(La alienación en los
textos de madurez de Marx)
A propósito de la
alienación, problema sobre el que tanto insistimos en la reunión
anterior, señalamos esto: la alienación se revela también en que el
individuo de la sociedad capitalista carece de una personalidad
integrada; su personalidad es más bien una serie de máscaras. El
individuo es una persona cuando trata en su trabajo a sus superiores,
y otra cuando trata a los que están debajo de él; es una persona
cuando está en la peluquería y otra cuando está en una reunión
social; el individuo es un amante padre de familia de la noche a la mañana
y un perfecto burgués de 8 de la mañana a 8 de la noche. Es decir,
toda la serie de contradicciones y aberraciones que tan profundamente
describía Charles Chaplin en la película "Monsieur Verdoux",
donde un honorable señor amante padre de familia se mantenía
explotando y asesinando mujeres.
Otro aspecto de la
alienación lo señala Marx en estos términos: "El hombre se
empobrece continuamente en tanto que hombre, tiene necesidad de cada
vez más dinero para adueñarse de esos seres hostiles [las mercancías],
y la fuerza de su dinero decrece en razón inversa a la masa de la
producción, es decir que su necesidad aumenta a medida que aumenta la
fuerza de su dinero. Es por ello que la necesidad de dinero es la
verdadera necesidad engendrada por la economía política, la única
necesidad que engendra. La cantidad de dinero se convierte cada vez más
en la única necesidad esencial del hombre. La inmoderación y la
falta de medida devienen de sus verdaderas medidas. En parte esta
alienación del hombre se manifiesta en que engendra por un lado el
refinamiento de las necesidades y de los medios para satisfacerlas y,
por otro lado, la bestialización, la simplificación grosera y
abstracta de las necesidades... Para el obrero, incluso la necesidad
de aire puro y libre deja de ser una necesidad. El hombre se
acostumbra a habitar cavernas que están envenenadas por el aroma
pestilente de la civilización... La suciedad, ese signo de la caída
y de la degradación del hombre, los excrementos de la civilización,
se convierten en el medio vital del obrero... El hombre no solamente
deja de tener necesidades humanas, sino que pierde sus necesidades
animales, porque el salvaje o el animal tienen pese a todo la
necesidad de cazar, de moverse" (Manuscritos, traducción
de MP).
Sólo en la teoría de
la alienación encontramos la clave de la insistencia marxista en
considerar al proletariado como emancipación de la humanidad:
"La clase poseedora y la clase proletaria representan la misma
alienación humana. Pero la primera se encuentra bien; esta alienación
la confirma, sabe que su fuerza está allí, que en ella bebe la
apariencia de un existir humano; en tanto que la segunda (el
proletariado) no ve en esta alienación sino su propio anonadamiento,
su impotencia y la realidad tangible de una existencia contraria al
hombre (...) La propiedad privada es empujada a su propia ruina porque
crea el proletariado, la miseria física y moral conscientes, una
deshumanización que se conoce y tiende por ello a suprimirse" (Manuscritos).
"Si los escritores
socialistas asignan al proletariado este papel en la historia
universal, no es (...) porque le tengan por una divinidad. Al
contrario. Es porque la desaparición de toda humanidad, de toda
sombra de humanidad, está prácticamente realizada en el
proletariado, es por eso que éste puede y debe liberarse a sí mismo;
porque sus condiciones de vida presentes resumen toda la inhumanidad
de su vida; porque el hombre, en el proletariado, está perdido, pero
ha adquirido no sólo la conciencia teórica de esta perdición sino
hasta los estímulos que le llevaron a rebelarse contra la inhumanidad
(...) Pero no puede libertarse sino suprimiendo sus propias
condiciones de vida, y con ello la inhumana situación de toda la
sociedad presente, que se resume en la suya" (La Sagrada
Familia, traducción de MP).
Por otra parte, sin
comprender la teoría de la alienación no puede entenderse el
pensamiento económico de Marx, porque todo El capital no es más que
un desenmascaramiento de la alienación humana tal cual ella aparece
escondida en las categorías y leyes económicas de la sociedad
capitalista.
"La Economía Política
–dice Marx- parte del hecho de la propiedad privada; no nos la
explica... Nosotros partimos de un hecho económico actual. El
trabajador se vuelve tanto más pobre cuanto más riqueza produce,
cuanto más aumenta su producción en potencia y alcance. El
trabajador se transforma en una mercancía tanto más barata cuanto más
mercancías crea él. Junto con la valorización del mundo de las
cosas, aumenta en relación directa la desvalorización del
mundo de los hombres... Este hecho expresa que el objeto que el
trabajador produce, su producto, se le opone como un ser ajeno, como
un poder independiente del productor... La vida que él ha
otorgado al objeto se le opone de manera hostil y ajena... La Economía
Política oculta la alienación en la esencia del trabajo" (Manuscritos
1844, "El trabajo alienado").
En la reunión anterior
hubo aquí algunas dudas y algunas sonrisas escépticas acerca del carácter
marxista de la teoría de la alienación. Pues bien: como ya dijimos,
la teoría de la alienación no es una cosa de la juventud de Marx,
que Marx después haya dejado de lado. La teoría de la alienación
impregna todo el pensamiento de Marx en todos sus momentos.
En el Manifiesto
Comunista dice Marx: "El obrero, obligado a venderse en
trozos, es una mercancía como otra cualquiera, sujeta por tanto a
todos los cambios y modalidades de la concurrencia, a todas las
fluctuaciones del mercado. La extensión de la maquinaria y la división
del trabajo quitan a éste, en el régimen actual, todo carácter autónomo,
toda libre iniciativa y todo encanto para el obrero. El trabajador se
convierte en un simple resorte de la máquina, del que sólo se exige
una operación mecánica, monótona, de fácil aprendizaje. (...)
