Una visión critica de la
conquista de América
Por Bernardo Veksler
Argenpress, 12/10/06
El primer impacto fue el asombro, luego el miedo
ante los cañones de bronce, arcabuces, mosquetes, pistolones y la
fuerza mágica del hombre blanco subido a un caballo. Los invasores
aprovecharon el desconcierto y dominaron fácilmente a las sociedades
más desarrolladas de los aborígenes americanos, que eran más
populosas e imponentes que las existentes en Europa.
El arribo de Cristóbal Colón a América fue un
emprendimiento que hizo posible uno de los hechos más destacados de
la historia de la humanidad. A partir de esa fecha, en menos de un
siglo se pudo alcanzar a conocer la dimensión total del planeta. Se
vincularon así mundos desconocidos entre sí con los más diversos
estadios de desarrollo. La ventaja para los europeos fue conocer la pólvora,
la brújula, el papel y la imprenta, entre otras adquisiciones.
El solo hecho de pisar tierra americana produjo una
espectacular cadena de acontecimientos que transformó y dinamizó la
historia de la humanidad. El descubrimiento de oro y plata en el
continente desataron un verdadero aluvión colonizador. Centenares de
expediciones y millares de hombres fueron tras los pasos de las
noticias de fabulosas fortunas. En los primeros 150 años de
conquista, 17 mil toneladas de plata y unos 200 toneladas de oro
arribaron a España y potenciaron el incipiente desarrollo comercial y
manufacturero, que abrió las compuertas a la Revolución Industrial y
al desarrollo capitalista de Europa.
La navegación superó todos los límites y se
aventuró hacia todos los rincones del planeta, el conocimiento del
mundo comenzó a ser posible, el comercio empezó a diseñar el
mercado internacional y el desarrollo económico que terminarían por
sepultar definitivamente a la sociedad feudal y al absolutismo monárquico.
La ambición no encontró barreras infranqueables.
En pocos años la inmensidad americana dejó de ser inexpugnable y
españoles, portugueses, británicos, holandeses y franceses se
disputaron el gigantesco botín.
Un siglo después de la llegada de las carabelas de
Cristóbal Colón al mar Caribe, de los más de 70 millones de indígenas
preexistentes sólo quedaban tres millones y medio de almas. Primero,
fueron derrotados por la desproporción de recursos, la sorpresa y la
confusión. Luego, fueron privados de su cultura y creencias,
sometidos al trabajo esclavo y finalmente, las enfermedades importadas
por los europeos encontraron a sus organismos sin anticuerpos para
resistir los virus y bacterias.
La casi extinción de la población nativa generó
otro genocidio; al propiciar el repudiable comercio de seres humanos,
al arrancar millones de africanos de su tierra ancestral para traerlos
a nuestro continente como mano de obra esclava.
Medio milenio después, no se puede ocultar el
exterminio indígena, salió a la luz otra versión de la historia,
atrás quedaron definiciones como el “Descubrimiento de América”,
que pretendía ignorar la existencia de millones de seres humanos que
habían descubierto el continente miles de años atrás. También quedó
demodé la más reciente definición de “Encuentro de dos mundos”,
cuando en realidad subyace el aplastamiento de uno por otro.
No se puede dejar de reconocer que la llegada
europea a costas americanas produjo un avance notable de la humanidad,
pero el progreso no puede ocultar la magnitud de sangre derramada.
La sociedad capitalista se concibió a partir de la
sangre, la esclavitud y el saqueo impulsado por las potencias europeas
de la época.
El encontronazo del 12 de octubre de 1492
Las hipócritas denominaciones con que fue
conmemorado el aniversario de la llegada de las naves de Colón a
tierras americanas pusieron de manifiesto el intento de disimular,
encubrir y minimizar los crímenes cometidos. Celebrar “el
descubrimiento de América” significaba omitir, nada menos, que
existían unos setenta millones de seres humanos que ya habían
descubierto al continente y vivían en él. La denominación
improvisada en medio del debate de “encuentro de dos culturas” o
“de dos mundos” fue un hábil intento de falsificar la historia,
dado que ese encuentro no tuvo nada de protocolar o pacífico como cínicamente
pretendieron sus ideólogos y difusores.
