¿Nueva guerra fría?

 

Gran Bretaña

Una nueva guerra fría

Por George Monbiot
Boletin Entorno (Año 5 Número 65), 13/08/07

En una breve intervención ante el Parlamento, la semana pasada, el secretario de Defensa británico, Des Browne, rompió las promesas de dos primeros ministros, engañó potencialmente a la Cámara, contribuyó al entierro de un tratado internacional y arrastró a Gran Bretaña a una nueva guerra fría. No está mal, teniendo en cuenta que lo consiguió con sólo tres aburridos párrafos.

Seguramente a usted, amigo lector, se le pasó por alto, pero no es culpa suya. En las 48 horas anteriores al cierre del Parlamento por vacaciones, el Gobierno realizó 76 declaraciones de política. Se trata de una acrisolada tradición británica, aprovechando que los parlamentarios y los corresponsales de prensa están haciendo las maletas para la larga pausa estival (no regresan hasta octubre), el Gobierno nos ametralla con una serie de importantes decisiones que no pueden debatirse. La promesa de Gordon Browne de respetar la democracia parlamentaria no ha durado mucho.

Sumado a los delirios globales

Así pues, sin consulta ni debate, el secretario de Defensa anunció que Menwith Hill, la estación de escucha instalada en Yorkshire será utilizada por Estados Unidos en el marco de su sistema de defensa contra misiles. Después de habernos visto arrastrados por el gobierno Bush a dos incipientes derrotas militares, el gobierno británico se ha sumado ahora a otro de los delirios globales de nuestro aliado.

La declaración de Des Browne afirmaba que el objetivo del sistema de defensa contra misiles consiste en "hacer frente a las nuevas amenazas que presentan los Estados canallas." Se trata de una afirmación que sólo un idiota o un miembro del Gobierno británico podría creer. Si, como mantienen Browne y Bush, el sistema tiene por objeto derribar los misiles intercontinentales disparados por Irán y Corea del Norte (misiles que, dicho sea de paso, no tienen y podrían no tener nunca), ¿por qué se instalan los principales elementos del sistema en Polonia y la República Checa? ¿Para hacerle cosquillas al oso ruso? En junio, Vladimir Putin deshinchó el farol de Bush al ofrecerle la utilización, dentro del programa antimisiles, de las instalaciones rusas en Azerbayán y sur de Rusia, lugares mucho más próximos a Irán. Bush rechazó la oferta e insistió en su decisión de construir sus propias instalaciones en Europa oriental, dejando con ello bien claro que el objetivo real es el de derribar, eventualmente, misiles rusos.

Tampoco se ajusta estrictamente a la verdad llamar a esto un sistema de defensa. Rusia tiene unas 5.700 cabezas nucleares en activo, pero los silos previstos en Polonia contendrán sólo 10 misiles de interceptación. El objetivo estratégico más plausible del programa de defensa contra misiles es acabar con cualquier misil ruso o chino que no haya sido destruido durante un ataque preventivo estadounidense. Lejos de hacer el mundo un lugar más seguro, su objeto es hacer de la aniquilación de otro país una propuesta segura.

Este objetivo estratégico ocupa un segundo plano detrás de un interés más inmediato. Porque, aunque no funcione, la defensa contra misiles es el regalo más importante del mundo a la industria armamentística. El potencial de gasto es ilimitado. En primer lugar, debe superar un número importante, quizá insuperable, de problemas técnicos. Además, deberá evolucionar continuamente con el fin de responder a las contramedidas que desplegarán Rusia y China: cabezas múltiples, falsos misiles, escudos de radar, chaff, globos y Dios sabe cuántas cosas más. Para la industria de armamento de EE.UU., los fallos técnicos constituyen un éxito comercial permanente.

Pero éste no es el único aspecto en el que aparentemente Browne ha mentido a la Cámara. Ha asegurado también que tiene la garantía de EE.UU. de que "el Reino Unido y otros aliados europeos estarán cubiertos por los elementos del sistema que ellos [los estadounidenses] proponen desplegar en Polonia y la República Checa." Browne debe saber que se trata de un programa de defensa contra misiles de Estados Unidos y que no contiene planes de defensa de otros países. El gobierno británico ha hecho entrega de sus instalaciones, ha violentado la democracia y ha puesto a su propio pueblo en peligro únicamente en beneficio de una potencia extranjera.

