La
Internacional, una canción obrera revolucionaria
Por
Isidoro Cruz Bernal
Socialismo
o Barbarie, periódico, 08/06/06
En
1888, en la ciudad francesa de Lille, un obrero metalúrgico de
cuarenta años se dirige a su trabajo. Se llamaba Pierre
Degeyter.
Era carpintero y tornero calificado. Ese día de noviembre de 1888,
Pierre cantó a sus compañeros de trabajo una canción que había
compuesto el anterior fin de semana en un pequeño armonio. Los compañeros
sugirieron unas leves modificaciones, pero habían quedado encantados
con la canción. Meses después, un coro obrero estrenó la canción y
se imprimieron 6.000 ejemplares de tirada. Había nacido “La
Internacional”. En diez años la canción se hizo conocida en toda
Europa y, veinte años después, en todo el mundo. Su letra y su música
sonaron en la mayor parte de las experiencias revolucionarias de fines
del siglo XIX y de todo el siglo XX.
Eugène
Pottier, poeta de la Primera Internacional y de la Comuna
La
historia de “La Internacional” empieza antes que Pierre Degeyter
compusiera la canción. “La Internacional” comenzó como poema. El
compositor obrero encontró el poema en un libro de Eugène Pottier y
tomó la letra de éste.
Pottier
nació en 1816, un año después de la derrota de Napoleón Bonaparte
y del comienzo de los intentos de restauración reaccionaria que
trataban (inútilmente) de borrar las consecuencias históricas de la
Revolución Francesa. Pottier también fue obrero toda su vida. A los
catorce años escribió su primer canción titulada “Viva la
libertad”. En su vida alternó diversos oficios obreros con la tarea
de militante revolucionario socialista, especializado en la propaganda
política a través de la poesía y la canción.
En
1848 Eugène Pottier asiste al estallido de las revoluciones europeas,
la mayoría de ellas impulsadas por las reivindicaciones nacionales.
Pero le toca participar en la revolución que se va a diferenciar del
resto de este ciclo revolucionario. Pottier va a estar en las
barricadas de París en 1848, en las que la burguesía y la clase
obrera van a enfrentarse, política y socialmente, como clases antagónicas.
De todas formas, una de las consecuencias comunes que va a
tener el fracaso de la ola revolucionaria nacional-democrática
europea será el fuerte debilitamiento de la organización obrera a
nivel internacional. Ya fuera porque la represión burguesa
desmantelara por todo un período a los organismos de la clase obrera
(como fue el caso de Francia después de 1848) o porque, como en
Italia y otros países, los trabajadores van a centrar su organización
en un plano puramente nacional (a veces de hecho o, peor aún,
recurriendo a ideologías de cuño nacionalista como el solidarismo
nacional de Mazzini).
Eugène
Pottier era uno de los pocos partidarios franceses de los planteos
internacionalistas consecuentes de Marx y Engels, plasmados en el Manifiesto
comunista de 1848. El enfático llamado a la unidad internacional
de los trabajadores, que aparece en el texto inaugural del socialismo
revolucionario, recién va a tener eco en 1864 con la fundación de la
Asociación Internacional de los Trabajadores, la Primera
Internacional, que expresó un reagrupamiento de las más importantes
corrientes obreras de Europa. La Primera Internacional era una
demostración palpable de que una parte importante de la clase obrera
del Viejo Mundo advertía que, para oponerse con mayor éxito al
despotismo del capital, debía dejar de lado la competencia entre
trabajadores (ya sea entre obreros de diferentes países o entre
obreros de una misma rama de producción) y hacer eje en los puntos
reivindicativos en común. Éste era el primer paso para formular un
planteo estratégico más de fondo. Eugène Pottier fue un partidario
militante de la Asociación y, dentro de las luchas internas de esta
primera organización obrera internacional, se adhirió a las posturas
más revolucionarias e internacionalistas.
Participó
muy protagónicamente del gran acontecimiento que cerró ese período
heroico del movimiento revolucionario: la Comuna de París de 1871.
Eugène Pottier fue elegido miembro de la Comuna en la votación
realizada el 26 de marzo de 1871 en todas las circunscripciones del
París en manos de la clase obrera. Pottier sacó 3.352 votos en un
total de casi 3.600 emitidos en su distrito. Eso lo habilitó a formar
parte del primer gobierno obrero revolucionario de la historia.
La
represión de los reaccionarios posterior a la Comuna (que se cobró más
30.000 víctimas), la ciudad convertida en ruinas humeantes, los
juicios sumarios, las deportaciones, los que buscaban escapar a la
venganza burguesa fueron el telón de fondo en el que Eugène Pottier,
en medio de la rabia, la impotencia y la derrota, escribió el poema
“La Internacional”.
Pottier
pasó su exilio en Inglaterra y en EEUU. Hacia 1880 pudo volver a
Francia. Al hacerlo se incorporó al naciente Partido Obrero, uno de
los núcleos que originaron al Partido Socialista.
