El
Haití que no muestran los grandes medios
Por
Ernesto Carmona (*)
Argenpress,
03/03/05
Hace
12 días que las dos principales figuras del gobierno de Jean Bertrand
Arístide iniciaron una huelga de hambre en la Penitenciaría Nacional
de Puerto Príncipe, sin que los medios locales e internacionales
hayan 'descubierto' la noticia. La decisión moral del ex primer
ministro Yvon Neptune y del ex ministro del Interior Jocelerme Privert,
presos desde hace un año sin que se les formulen cargos, ha sido
'clandestina' porque comenzaron su huelga el 20 de febrero pero sólo
lograron darla a conocer el 2 de marzo en el limitado ámbito diplomático
de la capital haitiana. Los presos políticos reclaman por los
maltratos que padecen en la prisión.
La
rebeldía ética de los líderes políticos mantiene su curso mientras
los asesinatos de la policía ensombrecen la vida triste de los
haitianos que claman por una democracia ante la indiferencia del
mundo. Después de un año de ocupación, Haití está peor que antes,
con más de 80% de desempleo y casi el 90% de la población viviendo
en la informalidad económica y pobreza extrema. Los pocos jóvenes
que estudian van a leer de noche a los tres o cuatro edificios públicos
de Puerto Príncipe que mantienen sus luces encendidas porque en el país
no hay electricidad para los pobres.
Además
de la policía del presidente Boniface Alexandre y de su primer
ministro Gérard Latortue, el hambre es otro gran azote para el pueblo
Haití, junto con la inseguridad de cualquier naturaleza (ciudadana,
social, política). 'La seguridad en Haití sigue siendo precaria',
dijo el 2 de marzo el Secretario General de la ONU, Hasta Kofi Annam,
a la vez que se percibe una actitud más enérgica de la Misión de
Naciones Unidas (Minustah) frente a los bandoleros armados, que se están
volviendo contra el gobierno porque no los reincorporan al ejército.
Violaciones
de derechos humanos
El
19 de febrero, Neptune y Privert fueron blanco de un asalto a la cárcel
de paramilitares y narcotraficantes que presumiblemente pretendían
matarlos. En el desorden de la balacera, escaparon 500 de los 1.250
presos, entre ellos los dos políticos cautivos, quienes buscaron
seguridad en la calle, se ocultaron y pidieron protección a la ONU
...para regresar después a la prisión. La OEA reclamó en septiembre
por la situación de los derechos humanos, después que una comisión
de 5 miembros visitó el país. Las elecciones deberían efectuarse
este año, no tienen fecha, pero si se hicieran hoy, las ganaría de
nuevo Arístide.
La
comisión de derechos humanos que visitó Haití en septiembre estuvo
integrada por Clare K. Roberts, Brian Tittemore, Bernard Duhaime,
Candis Hamilton y Julie Santelices. Además de entrevistarse con
Alexandre y Latortue, visitaron a Hérald Abraham, ministro del
Interior, y al director general de la Policía Nacional, Léon
Charles. En el lenguaje típico de la OEA, la comisión dijo haber
conocido el deterioro de la situación humanitaria y los abusos contra
los derechos humanos. Se mostró preocupada por el estado de la
seguridad y la acción de los grupos armados que controlan la
seguridad en el norte y este del país, donde el Estado no garantiza
la protección real de los ciudadanos.
Le
recordó a los gobernantes de Haití que el Estado tiene la obligación
de garantizar la seguridad de su población y asegurar los derechos y
la protección judicial, etcétera. Mostró preocupación por la
administración de justicia a cargo de un sistema inadecuado. Recomendó
que el gobierno termine con la impunidad y que no tome represalias con
las personas que se atrevieron a declarar ante la comisión e hizo
constar que el ministro de Relaciones Exteriores de Francia fue
agredido durante una visita al hospital de Cité du Soleil, el tugurio
de la capital más golpeado por los crímenes de la policía.