El genocidio desatado, el saqueo de sus
incalculables riquezas y el sometimiento de los supervivientes
presentan un cuadro muy distinto al pretendido y mucho más próximo
al de un verdadero “encontronazo” donde el desequilibrio tecnológico
impuso sus trágicas desproporciones.
La expedición de Colón fue la más destacada
empresa de las que hicieron posible uno de los acontecimientos más
importantes de la historia humana: tomar conciencia de la magnitud del
planeta y poder comunicar sus diversos puntos geográficos. Se
relacionaron mundos antes desconocidos entre sí, algunos en estadios
muy primitivos de desarrollo otros más avanzados como los europeos,
que ya conocían la brújula, la pólvora, el papel y la imprenta.
Se modificaron las economías cerradas de esos países
para constituir un mercado mundial. “Los descubrimientos de los
yacimientos de oro y plata en América, la cruzada de exterminio, la
esclavización de las poblaciones indígenas, forzadas a trabajar en
el interior de las minas, el comienzo de la conquista y del saqueo de
las indias, la conversión del continente africano en cazadero de
esclavos negros, son todos hechos que señalan los albores de la era
de producción capitalista (...) Las riquezas apresadas fuera de
Europa por el pillaje, la esclavización y la masacre refluían hacia
la metrópolis donde se transformaban en capital” (1); “...el
capitalismo aparece sudando sangre y lodo por todos sus poros...”
(2).
El oro y la plata americanos contribuyeron a formar
los primeros grandes capitales europeos, que dinamizaron la economía
y detonaron la Revolución Industrial.
Así se fue gestando la sociedad capitalista que,
como contrapartida, significó un importante avance en la historia de
la humanidad. El capitalismo desplegó sus máximas posibilidades de
desarrollo en los países más avanzados de la época, donde se
produjeron los saltos más dinámicos en la primitiva acumulación de
capital, basados esencialmente en el pillaje y la repartición del
mundo.
Simultáneamente, se generó un desarrollo incesante
en las ciencias, en el conocimiento, en las técnicas productivas, en
las posibilidades de consumo y supervivencia, etc.
El capitalismo logró cumplir un rol progresivo sólo
interrumpido por las crisis cíclicas que desquiciaban periódicamente
la producción y su economía, dejando en evidencia las limitaciones
del sistema.
A pesar de este notable aporte a la evolución
humana, el capitalismo desde sus primeros pasos denotaba características
salvajes, corruptas e inhumanas que hoy se explayan en su total
plenitud.
Europa, 1492
La llegada europea a América motorizó una serie de
elementos que hasta ese entonces se manifestaban en forma embrionaria
y que provocaron un verdadero sacudón en la sociedad que comenzaba a
desperezarse de la economía medieval.
A fines del siglo XV, en el continente europeo surgían
y se desarrollaban las producciones artesanales que comenzaron a
impulsar la vida comercial y a dinamizar la economía. Las monarquías
iniciaron un proceso de unificación de condados, principados y
regiones autónomas insumiendo mayores gastos a sus aparatos
estatales; simultáneamente, comenzaron a eliminarse algunas barreras
aduaneras que posibilitaron la instauración de mercados regionales y
luego nacionales.
El primer paso de las transacciones fue el trueque,
ante los desiguales requerimientos surgía la necesidad de establecer
compensaciones en valores internacionalmente aceptados, por lo
general, se utilizó el oro, la plata y piedras preciosas.
“El descubrimiento de América se debió a la sed
de oro que anteriormente había lanzado a los portugueses hacia
tierras al Africa, porque la industria europea, enormemente
desarrollada en los siglos XIV y XV, y el comercio correspondiente
reclamaban más medios de cambio de los que podía abastecer Alemania
la gran productora de plata entre 1450 y 1550...” (2)
El viaje de Colón hizo posible el desarrollo de las
grandes compañías navieras, su consecuencia inmediata fue un
impresionante desarrollo del intercambio regional y tasas de ganancia
inusitadas, que alimentaron un formidable proceso de acumulación
primitiva de capital, basados esencialmente en el pillaje, la
apropiación de los conocimientos de los pueblos sometidos y de sus
territorios.
El saqueo de América
La situación europea motorizó la búsqueda de
nuevas fuentes de ingreso para las monarquías. El propio diario de
viaje de Colón tiene numerosas referencias a la obsesiva necesidad de
encontrar oro. Los hallazgos de piezas ornamentales y rituales de los
nativos constituyeron la primera fase del saqueo. En las islas de
Cuba, Española y Puerto Rico en sólo dos o tres años se despojó a
los nativos de todo el oro producido en casi un milenio (3).
