¿Existe
otra guerra fría?
Por
Elsa Claro
Entorno Año 5 Nº 43,
28/05/07
Quizás
no concluyó nunca la que se supuso cancelada y es posible que se ande
camino de repetir una destructiva carrera de armamentos. Los nada
ocultos proyectos de la administración Bush para remodelar zonas
completas según conveniencias de pocos, reintroducen, en esta
complejidad, el concepto de tiranía mundial como el posible
abrevadero hacia donde se dirigen las apetencias imperiales.
Algunos
detalles recientes lo sugieren. A la manera de
los aniversarios indeseados, pasó bajo la mesa la crítica rusa al
proyecto de ley norteamericano con el cual en Washington se auto
conceden el derecho a perseguir a los estados que formalicen alguna
asociación energética destinada a la extracción y mercadeo en
conjunto de hidrocarburos.
Si
un grupo de naciones decide crear una alianza parecida a la OPEP caería
bajo el arbitrio del Procurador General de EE. UU. para ser juzgados
por tribunales estadounidenses y según sus leyes. No es el primer
acto extraterritorial que se dictamina desde la Casa Blanca, pero este
fue antecedido por otra anomalía jurídica similar, según la cual si
los intereses norteamericanos son afectados en cualquier aspecto
relacionado con los hidrocarburos, ellos se atribuyen la potestad de
sancionar a quienes consideran que les perjudica.
Rusia
no fue la única en sentirse en la mira, debido a su condición de
gran exportador, pero denunció el pretendido de Bush porque a reserva
de lo unilateral e irritante de disponer a conveniencia sobre todos,
partiendo de intereses propios, Moscú acababa de pactar el 12 de
mayo, un acuerdo con Turkmenistán y Kazajstán para constituir una
poderosa sociedad energética, empleando los conductos de gas que unen
a las tres naciones y ampliándolos alrededor del Mar Caspio.
Se
cree que esa fue una medida cautelar defensiva o la respuesta del
Kremlin a los diversos intentos norteamericanos y europeos destinados
a evitar el territorio ruso como ruta para el traslado de energéticos
hacia Occidente. Los furtivos o expresos esfuerzos de los dos polos de
poder, no pasaron ignorados pues eran inamistosos y al mismo tiempo,
perjudiciales para Moscú.
Hay
más de un ejemplo de tal conducta: el oleoducto que parte del Caspio
y va hasta Turquía a través de Georgia, donde ¡oh, casualidad¡
primero se instaló una base militar USA y después se hicieron
arreglos políticos internos convenientes. EE.UU. se hizo cargo del
financiamiento de otra conductora, pero de gas natural, que parte de
Kazajstán y Azerbaiyán, pasa por tres países este-europeos:
Bulgaria, Rumanía y Hungría, además de atravesar algo del
territorio turco y austriaco. Es una alternativa, pero en términos de
competencia, a un pasaje energético similar, ruso, que debe estar
listo en cinco años.
Pese
a su importancia, no se trata solo de negocios con un bien natural que
tiende a desaparecer y por ello multiplica sus valores. Lo que
transcurre se vincula con otras contingencias. Rusia tardó un poco en
percatarse de que quienes se les vendían como grandes aliados
guardaban un traicionero puñal en la otra mano. Ya en tiempos del
voluble Boris Yeltsin fue demasiado evidente que le pasaban gato por
liebre con la forma en que se conducía la guerra contra Bosnia, con
la cual concluyeron escamoteándole un pedazo de su zona natural de
influencia, aparte de destrozar a un país del peor modo.
Pero
si algo concluyó convenciendo al Kremlin fue la ampliación de la
OTAN, a costa de los antiguos asociados de lo que se llamó campo
socialista. Casi sin tregua siguieron acercándose a las fronteras de
la Federación incluso con algunas de las que fueron repúblicas soviéticas,
un espacio vertebrado sobre coordenadas que pudieron funcionar mejor
en su momento, pero tampoco fueron las peores. En definitiva y si de
diferencias sobre niveles de desarrollo o de enfoques se tratara,
preguntemos: ¿los actuales 27 miembros de la UE pueden presumir de un
estándar similar o acaso todos piensan igual?
