Milcíades
Peña
Introducción al
pensamiento de Marx - 0 6
Sexta
parte
(Teoría de las clases
sociales / continuación)
No hay que confundir la
posición de clase con la cantidad de dinero que se gana. Desde luego,
la clase dominante en su conjunto gana mucho dinero, mientras que la
clase oprimida, en su conjunto, gana apenas lo necesario para vivir.
Pero en los sectores intermedios de la sociedad, y dentro de cada
clase, las cosas no son tan netas y un burgués puede ganar cien veces
más que otro, sin dejar de ser ambos burgueses.
Por eso dice Marx que
la división en clases no está fundada ni en la magnitud de la
fortuna ni en la de la renta: "El grosero buen sentido transforma
la distinción de las clases en amplitud del portamonedas. (...) La
medida del portamonedas es una diferencia puramente cuantitativa, por
lo que se puede siempre lanzar uno contra otro a individuos de la
misma clase" (La Sagrada Familia).
Por otra parte, tampoco
debe confundirse la clase social con la profesión. Dentro de cada
clase existen infinidad de profesiones. Como señala el sociólogo
francés Edmond Goblot: "Son las clases las que influyen en la
elección de las profesiones. Un burgués no se hace cerrajero o
carpintero" (Goblot, citado por Gurvitch, El concepto de
clases sociales); y agrega: "hombres de profesiones muy
diferentes son idénticos en cuanto burgueses y se tratan como
iguales". Entonces, pues, "la burguesía se reservaría las
profesiones de iniciativa, mando, inteligencia, y dejaría a las
clases populares los oficios de ejecución, de obediencia, de esfuerzo
físico" (Idem).
En fin, hay que
distinguir también entre "clase" y "casta". La
clase es un grupo social "abierto", en el sentido de que legalmente
nada le impide a las personas cambiar de clase. Si un obrero
quiere ser burgués, no hay ninguna ley, escrita o no, que se lo
prohiba. Sólo le hace falta dinero... o casarse con la hija de un
burgués. La casta, en cambio, es un grupo social cerrado, en el cual
se nace y se muere, sin modificación posible. El individuo no puede,
por su propia determinación, entrar ni salir en una casta. Caso típico:
los negros en Estados Unidos. Un negro, sea pobre o millonario, no
puede entrar en restaurantes ni en otros lugares reservados para
blancos, ni puede casarse con una mujer blanca. Un negro puede ser
capitalista y pertenecer a la clase capitalista, pero nunca tendrá
iguales derechos que los capitalistas blancos porque pertenece a una
casta inferior, de acuerdo a la sociedad yanqui.
La clase existe antes
de cada individuo e independientemente de su voluntad, y modela a los
individuos conforma a las categorías que rigen la existencia de la
clase. Marx lo explica así: "siendo iguales las condiciones de
vida, el enemigo a vencer y los intereses, iguales hubieron de
resultar por doquier las costumbres, al menos en sus rasgos generales.
(...) Lo que une a los individuos de una clase es la guerra común que
han de hacer a los de otra clase. Lo cual no quita que debido a la
competencia se enfrenten como rivales hostiles los individuos de una
misma clase. Por otra parte, la clase se independiza de los
individuos. Éstos hallan al nacer prefijadas sus condiciones de vida.
La clase a que pertenecen les señala su posición social, y con ello,
la vía por la que han de desarrollar su personalidad Este
sometimiento de los individuos a la clase en nada difiere de su
sometimiento a la división del trabajo (...). (Ya hemos indicado
muchas veces cómo este sometimiento de los individuos a la clase va
derivando al mismo tiempo hacia un sometimiento a ideas, etc.)" (La
ideología alemana).
Y en otro lugar dice
Marx: "Sobre las diversas formas de propiedad, sobre las
condiciones sociales de existencia, se levanta toda una
superestructura de sentimientos, ilusiones, modos de pensar y
concepciones de vida diversos y plasmados de un modo peculiar. La
clase entera los crea y los plasma derivándolos de sus bases
materiales y de las relaciones sociales correspondientes. El
individuo suelto, a quien se le imbuye la tradición y la educación,
podrá creer entonces que son los verdaderos móviles y el punto de
partida de su conducta" (El 18 brumario..., traducción de
MP).
