Vemos entonces que a
distintas organizaciones sociales corresponden distintas
personalidades humanas, distintas "naturalezas" humanas.
Pero ¿cuáles son los aspectos decisivos, los puntos neurálgicos en
que origina la diferencia entre una sociedad y otra? El marxismo
responde a esto con el concepto de "relaciones de producción".
"Hay –dice Marx-
una verdad de evidencia tal que se impone darla por presupuesta y
admitida. Y consiste ella en que el hombre, a fin de poder vivir,
tiene que satisfacer ciertas necesidades ineludibles: ante todo la de
alimentarse, cubrir su desnudez, cobijarse bajo techado, etc. Si no
las satisface, no podrá vivir, ni menos aún hacer historia. En
consecuencia, el primer hecho de la historia del hombre –hecho que
debe cumplirse cada día y cada hora, hoy como hace siglos- estriba en
producir los medios con que sostener su vida material. (...) Lo
primero, pues, que debe proponerse todo historiador es examinar en
todo su significado y hacer justicia a este hecho fundamental. (...)
"Es un hecho,
pues, que determinados individuos que trabajan y producen de
determinada manera contraen relaciones sociales y políticas. ¿Cuál
es concretamente ese vínculo que media entre la organización social
y la producción? A eso no cabe responder por vía especulativa. Ella
debe estudiarse empíricamente en cada caso (...) En cualquier período
histórico que consideremos hallaremos una suma de fuerzas
productivas, de circunstancias, de un modo de relacionarse los
individuos con la naturaleza y entre sí, que la generación de ese
período ha recibido en herencia de la inmediata precedente. La nueva
generación modifica sin duda el patrimonio legado por la generación
anterior. Pero eso no quita que aquél influya poderosamente sobre
ella, prescribiéndole el camino por donde ha de desenvolverse y
confiriéndole carácter especial. Por tanto, las circunstancias hacen
a los hombres no menos que los hombres a las circunstancias. Esta suma
de fuerzas productivas y formas de relación social, que cada
individuo y cada generación encuentra ante sí como algo
independiente de su voluntad, es el fundamento real del
hombre..." (La ideología alemana).
"Los mismos
hombres que establecen las relaciones sociales conforme a su
productividad material, producen también los principios, las ideas,
las categorías, conforme a sus relaciones sociales" (Miseria
de la filosofía).
Ahora bien: estas
ideas, estas categorías o estas creencias populares tienen la misma
energía que una fuerza material. En las relaciones sociales no hay
fuerza material pura; la fuerza material se acompaña de una forma
ideológica, y la forma ideológica tiene un contenido material.
"Los hombres hacen su propia historia –explica Marx- pero no la
hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos
mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran
directamente, que existen y transmiten el pasado. La tradición de
todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de
los vivos" (El 18 brumario de Luis Bonaparte, I).
Cuando Marx habla de
"economía" no se refiere a la producción en general, sino
a las relaciones de producción, es decir, a las relaciones de los
hombres con la naturaleza y entre sí en torno a los medios de
producción.
Casi desde el momento
en que comenzó a difundirse el pensamiento marxista fue calumniado
–por enemigos y por supuestos partidarios- con la afirmación de que
el marxismo es una "interpretación económica de la
historia". Ya veremos que esto es totalmente falso. Lo único
cierto es que el marxismo puso énfasis en la necesidad de estudiar la
organización económica de la sociedad.
Para captar sin
deformaciones qué es lo que el pensamiento marxista afirma sobre la
naturaleza de la organización social, es necesario abandonar
expresiones como "estructura económica" o "base económica"
de la sociedad. Marx y Engels –sobre todo Engels- utilizaron a veces
estas expresiones para hacer su pensamiento más accesible, más didáctico.
Pero hoy día, a fuerza de simplificar esas expresiones, a fuerza de
repetirlas como recetas y desglosarlas del conjunto del pensamiento de
Marx, esas palabritas "estructura" o "base" sirven
para deformar el marxismo. Por eso nosotros preferimos no hablar de
"estructura" y menos aún de "base" sino de formación
económico-social, concepto que amplía Marx en El capital.
