Argentina:
22 de agosto de 1972
La masacre de Trelew
Por Oscar Alba
Socialismo o Barbarie, periódico, 17/08/06
El 26 de marzo de 1971, a casi dos años del Cordobazo,
asume la presidencia del país el general Alejandro Agustín Lanusse.
La movilización obrera y popular recorría el país y ya había
echado a dos presidentes: el general Juan Carlos Ongania y el general
Roberto Marcelo Levingston. La dictadura militar, ante el creciente
ascenso de las luchas y los estallidos en distintas provincias,
promueve el Gran Acuerdo Nacional (GAN) para llevar al país a una
salida electoral. De esta manera el gobierno de Lanusse llega para
negociar con las fuerzas burguesas, y sobre todo con el peronismo, las
condiciones para una apertura democrática. Mientras tanto, reprime
duramente a las movilizaciones y toda expresión antigubernamental.
En el plano continental, la Revolución Cubana era un punto
de referencia de jóvenes trabajadores y estudiantes que veían en la
lucha armada guerrillera un camino hacia el cambio revolucionario de
la sociedad. Las organizaciones armadas en el país buscaban
acrecentar sus acciones e incorporaban a sus filas a una buena parte
de la vanguardia.
Las cárceles del país estaban pobladas por presos políticos.
En la provincia de Chubut, en la ciudad de Rawson, a miles de kilómetros
de sus familias y compañeros, se encontraban encarcelados militantes
guerrilleros de Montoneros, Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y
del Ejército Revolucionario del Pueblo. (ERP) Junto a ellos, en el
penal, se encontraban también presos activistas y dirigentes obreros
como Agustín Tosco, secretario general del sindicato de Luz y Fuerza.
El plan de fuga
Los presos guerrilleros planean fugarse, y la fecha
prevista era el 15 de agosto. “Tomás Eloy Martínez señala que ya
estaban preparados dos camiones, una camioneta y un Falcon para que
120 presos escapen del penal. Los principales ideólogos eran Fernando
Vaca Narvaja, Marcos Osatinsky y Roberto Quieto, entre los Montoneros
y FAR, y Roberto Santucho, Enrique Gorriarán Merlo y Domingo Mena,
del ERP”.[1]
Para llevar adelante la fuga se dispone un grupo
organizativo desde el exterior. Este grupo será el que planifique y
aporte todo lo necesario para el operativo. La idea era que los
presos, una vez que tomaran el penal, salieran en vehículos hacia el
aeropuerto de Trelew. El trayecto desde el penal hasta la estación aérea
comprendía 25 kilómetros y debía hacerse por ruta de ripio, ya que
la ruta asfaltada estaba llena de retenes de la policía. Una vez en
el aeropuerto los guerrilleros abordarían un avión que venía de
Comodoro Rivadavia hacia la Capital Federal, haciendo escala en
Trelew. En la nave un comando tomaría el avión y llevaría a los
guerrilleros fuera del país. Se pensó llegar a Chile, donde ya
gobernaba Salvador Allende. El operativo guerrillero se enfrentaba a
una serie de problemas muy difíciles de resolver, dada la geografía
y el control que sobre la zona tenía la Marina, la Gendarmería y la
policía. Víctor Fernández Palmeiro y Esteban, del ERP e integrantes
del comando organizativo del exterior del penal, afirmaban que no
estaban dadas las condiciones para llevar adelante el complejo
operativo. Para colmo, uno de los camiones destinado a la fuga había
caído en manos del ejército en el Gran Buenos Aires, luego de un
enfrentamiento en donde murió un guerrillero y otro fue detenido. No
tener en cuenta este problema también fue un grave error de
seguridad, pero la operación se llevó adelante.
Llegado el día de la fuga, el horario de
iniciación del operativo estaba estipulado para las 18 horas. Salvo
los guerrilleros que estaban involucrados en la fuga, ningún preso
del penal sabia de la acción guerrillera. No obstante, hubo
excepciones.
“En el patio, Osatinsky y Santucho le comunicaron a Agustín
Tosco que se produciría el escape y que, si quería, tenía un lugar.
Tosco respondió: Miren, les agradezco y les deseo toda la
suerte, pero yo no puedo rajarme así. A mí me toca esperar a que me
liberen las luchas populares. Para ustedes, que están en la lucha
armada, es lógico que traten de fugarse, pero yo no. Igual les deseo
que todo les salga bien compañeros, en serio”. [2]
Finalmente una serie de malentendidos y demoras entre los
enlaces, y luego de disparos dentro del penal, los camiones se
retiraron. Los disparos se habían efectuado en el instante del
copamiento del penal. Al
llegar a la salida, los guerrilleros se encontraron con que sólo
estaba un Falcon esperándolos. Allí subieron Santucho, Osatinsky,
Quieto, Mena, Vaca Narvaja y Gorriarán Merlo. El resto de los 110
militantes quedaron de a pie y llamaron taxis, a los cuales sólo
pudieron abordar 19 guerrilleros.