Cuanto más repelente es el trabajo, tanto más disminuye el salario
pagado al obrero. (...) Las masas obreras concentradas en la fábrica
son sometidas a una organización y disciplina militares. Los obreros,
soldados rasos de la industria, trabajan bajo el mando de toda una
jerarquía de soldados, oficiales y jefes. No son sólo siervos de la
burguesía y del Estado burgués, sino que están todos los días y a
todas horas bajo el yugo esclavizador de la máquina, del
contramaestre, y sobre todo del industrial burgués dueño de la fábrica.
Y ese despotismo es tanto más mezquino, más execrable, cuanto mayor
es la franqueza con que proclama que no tiene otro fin que el
lucro". Esto en 1848.
En 1856, Marx dice:
"Hay un gran hecho característico de este nuestro siglo XIX, un
hecho que ningún partido se atreve a negar. Por una parte han nacido
fuerzas industriales y científicas que jamás sospechara época
alguna de la pasada historia humana. Por otra, existen síntomas de
decadencia que sobrepasan en mucho los horrores registrados en los últimos
tiempos del Imperio Romano. En nuestros días, todo parece estar preñado
de su contrario. A la maquinaria, dotada del maravilloso poder de
acortar y justificar el trabajo humano, la vemos hambrearlo y
recargarlo. Por un extraño y horripilante hechizo, las fuentes de
riqueza recién nacidas se transforman en fuentes de necesidad. Las
victorias de la técnica parecen tener por precio la pérdida de carácter.
Al mismo tiempo que la sociedad mina a la naturaleza, el hombre parece
volverse esclavo de otros hombres o de su propia infamia. Incluso la
vida pura de la ciencia parece incapaz de brillar si no es sobre el
oscuro fondo de la ignorancia. Todas las invenciones y progresos
parecen tener como resultado dotar a las fuerzas naturales de vida
intelectual y estupidizar la vida humana convirtiéndola en una fuerza
material" (Discurso de Marx en el People’s Paper, 1856).
Es el mismo lenguaje de los Manuscritos económico-filosóficos de
1844, donde se formula la teoría de la alienación.
Y finalmente, es en El
capital, en esta obra que corona el pensamiento marxista, en El
capital, escrito no en la juventud sino en la más alta madurez de
Marx, en El capital que sale a la luz en 1867, 23 años después
de los Manuscritos, donde encontramos a cada paso la crítica a
la alienación y el impulso hacia la desalienación del hombre, que es
el motor del pensamiento marxista. Veamos:
"El carácter
misterioso de la forma mercancía estriba... en que proyecta ante los
hombres el carácter social del trabajo de éstos como si fuese un carácter
material de los propios productos de su trabajo, un don natural de
estos objetos... Lo que aquí reviste a los ojos de los hombres la
forma fantasmagórica de una relación entre objetos materiales, no es
más que una relación social concreta establecida entre los mismos
hombres... Por eso, si queremos encontrar una analogía a este fenómeno,
tenemos que remontarnos a las regiones nebulosas del mundo de la
religión, donde los productos de la mente humana semejan seres
dotados de vida propia, de existencia independiente y relacionados
entre sí con los hombres (...) Éstas [las magnitudes del valor de la
mercancía] cambian constantemente sin que en ello intervenga la
voluntad, el conocimiento previo ni los actos de las personas entre
quienes se desarrolla el cambio. Su propio movimiento social cobra a
sus ojos la forma de un movimiento de cosas bajo cuyo control están,
en vez de ser ellos quienes las controlen (...) El reflejo religioso
del mundo real sólo puede desaparecer para siempre cuando las
condiciones de la vida diaria, laboriosa y activa, representen para
los hombres relaciones claras y racionales entre sí y respecto de la
naturaleza. La forma del proceso social de vida, o lo que es lo mismo,
del proceso material de producción, sólo se despojará de su halo místico
cuando ese proceso sea obra de hombres libremente socializados y
puestas bajo su mando consciente y racional" (El capital,
I, cap. 1).
"Nos encontramos,
en primer lugar, con la verdad, harto fácil de comprender, de que el
obrero no es, desde que nace hasta que muere, más que fuerza de
trabajo; por tanto, todo su tiempo disponible es, por obra
de la naturaleza y por obra del derecho, tiempo de trabajo, y
pertenece, como es lógico, al capital para su incrementación.
Tiempo para formarse una cultura humana, para perfeccionarse
espiritualmente, para cumplir las funciones sociales del hombre, para
el trato social, para el libre juego de las fuerzas físicas y
espirituales de la vida humana, incluso para santificar el domingo
–aun en la tierra de los santurrones, adoradores del precepto
dominical-: ¡todo una pura pamema!" (El capital, I,
cap. 8).
"Los medios de
producción se transforman inmediatamente en medios destinados a
absorber trabajo ajeno. Ya no es el obrero el que emplea los medios
de producción, sino éstos los que emplean al obrero" (El
capital, I, cap. 9).