Efectivamente, una
investigación realizada en Estados Unidos por Richard Centers – La
psicología de las clases sociales- ha demostrado, estudiando una
muestra representativa de la población, que, como indicaba Marx, las
circunstancias objetivas en que viven las personas generan en ellas
una percepción más o menos clara o confusa pero perfectamente
observable, de que tienen intereses comunes distintos a los intereses
de otros grupos; de que son iguales a determinada clase de personas y
distintos a las de otra clase (Centers, 1947).
Sin embargo, pese a
esta unidad general que caracteriza a las actitudes de las personas
integrantes de una clase, es indispensable tener en cuenta que dentro
de las clases existen grupos que tienen distintos status, distintos
prestigios, distintas afinidades. Por ejemplo, en la clase dominante
existe una diferenciación muy importante que fue señalada por Marx:
"La división del trabajo (...) tiene lugar también en la clase
dominante. En ésta, el trabajo se divide en espiritual y material.
Una parte de sus miembros hace las veces de pensadores (...). Claro
que estando los miembros de la clase así divididos, nacen
forzosamente entre ellos hostilidades y odios..." (La ideología
alemana).
Como ustedes habrán
observado, el marxismo caracteriza a las clases sociales por el
conjunto de sus condiciones básicas de existencia, no por lo que los
hombres creen o pueden creer que son, sino por lo que realmente son en
el ejercicio de su vida. Ahora bien, ¿es concebible la existencia de
una clase sin que los individuos que la componen se den cuenta que
constituyen una clase? O, como dice el sociólogo francés Gurvitch,
"Puede existir una clase sin toma de conciencia?". El
marxismo responde a este interrogante distinguiendo, con términos
hegelianos, clase en sí y clase para sí.
La diferencia entre
clase "en sí" y clase "para sí", y la
transformación de una en otra, Marx la describe en estos términos:
"Las condiciones económicas habían transformado la masa del país
en trabajadores. La dominación del capital ha creado en esta masa una
situación común, unos intereses comunes. Así, esta masa constituye
ya una clase enfrente del capital [en sí misma, es decir: una clase
‘en sí’ MP], pero no los es todavía para ella misma. En la lucha
(...), esta masa se une, se constituye en clase para sí misma. Los
intereses que defiende se convierten en intereses de clase" (Miseria
de la filosofía).
Una clase es "en sí"
por el solo hecho de existir. Una clase es "para sí" cuando
toma conciencia de lo que la distingue de las otras clases; o sea,
cuando adquiere "conciencia de clase". Pero es preciso
advertir muy claramente que tener conciencia de clase es
distinto a tener conciencia de los intereses históricos a
largo plazo de una clase. Lukács señaló que, desde el punto de
vista psicológico, la conciencia de clase es en realidad una
inconsciencia, determinada por la posición social, histórica y económica
del sujeto. Las recientes investigaciones empíricas en el terreno de
la psicología demuestran que esto es así, efectivamente. Aun cuando
las personas son psicológicamente inconscientes de que pertenecen a
una clase, aun cuando no saben qué significa eso de clase social, o
creen estar en una clase distinta a aquella a que pertenecen en
realidad, aun así, estas personas se comportan –inconscientemente-
de acuerdo a normas, a patrones, a modelos de conducta determinados
por su posición de clase y "saben" inconscientemente que
pueden hacer (o no pueden hacer) esto o aquello, que deben vestirse así
y no de otro modo, etc.
Un obrero
norteamericano habla contra el patrón, protesta contra el patrón, y
sin embargo afirma –de buena fe- que pertenece a la clase media.
Este obrero tiene una conciencia de clase, que psicológicamente se
manifiesta como impulso inconsciente a diferenciarse del patrón y a
protestar contra él. Pero no tiene conciencia de los intereses históricos
de su clase. Ahora bien: la conciencia de los intereses históricos de
la clase tiene que ser conciencia en todo sentido, incluso el psicológico,
porque requiere una cantidad de experiencias y conocimientos políticos
que deben ser más o menos racionalmente canalizados por la clase
entera.
La conciencia de los
intereses históricos de una clase, y la clase obrera en particular,
requiere que esta clase se eduque. Pero ojo, que no se trata de la
educación en el sentido escolar. Como dice Lenin, "la verdadera
educación de las masas no puede ir nunca separada de la lucha política
independiente y, sobre todo, de la lucha revolucionaria de las propias
masas. Sólo la lucha educa a la clase explotada, sólo la lucha
descubre la magnitud de la fuerza, amplía su horizonte, eleva su
capacidad, aclara su inteligencia y forja su voluntad" (Informe
sobre la revolución de 1905).
