No
hay gobierno desde hace más de cinco meses
Se
alarga la crisis en Bélgica
Por John Lichfield
The Independent / Página 12, 08/11/07
Bélgica
tambaleó ayer cerca del abismo constitucional. Después de cinco
meses de esfuerzos fallidos para crear un gobierno de coalición
nacional –un record para Bélgica–, los políticos de habla
holandesa y francesa encendieron la mecha sobre una nueva pelea lingüística.
Los partidos flamencos votaron en el Parlamento para negarle a decenas
de miles de francoparlantes de los suburbios de Bruselas el derecho a
votar por los partidos francófonos.
Los
políticos francoparlantes habían advertido que tal voto era una
“provocación” que destruiría los últimos intentos de construir
un gobierno aceptable para las dos principales comunidades del país.
Los políticos flamencos insistían en seguir adelante con el voto
después de que los partidos francoparlantes se retiraran del
Parlamento. Los políticos francoparlantes dijeron que las
conversaciones de la coalición podrían colapsar, pero sugirieron que
algún tipo de acuerdo podría alcanzarse para establecer un gobierno
provisional hasta que se enfriaran los ánimos.
Parece
que se han logrado muchos progresos en las últimas semanas para
acordar un programa de gobierno que cubra temas tales como la
inmigración y la política económica. Pero las conversaciones
fracasaron cuando se intentó encontrar un terreno común sobre
cuestiones lingüísticas y constitucionales, incluyendo una larga
disputa sobre quiénes tienen derecho a votar. El cristiano-demócrata
flamento Yves Leterme intenta alcanzar un acuerdo a través de la
coalición Naranja Azul, en la que participan los cristiano-demócratas
y liberales francófonos de Valonia. En total suman 81 escaños, una
mayoría cómoda para formar gobierno en un Parlamento de 150 escaños,
pero insuficiente para realizar la prometida reforma del Estado que
requiere en muchos aspectos los dos tercios de la Cámara.
En
el aspecto institucional, el asunto más crudo es el distrito
electoral de Bruselas-Hal-Vilvorde (BHV). Este territorio formado por
las 19 comunas de Bruselas ciudad y 35 de sus alrededores, todas ellas
dentro de Flandes, constituye una notable excepción en la estructura
política belga, caracterizada por la división territorial según
criterios lingüísticos. A diferencia del monolingüismo de Flandes
(holandés) y de Valonia (francés), en el distrito BHV los ciudadanos
pueden votar a sus candidatos tanto flamencos como valones y ser
juzgados en su propia lengua. Muchas decenas de miles de belgas
francoparlantes se han ido de la capital mayormente francófona hacia
las áreas arboladas y teóricamente de habla holandesa para votar por
los partidos de habla holandesa en las elecciones nacionales. Se creó
un gigante distrito electoral cubriendo la capital y parte de sus
suburbios –Bruselas-Hal-Vilvoorde– donde los partidos de ambas
comunidades podían hacer campaña por votos. Los partidos flamencos
votaron ayer para quebrar el distrito electoral, forzando a todos,
salvo unos pocos miles de los 120.000 estimados francoparlantes en los
grandes suburbios de Bruselas, a votar por políticos flamencos.
Flandes
impone su mayoría contra los francófonos
Amenaza
de secesión
Por
Eliseo Oliveras
Corresponsal
en Bélgica
El
Periódico, 08/11/07
Los
partidos flamencos, con el apoyo de los ultras independentistas,
rompen la política de consenso.
La negociación del Gobierno queda paralizada y el país se
hunde en un conflicto institucional.
Bruselas.-
Los partidos flamencos, con la entusiasta colaboración de la extrema
derecha independentista del Vlaams Belang, impusieron ayer su mayoría
para suprimir los derechos lingüísticos en materia electoral,
judicial y administrativa de los residentes francófonos de la
periferia de Bruselas. El sistema belga de consenso dejó de existir
en tan sólo 36 minutos de votación en la Cámara de Diputados, con
lo que Bélgica dio un paso más hacia su ruptura.
La
decisión sin precedentes de Flandes (60% de la población) de imponer
por su fuerza demográfica una decisión extremadamente polémica a la
minoría francófona (40%) paralizó de inmediato las negociaciones
para formar un Gobierno federal, agudizó la crisis política belga y
abrió un conflicto institucional de muy difícil salida.
Cinco
meses sin gobierno
Bélgica
lleva cinco meses sin Gobierno a causa del desacuerdo entre los
partidos flamencos y francófonos sobre la reforma del Estado y la
ampliación de los poderes regionales de Flandes. Ante la falta de
avance en estos temas, los partidos flamencos, cada vez más
radicalizados, forzaron ayer la votación en la Comisión de Interior
de la Cámara de Diputados la escisión del distrito electoral y
judicial de Bruselas-Hal-Vilvorde. De esta manera los 35 municipios de
la periferia de la capital se integrarán en un Brabante Flamenco
unido, homogéneo y monolingüe.
Los
seis representantes francófonos abandonaron la comisión
parlamentaria al anunciarse la votación del controvertido proyecto de
ley. Pero los 11 diputados flamencos prosiguieron de forma acelerada
la votación y aprobaron la propuesta con la única abstención de la
diputada ecologista.
Agresión
Mientras
los partidos flamencos cantaron "victoria" y
responsabilizaron al inmovilismo de los francófonos de la situación
creada, los partidos francófonos calificaron el voto de ayer de
"agresión a los francófonos", de "atentado al sistema
federal belga", de "ruptura del equilibrio nacional" y
de "ruptura del pacto entre los belgas sobre la toma decisiones
en el país".