En tres palabras cargadas de sentido, explica Lefebvre, este concepto
designa los elementos de la sociedad y reconstruye su totalidad
indicando que esa totalidad es un devenir, una historia. Debemos
distinguir lo económico de lo social, que son dos niveles de la
realidad. Tomados aisladamente son abstracciones unilaterales. Lo
concreto no existe sino en su unidad, y solamente se lo capta
concibiendo su unidad.
La relación entre lo
económico y lo social –explica Lefebvre- no puede concebirse como
una unidad confusa, ni como una jerarquía estática, ni como una
simetría, ni como una reducción, ni como ningún otro tipo de relación
lógica. Marx compara lo económico al esqueleto, y su estudio a la
anatomía, mientras que la ciencia de lo social se aproximaría a la
fisiología. En un sentido, por lo tanto, lo económico es más real
que lo social: el organismo superior tiene necesidad de un esqueleto;
sin embargo, lo fisiológico es superior a su "condición",
porque sólo él vive. Lo social representa un desarrollo de la economía,
representa el desarrollo de sus contradicciones. Los fenómenos
sociales son más ricos, más complejos que su esencia "económica".
Ahora bien, en esencia,
la formación económico-social consiste en esto: hombres que
establecen determinadas relaciones con otros hombres. Como explicaba
Labriola, "en las vulgarizaciones de la sociología marxista, las
condiciones, las relaciones, las correlatividades de coexistencia económica
se transforman (...) en alguna cosa existiendo imaginariamente por
encima de nosotros, como si en el problema hubiera otros elementos que
éstos: individuos e individuos, es decir, locatarios y propietarios,
terratenientes y arrendatarios, capitalistas y asalariados, patrones y
domésticos, explotados y explotadores, en una palabra, hombres y
otros hombres que, en condiciones dadas de tiempo y lugar, se
hallan en relaciones diferentes de dependencia recíproca..." (Filosofía
y socialismo, subrayado de MP).
Dice Engels que
"la concepción materialista de la historia parte de la tesis de
que la producción y con ella el intercambio de lo producido es la base
de todo orden social" (AntiDühring, subrayado de MP).
Este párrafo es extremadamente peligroso para la comprensión del auténtico
pensamiento marxista si quedan sin aclarar dos cosas fundamentales: 1)
la "producción" a que se refiere Engels no debe entenderse
como producción en general, como proceso técnico de producir, sino
en el sentido de las relaciones de producción, es decir, las
relaciones que los hombres contraen en el proceso de producción y
reproducción de su vida; 2) "base" es aquí una mala
palabra, porque sugiere algo estático y netamente separado y
separable de lo que está sobre la base. Pero, en realidad, las
relaciones que losa hombres contraen en el proceso de producción son
dinámicas por definición; además, estas relaciones sólo pueden
separarse de todas las restantes en el análisis, en la abstracción
del pensamiento, pero en la realidad están inseparablemente unidas.
Esto que acabamos de
decir, ¿significa que Engels "se equivocó" o que
conscientemente deformó el pensamiento marxista que él mismo
contribuyó a crear? No. Lo que ocurre es que, como explica Lefebvre,
"después de haber contribuido a la formación del marxismo,
Engels se ocupó de exponerlo didácticamente... Pese a su genio,
igual al de Marx, Engels tendía a simplificar pedagógicamente los
problemas, a suponerlos resueltos, y por eso a esquematizar y
sistematizar" (Problemas actuales del marxismo, III).
Y ya al término de su
vida el propio Engels advirtió los tremendos peligros que significaba
para el marxismo esa simplificación pedagógica de su pensamiento;
por eso afirmaba Labriola que leyendo sus cartas últimas "se ve
claramente que Engels temía que el marxismo se hiciera muy rápido
una doctrina barata" (Filosofía y socialismo). Por eso,
para hacerle justicia a Engels y para comprender el auténtico
pensamiento marxista, conviene leer esas últimas cartas de Engels,
que son sus últimas obras teóricas:
"La concepción
materialista de la historia también tiene hoy día un montón de
amigos a quienes les sirve de excusa para no estudiar historia. (...)
En general, la palabra materialista les sirve a muchos jóvenes
escritores alemanes de simple frase mediante la cual se rotula, sin más
estudio, toda clase de cosas; pegan esa etiqueta y creen que la cuestión
está resuelta. Pero nuestra concepción de la historia es, por sobre
todo, una guía para el estudio... Es necesario reestudiar toda la
historia, deben examinarse en cada caso las condiciones de existencia
de las diversas formaciones sociales antes de tratar de deducir de
ellas los conceptos políticos, jurídicos, estéticos, filosóficos,
religiosos, etc." (Carta a Conrad Schmidt, 5-8-190). Obsérvese cómo
aquí Engels no habla de "base" sino de "formación
social".