"La división del
trabajo en la manufactura supone la autoridad incondicional del
capitalista sobre hombres que son otros tantos miembros de un
mecanismo global de su propiedad. Por eso la misma conciencia
burguesa, que festeja la división manufacturera del trabajo, la anexión
de por vida del obrero a faenas de detalle y la supeditación
incondicional de estos obreros parcelados al capital como una
organización del trabajo que incrementa la fuerza productiva de éste,
denuncia con igual clamor todo lo que suponga una reglamentación y
fiscalización consciente de la sociedad en el proceso social de
producción como si se tratase de una usurpación de los derechos
inviolables de propiedad, de libertad y de libérrima ‘genialidad’
del capitalista individual. Y es característico que esos apologistas
entusiastas del sistema fabril, cuando quieren hacer una acusación
durísima contra lo que sería una organización general del trabajo a
base de toda la sociedad, digan que convertiría a la sociedad entera
en una fábrica" (El capital, I, cap. 12).
La manufactura, sigue
Marx, "convierte al obrero en un monstruo, fomentando
artificialmente una de sus habilidades parciales, a costa de aplastar
todo un mundo de fecundos estímulos y capacidades, al modo como en
las estancias argentinas se sacrifica un animal entero para quitarle
la pelleja o sacarle el sebo. Además de distribuir los
diversos trabajos parciales entre diversos individuos, se divide al
individuo mismo, se lo convierte en un aparato automático adscripto a
un trabajo parcial, dando así realidad a aquella desazonadora fábula
de Menenio Agripa en la que aparece un hombre convertido en simple
fragmento de su propio cuerpo... Los conocimientos, la perspicacia y
la voluntad que se desarrollan, aunque sea en pequeña escala, en el
labrador o el artesano independiente, como en el salvaje que maneja
con su astucia personal todas las artes de la guerra, basta con que
las reúna ahora todo el taller en un conjunto. Las potencias
espirituales de la producción amplían su escala sobre un aspecto a
costa de inhibirse en los demás. Lo que los obreros parciales pierden
se concentra, enfrentándose con ellos, en el capital. Es un
resultado de la división manufacturera del trabajo al erigir frente a
ellos, como propiedad ajena y poder dominador, las potencias
espirituales del proceso material de producción. Este proceso
de disociación comienza con la cooperación simple donde el
capitalista representa frente a los obreros individuales la unidad y
la voluntad del cuerpo social del trabajo. El proceso sigue avanzando
en la manufactura, que mutila al obrero al convertirlo en obrero
parcial. Y se remata en la gran industria, donde la ciencia es
separada del trabajo como potencia independiente de producción y
aherrojada al servicio del capital. En la manufactura, el
enriquecimiento de la fuerza productiva social del obrero colectivo, y
por tanto del capital, se halla condicionada por el empobrecimiento
del obrero en sus fuerzas productivas individuales" (El
capital, I, cap. 12).
"La especialidad
de manejar de por vida una herramienta parcial se convierte en la
especialidad vitalicia de servir una máquina parcial. La maquinaria
se utiliza para convertir al propio obrero, desde la infancia, en una
máquina parcial... En la manufactura y en la industria manual, el
obrero se sirve de la herramienta; en la fábrica, sirve a la máquina.
Allí los movimientos del instrumento de trabajo parten de él; aquí,
es él quien tiene que seguir sus movimientos. En la manufactura los
obreros son otros tantos miembros de un organismo vivo. En la fábrica,
existe por encima de ellos un organismo muerto, al que se los
incorpora como apéndices vivos... El trabajo mecánico ataca
enormemente el sistema nervioso, ahoga el juego variado de los músculos
y confisca toda la libre actividad física y espiritual del obrero.
Hasta las medidas que tienden a facilitar el trabajo se convierten en
medios de tortura, pues la máquina no libra al obrero del trabajo,
sino que priva a éste de su contenido. Nota común a toda producción
capitalista es que, lejos de ser el obrero quien maneja las
condiciones de trabajo, son éstas las que le manejan a él; pero esta
inversión no cobra realidad técnicamente tangible hasta la era de la
maquinaria. Al convertirse en un autómata, el instrumento de trabajo
se enfrenta como capital, durante el proceso de trabajo, con el propio
obrero; se alza frente a él como trabajo muerto que domina y absorbe
la fuerza de trabajo vivo. En la gran industria, erigida sobre la base
de la maquinaria, se consuma el divorcio entre las potencias
espirituales del proceso de producción y el trabajo manual, con la
transformación de aquéllas en resortes del capital sobre el trabajo.
La pericia detallista del obrero mecánico individual, sin alma,
desaparece como un detalle diminuto y secundario ante la ciencia, ante
las gigantescas fuerzas naturales y el trabajo social de masa que
tiene su expresión en el sistema de la maquinaria y forman con él el
poder del patrono (El capital, I, cap. 13).
"La acumulación
reproduce el régimen del capital en una escala superior, crea
en uno de los polos más capitalistas o capitalistas más poderosos, y
en el otro más obreros asalariados. La reproducción de la fuerza de
trabajo, obligada, quiéralo o no, a someterse incesantemente al
capital como medio de explotación, que no puede desprenderse de él y
cuyo esclavizamiento al capital no desaparece... (...) Bajo las
condiciones de acumulación que hasta aquí venimos dando por
supuestas, las más favorables a los obreros, el estado de sumisión
de éstos al capital reviste formas algo tolerables... con el
incremento del capital, en vez de desarrollarse de un modo intensivo,
este estado de sumisión no hace más que extenderse; dicho en
otros términos, la órbita de explotación e imperio del capital se
va extendiendo con su propio volumen y con la cifra de sus súbditos.