También
dijo que los más vulnerables son los niños, las mujeres y los
defensores de los derechos humanos, frecuentes víctimas de los grupos
armados de bandidos, 'que constituyen hoy día un problema serio en
Haití'. Aseguró que los niños son victimas de trabajos forzados y
de violencias perpetradas por los grupos armados, pero cuando son
detenidos se les envía a prisión con los adultos. En definitiva, en
Haití quedan pocos árboles pero igual impera la ley de la selva.
Un
botón de muestra
La
muerte de dos manifestantes que conmemoraban pacíficamente el primer
aniversario de la salida de Arístide, el 28 de febrero, es apenas un
botón de muestra. 'La gran amenaza terrorista de Haití es el hambre,
el desempleo... y la policía', graficó un diplomático de Puerto Príncipe
que pidió reservar su identidad.
Los
habitantes de Bel–Air (aire hermoso, en lengua creolé), uno de los
tugurios más pobres de la capital haitiana, prepararon una marcha no
violenta para evocar al depuesto Jean–Bertrand Arístide, conducida
por el sacerdote Gerard Jean–Juste y otros curas de la parroquia St.
Clare. La manifestación, que comenzó con rezos en la Iglesia de
Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, en el centro de Bel Air, caminó
cantando por las calles de la antigua barriada absolutamente pobre.
Según
el relato de Bill Quigley, uno de los participantes y amigo de Jean–Juste,
'miles de personas caminaron y bailaron cantando 'Bring Back Titi'
(Traigan a Arístide) en creolé, francés e inglés'. Quigley es un
profesor de la escuela de Derecho de la Universidad Loyola de Nueva
Orleáns que se encuentra en Puerto Príncipe como voluntario del
Instituto por la Justicia y la Democracia en Haití, una organización
estadounidense.
El
sacerdote Jean–Juste, una de las principales voces por la democracia
en Haití desde que fue liberado hace pocas semanas después de pasar
48 días en la cárcel sin cargos, fue entrevistado decenas de veces
por medios locales e internacionales durante la caminata con la
muchedumbre. 'La manifestación parecía un pacífico desfile de
carnaval hasta que noté que el corresponsal de Reuters usaba un
chaleco a prueba de balas', explicó Quigley.
Y
añadió que los cascos azules de la Minustah –la Misión de
Naciones Unidas para la Estabilización de Haití que está a cargo
del chileno Gabriel Valdés– se encontraban en los alrededores
cuando la movilización se desplazaba por la calle Des Cesar, cubierta
de gente de lado a lado, con paraguas y carteles que llamaban por la
vuelta de la democracia y de Aristide. La gente de la vecindad ensambló
con la marcha o aplaudió y bailó con los manifestantes.
'Repentinamente,
en la esquina de la calle Monsiegneur Guillot and Des Cesar hubo un
ruidoso estampido, muy cerca de la gente, provocando un griterío de
la gente', relató el académico. Luego hubo otras detonaciones
mientras los manifestantes huían. Quigley se ocultó debajo de una
escalera.
Vio
policías en uniformes negros, con cascos, máscaras anti–gas y
armas largas que disparaban sobre la muchedumbre. 'Amontonaron a la
gente a mí alrededor, bajo las escaleras y el griterío, mientras los
del grupo de St. Clare nos agrupamos en una esquina a esperar que
cesaran los estallidos'.
Sobre
la calle quedó tendido un hombre inconsciente. 'Jean–Juste se
arrodilló sobre él y rogó', relató Quigley. 'Calle abajo otros
auxiliaban a la gente herida en sus partes posteriores. La muchedumbre
gritó que la policía se fuera y nos cobijamos en una pequeña
vivienda de un callejón. Los niños gritaban, los adultos gritaban,
cada uno tenía miedo. Esperamos, sucios y mojado en sudor, hasta que
la presencia cada vez mayor de la ONU hizo seguro irse'.