Agotada rápidamente esa fase del saqueo, se pasó a
la búsqueda desenfrenada de los yacimientos, derribando todo obstáculo
que se erigiera en su camino.
“En menos de una década, los españoles
exploraron casi todas las islas del Caribe, especialmente Cuba,
Jamaica, Puerto Rico y La Española. En 1513, Balboa avistó el Pacífico.
Durante la década de 1520-30, se inició la conquista México y
Centroamérica. Y en la próxima, la de Colombia, Ecuador, Perú,
Bolivia y Chile” (6).
Los primeros relatos difundían las condiciones para
la captura de riquezas: “... por las faldas de esta cordillera se
han hallado grandes mineros de plata y oro... y en todo el reino del
Perú; y si hubiera quien lo sacase, hay oro y plata que sacar para
siempre jamás; porque en las sierras y en los llanos y en los ríos,
y en todas parte que caven y busquen, hallarán plata y oro” (4).
Las dificultades para la extracción comenzaron a
resolverse a partir de los conocimientos de los propios nativos. “La
causa esencial de esta rápida recolección de metales preciosos fue
el grado de adelanto minero–metalúrgico que habían alcanzado los
indígenas de América Latina. El desarrollo de las fuerzas
productivas autóctonas permitió a los españoles organizar en pocos
años un eficiente sistema de explotación. De no haber contado con
aborígenes expertos en el trabajo minero resultaría inexplicable el
hecho de que los conquistadores, sin técnicos ni personal
especializado, hubieran podido descubrir y explotar los yacimientos
mineros, obteniendo en pocas décadas tan extraordinaria cantidad de
metales preciosos. En fin, los indios americanos proporcionaron los
datos para ubicar las minas, oficiaron de técnicos, especialistas y
peones, y aportaron un cierto desarrollo de las fuerzas productivas
que facilitó a los españoles la tarea de la colonización” (6).
Entre 1503 y 1660 salieron desde tierras americanas
hacia España, según constancias documentadas en Sevilla y Madrid,
alrededor de 200 toneladas de oro y 17 mil toneladas de plata.
Considerando una relación de once a uno entre esos dos metales, se
llega a las dos mil toneladas de oro, esta acumulación de envíos
valuados a precios actuales rondarían los 28 mil millones de dólares
(5).
“Según las estadísticas más autorizadas, la
producción de oro y plata indianos, entre 1503 y 1560 ha sido
estimada por Soetbeer en 173 millones de ducados; por Lexis en 150
millones y por Haring en 101 millones” (6). Otras estimaciones
mensuran en unas 90 mil toneladas de plata las extraídas de las entrañas
americanas en el lapso comprendido entre 1500 y 1800 y su valuación
se elevaría a unos 120 mil millones de dólares actuales (3).
ORO Y PLATA EXTRAIDOS DE LAS
COLONIAS DE ESPAÑA (7)
(En kilogramos)
|
Período
|
Plata
|
Oro
|
1531-1540
|
86.193
|
14.466
|
1541-1550
|
177.573
|
24.957
|
1551-1560
|
303.121
|
42.620
|
1561-1570
|
942.858
|
11.530
|
1571-1580
|
1.118.591
|
9.429
|
1581-1590
|
2.103.027
|
12.101
|
1591-1600
|
2.707.626
|
19.451
|
1601-1610
|
2.213.631
|
11.764
|
1611-1620
|
2.192.255
|
8.855
|
1621-1630
|
2.145.339
|
3.889
|
1631-1640
|
1.396.759
|
1.240
|
1641-1650
|
1.056.430
|
1.549
|
1651-1660
|
443.256
|
469
|
TOTAL:
|
16.886.815
|
181.333
|
“Con base a los datos que proporciona Alexander
von Humboldt, se ha estimado en unos cinco mil millones de dólares
actuales la magnitud del excedente económico evadido de México entre
1760 y 1809, apenas medio siglo, a través de las exportaciones de
plata y oro” (11).
