante",
"extravagante", "incoherente", las reacciones
escuchadas anoche fueron una cascada de adjetivos negativos.
La
imagen que dejó el presidente no fue clara, un poco como la marcha
sin rumbo preciso de los miles de estudiantes que lo escucharon en la
Plaza de la Bastilla y que luego deambularon por París con el grito
de que se retirara el CPE y con la sensación de que, como decía Agnès,
una adolescente de 17 años, "ese hombre no nos ha escuchado.
Chirac nos abandonó hace mucho". Otro, Julián, comentaba:
"Hace dos meses que venimos diciendo lo mismo y Chirac nos repitió
lo que ya sabemos, pero no nos aportó una solución a lo que
necesitamos". Los jóvenes salieron de la Plaza de la Bastilla
con el objetivo de llegar al Palacio Presidencial, pero la policía
había cerrado los accesos y hasta las estaciones de metro.
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