Cuadernos de Formación Nº 2
- Textos de Marcuse, Korsh y Lefevbre
03 - El estado actual del problema "marxismo y
filosofía". Al mismo tiempo una anticrítica (1929)
Karl Korsch
(...) El texto Marxismo y filosofía concebía (...) la
necesidad de valorar nuevamente el aspecto filosófico del marxismo, frente al
abandono y al menosprecio del contenido filosófico revolucionario de la
doctrina de Marx y Engels, aparecidos en el período anterior entre las diversas
direcciones del marxismo, en forma distinta pero con idéntico resultado; de
ahí que Marxismo y filosofía entrara en contradicción con todas las
direcciones del marxismo alemán e internacional que aparecieron en el período
precedente como "revisionistas" filosóficos partidarios de Kant, de
Mach o de cualquier otro filósofo, y también con la línea evolutiva maestra
que, en la dirección centrista predominante de la ortodoxia marxista
socialdemócrata, había conducido cada vez más a una concepción científica
afilosófica, positivista, del marxismo, y a la que pagaron tributo en aquel
momento los ortodoxos revolucionarios como Franz Mehring con su manifiesto
desprecio por todas las "elucubraciones filosóficas". Sin embargo,
esta formulación de la misión revolucionaria a cumplir en el terreno de la
filosofía dentro del período actual entró en una contradicción aún mayor,
si cabe, como muy pronto habría de demostrarse, con una tercera tendencia que
se había formado principalmente en las dos fracciones del marxismo ruso durante
el período inmediatamente anterior, y que ha sido defendida especialmente por
los teóricos del nuevo "marxismo-leninismo" bolchevique durante la
fase evolutiva actual.
La acogida extraordinariamente belicosa que dispensó la
prensa rusa y la de todos los partidos comunistas de todos los países a los
estudios dialécticos marxistas de Georg Lukács, aparecidos en 1923, y
también, a poco de conocerse, a la primera edición de mi escrito, aparecida
por la misma época, se explica en gran parte por el hecho de que precisamente
entonces (cuando, al morir Lenin, prosiguió con mayor encono la lucha, iniciada
ya en vida del dirigente, de los diadocos por su legado, y a la vez el comunismo
internacional de Occidente había recibido una dura derrota en la praxis
política con los sucesos de octubre y noviembre de 1923 en Alemania) se
inició, por parte de la dirección del partido comunista ruso, con la consigna
de una "propaganda del leninismo", la lucha por la "bolchevización"
de todos los partidos comunistas no rusos incorporados a la Internacional
Comunista. A esta ideología "bolchevista" correspondería también,
como pieza central y fundamental, una ideología estrictamente filosófica, que
se autorizaba ella misma a una restauración de la filosofía marxista,
auténtica y no falseada, y que se disponía a emprender, sobre esta base, la
lucha contra las restantes tendencias filosóficas que apareciesen en el seno
del moderno movimiento obrero.
Esta filosofía marxista leninista, que avanzaba precisamente
hacia Occidente, se encontró con una tendencia filosófica opuesta dentro de la
propia Internacional Comunista en los escritos de Lukács, en los míos y en los
de otros comunistas "europeos occidentales"; de ahí que entraran por
primera vez en una discusión directamente filosófica las dos tendencias
revolucionarias que hasta entonces sólo se habían enfrentado en problemas
políticos y tácticos, tendencias nacidas en el seno de la Internacional
socialdemócrata antes de la guerra y unidas sólo de un modo superficial desde
el primer momento en la Internacional Comunista. Esta discusión filosófica
(...) fue relegada de nuevo a un segundo término por las luchas políticas
fraccionales que volvieron a desencadenarse desde el año 1925 dentro del
partido ruso y, desde entonces, en todos los partidos comunistas con creciente
encono. Luego tuvo una importancia transitoria no escasa en el marco de la
evolución general como primer intento de romper la "mutua
impenetrabilidad" que, en palabras de un crítico ruso extraordinariamente
bien informado sobre la situación teórica en ambos campos, había existido
hasta entonces entre la ideología general del comunismo ruso y el occidental.
