Un
día que no es igual a los demás
Por
Isidoro Cruz Bernal
Socialismo
o Barbarie, periódico, 20/04/06
Las
clases dominantes, y los gobiernos y regímenes que las representan,
han maniobrado en forma constante para convertir a esta fecha en algo
inofensivo. Así se ha hablado, paulatina e indistintamente, de “día
del trabajo” o “fiesta del trabajo”. Definiciones como éstas
cambian completamente el significado original del 1º de mayo. Sentido
que no es otro que la protesta contra los atropellos de los
empresarios, a través del camino de reconocerse como miembros
solidarios de una misma clase y la afirmación decidida del derecho de
los trabajadores a disfrutar en libertad de los bienes que su trabajo
colectivo produce. Cosa que tiene, en la actual organización de la
sociedad, un obstáculo imposible de superar si no se produce un
cambio radical que acabe con el capitalismo y construya una sociedad
libre de explotación. Estos planteos de emancipación social se
identifican, más allá de diversas deformaciones y eventualidades
históricas, con el proyecto histórico socialista.
Esta
lucha contra una realidad opresiva y alienante, que lleva hacia el
descubrimiento de un objetivo de justicia y dignidad, no empezó hace
poco. Es la larga historia de una lucha durísima, sellada muchas
veces con el martirio de una incontable legión de militantes obreros
y populares. Por eso, en vísperas del 1º de mayo de 2006, debemos
reafirmar que esta fecha no es ninguna “fiesta” ni se trata de un
insípido “día del trabajo” (común por lo tanto a empresarios y
obreros): es una conmemoración. Es y debe ser una jornada de lucha,
y también de reflexión, que invita a rememorar el trayecto vivido
por los trabajadores (en lo personal, lo colectivo y lo histórico) y
a pensar nuestra situación presente como clase y hacia dónde debemos
ir aquellos que, por nuestro común carácter de trabajadores, somos
el principal sostén de la vida social.
El
origen histórico del 1º de mayo
Ya
en estas páginas hemos relatado la historia de los mártires de
Chicago. No repetiremos esto sino que mencionaremos lo esencial. Los
que posteriormente serán conocidos así eran parte de la dirección
de un combativo núcleo anarcosindicalista que, hacia comienzos de la
década de 1880–90, había logrado ganar la mayor parte de los
sindicatos de esa ciudad. Como el resto de las corrientes del
movimiento obrero, orientaron la lucha de los trabajadores de Chicago
hacia la conquista de la jornada de 8 horas. Esta reivindicación
implicaba poner un límite a la superexplotación de los trabajadores,
basada en ese momento histórico en una jornada laboral de 16 o más
horas, y era fundamentada a partir de dividir el día en tres partes
(8 horas para trabajar, 8 horas de descanso y 8 horas para la
vida individual y de relación para cada trabajador). Realizaron
manifestaciones masivas y varias huelgas generales.
Un
hecho terminó dando un brutal giro a los acontecimientos. Al día
posterior que la policía reprimió un acto realizado por estibadores
(con 4 muertos) se hizo una manifestación de repudio. Alguien arrojó
una bomba sobre la policía, matando a 7 efectivos e hiriendo a
decenas de ellos. La mayoría de los historiadores coincide en que lo
más probable es que se tratara de una provocación armada por la
policía. En caso que no hubiera sido así, lo concreto es que esto
legitimó una represión policial mucho más cruenta. Más de 200
personas heridas y varios muertos. La zona
se volvió un infierno.
El
resultado final de esto fue que la dirección de los sindicatos
combativos de Chicago fue llevada a un juicio que constituía una auténtica
venganza de clase, que inclusive violaba las mismas normas legales
proclamadas por la burguesía. Tan parcial y sin pruebas fue el juicio
que el jurado no se atrevió a condenar a muerte a los 8 acusados. Lo
hizo con 5 de ellos (August Spies, George Engel, Adolph Fischer, Louis
Lingg y Albert Parsons) mientras que 3 de ellos (Oscar Neebe, Samuel
Fielden y Michael Schwab) pasaron largos años en prisión.