El sociólogo francés
Gurvitch critica al marxismo afirmando que "la ausencia de una
psicología colectiva de las clases representa, pues, una laguna muy
seria en la teoría marxista y una de sus limitaciones más
indiscutibles" (El concepto de clases sociales). En
realidad, la limitación y la laguna no están en el marxismo, sino en
la ciencia de la psicología, que recién en estos años está
aportando las primeras conclusiones y generalidades más o menos
concretas sobre los problemas de la psicología individual y
colectiva.
El marxismo no ha
podido profundizar en el problema de la psicología de las clases
porque ése es un problema de investigación sobre el cual recién
ahora la ciencia está arrojando resultados, pero en todo momento el
pensamiento marxista ha prestado una atención fundamental al problema
de la psicología de las clases. Y esto, cuando menos, por la razón
fundamental de que la lucha práctica del marxismo se desenvuelve en
el terreno de la psicología de las clases oprimidas y trata de
modificarla, haciendo saltar las cadenas psicológicas mediante las
cuales la clase dominante tiene dominada y maniatada la capacidad de
reacción de los explotados.
Como explicaba Trotsky:
"El proletariado produce armas, las transforma, levanta edificios
en que se conservan, sirve en el ejército y crea todos sus equipos.
No son candados ni murallas las que separan al proletariado de las
armas, sino su hábito de sumisión, la hipnosis de la dominación de
clase. Es suficiente destruir esas barreras psicológicas y ninguna
muralla de piedra quedará en el camino".
En varios lugares
Trotsky ha insistido en la decisiva importancia que tiene el
desenvolvimiento de la psicología de las clases. En el primer tomo de
la Historia de la Revolución Rusa, dice: "Las
transformaciones que se producen entre el principio y el fin de una
revolución en las bases económicas de la sociedad y en el sustrato
social de las clases no bastan para explicar la marcha de la revolución.
La dinámica de los acontecimientos revolucionarios está directamente
determinada por rápidas, intensas y apasionadas conversiones psicológicas
de las clases constituidas antes de la revolución" (Historia
de la Revolución Rusa, tomo I, Prefacio, traducción de MP):
"Algunos
historiadores soviéticos han intentado, por extraño que parezca,
criticar nuestra concepción como idealista. El profesor Pokrovsky
insiste, por ejemplo, en que nosotros habríamos subestimado los
factores objetivos de la revolución: ‘entre febrero y octubre se
produjo una formidable desorganización económica’; es precisamente
en estos ‘desplazamientos objetivos y no en los procesos psíquicos
variables –dice Pokrovsky- donde conviene ver la fuerza motriz de la
revolución’. Gracias a su encomiable claridad en la forma de
plantear las cosas –continúa Trotsky- Pokrovsky revela de la mejor
manera posible la inconsistencia de una explicación vulgarmente económica
de la historia, que demasiado frecuentemente se hace pasar por
marxismo. Los cambios radicales que se producen en el curso de una
revolución son provocados, en realidad, no por los descalabros económicos
que se producen episódicamente, que tienen lugar en el curso de los
acontecimientos mismos, sino por las modificaciones capitales que se
han acumulado en las bases mismas de la sociedad durante toda la época
precedente. Que en vísperas de la caída de la monarquía, así como
entre febrero t octubre, el desastre económico se haya agravado
constantemente, aguijoneando el descontento de las masas, es
absolutamente innegable y jamás hemos dejado de tenerlo en cuenta.
Pero sería un error demasiado grosero pensar que la segunda revolución
tuvo lugar ocho meses después de la primera porque la ración de pan
haya disminuido durante ese tiempo, pasando de libra y media a tres
cuartos de libra.
"En los años que
siguieron inmediatamente a la insurrección de octubre, la situación
de las masas, desde el punto de vista del aprovisionamiento, continuó
empeorando. Sin embargo, las esperanzas de los políticos
contrarrevolucionarios, dirigidas a una nueva insurrección, sufrieron
continuos fracasos. El hecho puede parecer enigmático solamente a
quien se figura el levantamiento de las masas como un movimiento de
‘fuerzas elementales’. En realidad, las privaciones no son
suficientes para explicar una insurrección, porque de lo contrario
las masas estarían en perpetua insurrección; es necesario que la
incapacidad definitivamente manifiesta del régimen social haya hecho
intolerables esas privaciones, y que nuevas condiciones y nuevas ideas
hayan abierto la perspectiva de una salida revolucionaria. Habiendo
tomado conciencia de un gran destino, las masas muestran ser capaces
de soportar privaciones dobles y triples.