La
manifestación de Bel Air dejó dos cadáveres que los manifestantes
envolvieron en banderas haitianas. Y también decenas de heridos. 'Dos
hombres me mostraron dónde los hirió la policía' dijo el
estadounidense. 'Luego condujimos lentamente a la vecindad ahora
entristecida. La misma gente que minutos antes se mostraba feliz ahora
estaba sombría, con muchas personas gimiendo'.
De
regreso en su parroquia, Jean–Juste dijo: 'Los partidarios de
Aristide éramos tan numerosos que resulta difícil tener una valoración
apropiada de la muchedumbre. El mensaje fue claro. Se ha contado
nuestro voto. Todavía debe ser contado. No hay otra manera para que
Haití salga adelante sino es con la vuelta del orden constitucional,
la liberación de todos los presos políticos y la vuelta física de
presidente Aristide'.
Quigley
concluyó su relato con esta frase: 'La marcha por la democracia en
Haití fue parada por la policía que disparó sobre la muchedumbre
desarmada, pero la gente con que hablé me dijo que continuarán sus
manifestaciones por la vuelta de la democracia en Haití'. El relato
completo, con fotos, puede leerse (en inglés) en www.haitiaction.net.
Los
paramilitares saben hacer metástasis
Aunque
en Puerto Príncipe los paramilitares están algo dispersos, en cada
ciudad del interior siguen operando unos 200 bandoleros de las huestes
organizadas y financiadas por Francia y EEUU para desestabilizar a Arístide.
En muchas ciudades constituyen la única autoridad, arreglándoselas
para no disputarse con los 7.000 'cascos azules' de la ONU, como si no
existieran.
En
total son unos 2.000 ex militares, ex convictos y narcotraficantes, a
quienes les gusta lucir zapatos deportivos y botas importadas,
anteojos oscuros y vehículos 4 x 4. Como los ex militares llevan más
de 10 años desempleados y sus acompañantes son cesantes crónicos,
la pregunta es ¿de dónde sacan plata para combustible, a un año de
la intervención franco–estadounidense? Continúan recibiendo dinero
de la National Endowment Envelopment, uno de los fondos que EEUU
utiliza para promover su 'democracia' en todo el mundo.
Los
paramilitares pululan en ciudades como Gonaives, Cabo Haitiano, Fort
Lauderdale, Jacmel, Los Cayos, Petit Goave, Saint Marc, Grand Goaves,
Trou du Norb, y muchas otras. Han usurpado cientos de inmuebles que
utilizan como sedes físicas. Constituyen una fuerza oscura, uno de
los poderes fácticos de Haití. El gobierno que sustituyó a Aristide
nunca hizo esfuerzos para desarmarlos, más bien los llamó
'luchadores por la libertad'.
La
Minustah tampoco quiso desarmarlos, quizás para 'no inmiscuirse en
los asuntos internos' del país invadido. Con el tiempo, los
paramilitares se legitimaron, ganaron espacios y muchos ingresaron a
la policía. Los ex militares hoy hacen manifestaciones públicas
pidiendo su reincorporación al ejército y el pago de 10 años de
salarios 'atrasados'. No desarmar a las bandas fue una grave omisión
de la ONU, pero hoy ya no es posible sin un enfrentamiento. En sus
manifestaciones gritan: 'Preferimos morir a entregar las armas'.
Alexandre
y Latortue le dieron tanto espacio a los militares desempleados desde
la invasión de Bill Clinton que hubo sectores del gobierno planteando
reconstruir el Ejército con los golpistas despedidos por Arístide,
hace más de una década, para fortalecer un gobierno indefinido y al
gusto de las clases propietarias locales y de EEUU Parece descabellado
reconstruir al ejército que ha dado más golpes de estado que el de
Bolivia, pero las clases propietarias sueñan con un nuevo gobierno al
estilo de los 17 años de Pinochet. Para algunos diplomáticos, en los
planes de EEUU Haití es la punta de un triángulo que incluye a Cuba
y Venezuela.
