El
partido en el poder cae derrotado en las elecciones
El
pueblo pide cambios positivos
Por
Viacheslav Titiokin
Sovietskaya Rossia / Rebelión, 24/10/07
Traducido del ruso para
Rebelión por Andrés Urruti (*)
El pasado domingo los
ciudadanos de Polonia han corregido considerablemente el rumbo de su
país y han cambiado al equipo de gobierno. El partido gobernante
perdió. Su lugar en el gobierno lo ocupará la oposición. Y nadie
considera esto extremismo ni atentado a la estabilidad.
Pero vamos por orden.
El 21 de octubre se celebraron en Polonia elecciones parlamentarias
anticipadas. Recordemos que sólo hace dos años, en las elecciones
anteriores, el partido “Ley y Justicia” (PiS, Prawo i
Sprawiedliwosc), encabezado por Jaroslaw Kaczynski, logró una
convincente victoria. Su hermano gemelo – Lech Kaczynski – ya había
sido elegido, para entonces, presidente del país. Parecía que los
hermanos y el partido que lideraban tenían ante sí un futuro
despejado, que habían recibido un mandato claro del pueblo para
dirigir el país. Sin embargo, la felicidad no duró mucho...
La prensa rusa
esconde cuidadosamente el hecho de que en la Polonia que repudió el
socialismo a finales de los años 80 y se lanzó de cabeza a las
procelosas olas de la economía de mercado, la cosa no va precisamente
de maravilla. Hay una tasa de paro muy alta (hasta el 20% de la
población activa), los precios crecen constantemente, y el país
entero se ve agitado por huelgas de los trabajadores, que exigen
subidas de los salarios. Polonia se mantiene apenas gracias a las
copiosas ayudas de la Unión Europea, pero la industria y la
agricultura están prácticamente derrumbadas, lo que obliga a cientos
de miles de polacos a emigrar a Europa Occidental y Norteamérica. A
los polacos se les prometió a finales de los 80 y principios de los
90 un pastel recubierto de miel. Pero resultó que la miel solo estaba
en la superficie, el relleno tenía sabor amargo.
Cuando llegaron al
poder hace dos años, los hermanos Kaczynski prometieron mucho al
pueblo. Pero la situación económica de la gente sólo ha empeorado,
y encima los dirigentes polacos han estropeado las relaciones casi con
todo el mundo que les rodea. No solamente han superado a todos sus
predecesores en la tasa de odio hacia Rusia, sino que se las
ingeniaron para morder la mano que les alimentaba – la Unión
Europea: Polonia impuso su veto al comienzo de conversaciones para un
nuevo acuerdo entre la UE y Rusia, y en otras cuestiones, Polonia
también mantenía una posición particular, obteniendo con amenazas
nuevas cesiones por parte de la UE, lo que provocaba una tremenda
irritación en la “vieja” Europa.
Simultáneamente, el
gobierno de los hermanos Kaczynski estuvo acompañado de una serie de
grandes escándalos de corrupción, que llevaron a la disolución de
la coalición gobernante. Las elecciones anticipadas resultaban
inevitables. Al elector todo esto le hartó considerablemente. Por eso
el domingo pasado les dio a los desmelenados hermanos un buen
“tortazo”. El partido “Plataforma Cívica”, (PO, Platforma
Obywatelska), con Donald Tusk al frente, habría recibido, según
datos provisionales, cerca del 44% de los votos, el ya exgobernante
partido PiS, alrededor del 30%. La tercera posición la ha ocupado el
bloque electoral “Izquierda y Demócratas”, con un 13%. Entra
también en el parlamento el Partido Campesino (o Popular) Polaco, con
un 8%. Todos los restantes partidos y bloques no pudieron superar la
barrera del 5% y se quedan fuera del parlamento. Se espera que el
nuevo primer ministro de Polonia será Donald Tusk.
Sin embargo, es
necesario tener en cuenta que la “Plataforma Cívica” ha logrado
una sólida supremacía, pero, por lo visto, el partido no tendrá por
sí solo mayoría absoluta en el parlamento, y no podrá formar un
gobierno monocolor. Así que habrá que ir a un gobierno de coalición,
sea con los “izquierdistas” o con los “campesinos”. El nuevo
gobierno no tendrá estabilidad interna. Tanto más cuanto que en su
cargo sigue el presidente Lech Kaczynski, el cual, por razones
comprensibles, no se va a preocupar especialmente de la solidez del
nuevo gobierno.