"La alusión hecha
por Pokrovsky a un levantamiento de la clase campesina como ‘factor
objetivo’ demuestra un malentendido todavía más evidente; para el
proletariado, la guerra campesina era, se entiende, una circunstancia
objetiva, en la medida en que, en general los actos de una clase se
convierten en impulsos exteriores para la formación de la conciencia
de otra clase. Pero la causa inmediata de la insurrección campesina
residió en las modificaciones del estado de espíritu de la campaña;
uno de los capítulos de esta obra está consagrado a investigar la
naturaleza de esas modificaciones. No olvidemos que las
revoluciones son realizadas por hombres, aunque sean anónimos. El
materialismo no ignora al hombre que siente, piensa y actúa: el
materialismo lo explica" (Historia de la Revolución Rusa,
tomo II, traducción de MP).
Marx ha dicho que la
historia es la historia de la lucha de clases. Vale decir que el
marxismo capta en toda su magnitud la incidencia que tiene la
existencia de las clases –y las relaciones entre ellas- en el
desenvolvimiento de la sociedad. Pero esto no quiere decir que las
clases o la lucha de clases sean una varita mágica que permita
explicarlo todo de un tirón, como la lucha entre Dios y el Demonio
sirve a la teología para "explicar" todo, pasado, presente
y futuro. Como explica Trotsky: "En la sociología marxista el
punto inicial del análisis es la definición de clases del fenómeno
dado. Sin embargo, en la mayoría de los casos, la mera definición de
clase es inadecuada, porque una clase consta de diferentes estratos,
pasa a través de diferentes estados de desarrollo, se encuentra en
condiciones distintas, está sujeta a la influencia de otras clases,
etc. Es necesario manejar estos nuevos factores para completar el análisis.
(...) El sistema muscular y el esqueleto no agotan la anatomía de un
animal, pero un tratado de anatomía que intentara ‘abstraerse’ de
los huesos y los músculos flotaría en el aire" (En defensa
del marxismo, traducción de MP).
Marx formuló su
concepción sobre las clases hace 112 años. ¿Sigue siendo útil esta
concepción para captar la realidad, explicarla y transformarla en
sentido conforme a las necesidades propiamente humanas de la sociedad?
El sociólogo Gurvitch afirma que "la sociología de hoy no puede
contentarse con aceptar y aplicar la teoría de las clases de Marx"
(El concepto de clases sociales). Bueno, desde luego la teoría
marxista de las clases no es una fórmula acabada y lista para la
eternidad, que no haya más que aceptar y aplicar, como se acepta y se
aplica la fórmula de base por altura para obtener la superficie de un
rectángulo. Cabe, desde luego, desarrollar, pulir, profundizar la
concepción marxista sobre las clases. Por ejemplo, podemos aceptar
que, como dice Gurvitch, "el problema de la conciencia de clase y
de la ideología de clase reclama un análisis profundo, lo mismo que
el problema de las relaciones existentes entre las clases sociales y
los otros tipos de agrupamientos particulares". Pero lo cierto es
que la concepción marxista es la única base sobre la cual trabajar
fructíferamente para comprender el problema de las clases sociales.
Antes de terminar con
el problema de las clases, digamos que en la sociedad capitalista
existen tres clases sociales fundamentales: 1) los propietarios del
capital (fábricas, bancos, comercios, etc.). Esta clase vive de la
ganancia que le reditúa su capital. Es la clase capitalista o burguesía;
2) los propietarios de la tierra. Esta clase vive de la renta del
suelo. Es la clase terrateniente. Como se advierte, estas clases son
propietarias de los fundamentales medios de producción con que cuenta
la sociedad actual. En el polo opuesto se halla la otra clase: 3) los
que sólo son propietarios de su fuerza de trabajo. Esta clase vive
del salario, es decir, de lo que obtiene por la venta de su fuerza de
trabajo. Es el proletariado o clase obrera.