Finalmente el avión no pudo esperar más y debió levantar
vuelo. Poco después llegaron al aeropuerto los 19 combatientes que
venían en taxis. Allí fueron rodeados por las fuerzas represivas y
luego de llamar a un juez y realizar una conferencia de prensa se
entregaron.
La masacre
Al frente del grupo estaban Mariano Pujadas (Montoneros)
[3], María Antonia Berger (FAR) [4] y Pedro Bonet (ERP). Los
guerrilleros fueron llevados a la Base Almirante Zar, donde estuvieron
una semana. Hasta que el 22 de agosto, a las tres de la madrugada,
fueron sacados de sus celdas y ametrallados. Sólo sobrevivieron tres
guerrilleros: María A. Berger, René Haydar y Alberto Camps. Los
muertos fueron: Ana M. Villarreal de Santucho, Jorge A. Ulla, Humberto
A Toschi, Humberto S. Suárez, María A Sabelli, Mariano Pujadas,
Miguel A. Polti, José R. Mena, Susana G. Lesgart, Clarisa R. Lea
Place, Alfredo E. Kohon, Mario E. Delfino, Alberto C. Del Rey, Eduardo
A. Copello, Rubén P. Bonet y Carlos H. Astudillo.
El fusilamiento de los 16 guerrilleros provocó el repudio
generalizado y avivó más la bronca contra el gobierno del General
Lanusse. La Marina dio una conferencia de Prensa por intermedio del
almirante Hermes Quijada [5], donde se argumentaba que los
guerrilleros habían tratado de quitarle las armas a los guardias,
quienes debieron repeler el intento. Los guerrilleros fugados llegaron
a Chile, desde donde partieron hacia La Habana. Allí fueron recibidos
por el gobierno cubano.
La masacre de Trelew fue una de los peores asesinatos
perpetrados por el régimen militar encabezado por Lanusse. El ensañamiento
con los guerrilleros detenidos en la base Almirante Zar fue también
una manifestación del odio de clase de la burguesía y su gobierno
hacia quienes la enfrentaban para terminar con ella y sentar las bases
de una nueva sociedad. Los métodos represivos, que dieron un salto
cualitativo y cuantitativo durante la dictadura militar de 1976,
mostraron que los fusilamientos de Trelew fueron parte de la respuesta
que los militares daban al activo sentimiento antidictatorial que
recorría el país y las filas obreras y populares.
Notas:
1. Gabriel Martínez. “Agosto de 1972: escape y
muerte”.
2. Gabriel Martínez, cit.
3. Mariano Pujadas era catalán y había venido a la
Argentina con sus padres, cuando era chico. Su padre José María, su
madre y dos hermanos de Mariano fueron asesinados por parapoliciales
el 14 de agosto de 1975 en Córdoba. Los sacaron de su casa, los
arrojaron a un pozo y los ametrallaron
4. María A. Berger murió en 1979 durante la
contraofensiva montonera. Haydar y Camps también desaparecieron bajo
la represión de la dictadura de Videla
5. Quijada fue muerto un tiempo después en un atentado. En
esa acción guerrillera cayó Víctor Fernández Palmeiro, uno de los
integrantes del comando organizativo exterior para la fuga de los
presos de Trelew.
Un debate que no está cerrado
Incorporar a la memoria militante lo ocurrido el 22 de
agosto de 1972 significa también profundizar el debate con la
concepción guerrillerista que cruzó durante aquellos años la
vanguardia de luchadores prohijados por el Cordobazo.
En líneas generales, la oposición a la dictadura militar
de Onganía-Lanusse tuvo su peso efectivo en las movilizaciones
obreras y los estallidos populares. El Mendozazo, el Tucumanazo, el
Viborazo, las puebladas de Villa Ocampo en Santa Fe o General Roca en
Río Negro, así como las huelgas combativas, colocaron a los
trabajadores con sus métodos de lucha como los actores más
efectivos, golpeando la columna vertebral del régimen capitalista,
hasta obligar a los militares a buscar una salida democrática.
Las acciones guerrilleras, aun con la intención de atacar
a la dictadura, lejos de ayudar a cohesionar las fuerzas obreras para
luchar contra ella y elaborar, a partir de sus experiencias, una
estrategia socialista, fueron un factor ajeno a los métodos
asamblearios y de acción
directa que dificultosamente los trabajadores llevaron adelante. La
respuesta que recibieron Santucho y Osatinsky de parte de Tosco, poco
antes de la fuga, es significativa. Tosco esperaba ser liberado por la
lucha popular y aunque luego él mismo coincidiera en los planteos
frentepopulistas de las organizaciones armadas, estaba marcando una
diferencia sustancial de método con los compañeros que le ofrecieron
fugarse con ellos.
Desde hace un tiempo se viene escribiendo
y hablando sobre la trayectoria de las organizaciones guerrilleras de
los años 70. En este sentido tratamos de aportar a este debate desde
una óptica obrera y socialista, puesto que nuestras diferencias con
la guerrilla son tanto tácticas como estratégicas. Por supuesto, sin
dejar por ello, de denunciar la represión de la burguesía hacia
honestos y valientes compañeros que luchaban para terminar con este
putrefacto sistema capitalista.
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