Una
nueva crisis política sacude Ucrania
Por
Txente Rekondo (*)
Rebelión, 06/04/07
Nuevamente las calles
de Kiev se llenan de manifestantes de uno u otro signo para apoyar a
sus dirigentes ante la nueva crisis política que se avecina. El
presidente intentando disolver el parlamento elegido el año pasado, y
éste negándose a seguir los designios presidenciales son la punta
del iceberg que envuelve esta situación.
Las protestas y los
acontecimientos políticos que en 2004 desembocaron en la Revolución
naranja en Ucrania fue uno de los hechos que más trascendencia ha
tenido en torno a las teorías del cambio de régimen impulsado desde
occidente en diversos países del otrora espacio soviético.
Las elecciones
presidenciales de finales del 2004 serán el escenario apropiado para
que las técnicas preparadas desde hace algún tiempo en los despachos
de Washington, logren sus objetivos. Al igual que en los casos de
otras experiencias de la región, las reclamaciones de fraude, las
movilizaciones populares, la presencia de organizaciones no violentas,
como Pora, y los apoyos de países occidentales a través de sus
propias ONGs, marcarán el guión ucraniano para el cambio de régimen.
Las primeras noticias
en torno al éxito de estas movilizaciones han dado paso con el tiempo
a una cierta desilusión entre algunos de los más fervientes
defensores de aquellas transformaciones y también ha extendido un
cierto temor entre los países occidentales a que finalmente acabe
fracasando.
Las expectativas
generadas por la llamada "revolución naranja", prometiendo
rápidos e inmediatos cambios estructurales profundos, pronto se han
venido abajo. El espectáculo que han mostrado las élites políticas
del país, materializado en una sucesión de peleas para controlar el
poder, también ha contribuido a ese malestar generalizado.
Finalmente, las
promesas de la Unión Europea, haciendo concebir a buena parte de la
población ucraniana que sería recibida en Bruselas "con los
brazos abiertos", también han quedado en papel mojado. A pesar
de los apoyos de Polonia, las repúblicas bálticas o Finlandia, la
mayoría de los países de la UE tienen "su propia agenda y sus
propios problemas", sin olvidar tampoco que algunos pesos pesados
de la misma (Francia y Alemania) desean mantener "relaciones
amistosas" con Rusia.
Tampoco parece que
EEUU esté dispuesto a centrar mucha atención a esta nueva crisis
ucraniana, sus prioridades están en Iraq o Afganistán, aunque
siempre queda la posibilidad de aprovechar coyunturalmente este
contexto en su favor, difícilmente se sucederá el guión de 2004.
El pulso actual entre
el presidente Yushchenko y el primer ministro Yanukovych radica teóricamente
en la diferente interpretación que ambos hacen de la constitución
ucraniana, pero tras esa cortina jurídica se esconde una verdadera
lucha por el poder. La decisión de Yushchenko de disolver el
parlamento (argumentando el pase de diputados de su bloque al de
primer ministro) no encuentra amparo en ninguno de los tres supuestos
que al propia constitución otorga al presidente para tomar dicha
medida.
Probablemente, lo que
el propio presidente intenta evitar es que su rival, y actual primer
ministro, logre reunir en torno a su grupo parlamentario 300 escaños
(actualmente supera los 250) y con ellos rechace el veto presidencial,
impulse cambios constitucionales e incluso acabe enjuiciando la labor
del presidente.
Si se acaban
celebrando las elecciones, los sondeos dan como vencedor al Partido de
las Regiones del primer ministro, y el gran derrotado sería el
partido Nuestra Ucrania del presidente (que podría perder la mitad de
los votos. Y en esta escena el gran beneficiado sería el bloque de la
antigua primera ministra, Yulia Timoshenko, la favorita de Occidente,
que se situaría en segundo lugar. En este sentido habría que
interpretar el reciente viaje de Timoshenko a Washington, donde tras
entrevistarse con altos cargos de la administración norteamericana ha
regresado a su país afirmando que "Occidente apoya el adelanto
electoral".
También conviene
seguir con atención el papel que Ucrania pueda desempeñar en la
pelea geoestratégica que en estos momentos disputan rusos y
estadounidenses sobre ese antiguo espacio soviético. Las concepciones
sobre movimientos militares y defensa, la importancia de las fuentes y
suministros energéticos, y en definitiva la concepción de toda la
región, serán una variable más a la hora de determinar el devenir
de esta crisis y de su desarrollo posterior. Un ucraniano señalaba
estos días que "Occidente busca en Ucrania un suministrador de
recursos baratos, un consumidor de productos de segunda mano, y como
punta de lanza contra Rusia. Espero que en esta ocasión la sabiduría
del pueblo logre vencer al dinero occidental".
Ucrania, junto con la
propia complejidad social del país, lleva años mostrando una
realidad política donde las expectativas eran muy altas y los
desencuentros también; ; las coaliciones políticas se forman y se
deshacen con relativa facilidad; las rivalidades personales dificultan
el trabajo en común; y la corrupción sigue planeando entre la clase
dirigente de un color u otro. Todo ello impide adelantar un cierre
definitivo a la situación, y las dudas sobre el camino que
definitivamente adoptará Ucrania están sobre la mesa.
(*)
Txente Rekondo, del Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN).
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