Entre estas clases
fundamentales se encuentra un vasto sector intermedio llamado clase
media, en el cual hay que distinguir con precisión dos sectores: a)
los pequeños productores independientes y los profesionales
independientes. Esta clase vive de la producción y venta de productos
o servicios. Ejemplos clásicos son el sastre, el médico, el abogado,
el campesino, el artesano. Es la vieja clase media; b) los técnicos,
empleados, profesionales, artistas, etc., que viven de un sueldo que
obtienen por la venta de sus habilidades o talentos. Es la nueva clase
media.
La existencia de clases
sociales implica que en la sociedad un grupo de personas tienen poder.
Poder es la capacidad para controlar la conducta de otras
personas. Y la existencia de Poder, cualquiera sea su forma, significa
que existen relaciones de superior a inferior, de subordinación y
dependencia.
Las clases sociales, o
sea la división de la sociedad en grupos antagónicos ligados entre sí
por relaciones de explotación, de subordinación y dependencia, no
han existido siempre. La base necesaria para que aparezcan relaciones
de clase es que la sociedad obtenga un producto excedente. Es decir,
que su trabajo produzca algo más que lo estrictamente necesario para
la subsistencia de cada trabajador. Cuando la sociedad produce sólo
lo estrictamente necesario para cada trabajador, nadie puede vivir del
trabajo de otro. Pero cuando la sociedad es capaz de producir
excedente, surge la posibilidad de que un sector se apropie de ese
excedente, producido por el trabajo de otros.
En la sociedad
primitiva, que históricamente es el punto de partida de la sociedad
humana, no existen clases sociales. Esta "sencilla organización"
–explica Engels- "no es más que su agrupamiento espontáneo;
es apta para allanar todos los conflictos que pueden nacer en el seno
de una sociedad así organizada. La guerra es lo que resuelve los
conflictos exteriores; puede aniquilar a la tribu, pero no avasallarla
[no hay esclavitud porque no sirve. MP]. El lado grandioso del régimen
de la gens, pero también su lado débil, es que no permite dominación
ni servidumbre. En el interior no existe aún diferencia entre
derechos y deberes; para el indio no existe el problema de saber si es
un derecho o un deber tomar parte en los asuntos públicos, asociarse
a una venganza de familia o aceptar una composición; planteárselo le
parecería tan absurdo como preguntarse si comer, dormir o cazar es un
deber o un derecho. Tampoco puede haber allí división de la tribu y
de la gens en clases distintas. (...) En esta sociedad la división
del trabajo es en absoluto espontánea, sólo existe de sexo a sexo.
(...) El domicilio es común a varias y a menudo muchas familias. Lo
que se hace y se utiliza en común es de propiedad común: la casa,
los huertos, las barcazas. Sólo aquí es aplicable la expresión de
la propiedad, fruto de trabajo personal..." (El origen de la
familia, la propiedad privada y el Estado).
En esta sociedad,
fundada en la propiedad común de los medios de producción y de vida,
existen desde luego conflictos individuales. Pero no existen
conflictos ni luchas de clases, puesto que no existen clases. Por eso,
esta sociedad comunitaria no necesita de un órgano de represión a
fin de mantener el orden en beneficio de los poderosos. Vale decir
que, en esta sociedad sin clases, el Estado no existe.
El Estado, explica
Engels, es "un producto de la sociedad, cuando llega a un grado
de desarrollo determinado; es la confesión de que esa sociedad se
pone en una irremediable contradicción consigo misma, y está
dividida por antagonismos irreconciliables, que es impotente para
conjurar. Pero a fin de que las clases antagonistas, de opuestos
intereses económicos, no se consuman a sí mismas y a la sociedad con
luchas estériles, se hace necesario un poder que domine
ostensiblemente a la sociedad y se encargue de dirigir el conflicto o
mantenerlo dentro de los límites del ‘orden’. Y ese poder, nacido
de la sociedad, pero que se opone por encima de ella, y se le hace
cada vez más extraño, es el Estado. (...) Habiendo nacido el Estado
de la necesidad de frenar los antagonismos de clase, pero naciendo
también en el seno del conflicto de esas clases, como regla general
es el Estado una fuerza de la clase más poderosa, de la que impera
económicamente y que, por medio del Estado, se hace también clase
preponderante desde el punto de vista político, y crea de ese
modo nuevos medios de postergar y explotar a la clase oprimida" (Origen
de la familia...).