Éstos, al acumularse el capital, perciben una mayor parte de lo
producido, bajo la forma de medios de pago, lo que les permite vivir
un poco mejor, alimentar con un poco más de amplitud su fondo de
consumo, dotándolo de ropas, muebles, etc., y formar un pequeño
fondo de reserva en dinero. Pero así como el hecho de que algunos
esclavos anduviesen mejor vestidos y mejor alimentados, de que
disfrutasen de un trato mejor y de un peculio más abundante, no
destruía el régimen de esclavitud ni hacía desaparecer la explotación
del esclavo, no suprime tampoco la del obrero asalariado. El hecho de
que el trabajo suba de precio por efecto de la acumulación del
capital sólo quiere decir que el volumen y el peso de las cadenas de
oro que el obrero asalariado se ha forjado para sí mismo pueden
tenerle sujeto sin estar en tensión... Es decir, que por muy
favorables que sean para el obrero las condiciones en que vende su
fuerza de trabajo, estas condiciones llevan siempre consigo la
necesidad de volver a venderla constantemente y la reproducción
constantemente ampliada de la riqueza como capital" (El
capital, I, cap. 23).
(Marxismo y filosofía)
¿Vale la pena estudiar
la filosofía marxista –lo cual significa estudiar toda la filosofía,
antes y después de Marx? Una anécdota puede orientarnos: Lenin se
puso a leer la Lógica de Hegel en medio del estallido de la
Primera Guerra Mundial, entre setiembre y diciembre de 1914. Es que
Lenin era hombre de acción, pero una acción sin verdad. Para Lenin
–para el marxismo- la acción no se opone al pensamiento; la acción
exige el pensamiento. Para el marxismo, la práctica política es una
práctica consciente. Y para el marxismo la práctica no significa sólo
adaptarse a lo existente, significa no sólo habilidad técnica para
actuar sobre lo existente. Práctica quiere decir, para el marxismo,
conocimiento profundo de la realidad y acción plenamente consciente
–es decir, basada en el conocimiento.
Por otra parte, sin
comprender el pensamiento filosófico, en particular sin comprender la
filosofía de Hegel, es imposible entender a Marx. Con toda razón
dice Lenin en sus comentarios a la Lógica de Hegel: "No
se puede comprender completamente El capital de Marx, y
particularmente el primer capítulo, si no se ha estudiado a fondo y
comprendido toda la Lógica de Hegel. A esto se debe el
que, desde hace medio siglo, muchísimos marxistas no hayan
comprendido a Marx" (Cuadernos filosóficos, traducción
de MP).
En el lenguaje popular
se habla de "tomar las cosas con filosofía". Con esto se
quiere decir tomar las cosas con paciencia. Pero en esta frase vulgar
hay un núcleo de verdad que nos ayuda a comprender lo que es la
filosofía. Porque al decir "hay que tomar las cosas con filosofía"
o "filosóficamente", se hace una invitación a la reflexión,
al empleo de la propia capacidad racional, para comprender los
problemas. Y filosofía es precisamente eso: enfrentarse
reflexivamente con la realidad, incluido en ello el propio
pensamiento; ir más allá de los primeros datos que se obtienen y
tratar de sacar de ellos todas las implicaciones, todas las fases,
todos los momentos, todas las relaciones que en ellos se contienen.
Nosotros vamos a enfrentar ahora algunos problemas y tesis
fundamentales de la filosofía marxista.
Al terminar esta reunión
nadie saldrá de aquí "sabiendo" filosofía marxista. Pero
todos saldremos conociendo en términos generales que la filosofía
marxista enfrenta tales y cuales problemas, que los enfoca de tal y
cual modo, y que para conocer esto en profundidad es indispensable
leer las obras fundamentales del marxismo. Esas obras son, creo yo, La
ideología alemana de Marx y Engels, Lógica formal y lógica
dialéctica, de Henri Lefebvre; las "Tesis sobre Feuerbach",
de Marx, y Filosofía y socialismo de Antonio Labriola. Y creo
que hay que leerlas en ese orden, para captar con claridad qué es la
filosofía marxista (se entiende que en un plano elemental).
(La dialéctica)
Vamos a enfrentar ahora
el problema de la dialéctica. La dialéctica es un enfoque que
trata de captar toda la realidad exactamente como es, y a la vez como
debiera ser, de acuerdo a lo que ella misma contiene en potencia. La
dialéctica significa conocer las cosas concretamente, con
todas sus características, y no como entes abstractos, vacíos,
reducidos a una o dos características. Por eso la dialéctica
significa ver las cosas en movimiento, es decir, como procesos; por
eso la dialéctica descubre y estudia la contradicción que hay en el
seno de toda unidad, y la unidad a la que tiende toda contradicción.
El pensamiento formal
común, que tiene su coronación en la lógica formal, tiende a
despojar a la realidad de su inmensa riqueza de contenido, de su
infinita complejidad, y reduce todo a esquemas y fórmulas vacías de
contenido. Por eso la lógica formal dice "toda cosa es igual a sí
misma" y dice también "una cosa es o no es". Así se
ahorra el trabajo de tomar en cuenta que en la realidad viva toda cosa
a la vez es y no es, porque en todo hay movimiento; y toda cosa es
igual a sí misma pero a la vez es distinta de sí misma, porque en su
seno hay diferencias, y al haber diferencias hay el germen de
contradicciones. Tomar en cuenta esta realidad, no renunciar a su
conocimiento ni falsear su conocimiento olvidando la riqueza del
contenido del real, contentándose con conocer partes aisladas y
disociadas excepto de una o dos características; al contrario,
penetrar a fondo en la realidad, captarla tal cual es, con su infinita
complejidad, con su inagotable riqueza de contenidos, eso es dialéctica.