Para contar con una aproximación del formidable
impacto que generó esta invasión de riquezas a territorio europeo,
basta con tomar como referencia que la totalidad del oro existente
para esa época en el “viejo mundo” se estimó en unos mil
millones de dólares y la plata en unos mil quinientos millones de dólares
actuales.
Las cifras del saqueo, con seguridad, deberían
elevarse notablemente si se considerasen la cantidad de navíos
hundidos, que son cuantiosos en las aguas del mar Caribe, en las
costas chilenas y en la confluencia austral de los océanos Pacífico
y Atlántico. La recuperación del cargamento de las bodegas, hace
unos años atrás, de “El Preciado”, frente a costas uruguayas,
fue valuado en cifras que oscilaban entre 600 y 3.000 millones de dólares.
Sólo en las proximidades del río de la Plata existen otras ocho
embarcaciones hundidas con sus bodegas repletas de oro y plata.
Por otro lado, habría que considerar la carga
secuestrada por piratas y corsarios que fueron a parar a otras
potencias europeas. “...el pillaje obtenido por (el capitán) Drake
puede ser considerado con justicia como la fuente y el origen de la
inversión externa británica. Con él, Isabel pagó la totalidad de
su deuda externa e invirtió una parte del remanente en la Compañía
de Indias Orientales, cuyos beneficios representaron, durante los
siglos XVII y XVIII, la principal base de las ligazones externas de
Inglaterra... Jamás hubo una oportunidad tan prolongada y tan rica
para el hombre de negocios, el especulador y el aprovechador. En esos
años de oro, nació el capitalismo moderno” (8).
El despegue capitalista
La reactivación comercial desembocará en la
Revolución Industrial y en la liquidación de la sociedad medieval.
Se genera así una división internacional del trabajo que adoptó
formas de triangulación: América aportó oro, plata, materias primas
y la mano de obra aborigen; Africa suministró la mano de obra esclava
que sustituyó a los exterminados nativos americanos y Europa se llevó
la parte del león, ya que produjo y comercializó los productos
manufacturados a la vez que capitalizó las transacciones de los demás
vértices de la triangulación.
España y Portugal, que fueron los primeros en
avanzar en el proceso de la unidad nacional, indujeron a la revolución
comercial; pero cada vez más su enriquecimiento fue agravando su
dependencia con las naciones más industrializadas. Los ibéricos
cumplieron un rol contradictorio, por un lado, fueron los agentes que
fortalecieron a la incipiente burguesía europea, que se enriqueció
aceleradamente y comenzó a enfrentar al absolutismo feudal hasta
derrocarlo. En cambio hacia su interior tanto España como Portugal
carecieron de una burguesía industrial, razón por la cual el flujo
masivo de riquezas consolidó a la monarquía limitando el futuro de
la fugaz prosperidad. Los principales acaparadores de oro y plata
americanas fueron sólo un puerto de paso de esas riquezas, utilizado
para las crecientes demandas del aparato estatal y de las
multitudinarias nobleza y clero, su destino final fue capitalizar y
expandir a la burguesía manufacturera francesa, flamenca e inglesa.
“La condición de acreedores del Tesoro, no sólo
de Carlos V sino también de Felipe II, que vendía con anticipación
los cargamentos de oro de las Indias para sostener aventuras militares
y religiosas, permitió a los banqueros y comerciantes extranjeros
controlar los metales preciosos y convertirse en los rectores de la
economía española. Era uno de los tantos tributos que el pueblo español
pagaba por la incapacidad sus clases dominantes para lograr la unidad
nacional, el desarrollo de la industria y la creación del mercado
interno” (6).
Los colonizadores americanos tuvieron un objetivo
claramente capitalista. La organización de la extracción, tráfico y
producción fue para generar ganancias prodigiosas y, sobre todo,
proveer al mercado mundial.
“Si no inauguraron en el “Nuevo Mundo” un
sistema de producción capitalista fue por la inexistencia de un ejército
de trabajadores libres. Esta carencia obligó a los colonizadores a
utilizar opciones no capitalistas como semiesclavitud y esclavitud.
Sintetizando: producción y colonización por objetivos capitalistas,
relaciones esclavas o semiesclavas de producción y denominaciones
propias del feudalismo fueron los pilares sobre los que se asentó la
Conquista de América” (9).
