Cuadernos de Formación
Nº 2 - Textos de Marcuse, Korsh y Lefevbre
05 - De "Sociología
de Marx"
Henri Lefebvre
1. Pensamiento
marxista y sociología
Este breve estudio se
inserta en lo que en otro lugar se ha calificado de nueva lectura de
Marx. ¿Se trata de una interpretación? No. Se trata en primer lugar
de una restauración que el contradictorio desarrollo del pensamiento
marxista y del mundo moderno ha hecho necesaria.
Situemos nuestro propósito
actual en esta restauración y en esta perspectiva. Recordemos el
movimiento dialéctico de la realidad y de la verdad. De pasada,
profundizaremos en las hipótesis y desarrollaremos los temas
siguientes:
a) La religión, una
realidad, halla su verdad en la filosofía. Ello significa, en primer
lugar, que la filosofía implica la crítica radical de la religión;
en segundo lugar, que determina su esencia, esto es, la alienación
inicial y fundamental del ser humano, raíz de toda alienación; en
tercer lugar, que pueda mostrar su génesis. Esta verdad sólo
consigue abrirse paso a través de ásperas luchas, al nacer la
filosofía de la religión y desarrollarse en el terreno de ésta,
librando con ella combates difíciles y no necesariamente victoriosos.
b) ¿Dónde se halla la
verdad de la filosofía, considerada a su vez como realidad? En la política.
Las ideas filosóficas, o mejor, las representaciones (del mundo, de
la sociedad o del hombre individual) elaboradas por los filósofos han
estado siempre en cierta relación con los combates y con las
cuestiones en juego de la vida política, ya fuera porque los filósofos
se pronunciaran contra los señores del momento, ya porque acudieran
en su ayuda. La razón humana cultivada aparece a la luz por dos
caminos contradictorios e inseparables: la razón de Estado (la ley,
la capacidad organizativa del Estado y su poder ideológico) y la razón
filosófica (el discurso organizado, la lógica, la coherencia sistemática).
¿Qué hay al final de este largo desarrollo histórico y dialéctico?
El sistema filosófico-político perfecto, el hegelianismo. Estalla a
causa de su acabada perfección; la crítica radical que lleva a cabo
esta operación extrae de él los fragmentos aún utilizables: el método
(lógica y dialéctica) y algunos conceptos (totalidad, negatividad,
alienación).
c) Lo político y lo
estatal, ¿se bastan a sí mismos? ¿Detentan y contienen en sí la
verdad de esta realidad, la historia? No. Esta tesis seguiría siendo
hegeliana. La verdad de lo político (y consiguientemente de lo
estatal) se halla en lo social. Las relaciones sociales permiten
comprender y explicar las formas políticas. Se trata de relaciones
vivas y activas entre los hombres (grupos y clases, individuos).
Contrariamente a lo que creía Hegel, lo que denominaba "sociedad
civil" tiene más realidad y más verdad que la sociedad política.
Es cierto que estas relaciones sociales no existen de manera
substancial y absoluta. Pero no existen "en las nubes".
Tienen una base material, las fuerzas productivas, es decir, los
medios de trabajo y la organización de ese trabajo; pero los
instrumentos y técnicas sólo se emplean y sólo son eficaces dentro
del marco de una división social del trabajo: en relación directa
con las relaciones sociales de producción y de propiedad, con los
grupos o las clases presentes (y en conflicto). El conjunto de esas
relaciones activas permite discernir la noción de praxis (práctica
social).
La teoría dialéctica
de la realidad y de la verdad no puede ser separada de una práctica.
Teoría y práctica se funden en una noción esencial, la superación
(que las une por ser a la vez teórica y práctica, real e ideal; por
hallarse situada a la vez en la historia y en la acción). La superación
marxista implica una crítica de la acabada síntesis hegeliana, en la
cual el movimiento dialéctico, el tiempo histórico y la acción práctica
se desmienten a sí mismos. La religión puede y debe ser superada: se
la supera ya en y por la filosofía. La superación de la religión
consiste en su desaparición. La alienación religiosa, raíz de toda
alienación, será extirpada. ¿En qué consiste la superación de la
filosofía? Esa superación difiere de la superación de la religión;
es más compleja. En contra de las filosofías tradicionales (incluido
el materialismo, que destaca sobre todo la "cosa"
abstracta), es conveniente rehabilitar primero lo sensible, recuperar
su riqueza y su sentido. Eso es lo que generalmente se denomina el
materialismo de Marx. El aspecto especulativo, sistemático y
abstracto de la filosofía desaparece. Pero la filosofía no
desaparece pura y simplemente. Nos deja en particular el espíritu de
la crítica radical y el pensamiento dialéctico, al captar lo que
existe por su lado efímero, que disuelve y destruye: lo negativo. Nos
deja también unos conceptos y despliega un proyecto del ser humano
(desenvolvimiento total, reconciliación de lo racional y lo real, de
la espontaneidad y del pensamiento, apropiación de la naturaleza
fuera de él y en él). El hombre posee una "esencia", pero
esta esencia no se ha dado, biológica o antropológicamente, ya en
las primeras manifestaciones de la humanidad. La esencia se
desarrolla; es incluso lo esencial (el resumen, la condensación
actual y activa) del desarrollo histórico.
La especie humana posee
una historia y el hombre genérico, a su vez, como toda realidad, se
forma. Los filósofos no solamente han formulado de varias maneras
diferentes esa esencia: han contribuido también a elaborarla y a
constituirla al conservar determinadas características decisivas del
desarrollo social, al resumirlo. El filósofo podía realizar este
proyecto filosófico, por otra parte incompleto y abstracto. La
superación de la filosofía comprende pues su realización al mismo
tiempo que el fin de la alienación filosófica. A lo largo de un
conflicto que puede llegar a ser agudo con el Estado y la sociedad política,
con todas las formas de la alienación (que tienden, cada una de ellas
por su propia cuenta, a presentarse como esencias fijas y eternas -la
religión, la política, la técnica, el arte, etc.- a convertirse en
mundo, es decir, a ser totales y mundiales), y no sin metamorfosearse,
pues necesita abandonar la forma filosófica, el pensamiento humano se
realizará en el mundo. Se convierte en mundo prácticamente.
