Polonia
paranoica
Por
Ignacio Ramonet
Cubaperiodistas, 10/04/07
Las llaman
"leyes de lustración". Es decir, de purificación ritual,
según el diccionario. Lo cual, en este país donde el catolicismo está
clavado a la historia, no deja de tener una profunda significación de
arrepentimiento y penitencia. En virtud de esta ley votada en octubre
de 2006 y que entró en vigor el pasado 15 de marzo, setecientos mil
polacos tendrán que confesar si colaboraron con los comunistas de
1945 a 1989. Todos los altos funcionarios, profesores, abogados,
directores de escuela y periodistas nacidos antes de agosto de 1972
tienen tiempo hasta el 15 de mayo para confesar su pecado.
Todos tienen que
llenar un formulario y contestar a la pregunta: "¿Colaboró
usted en secreto y conscientemente con los antiguos servicios de
seguridad comunistas?". Tendrán que entregarlo a su superior jerárquico
que lo dirigirá al Instituto de la Memoria en Varsovia. Este
Instituto verificará en sus archivos y entregará un certificado de
"limpieza política".
En caso de que se
pruebe la colaboración, los periodistas que trabajen en servicios públicos
serán automáticamente despedidos. Quienes se nieguen a responder, o
de quienes se pruebe que mintieron, se arriesgan a una pena de
prohibición de ejercer su profesión durante diez años.
Esta ley delirante,
que escandaliza a la Unión Europea, reduce por comparación al
maccarthismo de Estados Unidos de la década de 1950 a un
anticomunismo de aficionados. Constituye el principal dispositivo de
una furiosa caza de brujas lanzada por las autoridades desde que en
octubre de 2005 accediera al poder en Polonia el presidente
conservador Lech Kaczynski y su hermano gemelo Jaroslaw como primer
ministro.
Muchos polacos
consideran que esta ley es contraria a la Constitución, porque obliga
a los ciudadanos "a demostrar que no hicieron lo que no
hicieron". Podría resultar invalidada por el Tribunal
Constitucional que pronunciará su veredicto a comienzos de mayo.
La coalición de
derechas, católica y nacional, que gobierna Polonia, compuesta por
tres partidos: Ley y Justicia (de los hermanos Kaczynski), Autodefensa
(de los medios agrarios) y la Liga de Familias Polacas, implementa una
preocupante política de regreso enérgico al "orden moral".
Acorde con su espíritu,
Roman Giertych, viceprimer ministro, ministro de Educación y jefe de
la Liga de Familias Polacas, acaba de depositar un proyecto de ley
homofóbica que ha suscitado otro alboroto internacional y las
protestas de organismos de derechos humanos. Según ese proyecto, que
estaría listo en un mes, toda persona que en un establecimiento
escolar o universitario revele su condición de homosexual, "o
cualquier otra desviación de índole sexual", se expondría a
una multa, al despido o a una pena de cárcel.
El padre del
Ministro, Maciej Giertych, diputado europeo de la Liga de Familias, ya
había suscitado el pasado mes de febrero una tormenta de condenas
después de publicar un folleto antisemita, costeado por el Parlamento
Europeo y con su logo, donde se afirmaba por ejemplo que "los judíos
crean ellos mismos sus guetos", y que "el antisemitismo no
es racismo" (2).
Estas decisiones de
purificación anticomunista, así como los intentos de regreso a un
orden moral autoritario, ocultan, tanto en Polonia como en cierta
medida en Ucrania, Lituania y otros países del Este, una suerte de
repulsiva nostalgia del periodo de preguerra, cuando el racismo se
ostentaba descaradamente. Ganados por el revisionismo del ambiente,
hay quienes no dudan en glorificar la colaboración con el III Reich
hitleriano contra la Unión Soviética, hoy oficialmente
desacreditada.
Sin duda en este espíritu,
valorando, como muchos medios de comunicación, que la Rusia de
Vladimir Putin no es más que la prolongación encubierta de la
antigua URSS, Varsovia se ha declarado favorable a instalar en su
territorio un escudo antimisiles concebido por el Pentágono para
proteger a Estados Unidos. Sin dignarse consultar con sus socios de la
Unión Europea, ni siquiera los miembros de la OTAN.
Lo cual demuestra que
en política la paranoia puede no sólo llevar a la atrofia
espiritual. Sino también a cierta forma de traición. (Fuente:
Le Monde Diplomatique)
Notas:
(1)
El País, Madrid, 20 de marzo de 2007.
(2)
Le Figaro , París, 17 de febrero de 2007
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