Francia

 

La precariedad laboral y las contradicciones del modelo

Por Michel Husson ([1])
diariohoy.net, 29/03/06
Traducción del francés de Miguel Sanabria (*)

El movimiento estudiantil y la huelga interprofesional que tuvo lugar ayer [28 de marzo] en Francia contra el Contrato Primer Empleo (CPE), es una repuesta a los proyectos liberales de contrarreforma del mercado de trabajo. La anteúltima etapa de este proceso fue el establecimiento, en agosto pasado, del CNE (Contrato Nuevo Empleo) reservado a las empresas que emplean menos de 20 asalariados.

Su característica esencial es la de permitir el despido sin motivo durante los dos primeros años de este nuevo contrato. Este fue adoptado por decreto (“ordenance”), es decir, sin un verdadero debate parlamentario.

Algunos meses después, el gobierno lanza el CPE que es el equivalente del CNE pero esta vez concierne al conjunto de los jóvenes asalariados de menos de 26 años, sin importar el tamaño de la empresa. Este fue votado el 8 de marzo por la Legislatura. Estos procedimientos son constitucionales, pero van al encuentro de una ley votada por la mayoría de derecha que decía que toda reforma social no podría realizarse sin una concertación previa con los actores sociales, sindicatos y representación patronal.

Estos nuevos contratos de trabajo buscan crear nuevos empleos, porque lo que desincentivaría a los empleadores a emplear sería la dificultad de despedir en caso de caída de la actividad. El gobierno hizo todo para mostrar que el CNE funcionaría, incluso ejerciendo fuertes presiones sobre los servicios estadísticos. De hecho, hay un imperativo electoral, el de llegar con un balance favorable a las elecciones presidenciales que se realizarán el año próximo. Pero los economistas son por lo general escépticos sobre el impacto de esos nuevos contratos: seguramente, los empleos bajo contratos flexibles van a sustituir a aquellos que tendrían lugar de todas formas, y el empleo reaccionará mas rápido en caso de mejora de la actividad. Pero la facilidad del despido está justamente concebida para que también reaccione más rápido en caso de recesión. Debido a esto, a mediano plazo, no hay ninguna razón para prever una creación neta de empleo, siendo el único resultado previsible una mayor precarización de la estructura de empleo.

La introducción de estos nuevos contratos se inscribe en una ofensiva liberal que consiste en multiplicar los contratos que derogan las normas del CDI (Contrato de Duración Indeterminada) para, en un segundo momento, reunificar el mercado de trabajo en torno a un contrato único más flexible que el actual CDI. El gobierno prevé pasar a esta nueva etapa al comienzo del verano boreal, pero este escenario fue evidentemente interrumpido por la movilización de los estudiantes, de los secundarios y de una parte de los asalariados.

Este movimiento se apoya sobre el bloqueo y la ocupación de la mayoría de las universidades y se expresa por manifestaciones asociando jóvenes y asalariados. Una de ellas reunió el 18 de marzo un millón y medio de manifestantes a través de toda Francia. Un frente sindical totalmente unitario, algo que es nuevo, se constituyó alrededor de la consigna de retiro de CPE. Esta movilización no hace más que aumentar, apoyándose sobre el rechazo mayoritario en el país: la última encuesta, de fecha del 23 de marzo, muestra que 66% de los franceses se pronuncia a favor del retiro del CPE.

Esta movilización toma una forma cada vez más violenta (heridos graves, entre ellos un sindicalista en coma) que muestra la profundidad del descontento social. La conjunción entre estudiantes y sindicalistas se realizó espontáneamente, dado que la movilización de los jóvenes concierne al conjunto de los asalariados confrontados a una precarización multiforme. Pero otra conjunción comienza a realizarse, claro que de manera más caótica, entre los jóvenes desfavorecidos de los barrios periféricos que estuvieron en el origen de los hechos de la primavera (boreal) última y la juventud escolarizada. Este reencuentro toma a contrapié al argumento del gobierno que ahora declara que el CPE es justamente destinado a los jóvenes en dificultades, lo cual es contradictorio, porque el nuevo contrato concierne al conjunto de jóvenes, cualesquiera sea su calificación.

Esta mezcla que mete miedo pone al gobierno en una situación muy difícil: renunciar a su proyecto equivaldría a un doloroso fracaso político. Querer hacerlo pasar a cualquier precio sólo puede hacer que el movimiento de oposición sea aun más decidido: el frente anti–CPE es en efecto sin fisuras, y antepone el retiro del CPE como requisito a toda negociación. El conflicto es así revelador de las contradicciones de la estrategia liberal, que consiste en querer imponer reformas mayoritariamente impopulares.

¿Habrá que proceder por etapas o pasar a una reforma global de los contratos de trabajo? Los patrones, al igual que el FMI en sus recomendaciones anuales, son favorables a una generalización rápida del CNE al conjunto de los asalariados.

Los patrones apoyan de los labios para afuera la institución del CNE, que responde más a las aspiraciones de las pequeñas empresas que a la de los grandes grupos. En el gobierno, el primer ministro, Dominique de Villepin, hasta ahora favorable a un acondicionamiento del modelo social, se alió de hecho a la línea de “ruptura” de su ministro del interior, Nicolas Sarkozy, que propone una refundación del conjunto de ese modelo. Algunos días antes de la huelga de ayer, la sombra de un nuevo mayo del 68 comenzó a planear sobre la situación política francesa.

Nota:

[1].– Economista y miembro del Concejo Científico de ATTAC–Francia.