Si queremos reducir a una fórmula breve la querella
filosófica del año 1924, sin abrir brecha en la forma ideológica que adoptó
dicha querella en la conciencia de los implicados en ella, podemos decir que se
trató de la confrontación entre la interpretación leninista del marxismo de
Marx-Engels, formalmente canonizada entonces en Rusia [hecha por A. Deborin
sobre la base del Lenin de Materialismo y empiriocriticismo], y las concepciones
de Georg Lukács y de otros muchos teóricos de los partidos comunistas húngaro
y alemán, considerados, con más o menos razón, "partidarios" suyos;
unas concepciones que al parecer se "desviaban" de este canon
leninista en dirección hacia un idealismo, hacia la crítica filosófica del
conocimiento de Kant y hacia la dialéctica idealista de Hegel. En relación con
el escrito Marxismo y filosofía, este reproche de "desviación
idealista" se fundamentó por un lado atribuyendo al autor unas opiniones
que no se formularon en absoluto en su trabajo y que en parte se rechazaron de
un modo expreso, en especial la supuesta negación de la "dialéctica en la
naturaleza". [En realidad, Marxismo y filosofía se mantenía distante
tanto de la unilateralidad con que Lukács independizaba las concepciones
respectivas de Marx y de Engels, como del dogmatismo ortodoxo que establecía
una coincidencia total y absoluta entre las doctrinas de ambos padres de la
Iglesia]. Pero, por otra parte, los ataques se dirigían también contra las
ideas defendidas realmente en Marxismo y filosofía, y especialmente contra la
renuncia dialéctica, expresada más de una vez, al "realismo ingenuo"
de que se sirve "el llamado sentido común, ese lamentable
metafísico", y con él la "ciencia positiva" habitual de la
sociedad burguesa, y tras ella también, por desgracia, el marxismo vulgar
actual, abandonado de todo pensamiento filosófico, para trazar "una
profunda línea divisoria entre la consciencia y su objeto", y así admite
la consciencia "como algo dado, contrapuesto desde el principio al ser, a
la naturaleza" (como Engels reprochó críticamente a Dühring aún en el
año 1878).
Con esta crítica de la concepción primitiva, predialéctica
y aun pretrascendental de la relación entre consciencia y ser, una crítica
lógica -según me pareció entonces- para todo dialéctico materialista y
marxista revolucionario, y por esta misma razón más presupuesta que
detalladamente fundamentada, yo había tocado precisamente, sin ser consciente
de ello, el punto fundamental de aquella concepción "filosófica"
peculiar que entonces debía ser propagada y difundida desde Moscú a todo el
mundo comunista de Occidente, considerada como fundamento de la nueva doctrina
ortodoxa del llamado "marxismo-leninismo". Y con una ingenuidad que,
desde el pervertido punto de vista "occidental", sólo puede ser
caracterizada como un "estado de inocencia" filosófico, los
autorizados exponentes del nuevo "marxismo-leninismo" ruso
respondieron a este pretendido ataque "idealista" con su ABC
"materialista", aprendido de memoria.
La auténtica confrontación teórica con esta filosofía
materialista de Lenin, a la que se aferran formalmente hasta hoy los epígonos
de Lenin en la Rusia soviética, a pesar de algunas inconsecuencias grotescas y
de algunas contradicciones manifiestas, aparece en este punto como una tarea
secundaria, por la simple razón de que el mismo Lenin no puso en primer lugar
una fundamentación teórica de esta filosofía suya en ningún momento de su
vida, sino que la defendió como la única filosofía "útil" al
proletariado revolucionario, frente a la filosofía de los seguidores de Kant,
Mach y otros idealistas, "perjudicial" para el proletariado. De una
forma clara e inequívoca se pone de manifiesto este hecho en la correspondencia
sobre estas cuestiones "filosóficas" que Lenin mantuvo con Máximo
Gorki después de la primera revolución rusa de 1905. Una y otra vez Lenin
intenta aclarar a Gorki, su amigo personal pero su adversario
político-filosófico, que "un hombre de partido, cuando está convencido
del carácter totalmente erróneo y de la nocividad de una determinada doctrina,
tiene el deber de enfrentarse a ella", y que lo más importante que puede
hacer, caso de producirse esta "lucha absolutamente inevitable",
consiste en procurar que, en el transcurso de la lucha, "no se resienta el
imprescindible trabajo práctico de partido" [carta a Gorki del 24 de marzo
de 1908]. Y de esta suerte resulta que la importancia real de la obra
filosófica capital de Lenin no reside en modo alguno en los argumentos
filosóficos con que Lenin "rebatió" y combatió teóricamente las
distintas tendencias idealistas de la moderna filosofía burguesa, que habían
influenciado en la dirección revisionista (como kantismo) y en la dirección
centrista (como "empiriocriticismo" seguidor de Mach) del movimiento
socialista de entonces. Reside, más bien, en la extrema consecuencia con que
combatió prácticamente e intentó destruir estas tendencias filosóficas
contemporáneas como ideologías falsas desde una perspectiva de partido.
