A 39 años del asesinato del Che
Revolución, métodos y sujetos
Por Oscar Alba
Socialismo o Barbarie, periódico, 12/10/06
La abnegación no es una palabra
menor en la vida de los revolucionarios, y en esto el Che Guevara fue
un ejemplo. Su impulso revolucionario lo llevó a dejar la comodidad
de las oficinas del Banco Central de Cuba, del cual era presidente,
para internarse en el monte nuevamente y luchar hasta su muerte.
El imperialismo y la burguesía,
después de matarlo, han buscado mercantilizarlo y ubicarlo como
fetiche de vidriera. Por nuestra parte, creemos que debemos partir de
su reivindicación como revolucionario y de una evaluación objetiva
pero también crítica de su trayectoria militante, para que sea un
aporte a las nuevas generaciones de obreros y estudiantes para poder
avanzar en la lucha por la que el Che ofreció su vida y su muerte: el
socialismo.
El 9 de octubre de 1967 era asesinado en Bolivia
Ernesto Che Guevara. En la Quebrada del Yuro terminaba su vida física
y se proyectaba a todo el mundo su inmensa figura política. Su
trayectoria, que había tenido sus primeros escarceos en Guatemala,
donde participó de la lucha contra el golpe que derrocó a Jacobo
Arbenz (1954), tuvo en el triunfo de la columna que él comandaba en
la batalla de Santa Clara, Cuba –y que terminó con la resistencia
del dictador Fulgencio Batista en diciembre de 1958–, la legitimación
como dirigente revolucionario.
No cabe duda que la experiencia de la revolución
cubana marcó a fuego los futuros pasos políticos del Che. Pero
aunque no se puede hablar del Che sin hacer referencia al triunfo
revolucionario en Cuba, hay que reconocer que sus convicciones y
acciones fueron mucho más allá. Así, en abril de 1965 renuncia a
todos sus cargos en el gobierno cubano y a esa nacionalidad [1] y en
julio parte hacia el Congo. Al año siguiente, de marzo a junio,
recorre Uruguay, Brasil, Paraguay, Argentina y Bolivia. En este
itinerario, Guevara siempre tuvo como objetivo impulsar la lucha
revolucionaria a partir de su experiencia acumulada, fundamentalmente,
en el proceso cubano.
La práctica y las concepciones políticas del Che
Guevara conformaron un proyecto que se desarrolló como una corriente
política, fundamentalmente en amplios sectores de la vanguardia
latinoamericana a finales de los 60 y durante gran parte de los 70.
Esta corriente propugnó la lucha armada guerrillera como la vía política
hacia la revolución socialista. De ahí que adquiere una gran
importancia una evaluación de ese proyecto, tarea que no puede
convertirse en un panegírico acrítico de la trayectoria del Che
Guevara ni de la corriente guevarista. Quienes asumieron integralmente
las posiciones del Che fueron parte de un proceso de ascenso del
movimiento obrero y popular en los años posteriores a su asesinato. Y
hoy, a casi cuarenta años de la muerte de Guevara, la putrefacción
del capitalismo, la superexplotación y la opresión de las masas
trabajadoras y en Latinoamérica el surgimiento de gobiernos de centro
izquierda como respuesta a la lucha de los trabajadores y las masas
populares hacen necesario profundizar el debate de sus concepciones.
En primer lugar, porque el Che fue un luchador consecuente contra el
imperialismo y las burguesías locales, levantando la bandera de la
revolución socialista. En otro sentido y en otro nivel, porque
gobiernos como el de Chávez quieren erigirse como modelo hacia el
socialismo del siglo XXI reivindicando, entre otras, la figura de
Guevara.
La concepción guevarista
La riqueza de la práctica y el legado político del
Che abarca diversos problemas de la revolución socialista. Sus
conclusiones a partir de la experiencia cubana con relación al método,
la estrategia y la transición hacia el socialismo conforman una
globalidad conceptual. Al mismo tiempo, requieren un tratamiento específico
de cada aspecto. En este caso, queremos referirnos a una cuestión
para nosotros fundamental para la evaluación del guevarismo. La
concepción acuñada por Guevara de desarrollar una estrategia de
guerra de guerrillas y la conformación de focos guerrilleros a escala
continental como vía de la revolución socialista no sólo es un
problema de método revolucionario, sino que implica y plantea el
debate de cuáles van a ser los sujetos sociales y políticos, esto
es, quién dirige y con qué estrategia, el proceso hacia la revolución.
La caída del Muro de Berlín y la ofensiva
imperialista neoliberal trajeron también una ofensiva ideológica
respecto de la clase obrera y su rol. Se decía que las nuevas
tecnologías matarían al trabajo. El postmodernismo y las corrientes
autonomistas cuestionaron a la clase obrera como fuerza social capaz
de ganar el poder político y construir el socialismo. De la mano de
las derrotas de las revoluciones del siglo XX, se buscó desautorizar
a los postulados del marxismo por toda una etapa, y algunos lo dieron
por muerto para siempre. Las rebeliones populares de principios del
2000 y la reciente entrada en escena de sectores obreros en las luchas
han vuelto a actualizar el debate sobre las vías y el sujeto de la
revolución.
Las revoluciones de posguerra, entre las cuales se
incluye la Revolución Cubana no fueron producto de que la clase
obrera tomara concientemente, en sus manos las tareas que implicaba el
desarrollo de la revolución. En este sentido la experiencia hecha por
Guevara, que tuvo el gran mérito, entre otros, de buscar ir más
lejos que el resto de la dirección cubana, significó que fuera el
ejercito guerrillero, apoyado por los campesinos pobres, el que
sustituyera el papel de la clase obrera.
