Crisis
en Hungría por las mentiras que admitió el premier Gyurcsany
Por
Stephen Castle (*)
Desde Budapest
The Independent / Página 12, 20/09/06
La divulgación de
los dichos del primer ministro gatilló violentas manifestaciones y
puso al gobierno al borde de la cornisa. El presidente dijo que una
“crisis moral” aqueja a su país.
Mientras su país se
hundía en la mayor crisis desde la caída del comunismo, el primer
ministro húngaro, Ferenc Gyurcsany, anoche todavía se aferraba a su
cargo, a pesar de haber cometido el pecado cardinal de la política.
Todos los líderes limitan a veces la verdad, pero pocos lo admiten, y
menos aún reconocen que “mintieron mañana, tarde y noche” para
ganar una elección.
En una reunión de
colegas socialistas, poco después de la elección, el premier hizo su
ahora infame discurso de 25 minutos. “Metimos la pata y de qué
manera”, dijo el premier. “Ningún país en Europa ha sido tan
descarado. Nosotros obviamente mentimos durante los últimos dos años.
Y, mientras tanto, no hicimos nada durante cuatro años. Nada”,
aseguró. Entonces lanzó su propuesta: “Miren. La cosa es que a
corto plazo no hay opción... Podemos dar vueltas por un tiempito más,
pero no mucho más que eso. El momento de la verdad llegó rápido...
Reforma o fracaso. No hay otra cosa. Y cuando hablo de un fracaso,
hablo del de Hungría, del de la izquierda, y honestamente, del mío”.
Los seguidores de
Gyurcsany están convencidos de que la transcripción fue divulgada a
la prensa como parte de un complot interno contra el premier. Los
opositores, mientras, están furiosos y se sienten traicionados. En
las calles de Budapest, la policía antidisturbios se preparaba para
otra noche de protestas, dirigidas a sacar del poder al millonario de
45 años. En los pasillos, los poderosos políticos agonizaban, ante
la imposibilidad de lidiar con lo que el presidente húngaro, Laszlo
Solyom, calificó como una “crisis moral”. Mientras tanto, la
escala de la reacción ha sumergido a Hungría en una caos y ha dejado
al resto de Europa asombrada.
En la noche del
lunes, la marcha de cientos de manifestantes frente a la emisora de
televisión estatal terminó con grandes disturbios. Cuando no les
dejaron difundir su petitorio para conseguir la renuncia del premier,
decidieron atacar el edificio. En el tumulto, los manifestantes
tiraron piedras y botellas, incendiaron autos y ocuparon el edificio,
forzando la suspensión de la transmisión durante varias horas.
Ayer, más de 150
personas resultaron heridas. Más de dos tercios eran policías –uno
de ellos sufrió serias heridas en la cabeza–. Gyurcsany describió
a los incidentes como “una de las noches más largas y oscuras de la
Tercera República de Hungría”. Al tiempo que los manifestantes
comenzaron a reunirse en la capital húngara, dos preguntas
sobrevolaban en el aire. ¿Qué provocó la extraordinaria franqueza
de Gyurcsany y por qué la reacción fue tan violenta? En parte, esta
es la historia de los problemas de una joven democracia poscomunista
que se suma a la Unión Europea. Pero también es una historia de la
moral moderna ya que, aún en la era de los asesores políticos, las
mentiras descaradas pueden alcanzar a los que las dicen.
La raíz del problema
yace en el manejo de la economía nacional, una de las más débiles y
peores dirigidas de Europa. Debilitada por años de pequeños períodos
de mala dirigencia, sus problemas fueron agravados a partir de varios
factores, incluyendo el aumento de los precios del petróleo. Con
pocos recursos naturales propios, Hungría depende de sus
importaciones de bienes primarios. Pero, debido a que tiene un gran número
de multinacionales, la prosperidad del país también depende de la
salud de sus mercados de exportación, particularmente en la Unión
Europea (UE). Con el nuevo centro en las economías francesa y
alemana, Hungría estaba en problemas y el gobierno de centroizquierda
de Gyurcsany sabía que decir la verdad lo haría perder la elección
de abril.
El premier sabía
que, lejos del escenario color de rosa que había presentado a los
votantes, Hungría necesitaba una severa dosis de austeridad para
volver a encarrilar su economía. El déficit presupuestario se espera
que aumente hasta el 10,1 por ciento de su PBI. Esto sería el peor déficit
de la UE y siete puntos porcentuales por arriba del techo que tienen
los países que, como Hungría, quieren ingresar a la zona del euro.