Antes de terminar, por
ahora, con el problema de las clases, señalemos esto: la escisión de
la sociedad en clases fue un acontecimiento inevitable en el
desarrollo de la humanidad: "hasta hoy –decía Engels hace 80 años-
todas las diferencias históricas entre clases explotadoras y
explotadas, dominantes y dominadas, han tenido su raíz en la misma
productividad tan relativamente imperfecta del trabajo humano.
Mientras la población realmente trabajadora, absorbida por su trabajo
necesario, no tuvo ni un momento libre para dedicarlo a la gestión de
los intereses comunes de la sociedad –dirección de los trabajos,
negocios públicos, encauzamiento de litigios, arte, ciencia, etc.-,
tenía que existir necesariamente una clase especial que, libre del
trabajo efectivo, atendiese a estos asuntos; clase que acababa
siempre, infaliblemente, echando nuevas y nuevas cargas de trabajo
sobre los hombros de las masas productoras y explotándolas en
provecho suyo. Hubo de venir la gran industria, con su gigantesca
intensificación de las fuerzas productivas, para permitir que el
trabajo se distribuyera sin excepción entre todos los miembros de la
sociedad, reduciendo así la jornada de trabajo del individuo a límites
que dejan a todos suficiente tiempo libre para intervenir, teórica y
prácticamente, en los asuntos colectivos de la sociedad. Sólo hoy
puede, pues, afirmarse que toda clase dominante y explotadora es inútil,
más aún, perjudicial y entorpecedora para el progreso de la
sociedad..." (AntiDühring).
(Sobre la fórmula
estructura/superestructura)
En la reunión anterior
hemos señalado que la esfera de las relaciones de producción –las
relaciones que los hombres, grupos, clases, contraen en el proceso de
producción- constituye a la vez el punto de partida y el límite de
todos los sistemas o niveles de relaciones: familiares, políticos,
ideológicos. En ese sentido utilizamos la imagen de esferas concéntricas,
diciendo que la sociedad es un conjunto de esferas concéntricas cuya
esfera más interior es el sistema de relaciones de producción. Desde
luego, esta imagen hay que visualizarla no como un conjunto de esferas
rígidas y estáticas sino como un conjunto de esferas infinitamente
plásticas que están en perpetuo movimiento, interpenetrándose
incesantemente.
Pero hemos insistido
también en que entre la esfera de las relaciones de producción (esto
es, la llamada estructura económica) y todas las restantes esferas de
la sociedad (la llamada superestructura) no hay una relación mecánica
de causa a efecto en un solo sentido, sino una relación dialéctica
de unidad contradictoria, de interacción e interpenetración mutua.
Y en el seno de esta
unidad contradictoria, la esfera de las relaciones de producción
condiciona al conjunto en cuanto es a la vez, insistimos, el punto de
partida y el límite de todas las restantes esferas. En cierto
sentido, puede valer aquí una analogía, siempre que no se la tome
demasiado al pie de la letra: las relaciones de producción son el límite
de toda sociedad, y por eso la condicionan, así como el aparato
respiratorio y el aparato digestivo de un ser humano son el punto de
partida y el límite de su vida, y lo condicionan; lo cual no
significa que el ser humano consiste solamente en un aparato
respiratorio y un aparato digestivo, ni impide que otros niveles del
organismo accionen sobre esos aparatos y modifiquen su funcionamiento.
Las relaciones de
producción condicionan de modo general la evolución de la sociedad.
Si se quiere, puede decirse – a mí no me gusta- que la estructura
condiciona de modo general a la superestructura. Pero esto no
significa que entre ambos niveles haya una correspondencia o un encaje
perfecto y sin contradicciones. Al contrario: las relaciones entre la
esfera llamada estructura y las restantes esferas de la sociedad son
relaciones extremadamente contradictorias, discordantes y explosivas.
Es fundamental insistir y subrayar que el pensamiento marxista, por
ser concreto, el pensamiento más concreto plenamente, capta y pone en
evidencia no sólo la existencias de una "estructura" que
condiciona de modo general a la "superestructura"; el
marxismo capta también, al mismo tiempo, la existencia de una
superestructura relativamente autónoma, que evoluciona conforme a sus
propias leyes y cuyas relaciones con la "estructura"
constituyen un complejo entrecruzamiento de tendencias contradictorias
que es preciso analizar en cada caso y que no pueden ser explicadas
con ningún esquema simplista.