Más allá de las declaraciones de Fidel Castro en
los años iniciales de la revolución [2], lo cierto es que los
trabajadores cubanos fueron enchalecados por las directivas de los
Comandantes. El 21 de noviembre de 1959 se eligió la dirección de la
Central de Trabajadores Cubanos. Los delegados del Movimiento 26 de
julio y otros sumaban unos 3000 delegados mientras que los comunistas
solo 265. Fidel Castro intervino contra la polémica instalada en el
congreso y remarcó que los trabajadores querían constituir el ejército
para la defensa de la revolución, por lo que no se podía aceptar que
un ejército tuviera fracciones. Sin dudas, una definición totalmente
opuesta a la democracia obrera.
Por su parte, el Che afirmaba en
1961: “Apuntando ya que las condiciones se completan mediante el
ejercicio de la lucha armada, tenemos que explicar una vez más que el
escenario de esa lucha debe ser el campo, y que, desde el campo, con
un ejército campesino que persigue los grandes objetivos por los que
debe luchar el campesinado (el primero de los cuales es la justa
distribución de la tierra), tomará las ciudades. Sobre la base ideológica
de la clase obrera, cuyos grandes pensadores descubrieron las bases
sociales que nos rigen, la clase campesina de América dará el gran
ejército libertador del futuro, como lo dio ya en Cuba. Ese ejército
creado en el campo, en el cual van madurando las condiciones
subjetivas para la toma del poder, que va conquistando las ciudades
desde afuera, uniéndose a la clase obrera y aumentando el caudal
ideológico con esos nuevos aportes, puede y debe derrotar al ejército
opresor en escaramuzas, combates y sorpresas, al principio; en grandes
batallas al final, cuando haya crecido hasta dejar su minúscula
situación de guerrilla para alcanzar la de un gran ejército popular
de liberación” [3]
Es decir, la centralidad de la
clase obrera en el proceso revolucionario, la autoorganización
obrera, la huelga general insurreccional y la construcción de un
partido obrero revolucionario no eran parte de la estrategia
guevarista. El Che Guevara llegó a reconocer cierta excepcionalidad
de la revolución cubana, haciendo referencia a que cada revolución
tenía sus particularidades que las hacían distintas de las otras.[4]
Pero no tenía en cuenta como “regla” de esa excepcionalidad que
el proceso de revolución socialista tenía una condición
fundamental: la clase obrera como sujeto político-social del proceso.
En este sentido, consideramos equivocado hacer un paralelo entre las
posiciones del Che y las de León Trotsky alrededor del proceso de
revolución permanente, tal como lo plantean algunos sectores del
trotskismo.[5]
Efectivamente, el Che partía
de la
necesidad de combatir contra el imperialismo y las burguesías de los
países, a diferencia del estalinismo, que toda su vida buscó algún
burgués “progresista” para hacer el frente nacional y popular
para después, en otra etapa luchar por el socialismo. Y el Che también
planteó, y murió en ese intento (traicionado por el Partido
Comunista en Bolivia), el carácter internacionalista de la revolución.
No obstante, Trotsky planteó que la lucha contra el imperialismo y
las burguesías nativas debían ser encabezadas por la clase obrera.
Para Trotsky, esta era una condición indispensable para definir el
carácter socialista y permanente de la revolución.
Los focos o grupos guerrilleros impulsados en Latinoamérica a
la luz de la concepción guevarista fracasaron y fueron exterminados
por las fuerzas represivas burguesas. Esto en gran parte fue posible
al aislamiento político y territorial que sufrieron, sobre todo en países
como Argentina, Uruguay y Brasil. Pero hay que hacer notar que muchos
de esos movimientos, a diferencia del Che Guevara, que se oponía al
burocratismo y el “etapismo” estalinista, terminaron reivindicando
el papel de los partidos comunistas. Esta fue una de las primeras
diferencias que tuvo el Che con el naciente régimen castrista, y que
lo puso en la mira del estalinismo.
Notas:
1. En febrero de 1959, el Che Guevara fue declarado
por decreto, ciudadano cubano.
2. “La clase obrera es la clase fecunda y creadora, la
clase obrera es la que produce cuanta riqueza material existe en un país.
Y mientras el poder no esté en sus manos, mientras la clase obrera
permita que el poder siga en manos de los patronos que la explotan, en
manos de los especuladores, en manos de los terratenientes, en manos
de los monopolios, en manos de los intereses extranjeros o nacionales,
mientras las armas estén en manos al servicio de esos intereses y no
en sus propias manos, la clase obrera estará obligada a una
existencia miserable por muchas que sean las migajas que les lancen
esos intereses desde la mesa del festín” (Fidel Castro, publicado
en la revista Verde Oliva, 9-4-61)
3. “Cuba: excepción histórica
o vanguardia de la lucha anticolonial”, Ernesto Che Guevara, Escritos
y discursos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1977.
4. “Aceptamos que
hubo excepciones que le dan un carácter peculiar a la revolución
cubana, es un hecho que, claramente, cada revolución cuenta con este
tipo de caracteres específicos, pero no está establecido que todas
ellas seguirán leyes cuya violación no esté al alcance de las
posibilidades de la sociedad”, en “Cuba…”, cit.
5. “(…)
reivindicamos la concepción socialista e internacionalista, de
independencia de clase del Che. Nahuel Moreno, nuestro fundador, lo
definía como el ‘héroe y mártir de la revolución permanente’
cuando lo asesinaron en 1967 (...) Más allá de las anécdotas, las
posiciones del Che sobre el internacionalismo y la revolución
socialista confluyen con la visión de la revolución permanente de León
Trotsky”, Mercedes Petit, en El Socialista, 2-10-05)
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