Así, el promotor de esta supuesta restauración de la
verdadera filosofía materialista de Marx y Engels ha visto con perfecta
claridad, para detenernos sólo en un punto muy importante, que Marx y Engels,
después de acabar de una vez por todas con el idealismo de Hegel y los
hegelianos durante los años 40, en la época siguiente de su trabajo teórico
se "limitaron, en el terreno de la teoría del conocimiento, a corregir los
errores de Feuerbach, a burlarse de las trivialidades del materialista Dühring,
a criticar los defectos de Büchner y a subrayar lo que les faltaba a estos
escritores, los más populares y divulgados en los círculos obreros: la
dialéctica". Las verdades básicas del materialismo, que los vendedores
ambulantes lanzaban al mundo en docenas de ediciones, no eran para Marx, Engels
y J. Dietzgen motivo ninguno de preocupación; toda su atención se dirigió a
que esas verdades no se vulgarizaran, no se simplificaran demasiado, no
condujeran a una paralización del pensamiento ("materialismo abajo,
idealismo arriba"); a que no se olvidara el precioso fruto de los sistemas
idealistas, la dialéctica de Hegel, esta perla auténtica que esos gallos
llamados Büchner, Dühring y compañía (junto a Leclair, Mach, Avenarius,
etc.) no consiguieron separar del montón de estiércol del idealismo absoluto.
En una palabra, partiendo de las condiciones históricas dadas entonces por su
trabajo filosófico, lo que hicieron fue "distanciarse de la vulgarización
de las verdades básicas del materialismo más que defender esas mismas
verdades", lo mismo que, en su lucha política, "se distanciaron de la
vulgarización de las exigencias básicas de la democracia política más que
defender esas mismas exigencias". En cambio, Lenin considera que, bajo las
condiciones históricas actuales, completamente transformadas en este punto
según su opinión, la misión que tienen que cumplir él y los restantes
marxistas y materialistas revolucionarios es, ante todo y por encima de todo, no
ya defender las exigencias fundamentales de la democracia política en el
terreno de la política, sino "las verdades básicas del materialismo
filosófico en el terreno de la filosofía" contra sus modernos agresores
del campo burgués y sus cómplices en el propio campo de la clase obrera, y
divulgar a la vez dichas verdades entre los millones de campesinos y masas
atrasadas de Rusia, de Asia y de todo el mundo, enlazando así conscientemente
con el materialismo burgués revolucionario de los siglos XVII y XVIII [las
citas son de Materialismo y empiriocriticismo].
Como se ve, para Lenin en toda esta problemática no interesa
en el fondo la cuestión teórica de la verdad o la falsedad de la filosofía
materialista por él defendida, sino la cuestión práctica de su utilidad para
la lucha revolucionaria de la clase trabajadora, o bien -en los países que no
han llegado aún al pleno desarrollo capitalista- de la clase trabajadora y de
las otras clases populares oprimidas. Por tanto, el punto de vista
"filosófico" de Lenin aparece simplemente como una forma peculiar,
extrañamente camuflada, de aquel punto de vista que ya fue estudiado en la
primera edición de Marxismo y filosofía en otra de sus manifestaciones y cuyo
defecto principal queda definido muy agudamente por el juicio del joven Marx
contra aquel "partido político práctico que se imagina que puede suprimir
la filosofía (prácticamente) sin convertirla en realidad
(teóricamente)". Al tomar posición respecto a las cuestiones tratadas por
la filosofía y hacerlo sólo pensando en los motivos y efectos que se dan fuera
de la filosofía y no pensando a la vez en su cometido teórico filosófico,
comete la misma falta que cometió, según palabras de Marx, el "partido
político práctico de Alemania" al creer que podía llevar a cabo la
"negación de toda filosofía" (en Lenin: ¡de toda filosofía
idealista!), exigida por él con razón, y que podría hacerlo "volviendo
la espalda a la filosofía y murmurando unas frases enojadas y banales sobre
ella con la cabeza vuelta".
