Resurge
una nueva guerra fría
Va
la segunda
Por
Juan Gelman
Página 12, 26/04/07
Un
airecillo a segunda guerra fría está tomando más impulso. Para
algunos, ya comienza el ventarrón. Las reuniones que el ex director
de la CIA y actual jefe del Pentágono, Robert Gates, mantuvo el lunes
pasado con el ministro de Defensa ruso, Anatoly Serdyukov, y con el
presidente Putin no dieron mayor resultado.
El
tema: Rusia se opone a la instalación en Polonia de diez sistemas de
misiles antimisiles y del radar correspondiente en la República
Checa, una nueva etapa de la voluntad de la Casa Blanca de establecer
un “escudo antimisilístico” mundial en el que invierte 10.000
millones de dólares cada año. Para Serdyukov, esto constituye “un
factor de desestabilización grave que puede tener un impacto
considerable en la seguridad regional y global” (Interfax, 23-4-07).
Gates trató en vano de aplacar la reacción del Kremlin: ofreció
compartir tecnología del sistema. A Moscú, no le basta.
Las
razones que esgrime el gobierno Bush no tranquilizan mucho a Putin. Se
supone que el sistema antimisilístico está destinado a bajar los
misiles intercontinentales que los “Estados canallas” como Irán y
Corea del Norte podrían dirigir a EE.UU. El detalle es que ninguno de
esos dos países posee misiles balísticos de esa clase y están lejos
de conseguirlos.
El
otro detalle es que la instalación de misiles y radares en territorio
polaco y checo acentúa el cerco militar a Rusia que ya comenzó con
la construcción de bases norteamericanas en algunas repúblicas ex
soviéticas de Asia Central. Si se toma en cuenta que la regla número
uno de la política exterior de EE.UU. ha sido y es “atención con
Rusia” y que últimamente han recrudecido los ataques a Putin del
vicepresidente Cheney otros “halcones-gallina”, la alarma de Moscú
se explica.
Washington
había prometido en los ’90 que no utilizaría el derrumbe de la
URSS para imponer su presencia militar en los países independizados
del imperio. Hoy hace lo contrario: un alto funcionario estadounidense
que acompañó a Gates en este viaje dijo que “el Pentágono se
propone seguir adelante, cualquiera sea la respuesta de Rusia (al
ofrecimiento de la Casa Blanca)” (The New York Times, 23-4-07).
Para
Moscú, la cosa es clara: “Dado que no hay ni habrá misiles
intercontinentales (iraníes y norcoreanos), ¿contra quién está
dirigido este sistema entonces? Sólo contra nosotros”, declaró el
viceprimer ministro Sergei Ivanov, que fue ministro de Defensa durante
un sexenio (Finantial Times, 22-4-07). Los rusos temen la realidad que
esas palabras sintetizan.
En
efecto: aunque diez sistemas de misiles antimisilísticos no son
muchos, su tamaño es gigantesco y entraña la construcción de
grandes silos de protección. Esto obliga al establecimiento de una
base militar enorme, dotada de muchos efectivos y del complemento
habitual de una infraestructura para la fuerza aérea.
En
pocas palabras: EE.UU. pondría su bota muy adentro de Europa oriental
y cada vez más cerca de la frontera rusa. Un detalle más: Polonia
está comprando 48 cazabombarderos norteamericanos F-16 y Moscú está
trasladando sistemas de misiles tierra-aire a Belarús, en las
proximidades de la frontera con Polonia.
La
cuestión toma espesor
La
Casa Blanca negoció directamente con Polonia y la República Checa la
instalación de los antimisiles y del radar y esto ha provocado
irritación en la Unión Europea, que fue claramente puenteada aunque
sus miembros y EE.UU. constituyen la OTAN. Mientras la Unión Europea
prepara su propio consejo integrado de defensa y la OTAN combate en
Afganistán, hete aquí que Washington trata por separado con checos y
polacos y divide al Viejo Continente entero.
El
ex presidente soviético Mijail Gorbachov –que no se caracteriza
precisamente por ser anti-occidental– manifestó que la acción
estadounidense persigue el objetivo de influir en y dominar a Europa (www.slate.com,
23-4-07). “Lo que pasa tiene menos que ver con los misiles que con
la diplomacia y con la intranquilidad europea acerca del poder y la
influencia estadounidense en el continente” (The New York Times,
18-4-07). Y también con la economía globalizada, que EE.UU. necesita
controlar para que no se derrumbe el dólar. En su afán de sujetar el
planeta con su puño, la Casa Blanca no perdona ni a sus amigos más
fieles.
Rusia,
fortalecida ahora por el alza de los precios del petróleo, quiere ser
nuevamente una potencia mundial y observa las movimientos
norteamericanos con mucha molestia, para decirlo gentilmente.
En
la 43a. Conferencia de Munich sobre las Políticas de Seguridad, que
tuvo lugar en febrero de este año, Putin fue inusualmente agresivo
con el gobierno Bush. “Hoy asistimos –dijo– a un casi
incontenible uso excesivo de la fuerza –la fuerza militar– en las
relaciones internacionales, fuerza que está sumergiendo al mundo en
un abismo de conflictos permanentes” (www.securityconference.de,
10-2-07).
El
presidente ruso señaló que se violan cada vez más los principios básicos
del derecho internacional y que “un Estado y, naturalmente, ante
todo y sobre todo EE.UU., ha transpuesto sus fronteras nacionales de
todos las maneras posibles. Esto es evidente en las políticas económicas,
políticas, culturales y educativas que impone a otras naciones.
¿Quién
está conforme con eso? ¿Quién está contento con eso?”. Por
supuesto, W. Bush.
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