La superación de lo
político implica la extinción del Estado y el paso a las relaciones
sociales organizadas de las funciones y de la racionalidad acaparadas
por él (a las cuales el Estado le superpone sus propios intereses:
los de la burocracia y los del personal gubernamental). Más
exactamente, la democracia contiene el secreto de la verdad de todas
las formas políticas; todas ellas desembocan en la democracia, pero
solamente la democracia vive en lucha por mantenerse, superándose
hacia la sociedad liberada del Estado y de la alienación política.
La racionalidad inmanente en las relaciones sociales, a pesar de sus
conflictos o, más bien, en razón de esos conflictos estimulantes y
creadores, se recupera así. La gestión de las cosas sustituye a la
coerción sobre los hombres por parte del poder del Estado.
(...) Si llegamos hasta
el fondo del pensamiento de Marx (que éste obtuvo de Hegel, transformándolo),
descubrimos una búsqueda y una tesis general sobre la relación entre
la actividad humana y sus obras. Reconocemos en ella el problema filosófico
de la relación entre el sujeto y el objeto, separado de la abstracción
especulativa. El "sujeto", para Marx, es el hombre social,
el individuo considerado en sus relaciones reales con los grupos, las
clases y el conjunto de la sociedad. El objeto lo constituyen las
cosas sensibles, los productos, las obras, entre las cuales figuran
las técnicas y las ideologías, las instituciones y sus obras en el
sentido limitado del término (artísticas, culturales). Con todo, la
relación entre el hombre y lo que nace de sus actos es doble: por una
parte, se realiza en ellos; no hay actividad sin un objeto al cual dar
forma, sin un producto o un resultado del cual su autor pueda
disfrutar inmediatamente. Por otra parte, o al mismo tiempo, el ser
humano se pierde en sus obras. Se extravía entre los productos de sus
actos, los cuales se vuelven contra él y le dominan. Unas veces hace
surgir un determinismo que le vence: se trata de la historia; otras,
lo que ha creado se convierte en una forma independiente que lo
domina: así, el Estado y la política. En ocasiones, lo que ha
inventado le fascina y conmueve: he aquí el poder de la ideología.
Y, de otra parte, el producto de sus manos, la cosa, o, más
exactamente, la cosa abstracta -la mercancía, el dinero- tienden a
hacer de él una cosa, una mercancía, un objeto que se compra y se
vende.
En suma: la relación
del hombre (social e individual) con los objetos es alteridad y
alienación, realización de sí y pérdida de sí. Hegel había
comprendido este doble movimiento, pero de manera incompleta e
imperfecta, invirtiendo sus términos. El pensamiento marxista vuelve
del revés esta inversión, esto es, vuelve a poner sobre sus pies el
pensamiento y el porvenir humanos (comprendidos por Hegel, pero al revés).
En lo que realiza, a saber, la creación de un producto, de un bien,
de una obra, Hegel tendía a ver la alienación, el empantanamiento de
la actividad en el objeto. En lo que aliena, esto es, en el carácter
abstracto de la cosa creada, tendía a ver la realización de la
consciencia humana, es decir, del hombre, reducido a la simple
consciencia de sí.
En cuanto a la
desalienación, Hegel la concebía unilateral y especulativamente. La
refería solamente a la actividad de la consciencia filosófica. Para
Marx, los hombres se sobreponen a las alienaciones en el curso de las
luchas reales, es decir, prácticas, y la teoría es solamente un
medio (un elemento, una etapa, un intermediario) necesario e
insuficiente en estas luchas múltiples y multiformes. Para Marx una
alienación sólo se define claramente por relación a su posible
desalienación, por la posibilidad práctica, efectiva, de la
desalienación. La peor de las alienaciones es la detención que
imposibilita el desarrollo.
Este movimiento triple
(verdad, superación, desalienación) explica perfectamente los textos
de Marx, su sucesión, su encadenamiento, y el propio movimiento del
movimiento marxista.
(...) La alienación no
se define únicamente por la pérdida y el extravío en las
substancias o en la subjetividad informe; se define también y sobre
todo por la escisión interna entre la objetivación y la subjetivación,
por el aislamiento recíproco de estas dos tendencias, que rompe la
unidad del movimiento. ¿La religión? Es la consciencia del hombre
que no se ha hallado a sí mismo, o que, yendo al encuentro de su
realidad esencial, la ha perdido de vista y se ha extraviado. Pero
este hombre no es un ser abstracto. Es el hombre social. Es la
sociedad, el Estado, al producir una consciencia errónea, escindida y
separada, al producir la religión. Y ello en la medida en que
constituye un mundo falso.
La filosofía pretende
aportar la verdad de este mundo. Y en cierto sentido la aporta
efectivamente. Denuncia a la religión como teoría general del mundo
falso, compendio enciclopédico de este mundo, lógica popular,
principio espiritualista y justificación moral. La filosofía libera
a los hombres de la no filosofía, es decir, de las representaciones
fantásticas aceptadas sin crítica fundamental alguna. La filosofía
es, pues, la quintaesencia espiritual de su época. Esencialmente
prometeica, busca la verdad de la historia y del desarrollo de las
sociedades prometeicas.
Y sin embargo, la
filosofía no es más que teoría. Al aparecer como verdad del mundo
no filosófico, de la religión, de la mitología y de la magia, hace
aparecer a su vez ante ella un nuevo mundo no filosófico. ¿En qué
consiste este mundo? En actividades prácticas, desde lo cotidiano
hasta lo político. El filósofo tropieza con estas actividades. No
puede alcanzarlas, integrarlas ni transformarlas. De este modo se ve
empujado a considerar la insuficiencia como algo inmanente a la
filosofía. En su relación con lo no filosófico, la consciencia
filosófica se escinde, y no puede evitar esta escisión, que da lugar
por una parte a un positivismo y por otra a un voluntarismo. El carácter
doble de la consciencia filosófica se traduce en la existencia de dos
tendencias contrarias. La una retiene el concepto y el principio de la
filosofía. Se trata de un partido teórico, que pretende obtener de
la filosofía la energía práctica, el poder en el espíritu de
convertirse en energía actuante. Este partido quiere realizar la
ffilosofía. La otra tendencia critica a la filosofía, coloca en
primer plano lo que ocurre entre el pueblo, sus necesidades y sus
aspiraciones. Pretende suprimir la filosofía. Estas dos tendencias o
partidos dividen el movimiento y lo detienen. Efectivamente, el error
fundamental del primer partido puede formularse como sigue: creía
poder realizar la filosofía sin eliminarla. Y en cuanto al segundo,
hay que responderle: no podéis eliminar la filosofía sin realizarla
(Introducción a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel).