Primer genocidio
El primer impacto fue el asombro y el miedo ante los
cañones de bronce, arcabuces, mosquetes, pistolones y la fuerza mágica
del blanco subido a un caballo. Esto fue aprovechado rápidamente por
los astutos españoles, que dominaron fácilmente a las sociedades más
adelantadas de América: los sedentarios aztecas, incas y mayas. Estas
sociedades habían llegado a formas sociales similares a las de los
egipcios, asirios y caldeos, con la existencia de un estado e
incipientes formas de explotación tanto de los sectores plebeyos como
de las tribus vecinas que eran violentamente sometidas. Esto explica
que las sociedades americanas más desarrolladas y poderosas, por sus
contradicciones internas fueron las que más fácilmente fueron
sojuzgadas.
En cambio, las tribus que adoptaban formas sociales
comunistas primitivas, fueron las que más dificultades y resistencia
ofrecieron al invasor. Las sociedades nómades dieron valientes
batallas para enfrentar el sometimiento; pero la diferencia abismal de
desarrollo económico y tecnológico, expresado en potencial bélico,
hacía inexorable el resultado final.
“Los indios de América sumaban no menos de
setenta millones y quizás más, cuando los extranjeros aparecieron en
el horizonte. Un siglo y medio después se habían reducido en total a
sólo tres millones y medio...” (10)
El genocidio comenzó a implementarse en la guerra
de conquista. Luego, en la explotación inhumana de los socavones. Allí,
los indígenas sufrían el desarraigo, al ser obligados a dejar sus
tierras y familias; se les imponía un ritmo de trabajo para el que no
estaban acostumbrados; los socavones les devoraban los pulmones y los
dejaba rápidamente discapacitados. Algunos adelantaban el inexorable
final con el suicidio, otros mataban a sus hijos para liberarlos del
yugo inevitable y la capacidad reproductiva se deterioraba
paralelamente al desinterés por la vida.
Puerto Rico es un ejemplo de ello, a la llegada de
los españoles, la población indígena era de unas setenta mil almas;
treinta años después, en 1530 –cuando se hace el primer censo- la
población nativa era de 473 libres encomendados y 675 indios
esclavos.
Las rebeldías de las tribus nómades fueron
apaciguadas con la acción de la Iglesia, que los sometía por la vía
religiosa para luego obligarlos a trabajar en producciones agrícolas,
forzándolos a abandonar su vida ancestral dedicada a la caza, la
pesca y la recolección, generando efectos similares a los socavones.
Otro importante porcentaje de nativos fue víctima
de las enfermedades introducidas por los europeos, los organismos indígenas
no estaban preparados para resistir a los virus y bacterias
importados. Así, la viruela, tétanos, sífilis, tifus, lepra, entre
otras, produjeron estragos. “Los indios morían como moscas; sus
organismos no oponían defensas ante las enfermedades nuevas. Y los
que sobrevivían quedaban debilitados e inútiles. El antropólogo
brasileño Darcy Ribeiro estima que más de la mitad de la población
aborigen de América (...) murió contaminada luego del primer
contacto con los hombres blancos” (11).
América ofrecía enormes posibilidades de
enriquecimiento y toda una jauría humana desembarcó en sus costas
para cumplir con esos sueños de prosperidad a cualquier precio.
“...la sistematización económica del inmenso espacio conquistado
por los españoles puede ser resumida así: distribución de tierras
en cantidad casi ilimitada a los conquistadores y atribución a los
mismos de un gran número de indios adscriptos al trabajo forzado en
esas tierras. Terminado el momento violento de la conquista no se
puede decir que la colonización se haya desarrollado sobre principios
diferentes” (12).
Otro genocidio lucrativo
El debate generado por el quinto centenario dejó a
las claras la orgía de sangre desatada por el supuesto “encuentro
de dos culturas”. El exterminio de la población nativa junto a las
necesidades de mano de obra para ocuparla en las flamantes
explotaciones dio lugar a una nueva rama económica del naciente
capitalismo: el tráfico de esclavos.
Ingleses, holandeses y franceses se destacaron en
este flamante negocio. Los cazaban como a animales en el Africa, luego
los cargaban en los barcos para atravesar el Atlántico. Su primer
destino eran las Antillas, luego prácticamente toda América.