En abril, al
electorado le prometieron recortes impositivos. Desde que fue
reelecto, Gyurcsany ha impulsado aumentos en cambio. En el presupuesto
del año que viene cortó beneficios por el valor de más de cuatro
mil millones y medio.
Miles
piden la renuncia del primer ministro
Mintió,
lo admitió y se quedó
The
Independent / Página 12, 21/09/06
Las calles de
Budapest están más llenas a la noche que durante el día. Después
de una jornada relativamente tranquila, con manifestaciones acotadas y
unos 50 heridos, las protestas volvieron a explotar antes de la
medianoche en la capital húngara. Unas 15 mil personas, según la
agencia nacional MTI, ocuparon la plaza Kossuth, frente al Parlamento,
para seguir exigiendo la renuncia del primer ministro Ferenc
Gyurcsany. El líder socialista se negó nuevamente a dejar su cargo
ayer. Sin embargo, la presión no afloja desde que, el domingo por la
noche, la radio pública difundiera un discurso de Gyurcsany en el que
reconocía haber mentido durante la elección y todo su primer
mandato.
Desde el inicio de
las manifestaciones, Gyurcsany y sus aliados han denunciado una y otra
vez a la derecha de haber armado toda esta operación política para
sacarlo del poder. Es cierto que gran parte de los manifestantes, que
en las últimas cuatro noches salieron a protestar frente a la sede
del Partido Socialista, al edificio de la emisora de televisión y
radio pública y al Parlamento, son militantes o simpatizantes de los
partidos más conservadores. Sin embargo, no son todos. En una
manifestación de unas 500 personas, el Comité Nacional Húngaro 2006
(MNT) se sumó al pedido de renuncia contra el premier, pero con un
tinte distinto. Liderado por intelectuales, periodistas y ex
disidentes del antiguo régimen comunista, este grupo se identificó
con los ideales revolucionarios de 1956.
En ese año, miles de
jóvenes húngaros se levantaron contra el gobierno comunista, una
mera marioneta de Moscú, tomando la radio pública y ocupando las
calles. Ayer, este renovado comité –un grupo con el mismo nombre
funcionó como gobierno en el exilio desde Nueva York durante las últimas
décadas de la era soviética– buscó equiparar la crisis actual con
lo que sucedió 50 años atrás. La puesta en escena perseguía ese
objetivo. Banderas húngaras con un agujero circular en el centro,
como si de ellas hubiera sido arrancada la estrella roja soviética,
estaban ayer por la tarde en los lugares más visibles de la plaza.
Para el analista
Sebestyén Gorka, el MNT busca poner distancia de las protestas
violentas de los últimos días. El director de la filial húngara del
Instituto para Democracia en Transición y Seguridad Internacional, un
grupo de estudios estadounidense, no le ve mucho futuro al gobierno
socialista. “Las manifestaciones continuarán. Gyurcsany debe
dimitir y eso es lo que va a suceder. Le doy a este gobierno un mes de
vida”, pronosticó Gorka. Uno de los portavoces del MNT, László
Toroczkai, se animó a dar un paso más y habló de una revolución.
“Esto es una revolución. Los acontecimientos no pararán hasta que
renuncie Gyurcsany”, desafió.
Esta no fue la única
manifestación del día de ayer. Cientos de personas se reunieron
frente a la sede del Partido Socialista para pedir la renuncia del
premier. Tiraron piedras y botellas y fueron rápidamente dispersados
por la policía con gases lacrimógenos y chorros de agua. En total,
hubo 50 heridos y otros 50 detenidos. La sede de la televisión pública
estuvo nuevamente en alerta. Debido al clima de tensión que reina en
la capital húngara en los últimos días, lo que antes hubiera sido
una inverosímil amenaza de bomba anónima causó la evacuación del
edificio y la suspensión de la señal durante unas horas.
La violencia no
estuvo ausente anoche. Un centenar de jóvenes se enfrentó a la policía
en una estación de tren, cuando los miles de manifestantes que habían
protestado frente al Parlamento volvían a sus casas. A pesar de los
intentos de grupos como el MNT, los dirigentes de la derecha están
ganando el protagonismo en esta crisis. El principal partido de la
oposición, el derechista Fidesz, ya convocó para una movilización
masiva para el próximo sábado. Este partido quiere aprovechar la
conmoción para obtener una victoria absoluta en las elecciones
municipales del próximo 1º de octubre y así forzar la caída del
gobierno.
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