Y en otras cartas dice:
"Según la concepción marxista de la historia, el elemento
determinante de la historia es en última instancia la producción
y reproducción de la vida real. Ni Marx ni yo hemos afirmado nunca más
que esto; por consiguiente, si alguien lo tergiversa transformándolo
en la afirmación de que el elemento económico es el único
determinante, lo transforma en una frase sin sentido, abstracta y
absurda" (Carta a J. Bloch, 21-8-1890). Recordemos lo que quiere
decir concreto y abstracto; hablamos de eso en la reunión en
que trabajamos sobre Hegel.
"Marx y yo tenemos
en parte la culpa de que los jóvenes escritores le atribuyan a veces
al aspecto económico mayor importancia que la debida. Tuvimos que
subrayar este principio fundamental frente a nuestros adversarios,
quienes lo negaban, y no siempre tuvimos tiempo, lugar ni oportunidad
de hacer justicia a los demás elementos participantes en la interacción.
Pero cuando se trata de presentar un trozo de historia, esto es, de
una aplicación práctica, la cosa es diferente y no hay error
posible" (Carta a J. Bloch del 21-9-1890).
"No tiene más que
mirar El 18 brumario de Marx, que trata casi exclusivamente del
papel particular desempeñado por las luchas y acontecimientos
políticos, desde luego dentro de su dependencia general de las
condiciones económicas. (...) Lo que les falta a esos señores es
dialéctica. Nunca ven otra cosa que causa por aquí y efecto por allá.
El que esto es una abstracción vacía, (...) y el que todo es
relativo y nada absoluto, esto nunca terminan de verlo. Para ellos
Hegel nunca existió" (Carta a Conrad Schmidt, 27-10-1890).
Queda claro entonces
que el marxismo, como todas las esferas en que transcurre la actividad
del hombre, es una esfera concéntrica, y que en el centro –centro
que es a la vez punto de partida y el límite de todo el conjunto- se
hallan las relaciones que los hombres contraen en el proceso de
producción y reproducción de su vida. Esto no significa, de ningún
modo, que todo lo que el hombre hace esté directamente vinculado a
las relaciones existentes en torno a la producción. Como plantea
Antonio Gramsci "La pretensión de presentar y explicar toda
fluctuación de la política y de la ideología como una expresión
inmediata de la estructura debe ser combatida teóricamente como un
infantilismo primitivo, y prácticamente debe ser combatida con los
testimonios auténticos de Marx, escritor de obras políticas e históricas
concretas" (El materialismo histórico y la filosofía
de Benedetto Croce, traducción de MP).
Esta interpretación
concreta, fresca, esencialmente dialéctica del pensamiento marxista
la encontramos en la primera obra de Lenin, que escribió cuando tenía
24 ó 25 años. En ella Lenin pone el énfasis en el concepto marxista
de "formación económico-social", y cita este concepto de
Marx. Y polemiza contra quienes tergiversan el marxismo, pretendiendo
reducirlo a un determinismo económico y "atribuyéndole el propósito
absurdo de no tomar en consideración todo el conjunto de la vida
social". Y Lenin afirma que los marxistas "han sido los
primeros socialistas que señalaron la necesidad de analizar no sólo
el aspecto económico, sino todos los aspectos de la vida
social", ¡y para demostrarlo cita los trabajos de la juventud de
Marx, los trabajos de 1843! (Quiénes son los Amigos del Pueblo).
Es decir: Lenin, aunque su formación filosófica es entonces todavía
elemental, aunque no ha trabajado a Hegel, capta lo esencial del
marxismo, que busca captar concretamente a la sociedad y no la
"divide" torpemente en "lo económico", que sería
"lo fundamental", y "lo ideológico", que sería
"lo secundario".
