Por
John Hellman (*)
CounterPunch, 10/05/*07
Rebelión, 13/05/07
Traducido por Germán Leyens
En su primer discurso
ante sus partidarios después de su elección el 6 de mayo de 2007,
Nicolás Sarkozy dijo que había llegado la hora de un cambio radical
en Francia: "Los franceses se han pronunciado. Quieren romper con
las viejas ideas y formas de hacer las cosas. Por eso volveré a hacer
que ciertos valores vuelvan a ser honorables. El trabajo, por ejemplo,
así como la autoridad, los principios morales y el respeto."
Monsieur Sarkozy fue elegido con el abrumador apoyo de los votantes de
más de 65 años, muchos de los cuales temían a la "agitación
social" que Francia ha estado viviendo, sobre todo durante los
dos meses de disturbios de 2005.
En el contexto de una
comunidad nacional dividida y preocupada, el llamado de Sarkozy tuvo
una cierta similitud con el famoso llamamiento de Philippe Pétain, en
1940, para que Francia emprendiera una Revolución Nacional con la
consigna "Trabajo, Familia, Patria." El amplio apoyo para el
llamado de Nicolás Sarkozy por un cambio radical en las elecciones
presidenciales francesas de mayo de 2007 puede recordarnos el que
desde julio de 1940 el gobierno francés enfrentó poca oposición
ante el abandono de muchos de los principios básicos de la democracia
liberal, y de la Declaración de los Derechos del Hombre. Sarkozy,
como Pétain, prometió cambiar dramáticamente Francia, generar una
gran transformación nacional, en los meses después de su toma del
poder.
En realidad, Francia
bajo Pétain cambió más radicalmente en unos pocos meses que en
cualquier otra época desde la Revolución de 1789 con deportaciones
generalizadas, renuncias forzadas, destituciones, confiscaciones de
propiedad y la internación de ciudadanos franceses y de inmigrantes.
La Revolución Nacional del mariscal Pétain puso en su sitio a las
minorías problemáticas, a menudo extranjeras, e hizo una
"Francia para los franceses" trabajadora, orgullosa y moral.
Los que se opusieron a esa agenda fueron tratados con dureza cuando
Francia, particularmente desde 1944, se convirtió en un país que era
fascista o nacional socialista en todo, salvo el nombre. Francia
parece de nuevo tentada en 2007 a abandonar la democracia liberal
esperando restaurar la ley y el orden en una comunidad nacional
fuerte, renovada.
La Francia de la
posguerra tuvo dificultades en aceptar lo que había sucedido
realmente durante la Revolución Nacional de Pétain. Los
historiadores extranjeros que realizaban trabajos de investigación en
París, incluso en los años sesenta, hablaban con más libertad y
franqueza entre ellos de lo que había pasado en los días de la
guerra que incluso con amigos franceses cercanos. Todos los
historiadores tenían que tener cuidado con las sensibilidades de los
círculos establecidos entre los historiadores franceses, y con
poderosos grupos de interés franceses como ser el Partido Comunista,
al buscar materiales de archivo o entrevistas.
Los franceses
todavía tendían a ver a su país como liberado por la Resistencia, y
que pocos de sus compatriotas habían colaborado con los alemanes. Los
círculos dominantes franceses tenían poco interés en alentar el
estudio de los elementos más dolorosos y divisivos relacionados con
la Francia de tiempos de la guerra – particularmente en
circunstancias que un ‘lobby’ comprometido en la vida académica,
editorial y cultural trabajaba activamente para defender la imagen de
Pétain y su régimen.
Historiadores
franceses de la Segunda Guerra Mundial ignoraron los considerables
antecedentes en los archivos de los alemanes que habían ocupado
Francia, los que – una vez estudiados – tenían que hacer parecer
incompletas las monografías francesas y efectuar una revolución en
la opinión histórica francesa.
Sin embargo, archivos
relacionados con grandes grupos autóctonos franceses fascistas o
nacionalsocialistas parecían a menudo inaccesibles – así como
antecedentes de la internación por el gobierno francés de
comunistas, inmigrantes y judíos, y las importantes contribuciones
logísticas francesas y suizas al esfuerzo bélico alemán (y de los
bombardeos aliados que se proponían interrumpirlas). Los
historiadores extranjeros descubrieron un resentimiento francés
generalizado por el daño causado por los bombardeos aliados,
contrario a las actividades de varios grupos de la Resistencia y el
temor a ellos existente en la población en general. Resultó que la
ocupación alemana de Francia fue vivida de un modo diferente de lo
que hubiera deseado el "Evangelio según de Gaulle".
La imitación de las
políticas raciales alemanas sugería que la "Revolución
Nacional" francesa de 1940–1944 fue en realidad más
"fascista" que la de países usualmente categorizados como
tales, y el desvanecimiento del mito de la Resistencia reveló un
cuadro más exacto de las actitudes que se desarrollaron entre la
gente de a pie. Se reveló que las nuevas tendencias historiográficas
de posguerra tales como la "historia de las mentalidades" y
la historia de memoria habían nacido en la "Nueva Edad
Media" de la ocupación alemana.
