Según Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz
argentino, en el primer año de operaciones de las fuerzas de paz de
la ONU murieron más de mil personas
"Depongan las armas o mueran"
Por Roberto Bardini
Diario Milenio, México, 02/03/07
El 23 de agosto de 2006, dos ciudadanos estadounidenses
que se encontraban de visita en Haití observaron desde pocos metros
de distancia cómo soldados brasileños de la Misión de Naciones
Unidas para la Estabilización de Haití (Minustah), dependiente de la
ONU, atacaban uno de los barrios más pobres de Puerto Príncipe, la
capital.
El activista del Comité de Acción por Haití, Ben
Terrell, de San Francisco, y el empleado de correos jubilado David
Welsh, de Berkeley, viajaron al país caribeño para evaluar si las
condiciones de vida de la población habían mejorado bajo la
presidencia de René Préval, quien había asumido en febrero de ese año
tras unas cuestionadas elecciones.
Welsh y Terrell llegaron con la intención de entrevistar
a los pobladores de Cité Soleil, un barrio a orillas del mar al que
describieron como "desesperadamente pobre" y en el que
habitan 300 mil personas, que unas semanas antes había sido atacado
por fuerzas de la ONU. Vieron una iglesia, un centro médico y una
escuela que habían sido totalmente destruidos por fuego de artillería.
Ninguno de los dos se imaginaba que ese día se efectuaría
otra incursión armada y que ellos terminarían filmando y
fotografiando a cascos azules brasileños que llegaron en cuatro vehículos
blindados y comenzaron a disparar. Uno de los soldados les hizo señas
para que se apartaran de la línea de tiro para poder seguir haciendo
fuego.
"Había actividad en los puestos del mercado frente
a las casas y mucha gente en la calle, incluidos niños", relató
Welsh de regreso a Estados Unidos. Y Terrell declaró: "La ONU no
está diciendo la verdad. Cuenta que la población de los vecindarios
dispara primero. Eso no es lo que vimos y no es lo que se nos había
dicho. Las llamadas fuerzas de paz están desempeñando un papel muy
destructivo".
La información fue divulgada en septiembre del año
pasado por Judith Scherr, una periodista de San Francisco,
colaboradora de Znet en español, una revista electrónica
"opuesta a todas opresiones", que publica artículos de Noam
Chomsky, Michael T. Klare, James Petras, Greg Palast, Robert Fisk y
Michael Moore.
Inexplicablemente la radio, la televisión y la prensa
escrita divulgan poca información sobre lo que sucede en Haití. En
junio de 2004, los cascos azules de la ONU reemplazaron a 3 mil 600
soldados de Estados Unidos, Francia y Canadá que habían invadido el
país luego del derrocamiento del presidente Jean Bertrand Aristide,
un sacerdote partidario de la Teología de la Liberación, que fue el
primero en la historia del país en ser elegido democráticamente
(1995–1996 y 2001–2004), y que hoy vive exiliado en Sudáfrica.
Actualmente, la Misión de Naciones Unidas para la
Estabilización de Haití está integrada por 6 mil 800 efectivos de
21 países, de los cuales nueve son latinoamericanos: Argentina,
Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, Guatemala, Paraguay, Perú y Uruguay.
En orden de importancia, la mayoría de operaciones las encabezan mil
200 soldados brasileños, 800 uruguayos, 600 argentinos y 570
chilenos.
El jefe de la Minustah es el general Carlos Alberto Dos
Santos Cruz, el cuarto militar brasileño al mando de los cascos
azules. El segundo jefe es el general chileno Eduardo Aldunate, ex
oficial en las Fuerzas Especiales de la Central Nacional de
Inteligencia (CNI), creada durante el régimen de Augusto Pinochet y
disuelta en 1990.
El premio Nobel de la Paz argentino, Adolfo Pérez
Esquivel, que en abril de 2005 encabezó una delegación internacional
que viajó a Haití en representación de quince organizaciones, ha
denunciado que mil 200 personas fueron muertas en el primer año de
operaciones de las fuerzas de paz. "La situación es muy crítica
y hay todo tipo de dificultades, como bandas armadas de policías,
narcotraficantes o delincuentes comunes que se enfrentan en intensos
tiroteos en las calles", declaró a la agencia Inter Press
Service (IPS).
El 7 de febrero pasado, alrededor de 100 mil haitianos
reclamaron en Puerto Príncipe el retiro de las fuerzas de paz y el
regreso del ex presidente Aristide. También recordaron a las víctimas
del 6 de julio de 2005 y el 22 de diciembre de 2006 en Cité Soleil
–donde viven muchos partidarios del mandatario derrocado– cuando
los cascos azules abrieron fuego sobre civiles desarmados. En la
primera ocasión murieron 26 personas y en la segunda más de 30,
incluyendo mujeres y niños.
Una semana después, el general brasileño Carlos Alberto
Dos Santos Cruz fue entrevistado por la red venezolana de televisión
Telesur y advirtió: "No admitiremos que las tropas de la ONU
sean atacadas".
Lo que llama la atención en el caso haitiano es que, a
diferencia de otras misiones militares de la ONU –que generalmente
interviene para verificar el cese al fuego cuando los bandos
enfrentados han depuesto las armas– la Minustah participa en
combates casi a diario y parece haber tomado muy en serio la amenaza
que el presidente Préval lanzó en febrero de 2006 a sus opositores:
"Depongan las armas o mueran".
"Es una nueva experiencia en las labores de paz de
la ONU", dijo David Wimhurst, vocero de la misión de la ONU, el
10 de febrero. "No ha sido fácil, pero estamos logrando
progresos".
Cinco días después, los quince miembros del Consejo de
Seguridad renovaron, por unanimidad, el mandato de los cascos azules
por ocho meses más, es decir, hasta octubre. La resolución ordena a
la Minustah "continuar aumentando el ritmo de sus intervenciones
en apoyo a la Policía haitiana contra las bandas armadas [...] para
restaurar la seguridad".
Cuando Pérez Esquivel estuvo en Haití, aseguró haber
recibido denuncias de violaciones a mujeres, golpizas y torturas que
involucraban a soldados argentinos, brasileños y de otras
nacionalidades. El 7 de diciembre del año pasado, una investigación
de la cadena británica BBC reveló que algunos cascos azules mantenían
relaciones sexuales con niñas y adolescentes a cambio de alimentos.
Una chica de catorce años relató que un militar le ofreció dulces y
dólares a cambio de tener sexo con ella y su amiga, de once años.
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