Los
partidos francófonos democráticos, reunidos en una cumbre de
urgencia, anunciaron que invocarán el conflicto de interés previsto
en la Constitución para paralizar la decisión legislativa durante
varios meses. De momento, la negociación para formar el Gobierno
federal quedó paralizada, pero los partidos flamencos confían en que
puedan reanudarse en los próximos días. Por su parte, los alcaldes
de seis ayuntamientos flamencos de la periferia de la capital con
mayoría francófona, con el apoyo de los 19 alcaldes de Bruselas,
reclamaron un referendo local para integrar esos municipios en la región
bilingüe de Bruselas.
País
roto
La
precaria unidad belga que mantiene el sistema federal oculta un país
fracturado en dos, con dos comunidades que hablan lenguas diferentes,
que viven de espaldas, sin visitar el territorio de la otra y sin prácticamente
nada en común. Los ciudadanos francófonos y flamencos leen diarios
diferentes y ven cadenas de televisión diferentes, que solo informan
de las noticias de su zona. La otra comunidad solo aparece en los
informativos para noticias negativas (corrupción, crímenes o
conflictos lingüísticos).
El
corazón del conflicto
BHV,
las tres siglas que representan el distrito electoral y judicial de
Bruselas-Hal-Vilvorde, simbolizan el núcleo de la crisis. El distrito
está formado por los 19 municipios que forman la región de Bruselas
más los 35 municipios del territorio flamenco que rodea la capital.
El BHV representa para los 150.000 francófonos que viven en los
municipios flamencos alrededor de Bruselas la garantía de ser juzgado
en francés y poder votar en las elecciones federales y europeas a
candidatos de partidos francófonos.
Una
anomalía
Para
los partidos flamencos, el BHV es una anomalía que rompe la unidad
territorial y lingüística de Flandes. Su objetivo histórico es
escindir Bruselas del resto del distrito para que los 35 municipios
flamencos se sumen a Lovaina para formar un Brabante flamenco unido,
homogéneo y monolingüe, con la supresión de los derechos lingüísticos
para los francófonos.
Fractura
en Bélgica
Los
flamencos declaran 'la guerra' a los valones tras la partición
electoral de Bruselas
Por
María Ramírez
Corresponsal
en Bélgica
El
Mundo, 07/11/07
La
disputa belga parte de la riqueza flamenca, cuya renta es un 20%
superior a la valona. Los valones son francófonos y los flamencos son
neerlandófonos. Los flamencos han aprobado la división del colegio
electoral de Bruselas y periferia. 120.000 ciudadanos francófonos no
tendrán representación tras la escisión electoral. La coalición
entre ambos grupos es imprescindible para constituir Gobierno.
Bruselas.-
En una pequeña sala del Parlamento belga y con una tediosa lectura de
enmiendas, se ha declarado esta tarde la guerra política entre
flamencos y valones en el conflicto histórico que, esta vez, amenaza
con llevar el país a la ruptura.
El
voto con el que los partidos de Flandes (el norte neerlandófono y
rico) imponen la partición del colegio electoral de Bruselas y su
periferia –el centro de la polémica separatista- liquida, según
los partidos de Valonia (el sur francófono deprimido y antiguo
dominador), las últimas posibilidades del democristiano flamenco Yves
Leterme de formar Gobierno, 150 días después de las elecciones.
Los
flamencos, que representan al 60% del país, han utilizado su mayoría
en la comisión de Interior de la Cámara para aprobar la división
del colegio Bruselas-Hal-Vilvorde (BHV), centro de polémica durante décadas
por ser el único punto bilingüe del país y donde los ciudadanos
pueden votar a partidos valones o flamencos (no existen listas
nacionales).
En
un calculado momento de tensión, los francófonos abandonaron la sala
al comienzo del voto entre unos pocos aplausos y gestos de 'adiós' de
los diputados flamencos. Ya solos, los flamencos, temerosos de una
invasión francófona -la capital de la UE habla más francés o inglés
que neerlandés-, votaron para separar 35 pueblos alrededor de
Bruselas que están en territorio de Flandes, pero tienen cerca de
120.000 habitantes francófonos, entre ellos, el del aeropuerto de
Bruselas. De esta forma, los francófonos, obligados a votar, como
todos los belgas, no podrán optar por sus candidatos y sólo les
quedará introducir una papeleta en blanco o a favor de partidos que
no representan sus intereses.
“Es
la primera vez que una comunidad se une entera para votar contra
otra”, se quejaba en los pasillos del Parlamento Melchior Wathelet,
del partido democristiano valón. El desafío, según él, demuestra
que los flamencos “no quieren negociar” y termina con las charlas
de Leterme para formar Ejecutivo. Entre los flamencos, sólo los
verdes, que optaron por abstención, alertan contra la “crisis
institucional” que desencadena la partición del BHV.
La
coalición entre francófonos y neerlandófonos es imprescindible para
constituir un Gobierno en Bélgica, que debe contener por ley igual número
de ministros valones y flamencos y donde no existe ningún grupo político
nacional. Si Leterme no consigue un acuerdo de Gobierno, el Rey
Alberto II puede nombrar a otro candidato para que lo intente o el
Parlamento puede convocar elecciones anticipadas, aunque el resultado
puede ser aún más complicado que el del 10 de junio, por un
previsible aumento de la ultraderecha separatista flamenca.
Durante
el voto, diplomáticos y funcionarios de la UE seguían con atención
el desarrollo del futuro de su sede, preocupados porque, esta vez,
parece que sus anfitriones van “en serio” y que “Bélgica está
en la UVI”. El precedente de un país fracturado dentro de la Unión
sería un punto de referencia indudable para el País Vasco y, sobre
todo, para Cataluña (el núcleo de la disputa belga es la riqueza de
los flamencos, cuya renta es un 20% superior a la valona) o el Norte
de Italia, con sus sueños de la Padania.
|