Giro
de Naciones Unidas
Después
de casi un año, la ONU está dando un viraje y abandona su papel de
mera observadora, comienza a desafiar las políticas de EEUU y pone en
su mira a los paramilitares. La seguridad en Haití 'continúa siendo
precaria a pesar de que la fuerza de Naciones Unidas ha mejorado la
situación', y la posibilidad de estallidos de violencia 'no puede ser
controlada', indicó el miércoles el secretario general Kofi Annan.
'Aunque
el escenario general de seguridad a lo largo de Haití ha mejorado, la
decisión de la Minustah de ejecutar acciones contra miembros de
bandas y ex soldados ha aumentado el riesgo de represalias contra la
misión y otro personal de la ONU', afirmó en un informe al Consejo
de Seguridad, recordando que la fuerza ha sido 'objeto de una serie de
ataques desde el pasado noviembre'.
En
otras palabras, Annan anunció una actitud menos pasiva, preconizando
que debe imprimirse un enfoque más firme cuando 'varios grupos
armados' retan a las autoridades estatales. 'Nuestra misión de
conseguir un escenario seguro y estable, que requerirá en ocasiones
el uso de una fuerza proporcionada y necesaria, debe permanecer al
frente de nuestras prioridades', añadió.
La
presencia de los paramilitares también es funcional a los designios
del gobierno de Alexandre/Latortue de prolongar su mandato de
'transición' ad eternum porque no tiene cómo ganar las elecciones,
si es que llegaran a hacerse al estilo Irak. El clima de violencia
hace que el tiempo transcurra a favor del gobierno y de los grupos
económicos que controlan la precaria economía. La elite haitiana
apuesta para que las cosas sigan como están.
La
mayoría negra que sigue a Lavalas/Arístide es tan aplastante como la
expresión política de los chiítas de Irak. Los grupos 'democráticos'
que hace un año se unieron ideológicamente a las bandas armadas están
de bajo perfil, ya no reclaman por la 'democracia' y aparecen
seducidos por la burguesía y sus salones. Entre ellos se destaca la
UPL, Unión del Pueblo en Lucha, una escisión de Lavalas en medio de
la anarquía de los tiempos de Arístide.
En
Haití existe una conspiración para que no resulte la transición. La
situación desespera al comisionado de Naciones Unidas, el chileno
Gabriel Valdés, porque tampoco le han dado dinero para sacar al país
de la postración. Teóricamente, es el hombre más poderoso de Haití,
porque tiene a su mando los efectivos militares multinacionales, pero
de los 1.400 millones de dólares que hace un año prometieron el
Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y algunos países
donantes, la Minustah recibió menos del 10% y la mitad de los fondos
está comprometida para las elecciones que todavía no tienen fecha.
Ha
sido más efectiva la ayuda que presta Cuba, que tiene 700
voluntarios, entre médicos y para–médicos, que ofrecen 'salud pública'
en lugares apartados. Suena duro y rotundo, pero la ONU no ha hecho
nada. Por lo menos, ésa es la impresión de algunos diplomáticos que
residen en Puerto Príncipe. Y en lo militar, su rol neutral corre el
riesgo de exhibir la ineficiencia observada por los casos azules en
Bosnia Herzegovina mientras se realizaban las limpiezas éticas.
Algunos
diplomáticos y altos oficiales de la Minustah estiman que deben
involucrarse más, controlar a la policía y fomentar el diálogo con
los civiles, pero esas iniciativas no agradan a EEUU Incluso plantean
una gran presencia internacional de carácter civil y juvenil para
colaborar en una efectiva reconstrucción de Haití. La población
local es básicamente joven, ya que allá –estadísticamente–
apenas se vive 49 años.