En suma: al igual que
la religión, la filosofía quiere convertirse en mundo. Pero, al
igual que el hombre religioso, el filósofo no puede realizar su
ambición. En la medida en que la realiza, camina hacia su perdición.
El filósofo se desgarra a sí mismo. La filosofía apunta al mundo no
filosófico que necesita penetrar y transformar; sin embargo, no puede
penetrar en él, y no puede convertir lo real en verdad con sus solas
fuerzas. La imagen del hombre que la filosofía forma y que transforma
la voluntad es incapaz de realizarse.
Hay pues una alienación
filosófica (que trata de impregnar el mundo, de convertirse en histórica-mundial).
La crítica radical muestra ante todo "que la filosofía no es más
que la religión en forma de ´ideas´, y, a continuación, que no es
más que ´una forma distinta y un modo de existencia distinto de la
alienación humana´. El espíritu filosófico es sólo ´el espíritu
del mundo alienado´, y el filósofo mismo, la ´forma abstracta del
mundo alienado´, que se presenta como medida del mundo alienado"
(Manuscritos económico-filosóficos).
(...) En resumen: es
preciso superar la filosofía, es decir, por una parte realizarla
(llevar a cabo su proyecto), y por otra rechazar la alienación del
filósofo, la abstracción filosófica, el dogmatismo sistematizado.
¿Dónde está la verdad de la filosofía? En la historia del Estado,
resumen de las luchas sociales y de las necesidades sociales. La
verdad que descubrimos es la verdad social (Marx: carta a Ruge,
setiembre de 1843). A partir del momento en que se expone la realidad
histórica y social, la filosofía autónoma pierde su razón de ser y
su medio de existir. En su lugar puede aparecer a lo sumo un resumen
de los resultados más generales que se dejan extraer del desarrollo
histórico. ¿Cuáles son estos resultados? Recordémoslos: una imagen
de lo posible humano, unos métodos, unos conceptos, el espíritu de
la crítica radical, liberada de los compromisos filosóficos. Estas
abstracciones carecen de valor en sí mismas. ¿Para qué pueden
servir? Su papel es inmenso, y no hay que desdeñar el legado de la
filosofía. Sus conquistas permiten ordenar los materiales históricos.
La filosofía lega unos medios de gran valor, a condición de no
esperar, como los filósofos, una receta o un esquema conforme al cual
las épocas históricas puedan ser fundamentadas legalmente. La
filosofía nos conduce hasta el umbral de los verdaderos problemas,
hasta la ordenación de los materiales de la realidad y la
transformación de la realidad según las virtualidades que contiene.
La filosofía nos proporciona algunos medios para abordar estas
cuestiones, para plantear y resolver estos problemas. Pero, por sí
misma, no puede plantearlos ni resolverlos. Nos conduce, en suma, a
través del estudio crítico de la religión y del Estado político,
hasta las ciencias de la realidad humana. Pero no más allá.
Marx pasa todavía por
ser un economista. Se le atribuye (para criticarlo o para ensalzarlo)
un determinismo económico según el cual las fuerzas productivas y el
nivel de su desarrollo implican, por una especie de mecanicismo o de
automatismo, las demás relaciones y formas constitutivas de lo
social: relaciones de propiedad, institución e ideas. Esta
interpretación (¿acaso hay que repetirlo?) olvida el subtítulo de
El capital: crítica de la economía política. ¿Acaso no es el
capital lo que ha producido la realidad económica, la mercancía y el
dinero, la plusvalía y la ganancia, fundamento suyo? A diferencia del
capitalismo, en el que la mediación del dinero convierte las
relaciones entre personas humanas en relaciones cuantitativas entre
cosas abstractas, la sociedad medieval se basaba en relaciones
directas entre los seres humanos; relaciones entre señores y siervos,
pero relaciones transparentes. En una sociedad transformada, las
relaciones volverán a ser directas y transparentes, pero sin sumisión
alguna (El capital, I, 1,4). En cuanto a la economía política como
ciencia, se trata del conocimiento de una determinada praxis: el
reparto de los bienes en la no abundancia entre grupos desiguales en
cuanto a su importancia, influencia, funciones y lugar ocupado en las
estructuras. La economía política puede dejar de existir, puede ser
superada. La superación de la economía política debe realizarse en
y por una sociedad de la abundancia, utilizando plenamente las
posibilidades de la técnica. Implica la superación del derecho,
conjunto de normas y reglas que distribuyen las actividades y los
productos en la sociedad cuando todavía no se ha alcanzado la
abundancia. La economía política, pues, no es más que la ciencia de
la escasez. Es verdad que toda sociedad ha tenido y tiene todavía una
"base" económica. Esta base sólo determina las relaciones
sociales en la medida en que limita las actividades de los grupos y de
los individuos, les pone obstáculos y fija, al limitarlas, sus
posibilidades. Los individuos -en tanto que representantes de grupos y
clases-, al desplegar sus posibilidades, toman iniciativas que tienen
éxito o fracasan, pero que insertan la realidad económica dada en
una realidad social más compleja, más elevada, más variada. No por
ello es menos cierto que la transformación de la sociedad capitalista
exige una transformación de su base económica: relaciones de
producción y de propiedad, organización del trabajo y división del
trabajo.
