La sonrisa del
imperio
“Defensa de la
democracia” que esconde crueles intereses
Por Noam Chomski
Rebelion, 23/09/04
Traducido por Diego Ameixeiras
Creo que Jean-Bertrand
Aristide se comprometió con una significativa reforma social e económica,
algo desesperadamente necesario para Haití y reivindicado por el
pueblo desde las favelas.
Sus pocos meses en el
poder fueron de considerable importancia. Así fueron reconocidos por
agencias internacionales, a pesar de los esfuerzos inmediatos de los
EEUU para debilitar su régimen, culminados, meses más tarde, con un
golpe militar brutal. Este proceso supuso el inicio de un reino de
intenso terror apoyado, efectivamente, por las administraciones de
Bush padre y, más específicamente, de Clinton -época en la que
Aristide fue trasladado a Washington para ser “civilizado” y
encuadrado en un “curso intensivo de capitalismo”, como se dijo en
aquella época. En 1994, retornó a Haití en compañía de las
bayonetas de los marines, comprometido con la reproducción de las
mismas duras políticas neoliberales prometidas por el candidato
(favorito de los EEUU) derrotado en las elecciones de 1990 -un
ex-funcionario del Banco Mundial, depositario de apenas un 14% de los
votos. A partir de entonces, Washington empezó a lucrarse con la
violencia y la subversión. Finalmente, esta situación provocó que
el resultado de las votaciones de 1990 fuese revertido y se
instauraron políticas dictaminadas por los EEUU (rechazadas
aplastantemente por la población), todo en una situación en la que
se garantizó a los inversores grandes recompensas por su esfuerzo
generoso y altruista para “restaurar la democracia” y proteger los
derechos humanos. El presidente electo había sido devuelto a su
cargo, atado y amordazado por restricciones políticas.
De ahí en adelante,
la historia empieza a embarullarse, y resulta difícil juzgar cuál
sería el rumbo exacto tomado por Aristide. En tales circunstancias,
no restaban muchas alternativas -que se redujeron con la administración
Bush asegurando préstamos y el rechazo francés a la hora de
considerar compensaciones por el fraude, razón por la que, como
castigo a la liberación de Haití, el país fue estrangulado económicamente.
¿Y por qué razón
debían intervenir los EEUU? Es una costumbre profundamente arraigada.
Washington se quedó profundamente consternada con la liberación de
Haití, en 1804, e intentó impedirla con todos los mecanismos
posibles, uniéndose con vigor en el esfuerzo de castigar al país por
el crimen de convertirse en el primer país libre y de hombres libres
en el hemisferio occidental -un mal ejemplo para una sociedad basada
en la esclavitud. Años más tarde, teniendo en cuenta los nada
despreciables propósitos comerciales, extractivistas y estratégicos
en la región, Alemania y Reino Unido se disputaron su control. Con el
pretexto de defender a los norteamericanos de los Hunos, Woodrow
Wilson invadió el país, y el régimen militar impuesto en Haití a
lo largo de diecinueve años acabó causando serios estragos. El
parlamento fue obligado a permitir que el país fuese invadido por
corporaciones norteamericanas y la región fue abandonada en manos de
una brutal guardia nacional.
A lo largo de la década
de 1980, el país fue reproyectado como zona exportadora, un lugar en
el que resultaba barato fabricar pelotas de béisbol bajo durísimas
condiciones de trabajo. La elección de Aristide, en 1990, disparó
las alarmas de siempre: un sacerdote populista que abogaba por la
despreciada teología de la liberación, preocupado con las
necesidades de las minorías pobres, un posible“virus”, que podría
“infectar” a otras personas con ese tipo de pensamiento maligno. Y
así ha sido hasta hoy.
Haití fue la colonia
más rica del mundo, fuente de muchas de las riquezas de Francia.
Ahora es un país que tendrá suerte si consigue sobrevivir a algunas
generaciones. No es un caso único en el mundo. El Bangladesh de hoy,
símbolo de miseria y desastre, fue la corona del Imperio Británico.
Existen más casos, pero sus ejemplos son considerados como impropios,
porque interfieren en la auto-imagen preferida del imperialismo, la de
la benevolencia.
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