Por el contrario, en
Stalin vemos desde el comienzo y hasta su última obra un pensamiento
torpemente mecanicista, que considera al marxismo como un sistema de
verdades listo para que los escolares lo aprendan de memoria y que
intenta torpemente "explicar" todo como un simple producto
de la economía o la clase social. Veamos este párrafo de una de las
primeras obras de Stalin que en calidad de pensamiento es tan
antimarxista como la última que escribió antes de morir: "La
vida contemporánea está montada según normas capitalistas; en ella
existen dos grandes clases: la burguesía y el proletariado. En
correspondencia con estas dos clases hay una doble conciencia de
clase, burguesa y socialista. La segunda se ajusta a la situación del
proletariado" (Anarquismo y socialismo, 1905).
(Concepción
materialista de las ideologías)
El hacer y el pensar
están inseparablemente unidos, son momentos inseparables de una misma
actividad humana, pero no son idénticos. Lo que el hombre piensa
sobre lo que hace no siempre coincide con lo que en realidad hace. Hay
profundas influencias de orden social –en primer término la lucha
de clases- y de origen afectivo –esencialmente el sexo- que inciden
para que el hombre se engañe a sí mismo acerca de su actividad y de
sus obras.
Tomemos el caso de
nuestro grupo. Todos los que estamos aquí tenemos ciertas ideas
acerca de la existencia y las funciones de este grupo y de sus
relaciones con otros grupos. Ahora bien: estas ideas pueden no
coincidir con lo que realmente es este grupo, con lo que realmente
hace. Y para comprender realmente lo que este grupo es, no podríamos
basarnos en lo que sus integrantes creen, sino en lo que el grupo
hace.
Esto vale no sólo para
nuestro grupo sino para toda la sociedad. El marxismo busca "la
base real de la ideología" (La ideología alemana), es
decir, cuáles son las condiciones en las que se origina lo que el
hombre piensa que él es. "En la vida corriente –dice Marx-
cualquier tendero sabe distinguir muy bien entre lo que alguien
pretende ser y lo que de veras es. Lo que es nuestros historiadores,
no han alcanzado ese trivial conocimiento. Ellos le creen bajo palabra
a una época que es realmente lo que dice y lo que imagina ser. (...)
Habrá que rastrear en las ilusiones, sueños y torcidas imaginaciones
(...) que se explican muy sencillamente por su posición en la vida,
sus ocupaciones y la división del trabajo" (La ideología
alemana).
"La voluntad está
movida por la pasión o por la reflexión. Pero los resortes que a su
vez mueven directamente a éstas son muy diversos. (...) Hay que
preguntarse qué fuerzas propulsoras actúan, a su vez, detrás de
esos móviles. (...) Todo lo que mueve a los hombres tiene que pasar
necesariamente por sus cabezas, pero la forma que adopte dentro de
ellas depende en gran parte de las circunstancias" (Engels, Ludwig
Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana). Y esas
circunstancias son, en esencia, el sistema de relaciones entre los
hombres.
La psicología moderna
comprende que los actos del enfermo mental no son meras
"locuras" carentes de sentido, sino que tienen un profundo
sentido cuya explicación ha de encontrarse en la vida del enfermo. El
marxismo comprendió mucho antes que toda ideología –incluyendo el
prejuicio y la creencia en los demonios- tiene un sentido que hay que
buscar en la vida real de la sociedad. El pensamiento racionalista clásico
se ocupaba de comparar las ideologías entre sí y con la realidad y,
según lo que surgiera de esa comparación, distinguía entre ideologías
ciertas y falsas, considerando a éstas un producto de la estupidez,
del prejuicio o de la mala fe. El marxismo va mucho más allá. El
marxismo comprende que "toda idea, aunque se falsa, tiene raíces
en la realidad. (...) Aun las fantasmagorías que se finge en su
cerebro se asientan necesariamente sobre su vida material, comprobable
por vía empírica, ligada a ciertos presupuesto materiales: son
sublimaciones de ella [de la vida material]" (La ideología
alemana).
El marxismo estudia al
hombre –es decir, a la sociedad- procurando captarlo concretamente,
tal cual es en la vida real. "Nuestro punto de partida –dice
Marx- no es arbitrario. No es ningún dogma. Se halla en la realidad.
(...) Nuestro punto de partida son los individuos reales, su acción y
sus condiciones de vida materiales, tanto las que se encuentran
realizadas como las que se realizan merced a aquélla" (La
ideología alemana).