Así, El capital
estudia una sociedad, la sociedad burguesa, y un modo de producción,
el capitalismo. Comprende estos dos aspectos de una misma realidad,
considerados como un todo. El capitalismo de concurrencia es
aprehendido por el pensamiento, a la vez corroborándolo y poniéndolo
en tela de juicio. Desde el punto de vista de la corroboración, la
obra de Marx llega hasta las autorregulaciones de esta sociedad, hasta
los mecanismos equilibradores que tienden a mantener sus estructuras:
la formación de la tasa de ganancia media y las proporciones de la
reproducción ampliada (acumulativa). El capitalismo (de concurrencia)
constituye un sistema. En él se despliega de una forma dada al
producto del trabajo humano: la mercancía. Las relaciones de producción
y de propiedad específicamente capitalistas imponen una estructura a
las fuerzas productivas y a las fuerzas sociales. Desde el punto de
vista de la puesta en tela de juicio, Marx muestra cómo el
proletariado se ve conducido a tomar consciencia del capitalismo al
combatir a la burguesía, clase dominante. Va incluso más allá y
prueba que el capitalismo de concurrencia está destinado a
desaparecer. Le amenazan dos fuerzas socioeconómicas que tienden a
disolver o a destruir sus estructuras internas: la clase obrera y los
monopolios (estos últimos son el resultado de la centralización y de
la inevitable concentración de los capitales). En resumen: en El
capital hay una teoría económica, pero la obra no es un tratado de
economía política. Contiene algo distinto y que es más que eso: el
camino de la superación de la economía política a través de su crítica
radical. La interpretación económica, o más bien economicista,
mutila la obra, al reducirla a un aspecto de la totalidad real o de la
totalidad conceptual que la aprehende y la expone.
(...) Según cierta
interpretación, muy extendida todavía en la URSS, el materialismo
histórico equivale a una sociología general. Corresponde así a lo
que se denomina así en los países capitalistas, con mucha más
amplitud y verdad. El materialismo histórico, según el marxismo
oficial, contiene las leyes generales del movimiento aplicadas a la
historia: contradicciones motrices, cambios cualitativos a oleadas,
cambios cuantitativos graduados.
Esta interpretación
del pensamiento marxista es de las menos satisfactorias. En efecto: ¿cómo
se conciben las leyes universales de la dialéctica, que la sociología
materialista habría de aplicar al desarrollo social? (...) La tesis
que aquí se rechaza descuida el análisis dialéctico del movimiento
y de sus aspectos: por una parte, los procesos, los contenidos; por
otra, las formas que salen de ellos, los sistemas, las estructuras. O
bien, incluso, por un lado el crecimiento (cuantitativo, económico;
el de la producción material), y por otro, el desarrollo
(cualitativo, social; el de las relaciones humanas, de su complejidad,
de su riqueza). La noción de movimiento queda mal esbozada, resulta
casi metafísica, a pesar de las pretensiones de recurrir a la
historia concreta, al materialismo, a la dialéctica y a la ciencia.
Marx no edificó una
filosofía de la historia. También en eso rompió con el
hegelianismo. Concibió la producción del hombre por su trabajo como
una totalidad, a partir de la naturaleza y de la necesidad, para
obtener el disfrute (la apropiación de su ser natural). Por
consiguiente, concibió una ciencia histórica que habría de escapar
a las limitaciones de la historia de los acontecimientos y de la
historia de las instituciones. Esta ciencia, en colaboración con las
demás, debía aproximarse al desarrollo del ser humano en todos sus
aspectos, a todos los niveles de su actividad práctica. El término
"materialismo histórico" designa no ya una filosofía de la
historia sino la génesis del hombre total, objeto de toda ciencia de
la realidad humana y objetivo de la acción. Esta formación, adviértase
bien, no se resume en una historia de la cultura, y tampoco en una
historia económica. Por otra parte, Marx se abstiene de definir el
ser humano. Cuenta con él para definirse a sí mismo en la praxis. ¿Cómo
separar al hombre de la naturaleza, con la cual mantiene una relación
dialéctica, unidad y escisión, lucha y alianza? El destino del
hombre es transformar la naturaleza, apropiársela en torno a él y en
sí mismo.
Eliminadas las
interpretaciones economicistas e historicistas del pensamiento
marxista, ¿adoptaremos una interpretación sociologista? Tampoco.
Esta interpretación ha estado bastante difundida en Alemania y
Austria. Empezaba eliminando la filosofía atribuida a Marx, sin
discernir por ello el sentido de la filosofía y formular la tesis de
su superación (de su realización) en toda su amplitud. Por tanto,
mutilaba arbitrariamente el pensamiento de Marx, al suscitar
interminables discusiones destinadas a hundirse en el bizantinismo y
en la escolástica. En esta perspectiva, el marxismo se pone al lado
del positivismo de Comte. El método dialéctico desaparece en
beneficio del "hecho" y la puesta en duda crítica se
debilita en beneficio de la confirmación. En El capital, el uso de
una noción clave, la de totalidad, no relegaba la contradicción dialéctica
a las tinieblas; por el contrario, la contradicción adquiría una
agudeza que en la sistematización hegeliana había perdido (...) En
el sociologismo, por el contrario, la consideración de la sociedad
como un todo hace que pierda valor la contradicción. La noción de
clases y de lucha de clases se borra. ¿La "sociedad"? Fácilmente
queda identificada con la nación y con el Estado nacional. El
sociologismo relacionado con el pensamiento marxista entraba muy fácilmente
en los marcos ideológicos y políticos tan fuertemente criticados por
Marx en sus glosas al programa de Gotha (1875). La sociología
positivista pretendidamente marxista ha tendido siempre hacia el
reformismo y se hace hoy abiertamente conservadora, cuando
originariamente esta ciencia -vinculada al ala izquierda del
romanticismo- no separaba conocimiento y crítica, con Saint-Simon y
Fourier.
No convertiremos a Marx
en un sociólogo por múltiples razones. Quienes me atribuyan esta
tesis a la vista del título de esta publicación mostrarán no haber
abierto este libro. (...) Marx no es un sociólogo, pero en el
marxismo hay una sociología.
¿Cómo entender estas
proposiciones, que parecen escasamente compatibles? Teniendo en cuenta
los dos grupos de nociones y argumentos siguientes:
a) el pensamiento
marxista mantiene la unidad de la realidad y del conocimiento, de la
naturaleza y del hombre, de las ciencias de la materia y de las
ciencias sociales. Explora una totalidad en el futuro y en la
actualidad; una totalidad que incluye niveles y aspectos tan pronto
complementarios como distintos o contradictorios. Por consiguiente, en
sí mismo no es historia, sociología, psicología, etc., pero
comprende en sí esos puntos de vista, esos aspectos, esos niveles. Ahí
reside su originalidad, su novedad y su duradero interés.
Desde finales del siglo
XIX se tiende a pensar la obra de Marx, y particularmente El capital,
en función de las ciencias fragmentarias que desde entonces se han
presentado especializadamente y cuyo hermetismo habría rechazado Marx.