En el tiempo de que
dispongamos para nuestro trabajo no podremos estudiar la dialéctica.
Para eso -mejor dicho, para una introducción al estudio de la dialéctica-
necesitaríamos por lo menos tantas reuniones como las que dedicaremos
a todo el estudio del marxismo. Pero lo importante es que de aquí
salga en limpio lo siguiente:
La realidad es
maravillosa e infinitamente rica en complejidad, en contradicciones,
en movimiento. Hay dos enfoques para conocerla:
- el enfoque más
elemental, más simple: el enfoque del pensamiento común. Este
enfoque dice: la realidad es demasiado compleja; no puedo captarla tal
cual es, porque entonces no entiendo nada. Para entenderla tengo que
tomar las cosas una por vez, separándolas, poniéndolas una al lado
de otra, evitando que se mezclen o cambien de lugar o se transformen.
Este pensamiento, que es abstracto, es decir, que separa, que desgaja
lo que en realidad está unido, es el pensamiento formal abstracto;
- por el contrario, hay
un enfoque que trata de captar la realidad tal cual es: rica,
contradictoria, móvil. Este enfoque no se conforma con entender la
realidad en partes y vaciada de contenido; al contrario, exige
aprehender a la realidad con todo lo que ella tiene. Este enfoque es
precisamente el pensamiento dialéctico.
Con esto, queda dicho
que la dialéctica no se reduce en modo alguno a la serie de
"leyes" que los manualitos presentan como dialéctica: la
transformación de la cantidad en calidad, la unidad de los
contrarios, etc. Estas son solamente algunas partes de la dialéctica,
que es la lógica, y nada más que partes. Y ponerlas separadas del
conjunto, como recetas a aplicar a la realidad, es lo más antidialéctico
que pueda concebirse. Recién entramos en el terreno de la dialéctica
cuando nos esforzamos por comprender cuándo, dónde y en qué
condiciones una cantidad se transforma en calidad, o un polo se
transforma en su opuesto, etc. Es decir, sólo entramos en el terreno
de la dialéctica cuando nos esforzamos por captar la realidad viva,
en su totalidad, con su movimiento, sus contradicciones y sus
mutaciones.
En las sociedades
primitivas el hombre pensaba concretamente. Para el hombre primitivo,
en cada elemento de la realidad se encuentran lo uno y lo múltiple,
el quietismo y el movimiento, la identidad y la diferencia. El hombre
primitivo pensaba dialécticamente porque pensaba en concreto, es
decir, veía las cosas como totalidades, en el conjunto, con toda la
riqueza de su contenido. Por eso el lenguaje del hombre primitivo
pinta y describe a la realidad en toda su riqueza: el primitivo no
dice "esto" en abstracto, dice "esto que toco",
"esto que está muy cerca", "esto que está de
pie" o "esto que está al alcance de mi vista". El
primitivo no entiende cosas aisladas; ve situaciones, conjuntos,
totalidades. Del mismo modo, los niños pequeños no entienden letras,
pero entienden palabras, es decir, conjuntos concretos que tienen un
sentido.
Pero cuando la
humanidad comenzó a dominar la naturaleza y a conocerla mejor, pudo y
debió crearse una formidable herramienta intelectual, que es el
concepto abstracto. El hombre pudo dejar de ver las cosas en su
totalidad, pudo descomponerlas en partes, pudo analizarlas, pudo hacer
abstracción. El hombre aprendió a decir "este" en
abstracto y "este árbol", sin decir "este árbol verde
aquí sobre la colina" como decía el primitivo. Así,
desmenuzando la realidad en partes, pudo avanzar el conocimiento. Así
avanzaron las ciencias naturales. La lógica formal, con su afirmación
de que una cosa es o no es, coronó esta aspiración del pensamiento
abstracto y fue un formidable paso adelante... pero a la vez un
formidable paso atrás. Un formidable paso adelante porque permitió
aplicarse al análisis minucioso de los elementos y partes integrantes
de la realidad; permitió el estudio intensivo de los mismos y aportó
así la inmensa masa de conocimientos que constituyen las ciencias
naturales. Pero el pensamiento abstracto y la lógica formal
significaron también un formidable paso atrás, en el sentido de que
se perdió para muchos siglos esa riqueza que caracterizaba el
pensamiento del primitivo, esa frescura de la capacidad para
aprehender la realidad como es, como un todo complejo y cambiante,
lleno de cualidades y atributos.
La dialéctica recupera
para el pensamiento esa riqueza de contenido, esa creación, esa
frescura del pensamiento del hombre primitivo, pero le incorpora el
rigor, la precisión, la exactitud que han aportado siglos de
pensamiento abstracto y lógica formal.
Como dice Lefebvre, la
dialéctica es la plena captación por el pensamiento de toda la
efervescencia tumultuosa de la materia, el ascenso de la vida, la
epopeya de la evolución, interrumpida de pronto por catástrofes;
todo el drama cósmico, en fin. "La verdad está en la
totalidad", dice Hegel. Es decir, la idea verdadera es superación
de las verdades limitadas y parciales, que se transforman en errores
al considerarlas inmóviles. Sólo la captación de la totalidad,
donde se unen lo idéntico y lo distinto, la quietud y el movimiento,
lo uno y lo múltiple –es decir, sólo la captación de lo
concreto-, sólo eso nos muestra la verdad. En estas fórmulas –que
no son fórmulas, sino la síntesis de toda la prodigiosa evolución
del pensamiento humano- se contiene todo el pensamiento dialéctico y
esta es la genial aportación de Hegel al pensamiento humano.