Esta actitud, tomada por Lenin ante la filosofía y ante la
ideología en general, plantea una primera pregunta de la que hay que hacer
depender en principio el juicio de la "filosofía materialista"
peculiar defendida por Lenin, consistente en saber si, en la situación
histórica actual, subsiste todavía la transformación de toda la situación
histórica cultural preconizada por Lenin, una transformación que haría
necesario destacar hoy en el materialismo dialéctico no ya la dialéctica
frente al materialismo de la ciencia burguesa -de signo vulgar, predialéctico y
también, en la actualidad, en parte conscientemente no dialéctico y
antidialéctico- sino más bien el materialismo frente al avance de las
tendencias idealistas de la filosofía burguesa. En mi opinión, expuesta ya en
otro lugar, no es éste en realidad el caso. Pero a pesar de ciertos fenómenos
contradictorios en la superficie del movimiento filosófico y científico
burgués de hoy, y a pesar de ciertas corrientes contrapuestas que realmente
existen, la dirección que hay que atacar como fundamental y predominante en la
filosofía y en las ciencias naturales y del espíritu burguesas -hoy como hace
60 ó 70 años- es la dirección que no parte de una concepción idealista, sino
más bien de una concepción materialista teñida de ciencia físico-natural. La
opinión contraria de Lenin, que con su teoría político-económica del
"imperialismo" se sitúa en un estrecho contexto ideológico, tiene en
gran medida -como esa misma teoría- sus raíces materiales en la especial
situación económica y social de Rusia y en las especiales tareas
práctico-políticas y teórico-políticas planteadas a la Revolución Rusa de
un modo aparente, y también de un modo efectivo, durante un período de tiempo
muy delimitado. Esta teoría general "leninista" no es, sin embargo,
la expresión teórica suficiente de las necesidades prácticas en la actual
fase evolutiva de la lucha de clases del proletariado internacional, y la
filosofía materialista de Lenin, que sirve de fundamento ideológico a aquella
teoría leninista, tampoco es -por la misma razón- la filosofía revolucionaria
del proletariado que corresponde a este grado de desarrollo actual.
A esta situación histórica y práctica corresponde también
el carácter teórico de la filosofía materialista de Lenin. En estricta
contradicción con la concepción materialista dialéctica -que sigue siendo
aún inevitablemente "filosófica" por su esencia teórica, pero que
en su objetivo y en su tendencia actual se dirige ya a la supresión total de la
filosofía-, una concepción que fundaron Marx y Engels en su primer período
evolutivo revolucionario, y en cuya renovación a un nivel más elevado reside
también hoy la única misión revolucionaria que se puede cumplir en el terreno
filosófico, resulta que el filósofo Lenin, como marxista de veras, quiere
seguir siendo a la vez hegeliano, lo mismo que su maestro filosófico Plejanov y
que la otra discípula filosófica de éste, L. Axelrod-Orthodox. Realmente se
plantea la transición de la dialéctica idealista hegeliana hacia el
materialismo dialéctico de Marx y Engels como la sustitución de esta
concepción idealista, inherente al método dialéctico en Hegel, por otra
concepción filosófica del mundo que ya no sea "idealista" sino
" materialista", y no parece adivinar en absoluto que con tal
"inversión materialista" de la filosofía idealista hegeliana sólo
podría, en el mejor de los casos, introducirse un cambio terminológico, un
cambio que consistiría en no llamar ya "espíritu" a lo absoluto,
sino "materia". Pero en realidad este materialismo leniniano supone
incluso algo mucho más grave. No sólo es anulada la última inversión
materialista de la dialéctica idealista hegeliana que introdujeron Marx y
Engels, sino que se hace retroceder toda la discusión entre materialismo e
idealismo a un nivel de desarrrollo histórico anterior, que ya había sido
superado por la filosofía idealista alemana de Kant a Hegel. Ya desde la
disolución de la metafísica de Leibniz y Wolff, iniciada con la filosofía
trascendental de Kant y consumada con la dialéctica de Hegel, quedó
definitivamente desterrado lo "absoluto" del ser, tanto del
"espíritu" como de la "materia", y trasladado al movimiento
dialéctico de la "idea". La inversión materialista de esta
dialéctica idealista de Hegel por parte de Marx y Engels consistió únicamente
en liberar esta dialéctica hegeliana de su última envoltura mística, en
descubrir bajo el "automovimiento" dialéctico de la "idea"
el movimiento histórico real escondido en él, y en proclamar este movimiento
histórico revolucionario como el único "absoluto" que nos queda. En
cambio, Lenin vuelve a las contradicciones absolutas de "pensamiento"
y "ser", de "espíritu" y "materia", ya superadas
dialécticamente por Hegel, unas contradicciones sobre las que, en los siglos
XVII y XVIII, se mantuvo la polémica filosófica, y en parte todavía
religiosa, entre las direcciones de la Ilustración [v. Fenomenología del
Espíritu].
