¿Hungría,
la punta del iceberg?
El rápido
final de la “nueva Europa”
Por
Claudio Testa
Socialismo
o Barbarie, periódico, 28/09/06
Es
un hecho que los “globos inflados” por el imperialismo y el
capitalismo van teniendo una vida útil cada vez menor. La “guerra contra el terrorismo” de Bush se
ha ido desgastando a una velocidad asombrosa. Ahora también se ha
pinchado otro globo, el de la “nueva Europa”. Es que lo de Hungría
parece ser sólo la punta de un iceberg de descontento que abarca toda
esa región.
Con
ese nombre, EEUU y la burguesía “atlantista” de
Europa
bautizaron a los ex “países
comunistas” del Este europeo, el Báltico y los Balcanes. Se quiso
establecer un contraste con la “vieja Europa” occidental,
decadente, cuyos trabajadores son vagabundos que pretenden seguir
aferrados al anacrónico “Estado de bienestar”, sudar poco y ganar
mucho, y que además se oponen a la cruzada santa de Bush en Medio
Oriente. El peor ejemplo de esta vieja Europa serían los franceses,
que vienen creando problemas desde 1789.
En
contraste, se decía que los “nuevos europeos” adoran el
neoliberalismo, hacen sin protestar cualquier sacrificio para ingresar
a la Unión Europea, trabajan doble turno por la mitad del salario y
además se enrolan en masa en las guerras de la civilización
occidental contra la barbarie islámica. Son felices de ir a morir por
Cristo y Bush en Iraq y Afganistán.
Por
todos esos motivos, se decía, la “nueva Europa” iba en camino de
alcanzar y dejar atrás a la “vieja”. Con tasas de crecimiento del
PBI superiores a las Europa occidental, esa historia parecía tener
algo de asidero.
Ahora
resulta que las cosas van mal. La revista inglesa The
Economist, órgano secular del ultra-liberalismo, pinta un panorama
desalentador. Las tasas de crecimiento más altas se mantienen,
pero sólo abonan un descontento social en aumento que se
refleja en crisis políticas de los gobiernos neoliberales,
aunque estas crisis sólo en Hungría han derivado en estallidos político-sociales.
En el resto, no han llegado aún “a la calle”.
“Una
teoría conspirativa –dice The Economist el 25 de
septiembre– diría que este otoño ha traído algo extraño a las
aguas de Europa central. La República Checa está desde hace tres
meses sin un verdadero gobierno, el de Hungría está contra las
cuerdas y el de Lituania está vacilante. Y ahora es el gobierno de
Polonia el que también se viene abajo”.
¿Quiénes
son la “nueva Europa”?
Bush
y la burguesía “atlantista” europea
llaman así a países del
Centro y Este de Europa, del Báltico y de los Balcanes. Algunos eran
parte de la ex URSS, constituían estados vasallos de Moscú o
formaban la Federación Yugoslava. Varios han ingresado a la Unión
Europea y otros están haciendo cola. Esta es la lista:
Ingresados a la Unión Europea en 2004:
Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania, Hungría, República
Checa y Polonia.
En lista de espera para entrar, quizás, entre el 2007 y el 2015:
Bulgaria, Croacia y Rumania.
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Ya
en julio pasado, esta misma revista había alertado que las cosas no
venían bien: “Hubo tiempos –señalaba The Economist el 20
de julio– en que la «nueva Europa» se sentía superior a la «vieja
Europa». Algo del ímpetu de esa época aún queda. Las nuevas economías
continúan creciendo fuertemente. Pero en muchos otros aspectos, la
región está estancada o en retroceso. Como sus contrapartes dentro
de la Unión Europea, ahora la regla parece ser la debilidad política.
La República Checa está sin gobierno (...) Estonia, Letonia y
Eslovenia establecen coaliciones inestables (...) En Eslovaquia y
Polonia, esas coaliciones añaden otro ingrediente: partidos
populistas extremistas de izquierda o derecha (...) Lituania tiene un
gobierno débil que ha quedado en minoría (...) Sólo Hungría
tiene un sólido gobierno conformado por grandes partidos [!]”
Esto
lo escribía The Economist hace apenas dos meses. Hoy, el único
“sólido gobierno” de la “nueva Europa” está contra las
cuerdas.
El
eterno verso del “sacrificio”
Como
decíamos, esta generalización de crisis políticas y gobiernos “débiles”,
que se da especialmente en los países que ya están en la UE,
tiene sus raíces en el descreimiento y el descontento social.
Los resultados del ingreso a la Unión Europea no tienen nada que ver
con las ilusiones y las fantásticas promesas que se hicieron a las
masas en su momento.
A
los trabajadores y las masas populares se les hizo el cuento de
siempre. "hay que hacer algunas «reformas» dolorosas, «nos»
sacrificaremos por un tiempo; pero luego, cuando ya estemos en la UE,
vamos a ir cada vez mejor”. Por supuesto, los que exhortaban al
“sacrificio” no eran los que sufrían las consecuencias, sino políticos
burgueses, burócratas o millonarios como el premier de Hungría, que
se llenaban más que nunca los bolsillos.
Y
las jactancias sobre el fabuloso “crecimiento” de la “nueva
Europa” se han vuelto cada vez más irritantes, porque en los
bolsillos de la mayoría no se derrama un euro del gran aumento del
PBI. A eso se añade que los habitantes de los nuevos países miembros
siguen siendo, de hecho y de derecho, ciudadanos de segunda,
dentro de la UE. Un polaco o un húngaro, por ejemplo, no pueden
libremente mudarse a Francia o Alemania para trabajar.
Pero
incluso este crecimiento que no beneficia a la mayoría ahora está en
cuestión. Se necesitan más “reformas” y más “sacrificios”,
si se desea mantener lo logrado. Esto lo explica bien The Economist
(20/07/06), con el cínico desparpajo que la caracteriza: “Los países
centroeuropeos necesitan reformas más profundas si es que van a
mantenerse a la cabeza mientras sus costos del trabajo ascienden.
Tener costos más baratos del trabajo les vino bien, pero ahora hacen
frente a la competencia de países en los que el trabajo es aún más
barato: países cercanos como Rumania y Bulgaria, y más lejanos como
India y China”.
O
sea: “¡muchachos, a trabajar más barato que los indios y los
chinos!”. Pero Hungría, Polonia o la República Checa no son China
ni la India... ni tampoco, en la otra punta, son Alemania. Hechas un
“sándwich” entre ambos extremos del capitalismo mundial, los países
de la “nueva Europa” enfrentan probablemente un futuro sombrío.
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