Se reduce El capital, ese conjunto teórico, a un tratado de historia,
de economía política, de sociología o incluso de filosofía. El
pensamiento marxista no puede introducirse en esas estrechas categorías:
filosofía, economía política, historia o sociología. No es tampoco
la concepción "interdisciplinar", que trata de corregir, no
sin peligros de confusión, los inconvenientes de la división
parcelaria del trabajo en las ciencias sociales. La investigación
marxista se refiere a una totalidad diferenciada, centrando la
investigación y los conceptos teóricos en torno a un tema: la relación
dialéctica entre el hombre social activo y sus obras (múltiples,
diversas y contradictorias).
b) La especialización
parcelaria de las ciencias de la realidad humana, desde la época en
que Marx exponía el capitalismo de concurrencia, tiene un sentido. La
totalidad no puede ser captada, como en tiempos de Marx, de manera
unitaria, a la vez desde dentro y desde fuera (por relación a lo
posible), corroborándola y poniéndola en cuestión a la vez. Y sin
embargo, no podemos perpetuar la separación de las ciencias
parcelarias. Esta separación olvida la totalidad: la sociedad como un
todo y el hombre total. Pero la realidad humana se hace compleja. Esta
creciente complejidad forma parte de la historia en sentido amplio.
Además, tenemos que tratar con una totalidad rota, cuyos fragmentos
se afrontan y a veces se separan, cuando no entran en conflicto: el
"mundo" capitalista, el "mundo" socialista, el
"tercer mundo", las diferentes culturas, las diversas formas
de Estado. Y ello hasta tal punto que se ha llegado a proponer la
sustitución de los conceptos de "mundo" y de "mundanidad"
al concepto de totalidad para pensar la extensión de la técnica a
escala de todo el planeta. Con un vocabulario que se halla en curso de
elaboración, la unidad del saber y el carácter total de la realidad
siguen siendo presuposiciones indispensables en las ciencias sociales.
Por consiguiente, es posible examinar las obras de Marx reconociendo
en ellas una sociología de la familia, de la ciudad y del campo, de
los grupos parciales, de las clases, de las sociedades en su conjunto,
del conocimiento, del Estado, etc. Y ello a un determinado nivel del
análisis y de la exposición, y por tanto sin reducir en absoluto los
derechos de las demás ciencias: economía política, historia,
demografía, psicología. Por otra parte, es posible continuar la obra
de Marx investigando, a partir de El capital y con su método, la génesis
de la sociedad "moderna", de sus fragmentaciones y de sus
contradicciones.
2. La praxis
(...) Cuando se lee a
Hegel, sobre todo la Filosofía del derecho, a la luz del marxismo, se
halla en él la noción de praxis. Hegel analiza lo que denomina
sociedad civil, a la que distinguía de la sociedad política (el
Estado y su personal: burocracia, gobierno). La sociedad civil
comprende las necesidades de los individuos y de los grupos,
necesidades que la vida social organiza en un sistema coherente y que
la división del trabajo tiende a satisfacer. Incluye también los
grupos parciales: las familias, los cuerpos de oficios (estados), las
ciudades y los agrupamientos territoriales. Todos estos elementos actúan
unos sobre otros, y de su interacción surge un conjunto, la sociedad
civil, a la cual cimientan y coronan el derecho y el Estado, el
gobierno y el aparato burocrático del Estado.
La noción de praxis se
halla y no se halla en Hegel. En efecto: en el sistema filosófico-político
de Hegel, el Estado providencial y divino suscita sus condiciones, que
sólo tienen importancia e interés como materiales del edificio jurídico
y político. Al no ver en estos elementos y condiciones más que
"momentos" sin sustancia propia de la realidad superior, el
Estado, Hegel los desprecia.
(...) Las dos
interpretaciones del mundo, el materialismo y el idealismo, caen con
la praxis revolucionaria. Pierden su oposición y consiguientemente su
existencia. La especificidad del marxismo, su carácter revolucionario
(y, por consiguiente, su carácter de clase) no proviene pues de una
toma de posición materialista, sino de su carácter práctico, que
supera la especulación y por consiguiente la filosofía, y por tanto
el materialismo y el idealismo. Las interpretaciones del mundo se
hallan en el pensamiento anterior, especialmente en el pensamiento
(burgués) del siglo XVIII. Si es verdad que el materialismo en su
conjunto ha sido la filosofía de las clases oprimidas y
revolucionarias, incluida la burguesía, la función de la clase
obrera es radicalmente nueva. Al explicitar la praxis (la práctica de
la sociedad basada en la industria, que permite tomar consciencia de
la práctica humana en general), supera definitivamente y rechaza
hombro con hombro las interpretaciones anteriores, correspondientes a
estadios superados de la lucha de clases.
(...) La noción de
praxis pasa a primer plano en los textos considerados filosóficos de
Marx. Acaba de ser subrayada esta cuestión; se define por oposición
a la filosofía y a la actitud especulativa del filósofo. Feuerbach,
que rechazó la filosofía hegeliana en nombre de una antropología
materialista, no consiguió superar la actitud filosófica. Aunque
carga el acento sobre el objeto sensible, deja de lado el aspecto
subjetivo en la percepción sensible: la actividad que modela el
objeto, que lo reconoce y se reconoce en él. Feuerbach no ve en el
objeto sensible el producto o la obra de una actividad creadora,
sensible y social a la vez. Al descuidar la actividad práctico-sensible,
ignora, con mayor razón, la actividad práctico-crítica, es decir,
la actividad revolucionaria. Por relación al materialismo filosófico,
que ha dejado de lado la praxis, el idealismo ha retomado y
comprendido legítimamente el aspecto de la percepción y del
pensamiento humano, pero abstractamente y dejando de lado el aspecto
sensible (tesis I sobre Feuerbach). Feuerbach, en esta orientación,
no ha visto en la praxis más que lo sórdido. El materialismo filosófico
tiene incluso consecuencias más graves. Refiere los cambios que se
producen en el hombre a cambios en las circunstancias y en la educación,
olvidando que es el hombre mismo quien cambia las circunstancias y que
los educadores han de ser a su vez educados. Esta teoría materialista
tiende pues a dividir la sociedad en dos partes, una de las cuales se
eleva por encima de la sociedad. Dicho de otra manera, la filosofía
materialista, al igual que el idealismo, justifica el Estado con el
pretexto no ya de la necesidad de organización sino de la necesidad
de educación (tesis III).
