Tensión
diplomática Gran Bretaña–Rusia
Por
Roberto Bardini
Bambú Press, 17/07/07
La tensión entre
Londres y Moscú ha subido varios decibeles. El Foreign Office expulsó
a cuatro funcionarios de la embajada de Rusia ante la negativa de este
país de extraditar al Reino Unido al ex agente de seguridad Andrei
Lugovoi, principal sospechoso del asesinato del también ex agente
ruso Alexander Litvinenko, muerto por envenenamiento en noviembre de
2006 en la capital británica.
El joven ministro de
Relaciones Exteriores, David Miliband, de 41 años, advirtió que el
Reino Unido también revisaría la cooperación con Rusia –a la que
definió como “socio internacional clave”– en cuestiones como la
proliferación de armas nucleares, el proceso de paz en Oriente Medio
y el combate al terrorismo.
En su primera crisis
diplomática desde que asumió el gobierno a fines de junio, el primer
ministro Gordon Brown justificó desde Berlín la decisión del
titular del Foreign Office, hijo del pensador marxista Ralph Miliband,
un ex inmigrante polaco judío que es catedrático universitario y
autor de varios libros.
Alexander Litvinenko,
un ex oficial de la ex KGB soviética que en 2000 huyó a Gran Bretaña
y se convirtió en crítico del presidente Vladimir Putin, murió tras
una larga agonía, después de ingerir una dosis letal del isótopo
radiactivo polonio 210. El ex espía trabajaba para el magnate ruso
Boris Berezovsky, quien se hizo multimillonario en tiempos del
presidente Boris Yeltsin (1991–1999) y en 2000 se refugió en el
Reino Unido.
Vinculado a la mafia
ruso–israelí y reclamado por la justicia de su país por intentos
de golpe de Estado, Berezovsky se autodefine como “pionero del
capitalismo en Rusia” y posee una fortuna de más de cuatro mil
millones de euros. Parte de sus ganancias provienen de inversiones en
la empresa de programas educativos de computación Ignite Learning,
propiedad de Jeb Bush, hermano del presidente George W. Bush.
Berezovsky sostiene
que gracias a sus esfuerzos, el mundo ahora es más consciente del
“peligro” que representa Putin. “En 2001, sólo el diez por
ciento pensaba que era peligroso para Occidente. Ahora es el 90 por
ciento”, dijo en una entrevista con el diario The Guardian. El
millonario acusa a Andrei Lugovoi de haber asesinado a Litvinenko por
órdenes del presidente ruso.
El sospechoso, de 42
años, se graduó en 1987 en la Escuela Militar del Soviet Supremo, un
instituto de elite, e ingresó al KGB. De 1991 a 1996 estuvo en el
grupo secreto de protección de Yeltsin. Después, trabajó en el
servicio de seguridad del canal de televisión ORT, entonces
controlado por Berezovski.
En 2001, Lugovoi fue
preso por intentar rescatar de la cárcel al subdirector general de la
aerolínea rusa Aeroflot, Nikolai Glushkov, condenado por fraude en
1999. Glushkov, un conservador que había sido presidente del Comité
Estatal de Precios hasta 1986, era socio de Berezovski, quien tenía
fuertes intereses en la compañía de aviación.
Lugovoi es uno de los
muchos ex oficiales del KGB que supo utilizar la información
clasificada a la que tuvo acceso y los contactos obtenidos en su
actividad como agente secreto. Tras abandonar la prisión en 2002, se
enriqueció rápidamente como copropietario de una fábrica que
produce vino y bebidas típicas rusas. Ese mismo año creó una
empresa de seguridad privada: El Noveno Baluarte, que también asesora
a empresarios británicos dispuestos a invertir en el complejo mercado
ruso.
Desde octubre del año
pasado y hasta el 1 de noviembre, cuando Litvinenko empezó a sentirse
mal, los dos ex agentes se vieron en Londres por lo menos cuatro
veces. Según las autoridades británicas, Lugovoi dejó en muchas
partes rastros de polonio 210, la sustancia que envenenó Litvinenko.