Eugène
Pottier murió el 8 de noviembre de 1887. Una gran columna de obreros
parisinos acompañó sus restos al cementerio de Père Lachaise, que
fueron enterrados junto a los héroes de la Comuna de 1871. Su
entierro no transcurrió de forma rutinaria. La policía atacó al
multitudinario cortejo, llevándose numerosos detenidos. Fue, de una
forma involuntaria y paradójica, el último homenaje con que la
burguesía distinguió a este escritor que supo ligar su arte a la
lucha contra la explotación. La autosatisfecha Francia burguesa
reconocía en el fallecido poeta a un enemigo de su dominación.
Pierre
Degeyter, obrero y músico
Un
año después de la muerte de Pottier, Pierre Degeyter abrió un libro
de poemas de éste. Le gustó “La Internacional” y empezó a
trabajar para ponerle música. Pierre Degeyter buscaba canciones para
el coro que dirigía. Su búsqueda era ardua ya que no había mucho
material, a causa de que los compositores de corte académico no se
interesaban en la vida material de la clase obrera como tema de
composición. Mucho menos en un repertorio de canciones
revolucionarias que hiciera hincapié en la lucha contra el
capitalismo y la unidad internacional de los trabajadores.
A
los 7 años, cuando Mozart iniciaba sus primeros trabajos, Pierre
Degeyter trabajaba 9 horas en una hilandería. Al terminar el turno
aprendía a leer y escribir en forma autodidacta. Después se anotó
en cursos nocturnos de las materias que más le interesaban: dibujo,
armonía e instrumentación. Cantó en coros y después, como ya
apuntamos, los dirigió. Es importante destacar su fuerte voluntad y
constancia, ya que no resulta nada fácil, después de 9 o 12 horas de
trabajo, ensayar dos horas, tocar un instrumento y estudiar teoría
musical, con el inconveniente adicional de no haberlo aprendido a una
edad temprana sino en su plena adultez.
Pierre
Degeyter vivió toda su vida en condiciones materiales muy estrechas.
Solamente después que cumplió los 80 años le dieron una pensión y
recibió un cierto reconocimiento, en gran parte por ser el compositor
de “La Internacional”, una canción revolucionaria que le erizaba
los pelos a la burguesía porque le traía a la memoria el espectro de
la revolución social. Pero esa canción creó un cerco en torno suyo.
Fue despedido de su empleo y tuvo que vivir gran parte de su vida
realizando trabajos ocasionales.
Contar
esta historia y socializarla entre el conjunto de compañeros que leen
este periódico es importante, porque implica tomar conciencia del
significado y el sentido que tienen las tradiciones del movimiento
obrero y revolucionario. No hace falta abundar sobre la cantidad de
compañeros militantes presos y asesinados por la represión de los
capitalistas que hallaron en esta canción una forma de darse fuerza a
sí mismos en los momentos difíciles y cruentos de la lucha de
clases, o que supieron entonarla como un acto de desafío frente a sus
verdugos. Contar esta historia sirve para recordar que los que
hicieron “La Internacional” eran militantes del movimiento obrero
revolucionario, que hacer la canción no les hizo la vida más fácil,
sino más difícil, y que ambos supieron estar a la altura de su
decisión y su compromiso.
Letra
de “La Internacional”
Arriba
los pobres del mundo
de
pie los esclavos sin pan.
Y
gritemos todos unidos:
¡Viva
La Internacional!
Removamos
todas las trabas
que
oprimen al proletario,
cambiemos
al mundo de base
hundiendo
al imperio burgués
(Estribillo)
Agrupémonos
todos
en
la lucha final
y
se alcen los pueblos
por
La Internacional
Agrupémonos
todos
en
la lucha final
y
se alcen los pueblos con valor
por
La Internacional
No
más salvadores honremos
ni
César, ni burgués, ni Dios
que
nosotros mismos haremos
nuestra
propia redención
Dónde
tienen los proletarios
el
disfrute de su bien.
Tendremos
que ser los obreros
los
que guiemos el tren.
Agrupémonos
todos....
(se
repite estribillo)
El
día que el triunfo alcancemos
ni
esclavos ni dueños habrá.
Los
odios que al mundo envenenan
al
punto se extinguirán.
El
hombre del hombre es hermano
cese
la desigualdad.
La
tierra será un paraíso,
la
patria de la humanidad.
Agrupémonos
todos...
(se
repite estribillo)
Nota:
esta versión que transcribimos es la más conocida en castellano. Los
lectores que hayan vistos la película “Tierra y libertad” (o leído
una floja novela de Alejo Carpentier titulada “La Consagración de
la Primavera”) se habrán encontrado con este cambio en la primera
estrofa: Arriba parias de esta Tierra / de pie famélica legión /
los proletarios gritan guerra / hasta el fin de la opresión. En
esta versión también se observan otras diferencias en las estrofas
que siguen; se conserva no obstante una unidad de concepción y de espíritu
que se mantiene a través de las distintas versiones. Por otra parte,
hay que decir que muchas veces se canta la versión “corta”, esto
es, las dos primeras estrofas y el estribillo solamente.
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