Los conocimientos
tienen todo su alcance y su sentido en su vinculación con la
actividad práctica. El problema especulativo del conocimiento debe
ser rechazado como un falso problema. La coherencia abstracta, la
demostración teórica separada de la actividad social y de la
verificación práctica carecen de valor (tesis II). La esencia del
ser humano es social y la esencia de la sociedad es la praxis: acto,
acción, interacción. Al separarse de la práctica, la teoría se
pierde en problemas mal planteados e insolubles, en los misterios y en
el misticismo (tesis VIII).
Según estos textos, la
determinación de la praxis es sobre todo negativa. Se define por lo
que es ignorado y abandonado por la filosofía, por lo que la filosofía
no es. Se trata de una determinación polémica; lo negativo, por lo
demás, revela lo esencial, lo positivo, para el pensamiento dialéctico.
Pese a todo, la explicitación del nuevo concepto sigue siendo
incompleta. Marx no lo desarrolló lo suficiente para impedir
determinadas confusiones. El criterio de la práctica, señalado en la
tesis II sobre Feuerbach, fue considerado posteriormente como un
rechazo de la teoría en beneficio del espíritu práctico; por una
posición empirista y por un culto de la eficacia; por un pragmatismo
o por un practicismo. En nombre de la crítica a la filosofía se
perdió de vista la importancia de la filosofía misma y la vinculación
de la praxis con su superación.
Los unos creyeron que
las ciencias sociales o ciencias de la realidad humana, entre las
cuales se coloca en primer plano la sociología, bastan para sustituir
la filosofía en trance de desaparecer. A los símbolos, visiones y
conceptos filosóficos, confundidos por ellos, se sustituyó la
corroboración de los hechos empíricos (sociales, humanos,
culturales, etc.). Estos pensadores tuvieron la sorpresa de hallarse
ante corroboraciones precisas pero fragmentarias, carentes de
amplitud, a las cuales solamente un retorno a un
"filosofismo" oculto o confesado podía devolver sus
dimensiones y su profundidad. O incluso -lo que viene a ser lo mismo-
los especialistas hallaron técnicas fragmentarias y en seguida
acudieron filósofos para dar unidad especulativa a esa masa informe
de hechos, de técnicas y de resultados. Se oscila entre el
positivismo y el filosofismo, entre lo objetivo y lo subjetivo, entre
el empirismo y el voluntarismo.
Otros dicen incluso que
Marx descubrió la praxis y que este descubrimiento convierte en inútil
la filosofía, al permitir realizar los sueños de los filósofos.
Pero ¿es simple la noción de praxis? ¿Cómo comprender su
complejidad? Hemos advertido ya diferencias, niveles, polarizaciones y
contradicciones. ¿A partir de qué conceptos es posible analizarla y
exponerla en su poder creador, como no sea a partir de los conceptos
elaborados por la filosofía (universales)? Si se confunde el
descubrimiento de la praxis con la supresión de la filosofía, ¿no
se va acaso hacia una filosofía de la praxis, sea pragmatismo u otra
cosa, que sigue siendo una filosofía, un derivado, un sucedáneo de
la antigua filosofía?
Todas estas tendencias
se encuentran en una gran confusión, y sin que se expliciten jamás
sus hipótesis y sus implicaciones, en el movimiento marxista
contemporáneo. De hecho y prácticamente, el marxismo oficial adopta
una actitud empirista y positivista bajo el disfraz de una fraseología
filosófica. Concede una confianza plena y total a las ciencias y a
las técnicas (más a las ciencias de la naturaleza que a las de la
realidad humana). Se corre así el peligro de encubrir y justificar
con el marxismo ideologizado una praxis tecnocrática. En cuanto a la
filosofía de la praxis tal como la ha formulado Antonio Gramsci, se
convierte en justificación de una praxis determinada: la del partido,
el príncipe moderno. Se convierte pues en filosofía del
maquiavelismo, dando un certificado filosófico al pragmatismo político.
Para Georg Lukács, en
Historia y consciencia de clase, es la consciencia de clase del
proletariado lo que sustituye a la filosofía clásica. El
proletariado aporta la totalidad: captación de lo real, pasado,
presente y futuro (posibilidades), en la negación radical de la
realidad existente. Por desgracia, esta consciencia histórica de la
clase obrera no existe en absoluto en la clase obrera: en ningún
individuo real, en ningún grupo real. Se construye solamente en la
cabeza del filósofo que piensa especulativamente la clase obrera. Cae
pues bajo la crítica que distingue la consciencia espontánea
(incierta, primitiva) y la consciencia política (resultado de la fusión
en la acción entre el conocimiento conceptual elaborado por los científicos
-entre ellos los intelectuales- y la consciencia espontánea). Lukács
sustituye la filosofía clásica por una filosofía del proletariado.
Esta filosofía delega el poder filosófico, el de representar y
sistematizar lo real, a un pensador. Ello perpetúa los riesgos y los
peligros de la sistematización clásica, incluso -y sobre todo-
cuando el pensador se convierte en pensador "colectivo". La
teoría de Lukács de la consciencia de clase tiene el mismo
inconveniente que la filosofía de la praxis de Gramsci. Los dos teóricos
marxistas han concebido un final de la filosofía sin su realización.
Error muy generalizado.
El descubrimiento de la
praxis realiza la abolición de la filosofía independiente,
especulativa y metafísica. Pero sólo va hacia la realización de la
filosofía en la medida en que una praxis eficaz (revolucionaria)
supera con la división del trabajo y con el Estado la oposición
entre el mundo filosófico (verdadero) y el mundo no filosófico
(real).
(...) Para estudiar
exhaustivamente la praxis en Marx sería necesario retomar, agrupar y
esclarecer por sus relaciones un considerable número de textos. Dejo
para otros esa tarea, al igual que la de definir nuevamente las
relaciones entre Hegel y Marx, y tantas otras cuestiones pendientes.