Incluso fue hospitalizado en Moscú en diciembre pasado a causa de los
altos niveles de contaminación con polonio. En ese momento fue
interrogado por inspectores de Scotland Yard que viajaron a Rusia.
La Fiscalía rusa no
descarta que Lugovoi pueda ser procesado en Rusia por el asesinato de
Litvinenko si se prueban las acusaciones británicas, pero excluye su
extradición al Reino Unido. La negativa es lo que en el lenguaje
diplomático se denomina una “reacción simétrica”: desde hace años,
Moscú reclama a Londres la extradición de Boris Berezovsky y del
representante en Europa de la guerrilla chechena, Ahmed Zakayev,
asilado en el Reino Unido.
Las
autoridades rusas acusan a Zakayev de diez cargos, entre ellos
secuestro, asesinato y comandar fuerzas separatistas entre 1995 y
2000. El dirigente, que era vecino de Litvinenko en un barrio del
norte de Londres, cuenta en Gran Bretaña con la protección de la
actriz Vanessa Redgrave, quien aboga por los chechenos a nombre de
Amnistía Internacional.
Londres–Moscú
De
‘Kim’ Philby a Boris Berezovsky
Por
Roberto Bardini
Bambú Press, 18/07/07
Rusia y el Reino
Unido tienen una añeja relación de espionaje recíproco que comenzó
en los primeros años del siglo XX, continuó en los inquietantes
tiempos la guerra fría (1948–1991) y se prolonga, después del
derrumbe de la Unión Soviética y del Muro de Berlín, con el
asesinato del ex agente secreto ruso Alexander Litvinenko, envenenado
en Londres en noviembre de 2006.
Las derivaciones de
este caso integran una tradición de operaciones encubiertas,
conspiraciones y escándalos políticos que ahora abrió un nuevo capítulo
y colocó en el centro de la escena al magnate Boris Berezovsky, de 62
años, vinculado a la mafia ruso–israelí, dueño de una fortuna de
4.000 millones de euros y refugiado en Gran Bretaña desde 2000.
Desde la década del
30, el Kremlin y Whitehall repiten una historia salpicada de
cortocircuitos diplomáticos que inspiraron a escritores británicos
como John Le Carré y Len Deighton. Muchas novelas de estos autores
fueron adaptadas al cine, como El espía que volvió del frío (1965)
e Ipcress – Archivo confidencial (1965). Personajes de ficción como
George Smiley y Harry Palmer protagonizan el sórdido enfrentamiento
en las sombras de dos famosos servicios de inteligencia: el MI–6
británico y el ex KGB soviético.
Uno de los casos más
explosivos, cuya onda expansiva se prolongó durante décadas e hizo
rodar unas cuantas cabezas en el cuartel general del MI–6, ubicado
en Vauxhall Cross a orillas del Támesis, fue el del agente británico
Harold Adrian Russell Philby, nacido en la India en 1912 y conocido
como Kim, en honor a Kimbal O’ Hara, personaje de la novela de
Rudyard Kipling.
Hijo de Harry Saint
John Philby –un funcionario colonial en Medio Oriente, explorador
del desierto, asesor del rey Fuad de Arabia Saudita, conspirador y
conocido de Lawrence de Arabia– el encantador, culto y levemente
tartamudo Kim Philby, casado cuatro veces y amante de varias mujeres,
falleció en la Unión Soviética en 1988. Pasó a la historia como
“el espía del siglo” y aún hoy es un personaje legendario para
los agentes de inteligencia de todo el mundo.
Desde antes de la
Segunda Guerra Mundial y durante 30 años, Philby hizo
contrainteligencia para el KGB, se infiltró en el MI–6 y llegó a
ser condecorado con la Orden del Imperio Británico. Luego de su
huida, fue ascendido a coronel del ejército soviético, recibió la
Orden de Lenin, fue enterrado con honores en Moscú y homenajeado en
1990 con la creación de una estampilla con su rostro. El escurridizo
agente doble era amigo del escritor Graham Greene, quien lo visitó
cuatro veces en Moscú.