Las iniciativas para
repensar la salud y crear un "nuevo hombre" bajo Vichy
habían incluido las de brillantes galardonados con el Premio Nobel.
La vuelta a pensar de todo el proceso histórico, el sentido personal
del tiempo, en escuelas de liderazgo de la elite, inspirados por el
"nacional socialismo original" o el personalismo comunitario
cambió las memorias y el sentido propio de los jóvenes para que
correspondieran al Nuevo Orden Europeo.
En los últimos
años, han reaparecido ideas "no conformistas" de la extrema
derecha de los años treinta en diferentes aspectos –
neoconservadores. El racismo y el lenguaje de exclusión, tabú en
gran parte del discurso público desde la Ocupación Alemana
comenzaron a reaparecer en la literatura erudita, la filosofía, y el
discurso intelectual hasta tal punto que un historiador causó un
pequeño escándalo al señalarlo.
Tan sólo diez
personas, en su mayoría basadas en París, han conformado lo que ha
sido enseñado y publicado sobre el fascismo y la Segunda Guerra
Mundial en Francia. Nicolás Sarkozy parece favorecer la perdurable
centralidad de la vida académica, política, editorial y
periodística francesa – a pesar de la ambigüedad de los círculos
académicos dominantes de Francia para descartar la "tesis de la
inmunidad" (la tesis de que Francia era inmune al virus fascista
que infectó a gran parte de la Europa anterior a la guerra – un
punto de vista totalmente desacreditado fuera de Francia).
A pesar de su
documentado racismo anterior a la guerra, y de las protestas
estudiantiles de Ciencias Políticas, esa institución bautizó su
nueva biblioteca con el nombre de un destacado profesor que alteró
allí sus disertaciones siguiendo líneas racistas en el París
ocupado. La victoria de Nicolás Sarkozy (que estudió en Ciencias
Políticas), a pesar de lo que numerosos observadores describieron
como sus características fascistas y racistas, sugiere que es
importante recordar la oprobiosa "Revolución Nacional" de
Francia bajo Pétain. Monsieur Sarkozy ha considerado intolerables las
imperfecciones en los efectos de la cultura religiosa islámica sobre
las mujeres pero no los efectos sobre las mujeres de esos ‘nuevos
movimientos’ católicos paternalistas, totalitarios y antiliberales
que favorecieron su candidatura o las políticas represivas de
dirigentes políticos israelíes como el antiguo amigo de Sarkozy,
Benjamin Netanyahu.
En un discurso en
Niza el 30 de marzo de 2007, Nicolás Sarkozy dio una idea del papel
de la memoria de la Revolución Nacional de Pétain en la
"Revolución Francesa y Cristiana" que lanzaría en Francia
una vez elegido presidente. Tenía la intención, dijo, de restaurar
un sentido de orgullo de ser francés alentando la aceptación de la
historia de Francia tal cual es, y rechazando las iniciativas de
aquellos que quisieran que los jóvenes sintieran la necesidad de
expiar los "supuestos" pecados de sus padres, o antepasados.
Francia, dijo, "no tiene necesidad de sentirse embarazada por su
pasado". Todos los franceses no fueron petainistas y si ciertos
franceses denunciaron a judíos a la Gestapo otros, ‘mucho más
numerosos,’ arriesgaron sus vidas para ayudarles.
Y también en las
colonias, hubo mucha gente buena que no explotó a nadie, que
construyó carreteras, hospitales, escuelas, que enseñó o realizó
trabajado social, que plantó viñedos y huertos sobre suelos áridos
y entonces, cuando tuvo que elegir "entre la valija y el
ataúd", lo abandonó todo. Se debía respeto a esos
colonizadores desplazados, y a aquellos indígenas que combatieron
para defender el imperio colonial francés. En las elecciones del 22
de abril – 6 de marzo, dijo Sarkozy, el pueblo francés tenía que
elegir ‘entre los que se sienten vinculados a la identidad nacional
y que quieren defenderla y aquellos que piensan que Francia tiene tan
poca existencia que ni siquiera posee identidad.’ Ya había
propuesto, tres años antes, que el gobierno abandonara la separación
entre la Iglesia y el Estado y que ayudara a restaurar la identidad
nacional francesa subvencionando las escuelas religiosas.
Según Nicolás
Sarkozy, Francia no ha recordado el régimen de Vichy o la guerra de
Argelia del modo en que debieran serlo: como parte de la esencia de
Francia, su identidad fundamental. Pero seguir al presidente Sarkozy y
resucitar un fuerte sentido de la identidad francesa recordando a
Vichy y a Argelia "sin reparos" sería olvidar que la
Revolución Nacional de Pétain y el Imperio Colonial francés
infligieron grandes sufrimientos e incluso costaron las vidas de
cientos de miles de personas inocentes.