Naturalmente, este materialismo que parte de la idea
metafísica de un ser absoluto dado deja de ser ya completamente una concepción
universalmente dialéctica, o siquiera materialista-dialéctica, a pesar de sus
protestas formales. Lenin y los suyos, al desplazar unilateralmente la
dialéctica al objeto, a la naturaleza y a la historia, y al definir el
conocimiento como simple reflejo y reproducción pasiva de este ser objetivo en
la consciencia subjetiva, destruyen de hecho toda relación dialéctica entre el
ser y la consciencia y, como consecuencia necesaria de tal proceder, destruyen
asimismo la relación dialéctica entre la teoría y la práctica. No les basta
con pagar un tributo involuntario al "kantismo", tan combatido por
ellos, en el sentido de revisar retrospectivamente la cuestión de la relación
entre todo el ser histórico y las formas de conciencia históricamente
existentes -cuestión planteada ya por la dialéctica de Hegel y sólo en un
sentido mucho más amplio por la dialéctica materialista de Marx y Engels-; no
les basta, pues, con llevar esta revisión a la cuestión mucho más estrecha,
"gnoseológica" o de crítica del conocimiento de la relación entre
el objeto y el sujeto del conocimiento, sino que a la vez conciben este
conocimiento como un proceso evolutivo que transcurre fundamentalmente sin
contradicciones y como un proceso infinito de aproximación a la verdad
absoluta. Asimismo, en sus ideas sobre la relación existente entre la teoría y
la práctica se separan en todos sus planteamientos de la concepción
materialista dialéctica de Marx para regresar a un enfrentamiento, total y
exclusivamente abstracto, entre una teoría pura, que descubre las verdades, y
una práctica pura, que aplica a la realidad las verdades descubiertas. "La
verdadera unidad de teoría y práctica se realiza a través de la
transformación práctica de la realidad, a través del movimiento
revolucionario, que se apoya en las leyes evolutivas descubiertas por la
teoría". A este dualismo, completamente paralelo a las ideas del más
vulgar idealismo burgués, degenera la magnífica unidad materialista
dialéctica de la "práctica revolucionaria de Marx" [v. Tesis sobre
Feuerbach] en uno de los intérpretes filosóficos de Lenin que no se aparta un
ápice de la doctrina del maestro.
Otra consecuencia inevitable de este desplazamiento
valorativo de la dialéctica al materialismo consiste en la consiguiente
esterilidad de esta filosofía materialista para el desarrollo real de las
ciencias empíricas de la naturaleza y de la sociedad. Así como la
contraposición -tantas veces de moda en el marxismo occidental- del
"método" materialista dialéctico y de los resultados obtenidos en
cuanto al contenido por su aplicación a la filosofía y a las ciencias, es
contraria al espíritu de la dialéctica y aun del materialismo dialéctico
(dado que, para la concepción dialéctica, método y contenido son inseparables
y, de acuerdo con una conocida frase de Marx, "la forma no tiene valor, si
no es la forma de un contenido"), así también dicha exageración tiene
como base una opinión totalmente cierta; que la importancia que ha tenido el
materialismo dialéctico desde mediados del siglo XIX para el perfeccionamiento
de las ciencias empíricas de la naturaleza y de la sociedad ha residido sobre
todo en su "método".