Sólo entre 1680 y 1688, la Real Compañía Africana
embarcó setenta mil negros, de los cuales sólo llegaron a las costas
americanas unos 46 mil. En Haití, ingresaba un promedio de treinta
mil esclavos por año. En 1789, la población de la mitad francesa de
la isla Española era de cuarenta mil blancos y 450 mil negros.
La reconstrucción de los datos disponibles permite
determinar que, en no menos de un siglo, se importaron unos diez
millones de nativos africanos. Según fuentes inglesas, esa estimación
se duplica.
Si se toma en cuenta que gran cantidad de africanos
morían antes de pisar tierra americana, víctimas de las cacerías,
en el traslado hacia los barcos, en las tortuosas travesías hacinados
en las bodegas o en el desembarco, la cifra de seres arrancados
violentamente de Africa puede elevarse a cuarenta o cincuenta millones
desde que comenzó este sucio comercio hasta mediados del siglo
diecinueve, provocando el arrasamiento de regiones, aldeas y etnias.
El censo de 1790 de Estados Unidos indicó que los
esclavos sumaban 697 mil individuos. En 1861, esa cifra se elevó a más
de cuatro millones.
Un miembro de la Cámara de Diputados de España,
decía en 1870: “Un esclavo que por reglamento debía trabajar 16
horas en la zafra y ocho o nueve durante el resto del año. Un esclavo
que recibe no más de una camisa, un calzoncillo, un pañuelo y un
gorro. Un esclavo que se alimenta con seis u ocho plátanos, con ocho
onzas de carne de bacalao o con cuatro de harina o de arroz. Un
esclavo que llega con los dolores que ha sufrido desde que lo
embarcaron en la costa de Africa, que llegó a la costa desde su lugar
natal durmiendo en suelos húmedos, que es llevado a Cuba en un barco
de 200 toneladas entre más de quinientos negros, con gérmenes de
todo tipo de enfermedades, traspasan los mares con un 25 por ciento de
bajas, es arrojado al mar como insignificante lastre si el buque
zozobra...”, en estas condiciones el promedio de vida del esclavo no
podía ser muy elevado. El esclavismo como toda forma de explotación
creó su ideología justificadora, sosteniendo que los negros eran de
naturaleza distinta, que se asemejaban a los monos, etc. (13)
El papel de la Iglesia
La conquista de América se ejecutó a través de la
apabullante superioridad tecnológica y militar europea. Pero esta
brutal dominación se complementó con la sutil participación de la
Iglesia. Esta institución siempre cumplió un papel funcional a los
que ostentaron el poder. Su actuación durante la conquista de América
no fue muy distinta del rol cumplido en épocas más recientes, cuando
cooperó con regímenes siniestros como los representados por Hitler,
Mussolini, Franco o Videla.
Los religiosos buscaron congraciarse con los nativos
al ofrecerles algunas formas de protección ante el salvajismo
colonizador, para luego someterlos por la vía de la imposición
cultural y el sometimiento ideológico.
El solo hecho de haber impuesto una creencia
distinta, demuestra el profundo desprecio de los sacerdotes hacia las
costumbres ancestrales indígenas. El objetivo de inculcar,
catolicismo mediante, la resignación y la docilidad ante el nivel de
explotación infrahumano permitió la incorporación de una cuantiosa
mano de obra barata y útil para los proyectos de los europeos.
Las mitas y encomiendas sirvieron para organizar la
explotación agropecuaria y minera, gran parte de ellas en beneficios
de la propia Iglesia.
El rol perverso jugado por esta institución
medieval fue tan notorio, que ante el debate desatado sólo pudieron
erigir la figura del sacerdote Bartolomé de las Casas, con la intención
de neutralizar su complicidad con la barbarie cometida. Pero el propio
de las Casas fue un encomendero que empleó a los nativos para su
enriquecimiento personal. Luego, cuestionó el sistema y se proclamó
a favor de la introducción de negros africanos para reemplazar a los
diezmados aborígenes antillanos.