En la práctica no
hay grandes diferencias entre los que ganaron y los que perdieron. El
partido PiS se considera conservador y la PO, liberal. Pero una y otra
en las cuestiones principales, las económicas, defienden los
intereses de las oligarquías local y occidental. La diferencia se
encuentra apenas en el recubrimiento ideológico de esa política. Así
que, en Polonia, más o menos como en Ucrania, como resultado de las
elecciones adelantadas, se cambia de gobierno, pero los problemas
fundamentales que desencadenan las crisis se quedan intactos.
Junto con lo
anterior, las elecciones en Polonia nos indican una determinada
reorientación geopolítica de la cúpula del país. Donald Tusk no
oculta su tendencia a reestablecer las buenas relaciones con Alemania,
relaciones que los hermanos Kaczynski dañaron notablemente. El tema
no está en su particular intratabilidad, sino en que ellos, desde el
principio, se orientaron hacia EEUU, considerando que hay que tener
tratos con el auténtico dueño de la unión euroatlántica, y no con
sus vasallos, a quienes identifican con Europa Occidental, Alemania
incluida. Es decir, que la derrota del partido PiS es la derrota de
las fuerzas “prousamericanas”.
Los representantes de
la PO ya han informado de su disposición para retirar a los soldados
polacos (unos 900) de Irak, probablemente a comienzos del próximo año.
Eso es un fuerte golpe a EEUU, pues los yanquis precisamente ahora
buscan febrilmente el mantener las cifras del “contingente
internacional” de las tropas ocupantes de Iraq. Por lo que respecta
a la espinosa cuestión del despliegue en Polonia del sistema de
escudo antimisiles, el nuevo gobierno continuará las conversaciones
con los EEUU. Pero sin el entusiasmo anterior, y planteará a
Washington condiciones más duras para la ubicación en Polonia de los
sistemas antimisiles yanquis.
Todavía es difícil
pronosticar como va a estructurar el nuevo gobierno las relaciones con
Rusia. Hay que suponer que el nuevo equipo no tendrá una rusofobia
tan aguda y necia como la de los Kaczynski. No por excesivo amor a
Rusia, sino porque la anterior postura perjudica seriamente los
intereses de Polonia. Como resultado de la histeria que les provocaba
Rusia a los Kaczynski, Polonia pierde rápidamente el gran mercado
ruso, lo que produce una extrema irritación a cientos de miles de
polacos, que, desde hace tiempo, se dedican a “hacer dinero” en el
comercio con Rusia. Así que este otro factor también trabajó
fuertemente en contra de los conservadores polacos.
Pero volvamos a las
circunstancias de los cambios políticos en Polonia. El “partido del
poder” sufrió una derrota , la oposición formará gobierno. Todo
esto ocurrió como resultado de unas elecciones. Y nadie pone en tela
de juicio el resultado. En el enorme diluvio de opiniones y
comentarios con motivo de las elecciones, no aparece prácticamente el
tema de la falsificación de los resultados de la votación. A
nosotros esto nos resulta casi increíble, pues tras 16 años, el
grupo gobernante de la Federación Rusa nos ha enseñado que está
dispuesta a mantenerse en el poder por todos los medios –legales e
ilegales.
En Polonia, pese a
toda la dureza de la lucha política, de alguna manera se las arreglan
sin maquinaciones. Y ello no se debe a una especial honradez de la élite
polaca, sino a la conciencia de la necesidad de una corrección periódica
del rumbo del país, dependiendo de las circunstancias del momento y
la voluntad de los electores. Eso permite evitar conmociones mucho más
serias. Pero he aquí que en Rusia, “desde arriba”, por lo visto,
creen que el poder viene de Dios, e interesarse por las opiniones
reales de los ciudadanos no es una necesidad decisiva. ¡Como van a
equivocarse los habitantes de los altos despachos de Moscú! No en
balde Europa se preocupa de la limpieza de las elecciones. Allí saben
bastante bien, a fin de cuentas, como se acaban los “juegos” en
torno a la voluntad popular.
(*)
Andrés Urruti pertenece al equipo de traductores de Cubadebate y
Rebelión.
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