(Teoría de las clases
sociales)
Ahora bien: el marxismo
afirma que hay un aspecto de la realidad que es el que más
profundamente penetra al hombre y más completamente lo circunscribe,
condicionando el curso general de su vida exterior e interior. Ese
aspecto de la realidad es la clase social a la que pertenece el
individuo.
"Nosotros –dice
uno de los pocos filósofos marxistas que existen hoy en día- vemos
en la existencia de las clases sociales y en la estructura de sus
relaciones el fenómeno clave para la comprensión de la realidad
social, y esto no por razones dogmáticas de fe o de ideas
preconcebidas, sino simplemente porque nuestra propia investigación,
así como todos los trabajos que hemos podido conocer, nos han
demostrado siempre la importancia excepcional de este grupo social con
relación a todos los otros" (L. Goldmann, Ciencias humanas y
filosofía, traducción de MP).
Efectivamente, todo el
trabajo de la sociología no marxista de nuestros días –trabajo que
se realiza principalmente en EE.UU., ciudadela del imperialismo, al
grito de ¡abajo Marx!- no hace más que poner en evidencia, empírica
y hasta matemáticamente, la decisiva importancia de las clases
sociales en la configuración del hombre contemporáneo. Vemos así
que un sociólogo yanqui, reuniendo una gran masa de información,
dice que "el sueño americano de la igualdad de oportunidades
tiende a despreciar la importancia de las diferencias sociales.
Nuestros clisés culturales afirman que ‘no hay clases en Estados
Unidos’. Pero la circunstancia de que la gente sea propensa a
confundir sus sueños con la realidad y no sea plenamente conciente de
la influencia de factores de clase sobre su conducta y su experiencia
no significa que las clases sociales no existan. Las diferencias de
riqueza, de ingresos, de ocupación, de prestigio, de autoridad y de
poder, que son todas manifestaciones de la estructura de clase,
representan realidades básicas de nuestra existencia" (Mayer,
1955).
Y agrega: Todo, desde
la probabilidad de permanecer vivo durante el primer año de vida
hasta la probabilidad de conocer las mejores obras de arte, la
probabilidad de crecer sano y fuerte, y si se enferma de curarse rápidamente,
la probabilidad de evitar convertirse en delincuente juvenil, y la
probabilidad de obtener una educación superior –todas estas
probabilidades de vida- están crucialmente influenciadas por la
posición que se ocupa en la estructura de clase".
¿En qué se revela la
posición de clase? En una batería de características, en una
constelación de situaciones entre las cuales tenemos: la ocupación,
el ingreso, la riqueza, la duración de la vida, la salud física y
mental, la educación, la protección que acuerda la justicia, la
conducta sexual y familiar (Informe Kinsey), las características
temperamentales, etc.
Las investigaciones
demuestran que la clase social es una constelación, una configuración,
una totalidad de condiciones y formas de vida, que siempre tienden a
marchar juntas, y que se estructuran en torno a la relación que
diversos grupos humanos establecen respecto de otros, en el proceso de
trabajo mediante el cual se mantiene la sociedad entera.
Esas investigaciones
demuestran que existe una elevada correlación matemática –estadísticamente
comprobable- entre condiciones y formas de vida tales como: a) la
propiedad (o falta de propiedad) de medios de producción, de
transporte, de cambio, etc.; b) la ocupación; c) el nivel de ingresos
y la riqueza; d) el poder (la capacidad de controlar a otros); e) el
prestigio; f) la educación. Esas mismas investigaciones psico-sociales
están revelando concretamente cómo la clase modela la personalidad.
Empíricamente se está constatando cómo y a través de qué
mecanismos los niños de las clases dirigentes van estructurando una
personalidad audaz, agresiva, confiada, segura de sí misma,
ambiciosa, mientras que todo lo contrario ocurre con los niños de las
clases explotadas.
En fin, estos estudios
insospechables de marxismo confirman lo que Marx afirmaba en 1846: En
todas las épocas, el pensamiento de la clase que se halla en la cima
del poder ejerce un predominio absoluto. La clase que impera en la
sociedad materialmente, impera a la par espiritualmente.
La clase que tiene a su alcance los medios para la producción
material, dispone también de los medios para la producción
espiritual [ante todo, el tiempo. MP], de modo que impone su
pensamiento a los que, por carecer de los medios materiales, no pueden
ser productivos espiritualmente" (La ideología alemana).