Cuando, con la paralización del movimiento revolucionario
práctico desde los años 50 [del siglo XIX], apareció la inevitable evolución
diversificada de filosofía y ciencias positivas, de teoría y práctica, era
evidente que, para un largo período, la forma más importante de la continuidad
y el perfeccionamiento de la nueva concepción revolucionaria y materialista
dialéctica de Marx y Engels consistió en su aplicación como método
materialista dialéctico a todo el campo de las ciencias empíricas de la
naturaleza y de la sociedad. De este período proceden también todos los
juicios en los que, especialmente por parte del viejo Engels, se proclamó
formalmente la independencia de las distintas ciencias de "toda
filosofía", y de este modo se asignó a la filosofía, como único campo
de acción que aún le quedaba, la "doctrina del pensamiento" y de sus
leyes - la lógica y la dialéctica formales-, expulsándola así "de la
naturaleza y de la historia"; en realidad se redujo la llamada
"filosofía" a una ciencia particular empírica, al lado y no por
encima de las restantes ciencias particulares [v. Ludwig Feuerbach y el fin de
la filosofía clásica alemana]. Aunque el punto de vista adoptado después por
Lenin parezca externamente emparentado con este punto de vista de Engels, la
realidad es que se diferencia de él como la noche del día, por la única
circunstancia de que Engels considera que la misión fundamental de la
dialéctica materialista es "salvar de la filosofía idealista alemana la
dialéctica consciente en la concepción materialista de la naturaleza y de la
historia" [v. AntiDühring], mientras que Lenin, por el contrario, ve esta
misión fundamental en el mantenimiento y la defensa de la posición
materialista, que en el fondo nadie había atacado seriamente. Así, Friedrich
Engels llegó a su conclusión, acorde con la evolución progresiva de las
ciencias, de que el materialismo moderno, aplicado a la naturaleza y a la
historia, "es en ambos casos esencialmente dialéctico y no necesita ya una
filosofía situada por encima de las otras ciencias", en tanto que Lenin no
deja de poner peros a las "desviaciones filosóficas" descubiertas por
él no sólo en sus amigos y adversarios políticos y en los ideólogos
filosóficos, sino también en los investigadores científicos más productivos,
y así reclama para su "filosofía materialista" una especie de
magistratura suprema contra todos los resultados, pasados, presentes y futuros,
de la investigación de las ciencias particulares. La continuación, llevada a
cabo hasta las más absurdas consecuencias por los epígonos de Lenin, de esta
tutela "filosófica" materialista sobre todas las ciencias, tanto las
naturales como las sociales, así como sobre la totalidad de la restante
evolución cultural de la consciencia en la literatura, el teatro, las artes
plásticas, etc., condujo ulteriormente a la formación de la dictadura
ideológica que osciló de tan curiosa manera entre el progreso revolucionario y
la reacción más negra, una dictadura que, en nombre del
"marxismo-leninismo", se ejerce dentro de la Unión Soviética sobre
toda la vida cultural, no sólo sobre los cofrades del partido en el poder, sino
sobre toda la clase obrera, y que en época reciente ha intentado extenderse
más allá de las fronteras de la Rusia soviética, sobre todos los partidos
comunistas de Occidente y todo el mundo. Pero precisamente al producirse este
intento se pusieron de manifiesto las fronteras que inevitablemente se oponen a
esta aplicación artificiosa de semejante dictadura ideológica en la arena
internacional, donde no puede ser respaldada directamente por ningún sistema de
coacción estatal. Si el V Congreso de la Internacional Comunista, en 1924,
había emprendido la "lucha consecuente contra la filosofía idealista y
todas las filosofías no materiales dialécticas" en el Esbozo de programa
de la Internacional Comunista, cuatro años después, la Versión definitiva del
programa, aprobada por el VI Congreso, habla ya, de un modo mucho más
impreciso, de una lucha contra "todas las variantes de la concepción
filosófica burguesa", y no define ya el "materialismo dialéctico de
Marx y Engels" como una filosofía materialista, sino únicamente como un
"método revolucionario (!) de conocer la realidad para su transformación
revolucionaria".
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