El
impacto que tuvo este hecho fue enorme. Los mártires de Chicago
fueron una bandera para todo el movimiento obrero. Otro hecho
inmediatamente posterior se enlazaría con este. La condena de Spies y
sus compañeros fue en 1886, tres años antes del primer centenario de
la Revolución Francesa. La burguesía francesa se preparaba para
celebrarlo mediante la realización de una Exposición Universal en
París. Los socialistas y anarquistas que habían realizado las
Conferencias Obreras Internacionales de 1883 y 1886 decidieron
impulsar una nueva convocatoria que coincidiera temporalmente con la
Exposición Universal de París. En su declaración de propósitos
afirmaban la contraposición entre la Exposición Universal, que
invitaba a los ricos a admirar la riqueza producida por el trabajo
social y apropiada en exclusividad por ellos, y la reunión convocada
por el Congreso Obrero Internacional, que buscaba afirmar los lazos de
unión entre los trabajadores desposeídos.
La
convocatoria fue ampliamente exitosa. Concurrieron poderosas
organizaciones obreras de todo el continente europeo, como las Trade
Unions inglesas, así como delegaciones de América del Norte y del
Sur. La reunión votó una resolución en la que se planteaba
organizar “una gran manifestación en fecha fija, de tal manera que
simultáneamente, en todos los países y en todas las ciudades en el
mismo día convenido, los trabajadores pedirán a las autoridades
oficiales la reducción, mediante una ley, de la jornada de trabajo de
8 horas y que se lleven a efecto las demás resoluciones del Congreso
de París”. La fecha escogida fue el 1º de mayo de 1890, día en
que los sindicatos norteamericanos decidieron reiniciar la lucha por
las 8 horas y que conmemoraba la huelga que terminó con la condena a
los mártires de Chicago.
El
1º de mayo de 1890 representaba los primeros pasos de una clase
social progresista para erigirse como un factor autónomo e
independiente, tanto en cada país como a escala internacional.
Defender
y renovar las tradiciones obreras e internacionalistas
Mucha
agua ha corrido bajo los puentes. A nivel internacional, la tremenda
fuerza del capital produjo la aparición del fenómeno de la
colaboración de clases. Primero la socialdemocracia y después el
estalinismo, usurpador de la revolución obrera bolchevique,
representaron variantes de ese colaboracionismo. En sus manos, el 1º
de mayo se convirtió en un día en el que se hacían discursos más o
menos “rojos”, mientras que la política cotidiana se orientaba
por el carril de la derecha. Hoy en día, ambas formaciones históricas
de la izquierda son completamente funcionales al capitalismo, las más
de las veces asumiendo su defensa encendida.
En
la Argentina fue distinto. El movimiento obrero obtuvo una serie de
importantes conquistas materiales, cuyo disfrute durante unos años lo
ha pagado con la pérdida de su independencia. El peronismo prácticamente
estatizó los sindicatos, convirtiéndolos en una dependencia de un
gobierno burgués. Estas conquistas, otorgadas “desde arriba”,
apuntalaron el dominio de una ideología burguesa entre los
trabajadores. El peronismo educó a la clase obrera argentina en la
creencia de que la explotación no es la norma del sistema capitalista
sino una especie de “desviación” respecto del trato “normal”
entre empresarios y trabajadores. Solamente los “malos” patrones
explotaban. Con los patrones “buenos” había que entenderse, ya
que “capital y trabajo son factores necesarios para la producción”,
y que “uno sin el otro no pueden hacer nada”. Es decir, el
peronismo logró convencer a la clase que era posible la armonía
entre clases con distintos intereses, entre patrones y obreros.
Esto
se reflejó cada año en el 1º de mayo. Esta fecha fue calificada de
“Fiesta del Trabajo y de la Unidad Nacional”. La evidencia de que
la sociedad argentina está dividida en diferentes clases que tienen
diferentes objetivos fue casi anulada por la hegemonía peronista. Ni
siquiera las fracciones de izquierda del peronismo escapan a esta lógica,
ya que si bien tuvieron una importante dosis de combatividad, eran
adversas al clasismo en nombre de la alianza con la “burguesía
nacional” contra el imperialismo.
La
conmemoración del 1º de mayo no es algo ritual para los socialistas
revolucionarios. Implica afirmar un vínculo solidario y fraterno
entre los explotados, entre los miembros de una misma clase: la clase
que sostiene al mundo en que vivimos y que, al mismo tiempo, no
dispone de los bienes y la riqueza que contribuye, decisivamente, a
crear. El 1º de mayo es el día de esa clase, de la clase
trabajadora. Y hay que recordar que esa clase existe en todo el mundo,
porque la extensión al infinito de la sociedad capitalista la hace
cada día más grande. Conmemorar el 1º de mayo es dar cuenta de los
lazos que unen a los trabajadores a través de todo el mundo e
impulsarlos a la acción política cotidiana. Es afirmar una cosa tan
sencilla y tan profunda como que el 1º de mayo es el día
internacional de los trabajadores.
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