Si
las elecciones fueran hoy, probablemente las ganarían de nuevo
Lavalas y Arístide. Por eso es que también el gobierno mantiene una
postura ambigua ante los paramilitares, que están haciendo una
limpieza ideológica entre los militantes jóvenes, por la vía de su
exterminio. Más de 200 paramilitares ingresaron formalmente a la
policía y hoy cometen con uniforme los crímenes que antes
perpetraban con ropa informal.
Las
bandas para–militares están empeñadas en eliminar dirigentes,
activistas y militantes de Lavalas, en absoluta impunidad y con la
condescendencia estadounidense. Por ejemplo, después de una marcha
efectuada el 30 de septiembre de 2004 hicieron público lo que la
prensa llamó 'Operación Bagdad'. Degollaron a tres policías para
crear una 'noticia' de impacto que eclipsara a la manifestación
popular. Para un diplomático acreditado en Haití fue una maniobra
para justificar más asesinatos. Otros observadores diplomáticos
perciben una 'Operación Chechenia', con acciones sangrientas
amplificadas por los medios periodísticos para justificar el
exterminio. En estas maquinaciones tampoco están ajenos varios
dirigentes 'democráticos' conocidos y respetados fuera de Haití.
El
principal dirigente de Lavalas es el ex primer ministro Yvon Neptune,
quien se encuentra preso sin cargos ni proceso, al igual que el ex
ministro del Interior Jocelerme Privert y muchos otros dirigentes de
barriadas populares, líderes políticos y ex senadores como Yvon
Feuillé, otro sacerdote importante allegado a Arístide.
El
19 de febrero tres camionetas con hombres armados asaltaron la
Penitenciaría de Puerto Príncipe para asesinar a los presos políticos
con el pretexto de liberar a algunos narcotraficantes. El día del
ataque, una sábado a las 3 de la tarde, la vigilancia de la cárcel
había sido sospechosamente descuidada. Los asaltantes desataron una
balacera descontrolada, tras matar a un guardia.
En
el caos se fugaron casi 500 de los 1.250 presos que se hallaban en los
patios, simplemente porque no tenían dónde refugiarse y la calle
parecía más segura. La multitud arrastró consigo a Neptune y a
Privert, quienes consiguieron refugio seguro, llamaron al embajador de
Chile, Marcel Young, quien gestionó garantías para sus vidas con la
Minustah... y regresaron a la cárcel. El episodio ilustra la
inseguridad en Haití.
A
su regreso a la prisión, ambos dirigentes fueron castigados y
traslados a un lugar más incómodos. Presiones diplomáticas y
gestiones de la Minustah permitieron que los reintegraran a la misma
celda que tenían antes de producirse la fuga involuntaria. El 2 de
marzo se hizo público en Puerto Príncipe que ambos líderes políticos
mantienen una huelga de hambre desde el 20 de febrero en protesta por
los maltratos en la prisión.
Estados
Unidos anunció que este viernes relevará los 200 efectivos de la
infantería de marina que depusieron hace un año a Aristide. En el
seno de la Minustah, juega a intensificar las relaciones con la policía
de Haití, mientras los altos oficiales brasileños se inclinan por
una política de diálogo con los seguidores de Arístide, en vez de
la represión ciega que prefiere Washington.
Hasta
que se produjo la actual invasión, la embajada de EEUU estuvo
manejada por la DEA y la CIA. El número 2 –el segundo hombre después
del embajador– fue Luis Moreno, un reconocido agente que antes
estuvo reforzando el Plan Colombia en Bogotá y organizando
operaciones para liquidar a Pablo Escobar Gaviria. Durante la
madrugada del 29 de febrero de 2004, Moreno presionó a Arístide en
su residencia, en compañía de los embajadores de Francia y EEUU,
exigiéndole que aceptara voluntariamente su renuncia y posterior
salida del país bajo la amenaza de formularle cargos por narcotráfico.
Arístide fue sacado de su casa y embarcado por la fuerza con la
infantería de marina que arribó ilegalmente pocas horas antes.
(*)
Ernesto Carmona, periodista y escritor chileno.
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