La lógica formal dice
que toda cosa es idéntica consigo misma. Pero para esto es preciso
que sea diferente de todas las demás, de modo que la identidad más
pura supone ya la diferencia, pero la lógica formal no toma nota de
esto.
Por otra parte, el
hecho de que la identidad, aun la identidad más abstracta, contiene
en sí la diferencia, se revela en todo juicio en que el predicado es
distinto del sujeto. Al decir, por ejemplo, la rosa es roja,
decimos que la rosa, sin dejar de ser una rosa, es roja, vale decir,
algo distinto que la rosa. Si quisiéramos evitar esa diferencia en el
seno de la unidad, si quisiéramos cumplir rigurosamente con el
principio lógico formal de que toda cosa es idéntica a sí misma y
no puede ser a la vez idéntica y diferente, entonces el pensamiento
sería algo completamente vacío, y los únicos juicios serían
juicios propios de retardados al estilo de "la rosa es... la
rosa"; "la vida es... la vida", etc. En cuanto queremos
hacer juicios inteligentes, en cuanto queremos conocer las cualidades
de lo real y captar su complejidad, entonces fatalmente rompemos con
la lógica formal y manejamos a la vez la identidad y la diferencia de
cada cosa consigo misma.
Por eso explica Hegel
que "quien postula que no existe nada que lleve dentro de sí la
contradicción, como la identidad de los contrarios, postula, al mismo
tiempo, que no existe nada vivo. Pues la fuerza de la vida consiste
precisamente en llevar dentro de sí la contradicción, es soportarla
y superarla. Este poner y quitar de la contradicción de unidad ideal
y disgregación real de los términos forma el proceso constante de la
vida, y la vida no es más que como proceso".
Y en otro lugar dice
Hegel: "nada hay en lo que no se pueda y se deba mostrar la
contradicción, es decir, las determinaciones opuestas; el abstraer
del intelecto es el aferrarse violentamente a una determinación, un
esfuerzo para oscurecer y alejar la conciencia de la otra determinación
que allí se encuentra" (Lógica, parágrafo 89). Y más
adelante: "la proposición que expresa la identidad es: toda cosa
es idéntica a sí misma: A=A, y negativamente, A no puede ser a la
vez A y no-A. Esta proposición, en vez de ser una verdadera ley del
pensamiento, no es sino la ley del intelecto abstracto. (...) Cuando
se afirma que el principio de identidad no puede ser probado, sino que
toda conciencia le presta su adhesión y que la experiencia lo
confirma, a dicha pretendida experiencia hay que oponer la experiencia
universal de que ninguna conciencia piensa, ni tiene representaciones,
ni siquiera habla según esa ley; y que ninguna existencia, cualquiera
que sea, existe según ella. El hablar según esta pretendida ley de
la verdad (un planeta es... un planeta; el magnetismo es...
magnetismo; el espíritu es... el espíritu) pasa, con plena razón,
como un hablar estúpido, y ésta sí que es una experiencia
universal" (Lógica, parágrafo 115).
Hemos dicho que la dialéctica
es pensamiento concreto, y hemos señalado las limitaciones del
pensamiento abstracto. ¿Qué quiere decir "pensamiento
abstracto"? Oigamos a Hegel: "¿Quién piensa en abstracto?
El hombre inculto, no el culto. Me limitaré a poner algunos ejemplos:
un asesino es conducido al cadalso. Para el pueblo común no es otra
cosa que un asesino. Tal vez las damas, al verlo pasar, comenten su
aspecto físico, digan que es un hombre fuerte, hermoso, interesante.
Al escuchar esto, el hombre de pueblo exclamará indignado: ¡Cómo!
¡Un asesino hermoso! Un conocedor del hombre tratará de indagar la
trayectoria seguida por la educación de este criminal; descubrirá
tal vez en su historia, en su infancia o en su primera juventud, o en
las relaciones familiares del padre y de la madre; descubrirá que una
ligera transgresión de este hombre fue castigada con una fuerza
exagerada que le hizo rebelarse contra el orden existente, que lo hizo
colocarse al margen de este orden y acabó empujándolo al crimen para
poder subsistir". Pues bien; pensar así, ver todo el proceso con
todos sus elementos, es pensar en concreto. En cambio, pensar en
abstracto es el pensamiento vulgar, que no ve en el asesino más que
esa nota única y aislada, abstracta, la de que es un asesino, de tal
modo que esta simple cualidad destruye y no deja ver cuanto hay en él
de naturaleza humana.
Como modelo de
pensamiento dialéctico, de pensamiento concreto, que se mueve a través
de la inseparable unidad de los contrarios, veamos estas líneas de
Trotsky:
"Interdependencia
dialéctica del fin y de los medios
El medio sólo puede
ser justificado por el fin. Pero éste, a su vez, debe ser
justificado. Desde el punto de vista del marxismo (...) el fin está
justificado si conduce al acrecentamiento del poder del hombre sobre
la naturaleza y a la abolición del poder del hombre sobre el hombre.
¿Esto significa que
para alcanzar tal fin todo está permitido? (...) Está permitido lo
que conduce realmente a la liberación de la humanidad. (...)