Me propongo solamente dificultar, ya que no impedir, determinadas
confusiones, y también mostrar que la praxis concebida por Marx deja
lugar para la sociología en el sentido moderno de la palabra.
a) La noción de praxis
presupone la rehabilitación de lo sensible y la restitución ya
subrayada de lo práctico-sensible. Lo sensible, como muy bien entendió
Feuerbach, es el fundamento de todo conocimiento porque es el
fundamento del ser. No solamente es rico de sentido, sino que es obra.
El mundo humano ha sido creado por los hombres, en el curso de su
historia, a partir de la naturaleza originaria que sólo se da a todos
transformada por nuestros medios: instrumentos, lenguaje, conceptos,
signos. Riqueza que es a la vez susceptible de ser captada e
inagotable, lo práctico sensible nos muestra la praxis. Es su
incesante revelación, una manifestación tan ostensible que basta
abrir los ojos para captar la amplitud de la praxis en esta obra
humana que llega hasta los paisajes, las ciudades, los objetos de uso
corriente y los objetos raros (obras de arte). La unidad de lo
sensible y lo intelectual, de la naturaleza y la cultura, se ofrece a
nosotros por todas partes. Nuestros sentidos se convierten en teóricos,
como dice Marx, y lo inmediato oculta las mediaciones que envuelve. Lo
sensible nos conduce a la noción de praxis, y ésta despliega toda la
riqueza de lo sensible.
Las relaciones entre
los seres vivientes y humanos forman parte de este mundo sensible
reconocido, redescubierto y revelado. En efecto: antes de ser para el
sujeto consciente otra consciencia, el otro ser viviente y humano es
ante todo objeto. En tanto que objeto sensible, entra en relaciones
sociales más o menos ricas y complejas, que le revelan como
"sujeto" al permitirle ejercer su poder subjetivo:
actividad, reflexión, deseos.
b) El hombre (el ser
humano) es ante todo ser de necesidad. "Es" así mucho más
que los animales, los cuales hallan casi todos, desde su nacimiento,
en su cuerpo y en su entorno, los recursos que les permiten
sobrevivir. Sin ellos, especies e individuos desaparecen. En lo
humano, en todas las actividades, la necesidad en general (genérica)
aparece una y otra vez como fundamental. Nada hay que no corresponda a
una necesidad o que no suscite una necesidad. Incluso lo que parece más
alejado de ella en la cultura y en la técnica, y con mayor razón en
la vida económica. Si existen necesidades individuales (las cuales sólo
se satisfacen socialmente), existen también necesidades sociales
propiamente dichas y necesidades políticas, necesidades inmediatas y
necesidades cultivadas, necesidades naturales y necesidades
artificiales, necesidades reales y necesidades alienadas. El
reconocimiento de la consciencia en el otro (ser humano) sólo se
convierte en hecho humano, es decir, social, a partir del momento en
que el reconocimiento de la necesidad del otro (ser humano) se
convierte en una necesidad de la consciencia. La razón, por último,
la racionalidad en lo social y en lo individual, sólo aparece con el
desarrollo de las necesidades y cuando los hombres asociados necesitan
de una razón actuante.
Tras su nacimiento
(individual e histórico), el hombre, ser de la necesidad, permanece
por mucho tiempo débil, desarmado. Se pregunta cómo han sobrevivido
los hombres, esos niños poco favorecidos por la naturaleza, su cruel
progenitor. El hombre, en tanto que ser de la necesidad, ¿es para
Marx y para el pensamiento marxista el objeto de una ciencia
particular, que se podría denominar antropología? No hay duda de
ello. Los Manuscritos de 1844 esbozan esta antropología, pero
contienen su crítica. La antropología (su prototipo es la de
Feuerbach) tiende a sumergir al hombre en la naturaleza o a separarlo
de ella. Por el contrario, lo que es necesario captar es la relación
conflictiva del hombre con la naturaleza: unidad (el hombre más
desarrollado no se separa de la naturaleza) y lucha (la actividad
humana arranca a la naturaleza la satisfacción de sus necesidades, la
transforma, la arrasa). El fundamento del ser humano en la naturaleza
puede calificarse legítimamente de ontológico.
(...) El estudio de las
necesidades revela un entrelazamiento de procesos dialécticos. El
hombre difiere del animal en que, para procurarse el objeto de sus
necesidades, ha creado útiles y ha inventado el trabajo. La necesidad
es a la vez acto (actividad) y relación compleja con la naturaleza,
con otros seres humanos, con objetos. Mediante el trabajo, el ser
humano domina la naturaleza y se la apropia parcialmente. El trabajo
no es natural. Es incluso "contra naturaleza" en un sentido
doble: el trabajo exige esfuerzo y disciplina; modifica la naturaleza
en torno al hombre y en el hombre. El trabajo se convierte en una
necesidad. Los sentidos se cultivan y se afinan en el trabajo y por el
trabajo. Las necesidades cambian y se cultivan porque el trabajo las
modifica al presentarle bienes nuevos. De este modo el hombre emerge
de la naturaleza sin poder separarse de ella. (...)
Descubrimos así el
fundamento doble de toda praxis: lo sensible, por una parte, y por
otra, la actividad creadora, estimulada por la necesidad que
transforma. (...) En cierto sentido, toda la historia puede ser
caracterizada por el crecimiento y el desarrollo de las necesidades (a
través de las facticidades, las perversiones, las alienaciones). El
comunismo no hace más que explicar la necesidad humana, llevándola
hasta el final, liberándola de sus alienaciones. El objetivo es la
eliminación del trabajo mediante la técnica, pero este término del
desarrollo previsible supone una mediación: el trabajo como primer
necesidad. La contradicción entre el trabajo y el no-trabajo (entre
el esfuerzo y los medios encaminados a aminorar y eliminar este
esfuerzo, incluidas las técnicas y las máquinas) es una de las más
estimulantes. El no-trabajo es la ociosidad y también la
espontaneidad genial; es la incapacidad de trabajar y la recompensa
del esfuerzo. Es la necesidad como privación del goce completo. La
especie humana va del no-trabajo animal al no-trabajo del ser poderoso
que domina completamente la materia, pasando por el trabajo
encarnizado (y oprimido) de las masas humanas y el no-trabajo
(ociosidad) de los explotadores de esas masas.