Comprender esto tiene
una importancia infinita. Si no se comprende esto, el marxismo queda
reducido a hojas secas. Veremos un ejemplo: en un famoso prólogo,
Marx escribió: "Un estado social jamás muere antes de que en él
se hayan desarrollado todas las fuerzas productivas que podía
encerrar. Nuevas relaciones de producción, superiores a las antiguas,
no ocupan su lugar antes de que sus razones de ser materiales se hayan
desarrollado en el seno de la vieja sociedad" (Crítica de la
economía política).
De este pensamiento de
Marx, los escolásticos sacaron esta conclusión: un fenómeno político-social
"de superestructura" como es la conquista del poder por el
proletariado sólo puede ocurrir allí donde la "estructura"
económica esté plenamente "madura". Por eso afirmaron
durante años que era una locura suponer que la clase obrera pudiera
tomar el poder. Y después de 1917 dijeron que Lenin había
"revisado" a Marx. Ya volveremos sobre eso más adelante.
Por ahora, lo que interesa señalar es esto: el párrafo de Marx
pierde toda relación con el pensamiento de Marx si se olvida su carácter
de enunciado general, que debe ser interpretado concretamente teniendo
en cuenta que para Marx la superestructura político-social, si bien
condicionada en términos generales por las relaciones de producción,
es relativamente autónoma y tiene sus leyes propias, y puede entrar
en contradicción con la estructura y discordar con ella, produciéndose
así fenómenos –y qué fenómenos- de colosal trascendencia histórica,
como el que el proletariado política y socialmente más maduro para
conquistar el poder aparezca en países cuya estructura económica está
muy lejos de hallarse madura para alumbrar relaciones de producción
socialistas. Ya la inversa, ocurre que en los países donde la
"estructura" económica está más madura para el
socialismo, la "superestructura" –fundamentalmente, la
maduración política del proletariado- está completamente retrasada
en relación a la estructura.
Trotsky ha analizado
muy profundamente este problema de la desarmonía y la contradicción
entre "estructura" y "superestructura", indicando
la tremenda importancia que tiene este problema para la política
revolucionaria.
"La sociedad histórica
viva –dice Trotsky- es profundamente desarmoniosa. La sociedad no
está organizada tan racionalmente que las probabilidades de una
dictadura del proletariado se produzcan justamente en el momento en
que las condiciones económicas y culturales han madurado para el
socialismo. Si la humanidad se desarrollara tan regularmente, no habría
necesidad de dictaduras ni de revoluciones en general. La expresión
de las desarmonías, del desarrollo combinado y contradictorio de la
sociedad, se encuentra en un país atrasado como era Rusia. En 1917 la
burguesía entró en descomposición antes de la completa victoria del
régimen burgués, y para reemplazarla como dirigente de la Nación,
no había otra clase que el proletariado" (Historia de la
Revolución Rusa, capítulo "El rearme del partido",
traducción de MP).
Y en otro tramo señala
Trotsky: "Si bien la mecánica política de la revolución
depende en último análisis de una base económica, no puede sin
embargo ser deducida de esta base económica por medio de la lógica
abstracta. En primer lugar, la base misma es muy contradictoria y no
puede surgir de una determinación estadística pura; y además la
lucha de clases y su expresión política, que se desarrollan sobre
los fundamentos económicos, tienen también su propia imperiosa lógica
de desarrollo, de la cual no se puede prescindir".
La incomprensión de la
relación necesariamente contradictoria entre "estructura" y
"superestructura" conduce a conclusiones realmente
infantiles y de una falsedad ideológica pavorosa. Así, por ejemplo,
el profesor Mondolfo afirma, respecto de la "inmadurez
subjetiva", que "no puede ser sino señal de una inmadurez
objetiva de las condiciones históricas". La revolución, observa
más adelante, "o corresponde a la madurez de las condiciones
históricas, (...) o bien no encuentra correspondencia en ellas. Si
hay correspondencia, a la misma madurez histórica objetiva le
corresponde naturalmente (...) una madurez histórica subjetiva de la
clase trabajadora" (En torno a Gramsci y la filosofía de la
praxis). Esto es sencillamente infantil. Afirmar que la conciencia
debe siempre y en todos los casos estar "naturalmente" en
perfecta coincidencia con la existencia, y deducir de la falta de
conciencia clara sobre una realidad, la "inmadurez" de la
realidad, es tan patentemente absurdo como sería negar la existencia
de la explotación capitalista en nombre de que no todo el mundo es
consciente de esa explotación.
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