¿Eso significa, a
pesar de todo, que en la lucha de clases contra el capitalismo todos
los medios están permitidos: la mentira, la falsificación, la traición,
el asesinato, etc.? (...) Sólo son admisibles y obligatorios los
medios que acrecen la cohesión revolucionaria del proletariado,
inflaman su alma con un odio implacable por la opresión, le enseñan
a despreciar la moral oficial y a sus súbditos demócratas, le
impregnan con la conciencia de su misión histórica, aumentan su
bravura y su abnegación en la lucha. Precisamente de eso se desprende
que no todos los medios están permitidos. Cuando decimos que el fin
justifica los medios resulta para nosotros la conclusión de que el
gran fin revolucionario rechaza, en cuanto medios, todos los
procedimientos y métodos indignos que alzan a un parte de la clase
obrera contra las otras, o que intentan hacer la dicha de las demás
sin su propio concurso, o que reducen la confianza de las masas en
ellas mismas y en su organización, sustituyendo tal cosa por la
adoración de los ‘jefes’. (...)
El materialismo dialéctico
desconoce el dualismo de medios y fines. El fin se deduce naturalmente
del movimiento histórico mismo. Los medios están orgánicamente
subordinados al fin. El fin inmediato se convierte en medio del fin
ulterior. En su drama Franz von Sickingen, Ferdinand Lasalle
pone las palabras siguientes en boca de uno de sus personajes:
No muestres sólo el
fin, muestra también la ruta
Pues el fin y el camino tan unidos se hallan
que uno en otro se cambian
y cada ruta descubre un nuevo fin
(...) La
interdependencia del fin y de los medios está expresada, en el caso
de los versos reproducidos, de un modo enteramente exacto. Es preciso
sembrar un grano de trigo para cosechar una espiga de trigo" (Su
moral y la nuestra).
En 1922 Lenin afirmó
que "debemos organizar un estudio sistemático, dirigido desde el
punto de vista de la dialéctica de Hegel". Esta es,
efectivamente, una gran tarea abierta ante el pensamiento marxista.
Pero las burocracias
son conservadoras y antidialécticas por definición. Su prosperidad
depende de la administración de lo que existe, no de su modificación.
Por eso su "filosofía" es la escolástica y el dogmatismo
que codifican y repiten lo ya pensado, y no admiten innovación ni
problema nuevo alguno. Se explica así que la "filosofía"
inspirada en Stalin y compañía haya tratado a la dialéctica y a
Hegel como a un perro muerto.
El espíritu de la
burocracia es ferozmente estático y antidialéctico. No quiere
innovaciones ni discusiones. Veamos el trabajo de Zhdanov "Sobre
la historia de la filosofía". Zhdanov era secretario del Comité
Central del Partido Comunista ruso, y este es un discurso suyo con el
cual se clausuró el congreso de filosofía realizado en Rusia en
1947. Zhdanov vapulea terriblemente al autor de una historia de la
filosofía y dice que "el autor comete errores esenciales que
afectan inclusive a los principios". ¿Cuáles son esos
"errores esenciales" que "afectan a los
principios"? Son, dice Zhdanov, "por ejemplo", la
afirmación de que "el camino al método dialéctico fue
preparado por las conquistas de las ciencias naturales desde la
segunda mitad del siglo XVIII. Esto está en radical contradicción
con la célebre tesis de Engels, según la cual el camino al método
dialéctico fue preparado por la estructura celular del organismo, por
la teoría de la conservación y la transformación de la energía y
por la teoría de Darwin. Todos estos descubrimientos corresponden al
siglo XIX". Es decir, que la burocracia moscovita prohibe a un
filósofo decir que el método dialéctico fue preparado por las
conquistas científicas del siglo XVIII, y se lo prohibe porque Engels
dijo que las conquistas en cuestión eran del siglo XIX, y la
burocracia entiende que disentir con Engels en esta cuestión cronológica
es "un error esencial que afecta a los principios". Desde
luego, en semejante clima no es posible que se desarrolle el
pensamiento dialéctico, y ni siquiera los estudios sobre la dialéctica.
Y si acaso estos estudios surgen, la burocracia los extirpa rápida y
radicalmente. En este mismo discurso, Zhdanov no deja lugar a dudas:
"la discusión que ha tenido lugar aquí a propósito de Hegel es
bastante extraña. Hace tiempo que está resuelta la cuestión de
Hegel. No hay ninguna razón para plantearla de nuevo".
Efectivamente, para la burocracia no hay ninguna razón para plantear
de nuevo el problema de la dialéctica, "el álgebra de la
revolución", como la llamó el gran revolucionario ruso Herzen.
Nosotros en cambio recordamos a Lenin: "debemos organizar el
estudio sistemático de la dialéctica de Hegel". Para iniciar
este estudio yo sugiero el libro de Ernst Bloch El pensamiento de
Hegel, editado por el Fondo de Cultura Económica.
En una frase famosa,
Marx y Engels hablaron de "poner a la dialéctica de Hegel sobre
sus pies". Esto no quiere decir que de la dialéctica hegeliana
puedan tomarse dos o tres cosas aisladas y agregárselas a una
concepción materialista vulgar del mundo. No. El pensamiento dialéctico
de Hegel impregna totalmente el marxismo.
Hegel efectuó –en términos
idealistas y con lenguaje muy oscuro, hablando del "en sí",
de la "negatividad", del "ser otro", etc.- un análisis
muy riguroso del pensamiento humano a través de la contradicción.
Poner la dialéctica sobre sus pies quiere decir estudiar
concretamente, en la realidad del desarrollo, cómo se han ido
produciendo esas fases, esos estados del desarrollo, esas transiciones
que Hegel analiza en términos idealistas pero con una tremenda
capacidad para comprender el elemento de contradicción y del
movimiento. Y esta es una tarea que el marxismo tiene que realizar. Yo
sólo conozco dos obras en que el pensamiento marxista ha realizado
este "enderezamiento" de la dialéctica, donde la realidad
ha sido captada en su evolución, en sus contradicciones, en sus
diversas fases cuantitativas y cualitativas. Esas obras son El
capital de Marx y la Historia de la Revolución Rusa de
Trotsky. Pero el campo a explorar es inmenso todavía; prácticamente
es toda la realidad.