Ante la contundencia de los argumentos, la Iglesia
comenzó a ensayar disculpas y pedidos de perdón. Los obispos
guatemaltecos así lo hicieron con el pueblo maya y rindieron homenaje
a las creencias religiosas nativas “que veían en la naturaleza una
manifestación de Dios” (14)
Muchos herederos de los que sufrieron en carne
propia las atrocidades de los invasores europeos y el cínico papel de
la Iglesia, aprovecharon la oportunidad del viaje de Juan Pablo II a
Lima, en 1984, para entregarle una carta firmada por el Movimiento
Indio Kollasuyo, el Partido Indio y el Movimiento Túpac Katari, de
Bolivia y Perú, que en uno de sus párrafos decía lo siguiente:
“Hemos decidido aprovechar la visita del Papa para devolverle su
Biblia, pues en cinco siglos no nos ha dado ni paz, ni amor ni
justicia... Por favor, llévese su Biblia y désela a nuestros
opresores, cuyos corazones y cerebros necesitan más de sus preceptos
morales... Recibimos la Biblia, que fue el arma ideológica del asalto
colonialista. La espada española que de día atacaba y mataba cuerpos
indios, de noche se volvía cruz que atacaba el alma india...” (15).
Las rebeliones
A pesar de la enorme desproporción de fuerzas, los
sometidos por los conquistadores se rebelaron en innumerables
oportunidades. Una de las más destacadas fue la del 4 de noviembre de
1780, liderada por José Gabriel Condorcanqui (Túpac Amaru).
Sometidos por la escandalosa esclavitud de la mita,
miles de indios trabajaban y morían en los obrajes y las minas.
Durante años, antes de tomar la decisión de rebelarse, había
buscado el apoyo de los obispos de Cuzco y La Paz y otros poderosos de
América para frenar los abusos que se cometían con los indios. Pero
nada había conseguido.
Desechados esos caminos, Túpac comenzó entonces a
organizar secretamente el levantamiento que abarcaría todo el
Altiplano y parte del noroeste argentino. El día del alzamiento
comenzó con la detención del corregidor Antonio de Arriaga, quien
fue ejecutado en la plaza de Tungusuca. Allí se convocaron miles de
indios y mestizos que conformaron un ejército de desesperados, apenas
armados de palos y cuchillos. Ante la multitud Túpac afirmó su
intención de “cortar el mal gobierno de tanto ladrón zángano” y
liberar, por igual, a indios y criollos. Comenzaron a avanzar,
destruyendo a su paso los obrajes, pero el movimiento fue frenado y el
líder detenido y torturado. Durante el tormento no reveló el nombre
de ninguno de sus colaboradores, hasta que murió descuartizado (16).
Las rebeliones y masacres prácticamente abarcaron
todo el continente americano. Tanto los indios del lejano oeste como
los pampas y tehuelches reaccionaron con los malones y otras formas de
resistencia al avance incontenible de los colonos blancos. Diaguitas,
quilmes y mapuches, entre cientos de etnias, expresaron también su
valiente rebeldía.
Los esclavos traídos de Africa también
protagonizaron rebeliones. En 1522, los esclavos de Diego Colón
–hijo de Cristóbal- llevaron a cabo la primer sublevación que se
tenga memoria, fueron sosegados y terminaron ahorcados en los senderos
del ingenio.
En Brasil, numerosos negros huían de las
explotaciones hacia la selva. Los cimarrones se fueron concentrando y
organizando hasta llegar a constituir el reino de Palmares, en pleno
Amazonas. La superficie que controlaban llegó a alcanzar un tercio
del dominio portugués de la época. Durante todo el siglo XVII
resistieron el acoso de expediciones holandesas y portuguesas que
intentaron aniquilar a ese mal ejemplo.
Palmares contaba con abundancia de alimentos, porque
la producción estaba al servicio de las necesidades, existían
policultivos que contrastaban con las explotaciones de los
colonizadores, donde predominaba el cultivo de la caña de azúcar,
que se producía para abastecer a Europa.
En 1791, estalla una exitosa rebelión negra en Haití
que logra abolir la esclavitud y desata la huida masiva de los
blancos. Trece años después, constituyen la primera república negra
de América, cuya constitución consideraba negros a todos los
ciudadanos independientemente del color de su piel.
La resistencia de los oprimidos y la comprobación
por parte de los poderosos que la mano de obra esclava no era
suficientemente productiva, que las nuevas técnicas necesitaban de
una mayor capacitación y que podría ser muy lucrativo la incorporación
de millones de consumidores, produjo el fin de la lacra de la
esclavitud.
La burguesía criolla
Una vez que se consolidaron en el poder, luego de
superado el radicalizado y tumultuoso período de la emancipación
latinoamericana, las nacientes oligarquías y burguesías orientaron
su voracidad a ocupar la extensión territorial expulsando a sangre y
fuego a los legítimos dueños de las tierras.
