Se
va Blair, el amigo de Bush, Aznar, Berlusconi
y Sarkozy
Por
Tariq Alí (*)
The
Guardian, 10/05/07
Sin
Permiso, 13/05/07
Traducción
de Amaranta Süss
El
único éxito de Blair ha sido haber ganado las elecciones tres veces
seguidas. Actor mediocre, se ha revelado como un político artero y
ambicioso. Ayuno de ideas, se agarró con todas sus fuerzas a la
herencia de Margaret Thatcher tratando de sacarle provecho, y ha sido
fiel a los varios inquilinos de la Casa Blanca. Prefería Aznar a
Zapatero, se sentía próximo a Berlusconi, y en los últimos tiempos,
no hizo secreto de su deseo de que triunfara Sarkozy en Francia.
Genuina criatura del consenso de Washington, entendió cabalmente que
las privatizaciones y la desregulación en casa formaban parte del
mismo mecanismo que las guerras en el exterior.
Y
si ese juicio os parece excesivamente severo, permitidme citar a Sir
Rodric Braithwaite, un ex–consejero de Blair: “Un fantasma recorre
la televisión británica, un zombi desjarretado, diríase que salido
del museo de cera de Madame Tussaud. Cosa insólita, parece vivir por
sí propio y respirar. Tal vez procede de los laboratorios de la CIA,
programado para hablar la lengua de la Casa Blanca con un artificial
acento inglés. (...) Blair ha dañado los intereses británicos en el
Oriente Medio más que Anthony Eden, que hace 50 años llevó a Gran
Bretaña al desastre de Suez. En la última centuria hemos bombardeado
y ocupado Egipto e Irak, sofocado una revuelta árabe en Palestina y
derrocado gobiernos en Irán, en Irak y en el Golfo. Ya no podemos
seguir haciendo esas cosas solos, y por eso las hacemos con los
americanos. La total identificación de Blair con la Casa Blanca ha
destruido su propia capacidad de influencia: ¿quién va hacer caso de
la mona, pudiendo dirigirse directamente al organillero?...".
Suave,
incluso, es ese juicio, si se compara con lo que se dice de Blair en
privado en el Foreign Office y en el Ministerio de Defensa. Algunos
diplomáticos ingleses veteranos han llegado a decirme en más de una
ocasión que no les disgustaría que Blair acabara procesado como
criminal de guerra. Otros comentaristas más cultos lo comparan a
veces con el Cavalier Cipolla, el escuálido hipnotizador de la Italia
fascista tan brillantemente retratado por Thomas Mann en su Mario y el
mago de 1929. Verdad es que Blair no es Mussolini, pero, como al Duce,
le encanta guiar a sus partidarios a la par que los humilla.
No
hay un mecanismo que permita librarse de un primer ministro en
ejercicio, a menos que su partido le retire la confianza. La dirección
de los conservadores decidió que la Thatcher debía irse por su
actitud negativa hacia Europa. Los laboristas tienden a ser más
sentimentales con su líder. En este caso, debían tanto a Blair, que
ninguno quería jugar el papel de Bruto. Finalmente, Blair abandona
por sí sólo. El desastre en Irak lo había convertido en un político
muy odiado, y poco a poco fueron erosionándose sus bases de apoyo.
Una
de las razones de esa lentitud es que el país carece de una oposición
seria. En el Parlamento,
los conservadores se limitaban a seguirlo. Los liberal–demócratas
no eran lo bastante incisivos. En Niza, en 2000, Blair sintetizó así
la actitud de Gran Bretaña en relación con Europa: “Es posible
defender los intereses de Gran Bretaña, obtener de Europa lo mejor
para Gran Bretaña y ejercer una verdadera autoridad e influencia
sobre Europa. Y así debe ser, porque Gran Bretaña es una potencia
mundial”. Esa fantasía grotesca e interesada de que Gran Bretaña
es una “potencia mundial” sirve para justificar la permanente
contraposición entre Reino Unido y Unión Europea.
La
verdadera unión es con Washington. Francia y Alemania son vistas como
posibles competidoras en la captación de las simpatías americanas,
no como aliadas potenciales en una UE independiente. La decisión
francesa de reintegrarse en la OTAN, presentándose como el más
vigoroso aliado de EEUU, significó un cambio estructural que ha
debilitado a Europa. Gran Bretaña respondió dando alas a la expansión
de Europa –medio, éste, el más seguro para fragmentar su orden político—,
y no ha dejado de apoyar la presencia permanente de EEUU en el
continente.
El
sucesor de Blair, Gordon Brown, es más inteligente, pero políticamente
no es distinto. Habrá cambios de tono, poco más. Lúgubre horizonte:
política alternativa –antiguerra, anti–Trident, a favor de los
servicios públicos—, sólo en los confines de los partidos
nacionalistas de Escocia y Gales. La ausencia de política
verdaderamente alternativa alimenta la rabia de importantes sectores
de la población, que se reflejará siempre en el voto contra quien
esté en el poder, o en la abstención.
(*)
Tariq Ali es miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO.
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