Poner la dialéctica
sobre sus pies es lo que hace Marx en El capital, es decir,
desarrollar dialécticamente una ciencia, en este caso el análisis
económico de la sociedad capitalista. En cambio, tomar alguno de los
fenómenos naturales, o un conjunto de conocimientos científicos, y
utilizarlos como ejemplos de que la cantidad se transforma en
cualidad, o de alguna otra ley de lógica dialéctica, eso –que
hacen los manualitos que pretenden enseñar marxismo- es una insolente
caricatura del pensamiento dialéctico y por lo tanto del marxismo.
(El materialismo)
Enfoquemos ahora el
tema del materialismo. "El materialismo inteligente -dice Lenin-
se halla más cerca del idealismo inteligente que del materialismo
necio". Esto es asó porque el marxismo tomó como elemento
esencial la actividad creadora del hombre –que es el tema en el que
ha insistido el idealismo- y rechaza absolutamente la concepción del
hombre como mero ente totalmente producido por circunstancias
externas, que es lo que cree el materialismo vulgar.
Por su parte, señala
Engels que "la aplicación exclusivista del rasero de la mecánica
a los fenómenos que eran de naturaleza química y orgánica y en los
que, aunque rigieran leyes mecánicas, éstas pasaban a segundo plano
ante otras superiores a ellas, constituye una de las limitaciones
específicas" del materialismo clásico. Efectivamente, el
materialismo clásico sólo reconoce como "materia" a lo mecánico,
incluido lo físico y lo químico, pero ignorando totalmente esa
materia constituida fundamentalmente por relaciones interhumanas,
sociales y psicológicas.
Tengamos entonces bien
presente que la materia que toma como base el marxismo no es la
materia física o la naturaleza mecánica, ni una materia general
carente de cualidades. La materia de que parte el marxismo es el
conjunto de relaciones sociales que presuponen ciertamente una
naturaleza mecánica y, sobre todo, fisiológica, pero que no
coinciden, ni mucho menos, con ella. La materia de que toma su nombre
el materialismo histórico no es nada más ni nada menos que la relación
de unos hombres con otros y con la naturaleza (Bloch).
El materialista vulgar
no ve, dice Marx, que "el mundo sensible que lo rodea no es una
cosa dada inmediatamente desde la eternidad, siempre igual a sí
misma. Es un producto histórico: el resultado de una actividad de una
larga serie de generaciones, de las cuales cada una se apoya sobre las
espaldas de la precedente, y va desenvolviendo su industria y su
comercio y modificando su organización social de acuerdo con las
necesidades nuevas que se suscitan. Aun los objetos de la
‘certidumbre sensible’ más inmediata le son dados (...) sólo
graxias al desarrollo de la sociedad, la industria y el comercio"
(La ideología alemana).
Y en sus "Tesis
sobre Feuerbach", que ya citamos en la reunión anterior, Marx
dice: "El defecto fundamental de todo materialismo anterior (...)
es que sólo concibe la cosa, la realidad, la sensoriedad, bajo la
forma de objeto o de intuición, pero no como actividad
sensorial humana, como práctica, no de un modo
subjetivo" (Tesis I). "La teoría materialista de que los
hombres son producto de las circunstancias y de la educación, y por
lo tanto hombres modificados, producto de circunstancias distintas y
de una educación distinta, olvida que las circunstancias son
cambiadas precisamente por los hombres y que el propio educador
necesita ser educado" (Tesis III).
El materialismo vulgar
–que es lo que los stalinistas pretenden hacer pasar por marxismo-
cae en la metafísica de la materia, y aun de la materia mecánica, no
de la materia constituida por las relaciones sociales y la actividad
del hombre. Este materialismo vulgar considera a la materia como una
cosa totalmente aislada, perennemente aislada del sujeto, del hombre,
siempre condicionando al hombre y nunca condicionada por el hombre.
En realidad, la metafísica
de la materia, la creencia en que la materia tiene una independencia
absoluta respecto del sujeto que conoce –es decir, que la
transforma- tiene un origen religioso, y por eso precisamente el
materialismo vulgar se lleva tan bien con el sentido común. Todas las
religiones han enseñado y enseñan que el mundo, la naturaleza, el
universo, han sido creados por Dios antes de la creación del hombre,
y por lo tanto el hombre ha encontrado el mundo ya acabado, catalogado
y definido de una vez y para siempre. Por eso cuando el materialismo
vulgar dice que la materia existe absolutamente independiente del
sujeto que conoce, no hace más que confirmar esa creencia religiosa
en que "Dios creó al mundo antes que al hombre".
El marxismo, por el
contrario, afirma que desde luego el mundo físico existió antes que
el hombre; el universo existió antes de la aparición del hombre.
Pero si bien esto es cierto, el marxismo enseña que desde que el
hombre aparece sobre la tierra, la materia deja de existir
independientemente de la conciencia del hombre, porque desde el primer
momento el hombre actúa en y sobre la materia, y la transforma. De
modo que si es cierto que el objeto existió por sí solo antes de la
aparición del sujeto, desde la aparición del sujeto el objeto pierde
su independencia, entra en permanente relación con el sujeto, y
sujeto y objeto sólo existen en función y a través del otro, sin
que ninguno pueda concebirse "independientemente" del otro.