Paul Laverty: guionista de 'El viento que agita la
cebada'
"Sólo se dice que una película es política cuando
es de izquierdas"
Entrevista de Miguel
Ángel De Lucas
Diagonal, 14/09/06
Su obra y su vida están ligadas. Su primer guión se basó
en la revolución sandinista de la que fue testigo. No encontró
director. Hasta que llegó Ken Loach. Paul Laverty no se detiene.
Acaba de estrenarse su última película y ya está preparando el guión
de la siguiente.
Para la entrevista prefiere quedar en una cafetería de
Lavapiés, desde la que ofrece una visión muy escéptica sobre el
estado actual del cine.
A su juicio, la mayor parte de las películas ofrecen una
versión tan deformada del mundo como la de los mapas terráqueos.
"Está demostrado que la tierra no es como la vemos en los mapas.
África y Asia son mucho más grandes, mientras que Europa y EE UU son
mucho más pequeños. Sin embargo, seguimos usando el mismo mapa que
en el siglo XVI, con EEUU y Europa dibujados de forma gigante".
Para Laverty, "en el cine pasa lo mismo, aunque
todavía peor". Por eso, dice, hacen falta historias que vayan en
otra dirección.
DIAGONAL: ¿Cómo decidiste comenzar a hacer cine?
PAUL LAVERTY: Fue después de haber estado en Nicaragua,
donde vi el proceso de los sandinistas y los ataques de la 'contra',
financiada por la CIA. Después de aquello comencé a trabajar con un
grupo de derechos humanos.
Estuve escribiendo artículos sobre derechos humanos
durante dos años y medio. Hasta que, por ingenuidad, pensé en
escribir un guión de cine. Lo mandé a un montón de sitios, pero no
interesó a nadie. Entonces un día lo vio Ken, y de ahí salió La
canción de Carla, aunque tardamos como cinco años en que se rodase.
D.: Desde entonces la colaboración con Ken Loach no ha
parado...
P.L.: Tenemos una relación muy buena. Lo que ocurre es
que también pasa mucho tiempo desde que se escriben los proyectos
hasta que salen, para la historia de Nicaragua pasaron cinco años. A
veces pienso que vamos como los soviéticos, de plan quinquenal en
plan quinquenal.
D.: Vuestra última película, El viento que agita la
cebada, se ha comparado con la situación en Iraq y se ha hablado de
ella en relación al proceso de paz en Irlanda del Norte, pero no sé
si habéis visto similitudes también con el conflicto vasco.
P.L.: Esta película está centrada en Irlanda, en 1920,
en una situación muy compleja. Es posible que tenga ecos en otras
partes del mundo. En Iraq se puede ver la misma retórica de las
mentiras, del racismo, de la ocupación. Pero con respecto al País
Vasco, tengo que reconocer que es un tema que no conozco lo
suficiente. Es otra historia, otro tiempo y otras circunstancias. Y
hacer paralelismos fáciles sin saber más de ese tema me parecería
muy irresponsable.
Cine y política
D.: ¿Cómo os tomáis que a veces se critiquen vuestras
películas poniéndoles la etiqueta de cine político, casi como si
fuera un subgénero?
P.L.: Curiosamente, cuando se habla de cine social o cine
político sólo es para referirse a películas con un enfoque de
izquierdas, o en las que se habla de los pobres. Mientras, la mayoría
de las películas reflejan un punto de vista masculino, de clase
media, blanca; pero a eso nadie lo llama político.
D.: Ni tampoco cuando en una película secuestran el avión
del presidente de EE UU o los protagonistas son militares.
P.L.: Eso es. O cuando van de agentes de la CIA, por
ejemplo. Eso lo venden como 'puro entretenimiento'. Y también se dice
cuando Ridley Scott dirige Black Hawk derribado. Para mí es
una película muy racista, llena de estereotipos. Los blancos son
buenos, mientras que a los somalíes se les pinta como si fueran
animales en una jungla.
D.: ¿Y en qué medida estas películas hacen todavía más
difícil comprender lo que pasa en el mundo?
P.L.: Mucho. No sólo en EE UU. Ten en cuenta que todo
ese cine se exporta a todo el mundo. En este momento, los mayores
negocios de exportación de EE UU son los aviones y el
entretenimiento.
D.: Frente a eso, al escribir ‘El viento que agita la
cebada’, destacabas el esfuerzo de la gente por que no se olviden
sus historias.
P.L.: Sí, porque aprendimos mucho con la gente. Veías
que el hambre no está lejos. Cuando viajas por Irlanda todavía
puedes encontrar casas derruidas durante la época del hambre, como
testigos de lo que ocurrió. Y hablamos con muchos ancianos, también.
Tienen un sentido de la memoria muy vivo.
D.: Imagino que ése debe ser uno de los aspectos más
fascinantes de comenzar a realizar la película.
P.L.: Se aprende mucho. Es muy interesante ver el mundo
desde sus ojos. Esta vez no pudimos hablar con nadie que participara
directamente en los hechos que se cuentan, casi todos han muerto. Sólo
en el estreno de la película acudió un hombre de 104 años. No tenía
dientes, pero conservaba bien la cabeza. Vio la película, se acercó
y nos dijo: "Sí, fue así".
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