El
oso ruso contraataca
Por
Juan Gelman
Rodelu.net, 24/06/07
“Sería divertido
si no fuera tan triste”, supo decir el presidente ruso Vladimir
Putin de la insistencia de la Casa Blanca en instalar parte de su
escudo antimisiles en Polonia y la República Checa para detener en el
aire –es el argumento– los misiles que Teherán podría enviar al
mundo occidental. El pequeño detalle es que, según los propios
servicios de inteligencia estadounidenses, Irán no tiene esa clase de
misiles y pasará mucho tiempo antes de que los tenga. El Kremlin
piensa que se está construyendo un cerco en torno de Rusia
–objetivo que los planes de guerra del Pentágono no descartan– y
Putin amenazó con reubicar su sistema misilístico apuntando a
Europa. Lo cierto es que Moscú está tomando medidas desagradables
para Washington y Londres.
El vice Dick Cheney
calificó de “herramienta de intimidación o chantaje” el aumento
del precio de los energéticos que Rusia vendía barato a Ucrania como
herencia del régimen soviético (International Herald Tribune,
5-5-06). Curioso que esas palabras cayeran de la boca de quien se
supone que es uno de los campeones de la libertad de mercado. Entre
otros, Tony Blair retomó la antorcha en las postrimerías de la
cumbre del G-8: expresó que Occidente está “preocupado y
temeroso” por la política exterior de Rusia (Times, 8-6-07). Tal
vez esa declaración algo tenga que ver nuevamente con el petróleo y
el gas natural.
Un tribunal siberiano
había rechazado poco antes la apelación que la empresa anglo-rusa
TNK-BP interpuso por la anulación de la licencia que le permitía
explotar el gas natural del gigantesco yacimiento de Kovytka. Los
ejecutivos de la compañía admitieron que ésta sólo extrajo una mínima
parte de los 9000 millones de metros cúbicos de gas que estaba
obligada a producir en el 2006 (Dow Jones Newswires, 29-5-7), pero
llueven los agrios comentarios de que el Kremlin recorre los caminos
del corporativismo y que el fallo judicial forma parte de una maniobra
destinada a que el monopolio estatal Gazprom tenga una amplia mayoría
accionaria en la explotación de Kovytka. Se recuerda que el Congreso
norteamericano bloqueó la venta a China del gigante petrolero Unocal.
Ya decía Maquiavelo que quien no sabe ser hipócrita no sabe reinar.
El gobierno ruso se
propone reunir en un solo organismo estatal a Rosoboronexport, el
monopolio de exportaciones de armamento, y a sus vigorosas
subsidiarias: Avtovaz, la fábrica de automotores más grande del país,
VSMPO-Avisma, la mayor productora mundial de titanio, y otras. La
empresa integrada se llamará Tecnológica Rusa y los miembros de la
vieja oligarquía –que dominaron el país en los años ’90,
acumularon fortunas increíbles a toda velocidad y fueron combatidos
por Putin– lo acusan de estar creando una nueva. Un informe del
Russian Information Center que circuló en pasillos y despachos de las
Naciones Unidas –titulado “Oligarcas rusos exiliados: una batalla
por Moscú”– señala que éstos se aprestan a volver y “tratan
agresivamente de rehacer su imagen empañada por haber hundido la
economía rusa y por sus lazos con el crimen organizado” (PRNewswire,
1-6-07). Este grupo tiene el apoyo de connotados
“halcones-gallina” como Richard Perle, ex presidente bajo W. Bush
del comité asesor de la Junta de políticas de defensa, defenestrado
por tráfico de influencias.
Perle exigió que
Rusia fuera echada del G-8 cuando el ex komsomol Mijal Jodorkovsky
–entonces el hombre más rico de Rusia y el número 16 del mundo,
según Forbes– fue arrestado en octubre del 2003 por delitos que
iban desde el fraude hasta la conspiración para asesinar. Los lazos
entre neoconservadores y los multimillonarios rusos de los ’90 no sólo
fueron y son políticos: la razón de las iras de Perle reside en que,
con Jodorkovsky en la cárcel, no se pudo concretar el acuerdo entre
su empresa Yukos y la Exxon-Mobil, “un trato que hubiera enriquecido
enormemente a un declarado enemigo político de Putin y puesto una
parte sustancial del abastecimiento de energéticos de Rusia bajo el
control de la petrolera estadounidense” (www.balkananalysis.com,
13-1-04). No sólo esos oligarcas quieren volver a Moscú: también
los del partido de la guerra –Elliot Abrams, Frank Gaffney, Kenneth
Adelman, Richard Perle y otros adalides de “la libertad”– que se
beneficiaban de gordos negocios con ellos. Siempre el dinero, esa
“libertad monetizada”, pensaba Dostoievski.
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