El costo diplomático de esta estupidez es incalculable. De momento, ya ha motivado el abandono por parte de EE.UU. del Tratado de Misiles Antibalísticos (ABM), que es el acuerdo bilateral celebrado entre Estados Unidos y la Unión Soviética en 1972. Este acuerdo ha sobrevivido a las vicisitudes de la Guerra Fría y al colapso de la Unión Soviética, pero no a George W. Bush. Cualquier esperanza de revivirlo ahora ha sido enterrada por los planes previstos en Polonia, la República Checa y el Reino Unido. Hace dos semanas, Vladimir Putin se desvinculó de otro veterano acuerdo, el Tratado de Armas Convencionales en Europa, que limitaba el número de tropas y material de guerra que Rusia podía instalar en sus fronteras. En respuesta al programa de defensa contra misiles de EE.UU., Rusia ha efectuado pruebas de una nueva versión de su misil portador de cabezas nucleares Iskander, a la vez que desarrollaba un nuevo misil intercontinental de cabezas múltiples, denominado RS-24. Su objetivo, según el viceprimer ministro, Sergei Ivanov, es "... cualquier sistema de defensa contra misiles, presente o futuro". Los misiles Iskander serán desplegados en la frontera europea, apuntando a Polonia y la República Checa, y los misiles intermedios a Menwith Hill, en el Reino Unido.

Sistema de defensa contra misiles

El sistema de defensa contra misiles de Bush significa también, casi sin duda, el final del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF), y la cancelación de otro tratado sucesivo de reducción de armas ofensivas estratégicas, que expira en 2012. Al preguntarle si todo ello significaba el comienzo de una nueva guerra fría, Putin contestó: "Por supuesto, estamos volviendo a aquellos tiempos. Es evidente que si una parte de las capacidades nucleares de EE.UU. se despliega en Europa y nos amenaza, en opinión de nuestros especialistas militares, nos veremos forzados a tomar las medidas necesarias en respuesta... No somos nosotros quienes están iniciando la carrera armamentística en Europa". Al igual que la guerra contra Iraq, el programa de defensa contra misiles estadounidense exacerba las amenazas que pretende disipar.

Tienen ustedes derecho a esperar que todo ello resulte de interés para nuestros parlamentarios, que desde hace tiempo solicitan un debate. En febrero, Tony Blair aseguró que habría uno. "Estoy convencido de que tendremos un debate en la Cámara y, sin duda, fuera de ella. Cuando tengamos una propuesta que presentar, vendremos y la presentaremos". En abril, Des Browne afirmó ante los parlamentarios que "el Reino Unido no ha recibido ninguna petición de EE.UU. para realizar en la base de la RAF en Menwith Hill actividades relacionadas con una defensa contra misiles". Eso era, hasta la pasada semana, todo lo que el Parlamento conocía del asunto. Ahora, en cambio, descubrimos que la propuesta se realizó y aceptó antes de que el Parlamento tuviera ocasión de debatirla. Browne estuvo en la Cámara el miércoles pasado, e hizo algunas declaraciones relativas a portaaviones y al presupuesto militar. Éstas, al ser presentadas en persona, pudieron ser debatidas, aunque - ¡vergüenza! - ninguna de ellas provocó oposición alguna. Pero, sabiendo que la decisión sobre Menwith Hill se enfrentaría a una furiosa oposición, Browne la presentó en forma de declaración escrita, y no se sometió a debate.

Como cualquier persona de izquierda en Gran Bretaña, quería creer que las políticas de Gordon Browne iban a ser más progresistas que las de Tony Blair. Pero, cuando lo veo arrastrarse ante el trono del Imperio me doy cuenta de que aquellos de nosotros que pedimos una política exterior vagamente sensata vamos a encontrarnos en una situación de oposición permanente. Con su nombramiento de Digby Jones como ministro de Comercio y sus planes de desregulación, Browne ha demostrado que el gobierno sigue estando bajo el encantamiento del big business. Al proponer que cualquier sospechoso pueda ser detenido durante 56 días sin acusación, Browne parece compartir el desprecio de Tony Blair por la libertad. Ahora, en una decisión furtiva, acaba de revelar tanto su desprecio por el Parlamento como su entusiasmo por el proyecto neoconservador. Y me preguntó, ¿qué esperanza nos queda?