(...) Un esquema que se
halla muy difundido distingue varios niveles de la praxis: la base
(fuerzas productivas: técnicas, organización del trabajo); las
estructuras (relaciones de producción y de propiedad); las
sobreestructuras (instituciones, ideologías). Este esquema
corresponde a determinados textos de Marx. ¿Recubre la totalidad de
la praxis? ¿Hay que considerarlo como necesario y suficiente? No. Y
tampoco el esquema, igualmente vulgarizado, que considera a la economía
como la anatomía de la sociedad y a la sociología como fisiología
social. Semejantes esquemas se fosilizan dogmáticamente y se
convierten en esquemas falaces. Dejan de lado las mediaciones, las
interacciones y, sobre todo, las formas. Por ejemplo, en el primer
esquema, ¿dónde situar el conocimiento? Se halla en estrecha relación
con las técnicas (con la "base", por consiguiente) y con
las ideologías (por tanto, con las "sobreestructuras"). ¿Dónde
situar el lenguaje, la lógica, el derecho? Ambos esquemas tienden a
descuidar la actividad humana, la relación viviente (y doble) entre
los hombres y las obras. Dejan de lado los momentos dialécticos
fundamentales, tanto el de las necesidades como el del trabajo. En dos
palabras, abandonan o descomponen la noción de praxis.
Sin rechazar el análisis
por niveles, propondría un esquema distinto que considero fiel a la
inspiración de Marx. Hay tres niveles de la praxis: en los dos
extremos, el repetidor y el innovador, y entre ambos, el mimético. La
praxis repetidora vuelve a iniciar los mismos gestos y los mismos
actos en ciclos determinados. La praxis mimética sigue unos modelos;
llega a crear mediante la imitación, y por tanto sin saber cómo ni
por qué; pero es más frecuente que imite sin crear. En cuanto a la
praxis inventiva y creadora, alcanza su más elevado nivel en la
actividad revolucionaria. Esta actividad puede ejercitarse tanto en el
conocimiento y en la cultura (la ideología) como en la acción política.
Sin embargo, la acción política concreta y condensa todos los
cambios parciales en un fenómeno total: la revolución que transforma
el modo de producción, las relaciones de producción y propiedad, las
ideas y las instituciones, el modo de vivir. La praxis revolucionaria
introduce en el proceso global, socio-histórico, unas
discontinuidades.
(...) La praxis en el
grado más elevado (creadora, revolucionaria) incluye la teoría a la
cual vivifica y verifica. Incluye tanto la decisión teórica como la
decisión de la acción. Supone táctica y estrategia. No hay
actividad sin proyecto; no hay acto sin programa; no hay praxis política
sin exploración de lo posible y del futuro. La noción de praxis y la
praxis real empiezan a desplegar ante nosotros la riqueza de las
determinaciones que contienen. El término hegeliano "determinación"
no debe desviar la atención y hacer derivar hacia la teoría. La
praxis, siendo determinada, es abierta. Implica siempre una apertura
hacia lo posible. Y esto mismo, dialécticamente, es la determinación:
lo negativo, que incluye lo positivo, niega el pasado en nombre de lo
posible y lo manifiesta así como totalidad. Toda praxis se sitúa en
la historia de manera doble: por relación a lo realizado y por relación
a lo futuro sobre el cual se abre y que va a crear. Determinación no
significa determinismo. Esta confusión se halla en el punto de
arranque de muchos malentendidos relativos al pensamiento marxista.
Los determinismos resultan del pasado; se trata de formas, de
sistemas, de estructuras abandonadas en el camino y que no han
desaparecido, que no han podido ser superadas o que sólo lo han sido
incompletamente; estos resultados, estas obras, continúan actuando.
Los determinismos no excluyen la iniciativa de los hombres que los
combaten para liquidarlos, pero tampoco las casualidades ni las
contingencias.
(...) Finalmente, una
última palabra sobre la praxis. "El pensamiento y el ser son
distintos, pero al mismo tiempo forman una unidad", escribía
Marx, inspirándose en el Parménides, en los Manuscritos de 1844.
Para él, la filosofía no puede recuperar la unidad del ser y del
pensamiento, pues parte de su diferencia y permanece en su diferencia.
"La solución de los enigmas teóricos es una tarea práctica".
La verdadera praxis es condición de una teoría real. Sólo es
verdadera la praxis revolucionaria, más allá de la praxis repetitiva
y mimética. "La solución de las oposiciones teóricas mismas sólo
es posible de una manera práctica, mediante la energía práctica".
Su solución no es en absoluto tarea del conocimiento solo, sino que
se trata de una tarea vital y real que la filosofía no ha podido
resolver precisamente por haberla concebido como tarea solamente teórica.
Entre estas oposiciones especulativas figuran el subjetivismo y el
objetivismo, el espiritualismo y el materialismo, la actividad y la
pasividad consideradas abstractamente.
De este modo,
comprendemos con mayor profundidad la tesis marxista de la superación
de la filosofía. En la praxis, el pensamiento recupera la unidad con
el ser; la consciencia, la unidad con la naturaleza sensible o
"material"; el espíritu, la unidad con lo espontáneo. El
acento colocado sobre la praxis no autoriza la interpretación
pragmatista ni la elaboración de una nueva filosofía, aunque se
tratara de una filosofía de la praxis. Exige el estudio analítico y
la exposición de la praxis misma. Esta tesis no envía la filosofía
al vertedero de la historia, sino que la sitúa en el movimiento dialéctico
de la consciencia y del ser, de las formas y de los contenidos. La
filosofía fue una forma distinta (demasiado distinta, demasiado
separada) de los contenidos en el curso del desarrollo humano. Pero
este desarrollo no goza de privilegio ontológico alguno a tenor del
cual el tiempo histórico haya de ser explicativo, por causalidad o
por finalidad, del ser humano. Este "ser" conserva un
fundamento ontológico. ¿Dónde? En la "naturaleza". La
antropología tiene un terreno propio y el hombre puede definirse:
sapiens, faber, ludens, etc. Esta definición no debe separase nunca
del hombre y de su fundamento, no debe disociar la naturaleza de la
cultura y lo adquirido de lo espontáneo. Al igual que las demás
ciencias, la sociología capta algo, entre la nada y el todo. Y no
tiene derecho a presentarse como ciencia total, pretendiendo alcanzar
la totalidad de la praxis.
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