En 1963 estalló otro
escándalo de espionaje. El ministro de Defensa británico John
Profumo, un aristócrata conservador educado en Oxford y casado con la
actriz Valerie Hobson, tuvo que renunciar a su cargo al descubrirse su
relación con la joven prostituta de lujo Christine Keeler, de 19 años
e informante del servicio secreto soviético.
La Keeler, de quien
también se sospechaba que vendía sus destrezas sexuales al príncipe
Felipe de Edimburgo, esposo de la reina Isabel de Inglaterra, era
amante del capitán Evgene Ivanov, agregado naval y espía del KGB. El
caso desencadenó una grave crisis en el gobierno del primer ministro
conservador Harold MacMillan (1957–1963).
John Profumo abandonó
la política, ingresó a Toynbee Hall, una organización de caridad
fundada en 1884, y se dedicó prácticamente el resto de su vida a
conseguir ayuda para los pobres de la zona este de Londres. Había
jurado no abrir la boca jamás acerca del affaire y cumplió su
promesa durante tres décadas, hasta su muerte por un ataque cerebral
en 2006, a los 91 años de edad.
Los escándalos
Philby y Profumo son sólo dos referencias en la turbia historia de
espionaje entre el Reino Unido y Rusia, que hoy nuevamente ocupa las
primeras planas de las noticias a consecuencia de la muerte por
envenenamiento del ex agente de inteligencia Alexander Litvinenko,
asilado en Gran Bretaña desde 2000.
Ahora se supo que
Scotland Yard detuvo en junio y luego dejó en libertad a un sicario
ruso que supuestamente intentaba asesinar al millonario Boris
Berezovsky, residente en Londres en medio de grandes medidas de
seguridad, reclamado por la justicia de su país por intentos de golpe
de estado contra el presidente Vladimir Putin y vinculado a Litvinenko.
Berezovsky, que en
los años 70 se graduó como ingeniero especializado en electrónica y
en 1983 obtuvo un doctorado en informática, trabajó 25 años en
programas de computación aplicados a la industria. Cuando en 1991 cayó
el sistema comunista, él –que era especialista en “sistemas”–
sacó provecho de su amistad con el entonces presidente ruso Boris
Yeltsin y entró rápidamente al nuevo mundo de los negocios de la
mano del mundo nuevo de la mafia.
En 1996, Berezovsky
ya era conocido como “El Padrino del Kremlin”. En pocos años y
gracias a la súbita privatización de empresas, el ex ingeniero se
había convertido en dueño de la fábrica de automóviles Lada
Autovaz, la línea de aviación Aeroflot, los periódicos Nezavisimaya
Gazeta, Novye Izvestiya y Kommersant, los canales de televisión ORT y
TV–6, y varias compañías petrolíferas manejadas por Sibneft, un
banco propio para financiar sus propias operaciones.
Luego de fugarse de
Rusia, Berezovsky dirigió fuertes inversiones a Ignite Learning, la
empresa de programas de computación del ex gobernador de Florida, Jeb
Bush, sospechado de fraude informático en las elecciones
presidenciales que en noviembre de 2000 le dieron el triunfo en ese
estado a su hermano George W. Bush.
La revelación del
presunto intento de asesinato de Berezovsky la hizo el diario
sensacionalista The Sun, propiedad del magnate Rupert Murdoch y el más
leído en idioma inglés en todo el mundo, con un tiraje de más de
tres millones de ejemplares.
En lo que
posiblemente sea una filtración de los propios organismos de
seguridad británicos, la información se publicó dos días después
de que el gobierno expulsara a cuatro diplomáticos rusos por la
negativa de la justicia rusa a extraditar Andrei Lugovoi, también ex
agente de seguridad y principal sospechoso de la muerte de Litvinenko.
Los escritores de
novelas de espionaje británicos, por lo visto, no tienen que hacer
grandes esfuerzos imaginativos para sus relatos: desde hace décadas,
cada cierto tiempo encuentran inspiración mientras se toman una taza
de té, leen los diarios, escuchan la radio o miran televisión.
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