¿Por
y para qué se necesita evadir como socio energético a Rusia y
tenderle un cerco militar? Pues ya que se menciona al diablo…
hablemos de su cola. En lo que va de año hubo sendas visitas del
secretario de defensa norteamericano, Robert Gates y de la secretaria
de estado Condolezza Rice a Rusia. Ambos piensan volver a Moscú,
donde la señorita encargada de la diplomacia estadounidense habló,
como es frecuente, con una soberbia digna de mejores destinos. Sin un
mínimo de sonrojo dijo a sus anfitriones que les guste o no su país
establecerá sus misiles y radares en Polonia y la República Checa.
Los
pretextos esgrimidos para trasladar parte de la Guerra de las
Galaxias, o del arsenal nuclear estadounidense, si somos exactos, a
las proximidades de Rusia, no resiste el menor examen. Afirmar que con
estos dispositivos se defienden de hipotéticos ataques norcoreanos o
iraníes, carece de fundamento racional.
No
olvidemos tampoco que Washington cuenta con bases militares en Rumanía
(a 3 horas de vuelo del Medio Oriente) y Bulgaria (otro punto avanzado
en los Balcanes), dos países con costas al Mar Negro y en la
confluencia con Turquía (miembro de la OTAN y puente natural hacia la
zona petrolera por excelencia del planeta). Hay tanta distancia entre
cualquiera de estos puntos geográficos y EE.UU., al otro lado
del Atlántico, que es irracional aceptar que se protegen de las
fantasmales amenazas esgrimidas.
Nada
es casual, sobre todo en estos tiempos, repito. Que los asuntos
militares, -en franca escalada- estén en los caminos que van y vienen
desde las mayores fuentes de energía –incluyendo a Rusia- tampoco
es fortuito.
Y
véase que apenas sale la Rice de Moscú llegaron los representares de
la UE y se reunieron en Samara con las autoridades rusas. Poco antes
había fracasado un anticipo de esta cumbre, cuando Rusia se negó a
suscribir la que sus invitados llaman Carta Energética, mediante la
cual el pacto integracionista del Viejo Continente estaría autorizado
a ejercer controles sobre los suministros del crudo. Ese antecedente
hizo suponer el fracaso de las recientes negociaciones.
Es
de notar, que antes de su infortunada visita, Condolezza Rice dijo
ante un subcomité del Senado norteamericano que los vínculos con
Moscú “Son aún más difíciles cuando se ve lo que está pasando
internamente en Rusia”, donde “se puede decir que se ha producido
una regresión en alguna de las reformas que llevaron a la
descentralización del poder con respecto al Kremlin”.
Los
de la UE hicieron copia de tan injerencistas criterios y al término
de la cita en Samara, las agencias cablegráficas opinaron que fue la
más ácida de las 18 cumbres sostenidas entre Bruselas y el Kremlin.
La UE, encima, se puso del lado de Polonia en el diferendo que tiene
con Rusia que no le quiere comprar carne en tanto esta no tenga la
calidad requerida (¿olvidaron que cuando Gran Bretaña tuvo la fiebre
de las vacas locas ellos mismos prohibieron su exportación hacia el
resto de los miembros?)
Es
definitiva lo ocurrido es otra muestra de la subordinación europea a
Estados Unidos. Conjuga con las críticas de la Secretaria de Estado
quien se dijo en desacuerdo con el "monopolio" de las redes
de suministro energético que posee Rusia. Parece que si fueran
empresas estadounidenses las que formen ese consorcio con el crudo
ruso, todo sería normal.
Y
como es el chantaje o el uso de la fuerza el único lenguaje que
conoce la actual administración, mueven sus resortes, pero tanto, que
pueden romperse. Tal peligro nos acerca a las preguntas hechas al
inicio de estas reflexiones. Vladimir Putin y otros altos funcionarios
de su gobierno, aseguran que no se perderán en el laberinto de otra
ruinosa carrera de armamentos, pero sí tendrán una respuesta a las
acciones hostiles con que les atenazan.
Pese
a que se han guardado algo las formas, es imposible ocultar que las
relaciones están en su peor momento desde que fue desarticulada la
Unión Soviética en 1991. No es imposible que mejoren, pero si
ocurre, es poco factible que alguien crea de nuevo a fondo y con
ingenuidad en amistades tan peligrosas.
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