Plan
del gobierno para deportar a los hijos de indocumentados hace evocar los
tiempos de la ocupación nazi
La
nueva resistencia francesa: ocultar a niños inmigrantes para evitar que sean expulsados
Por
Katrin Bennhold
International Herald Tribune / La Nación, 23/06/06
Traducción de Mirta Rosenberg
Lyon.–
Cuando la policía llegó para deportar a Samira Babaïan y a sus dos
hijos, Alek, de diez años, se escondió bajo la cama.
Desde
aquella mañana de abril, Alek se acostumbró a esconderse: los padres
y maestros de su escuela de Lyon se han turnado para ocultarlos a él
y a su hermano David, de siete años, inmigrantes ilegales de Azerbaiján,
para que permanezcan en el país y asistan a la escuela.
"¿Quién
hubiera imaginado que en Francia en el año 2006 tendríamos que
esconder niños para que no los encuentre la policía?", dijo
Christine Pitiot, madre de dos niños, mientras esperaba a los Babaïan
en la puerta de la escuela para llevarlos a la "casa segura"
que les tocaba ese día.
Esconder
a escolares de la policía es el capítulo más reciente del
tumultuoso debate por la inmigración en Francia, después de los
fatales incendios provocados en las casas tomadas de inmigrantes
durante el verano (boreal), los incendios de autos en los tumultos
callejeros de los suburbios en noviembre pasado y los enfrentamientos
entre jóvenes inmigrantes y la policía registrados en las calles de
París durante la primavera (boreal).
Después
de noviembre, el ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, que espera
presentarse como candidato en las elecciones presidenciales del año
próximo, juró que acabaría con la inmigración ilegal y deportaría
a 25.000 personas este año, comparadas con las 20.000 de 2005 y las
10.000 expulsadas en 2002.
Incluso,
Sarkozy ofreció la semana pasada pagar a los inmigrantes ilegales
para que se fueran. Dio órdenes a la policía francesa de ofrecer a
los inmigrantes ilegales 3500 euros por pareja y 1000 euros por hijo.
Pero aparentemente el dinero no induce a cambiar de idea a los
inmigrantes ni a los amigos que los ayudan a evadir la deportación.
Hoy,
por lo menos cinco niños, incluyendo a los Babaïan, son escondidos
por maestros, padres, sacerdotes y vecinos en todo el país, según
informó la Red Educación Sin Fronteras (RESF), una organización que
trabaja con los inmigrantes ilegales. Ese número podía aumentar
considerablemente después del 4 de julio, cuando termina el año
escolar.
Ocurre
que durante el año escolar se produce un congelamiento informal de la
expulsión de familias con niños que asisten a la escuela.
Sarkozy
anunció ese congelamiento en octubre pasado, después de que el caso
de dos hermanos congoleses escondidos llegara a los titulares de los
periódicos de todo el país. Pero, tal como lo ilustra el caso de los
Babaïan, el congelamiento no se aplicó de manera generalizada.
Según
el gobierno, en Francia hay entre 200.000 y 400.000 inmigrantes
ilegales. A unas 70.000 personas se les ha formulado formalmente la
exigencia de que abandonen el país. Según estima RESF, unos 50.000
niños podrían ser expulsados.
Aparentemente,
la dramática situación de cada niño es lo que ha motivado el apoyo
generalizado. Muchos de los que se arriesgan a ser castigados con una
multa de 30.000 euros o cinco años de prisión no son activistas políticos,
sino madres, maestros y vecinos que se reúnen en el living de casas
de clase media.
En
la ciudad occidental de Brest, por ejemplo, Patimat, una niña de 6 años
de Dagestán, ha sido escondida durante semanas por familias locales,
incluyendo a esposas de militares franceses. Entre los que firmaron
una petición que pedía residencia para ella y su madre se contaban
algunos miembros del partido de centroderecha gobernante al que
pertenece el propio Sarkozy.
En
Croix–Rousse, un barrio céntrico de Lyon, maestros y padres se
disponen a ayudar a otras 27 familias de inmigrantes ilegales, que
incluyen a unos 63 niños.
La
semana pasada, en París, la municipalidad del distrito cuarto organizó
un acto en apoyo de dos niñas moldavas que se enfrentan a la expulsión.
Varias escuelas de la capital francesa están en alerta, con maestros
y padres preparados para esconder a estudiantes si la expulsión se
vuelve inminente.
Una
mañana reciente, padres, niños y maestros se reunieron en las
puertas de una escuela primaria del distrito décimo, golpeando
cacerolas y agitando globos para apoyar a varios niños de inmigrantes
ilegales amenazados por la expulsión.
Peso
simbólico
En
varias ciudades, incluyendo París y Lyon, los alcaldes del partido
socialista opositor han organizado ceremonias en las que algunos
padres se convierten en "patronos republicanos" de los niños
inmigrantes, con la promesa de protegerlos. La tradición de
patrocinio republicano, establecida durante la Revolución Francesa
como alternativa secular al padrino y la madrina católicos, no tiene
peso legal, pero sí gran peso simbólico.
Esconder
niños también ha despertado memorias poco gratas de la Segunda
Guerra Mundial. Muchas escuelas francesas tienen placas que recuerdan
la deportación de niños judíos durante el colaboracionismo francés
con los nazis.
"¿Cómo
no establecer esa analogía?", dijo Cecile Lacoin, profesora de
alemán y madre de tres niños, que escondió a David Babaïan.
"Por
supuesto que ninguno de estos niños será enviado a un campo de
concentración, pero sus vidas corren peligro de ser destruidas
–agregó–. ¿Acaso porque tuvimos la suerte de haber nacido en
Francia tenemos derecho a cerrarles la puerta a los menos
afortunados?"
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