Escudo
de defensa con misiles:
¿Idea loca u objetivo racional?
Por Immanuel Wallerstein
La
Jornada, 14/07/07
Traducción
de Ramón Vera Herrera
George
W. Bush ha estado pujando fuerte para establecer lo que él llama un
escudo de defensa con misiles en la República Checa y en Polonia. Muy
poca gente piensa que eso sea una idea cuerda. Aunque ambos gobiernos
de Europa del este parecen respaldarla con entusiasmo, las encuestas
de opinión pública muestran que sus propias poblaciones están en
contra. Rusia lo ha denunciado abiertamente. Alemania la combate más
en silencio. Irán muestra total indiferencia. Y Joseph Cirincione,
quien ha dedicado su carrera profesional a luchar contra la
proliferación de armas nucleares, dice que Bush está pujando por
"una tecnología que no funciona contra una amenaza que no
existe".
Entonces,
¿es ésta una idea loca solamente, una pieza más de la evidencia de
que el régimen de Bush es irracional y no muy astuto? En realidad no.
Hay un objetivo racional atrás de todo esto, y casi no es secreto.
Comencemos con la explicación aparente. Bush dice que quiere protección
contra la amenaza nuclear por parte de un Estado malhechor (léase Irán)
contra Europa y Estados Unidos.
Rusia
afirma que los llamados escudos defensivos están de hecho apuntados
contra ella, a lo cual no sólo se opone, sino que desplegará misiles
contra Europa. Realmente los gobiernos checo y polaco no parecen
alarmarse mucho por la amenaza iraní, pero sí pensar que existe una
amenaza rusa. Entonces, la razón por la que se entusiasman con la
idea es que concuerdan con los rusos en que esta es una movida contra
Rusia. De hecho, ésta es, también en privado, la posición alemana.
Y en privado también es muy probable que compartan esa visión todos
los gobiernos de Europa occidental.
George
W. Bush insiste en que eso no es cierto, que los rusos son amigos, y
que no intenta amenazarlos. El señala que checos y polacos no tienen
que escoger entre Estados Unidos y Rusia. Pueden (y deberían) ser
amigos de ambos. Y tal vez realmente lo piense, en el sentido de que
ni Bush ni los neoconservadores buscan hacer de Rusia ya un otro
enemigo para el siglo XXI. Así, ¿qué ocurre?
Donald
Rumsfeld nos dijo lo que sucede hace mucho tiempo. La política del
actual gobierno estadunidense es utilizar la llamada nueva Europa para
constreñir y limitar el papel político de la llamada vieja Europa
–es decir, utilizar a los gobiernos de Europa del este contra los
gobiernos de Europa occidental. Estados Unidos, especialmente el régimen
de Bush, no quiere ver una Europa fuerte, una que pudiera emprender
una serie de políticas aparte de las de Washington. Y uno podría
decir que la doctrina Rumsfeld ha logrado, hasta ahora, un éxito
razonable en ello. El punto de erigir escudos defensivos con misiles
en Europa del este es para proteger Estados Unidos no de Irán ni de
Rusia, sino de Europa occidental, lo que explica la actitud alemana.
El
periodo de la dominación soviética en Europa del este fue una
experiencia muy negativa para los países satélites y para los
estados ex soviéticos, hoy independientes. Todos viven un síndrome
de estrés postraumático. Las fuerzas del ala derecha, dentro de cada
una de esas naciones, alimentan ese miedo para impulsar agendas
propias. Dichas fuerzas realmente no tienen miedo a la fuerza directa
militar rusa, ni siquiera a la presión política. Tienen miedo a que
Europa occidental haga un nuevo pacto político con Rusia, y que ellos
no puedan decir mucho acerca de los términos de ese convenio.
Eso
no es irracional de su parte. Ha habido muchos pactos así a lo largo
de los últimos siglos, y de nuevo ésta es una posibilidad seria. Por
ello los países de Europa del este proclaman su inextinguible amor
por Estados Unidos (desplegado tan efusivamente como hizo Albania el
11 de junio, durante la visita de ocho horas de George W. Bush).
El
objetivo de esas efusivas proclamas de amistad es doble: debilitar a
los europeos occidentales y crear una situación en la cual Estados
Unidos sea vea forzado a respaldar a los europeos del este. Esta es la
táctica clásica de los países más débiles en relación con las
naciones más fuertes, que parecen ser sus aliados ideológicos. Cuba
y Vietnam la usaron vis–à–vis la Unión Soviética. Corea del
Norte la usó vis–à–vis China.
Es
una estrategia que con frecuencia funciona. Pero tiene limitaciones.
El talón de Aquiles de dicha táctica es que depende de las
necesidades continuadas del país más fuerte, en este caso el
gobierno de Estados Unidos, que el juego se juegue. Por el momento,
Washington está muy dispuesto. Pero cuando se retire de Irak y
recalibre su postura global tomando en cuenta su disminuido poderío
geopolítico, sostener a los regímenes polaco y checo puede parecer
menos útil, incluso puede desvanecerse su importancia. En ese punto,
los gobiernos de Europa del este pueden quedarse solos –dependientes
en lo económico y en lo militar de justo las potencias de Europa
occidental que ahora desdeñan, aun cuando, o especialmente, hay
acercamientos París–Berlín–Moscú.
Así
que, en el corto plazo, la construcción de un escudo defensivo con
misiles en Europa del este sirve a las necesidades de Estados Unidos y
a las de los gobiernos de dicha región, pero en el largo plazo parece
que los europeos orientales están apostando a un caballo que tal vez
no termine la carrera.
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