El promotor de la campaña contra los indios
pampeanos así exponía ante el Congreso su plan: “En la superficie
de quince mil leguas que se trata de conquistar, comprendida entre los
límites del río Negro, los Andes y la actual línea de fronteras, la
población indígena que la ocupa, puede estimarse en veinte mil
almas, en cuyo número alcanzan a contarse de 1800 a 2000 hombres de
lanza... Su número es bien insignificante con relación al poder y a
los medios de que dispone la Nación. Tenemos seis mil soldados
armados con los últimos inventos modernos de la guerra, para
oponerlos a dos mil indios que no tienen otra defensa que la dispersión,
no otras armas que la lanza primitiva” (17). El general Roca fue el
“héroe” de la denominada “Conquista del Desierto”, un
desierto poblado por “veinte mil almas”.
El exterminio de los indios pampeanos fue aprobado
por la oligarquía bonaerense. Como consecuencia de ese despojo
sangriento, 1843 personas se repartieran 41.787.023 hectáreas de la
mejor tierra argentina, entre 1876 y 1903.
El presidente Miguel Juárez Celman, en 1888,
justificó con argumentos racistas los “obsequios” efectuados
luego del brutal desalojo indígena: “Dicen que dilapido la tierra pública,
que la doy al dominio de capitales extranjeros: sirvo al país en la
medida de mis capacidades. (Carlos) Pellegrini mismo acaba de
escribirme que la venta de 24 mil leguas sería instalar una nueva
Irlanda en la Argentina. ¿Pero no es mejor que estas tierras las
explote el enérgico sajón y no que sigan bajo la incuria del
tehuelche?”.
Esta conducta de la burguesía criolla fue, con
algunas diferencias de matices, la que se repitió en cada país
americano.
Las películas del lejano oeste invierten cínicamente
los roles de quienes fueron los protagonistas del salvajismo. Un líder
piel roja, a fines del siglo pasado, reflejó con estas palabras su
angustia: “estoy cansado de luchar. Nuestros jefes han muerto...
Todos los ancianos han muerto. Hace frío y no tenemos frazadas. Los
pequeñuelos mueren de frío. Algunas de mis gentes han escapado a las
montañas y no tienen abrigo ni alimento... Quiero tener tiempo de
buscar a mis hijos y ver cuantos de ellos han quedado. Acaso los
encuentro entre los muertos. Oíd, mis jefes, mi corazón está triste
y enfermo. Estoy cansado” (18).
Mientras, el epitafio de la tumba de un puritano del
siglo XVII nos recuerda a otros personajes que asolaron otras regiones
del continente, en este caso, Tierra del Fuego: “Consagrado a la
memoria de Lynn S. Love, quien, en el transcurso de su vida mató a 98
indios que le fueron dados por el Señor. El esperaba elevar esa cifra
a 100 antes de fin de año, cuando en su casa, se durmió en los
brazos de Jesús” (19).
El aniquilamiento continúa, la rebelión también
Negros e indios fueron utilizados en la primera línea
de combate en la guerra de independencia y en las luchas fratricidas
posteriores. Tanto Argentina como Paraguay contaban con una gran
población negra hoy casi inexistente, fruto de ese exterminio sufrido
al que aportaron también numerosas epidemias.
Rigoberta Menchú, indígena guatemalteca premio Nóbel
de la Paz, afirmó tiempo atrás que: “En los últimos veinte años,
he recorrido todos los países con pueblos indígenas. Y por doquier
encontré la misma realidad: nadie quiere darnos voz... Hace poco
estuve en Canadá: indígenas de esas tierras, fueron despojados de
todo por las empresas multinacionales que talan los bosques.
Actualmente, hay ocho de estas firmas en plena actividad. Allí
pudimos ver lo que está haciendo nada más que una de esas compañías:
en un año talaron bosques por una extensión que supera el millón
doscientos mil metros cuadrados por lo que serán necesarios
doscientos o trescientos años para que esa tierra recupere su ritmo
natural”.
No es muy distinto el panorama de los pueblos indígenas
de toda América, los sobrevivientes del genocidio continúan hoy
sufriendo crímenes, despojos, atropellos y represión cuando intentan
manifestarse en defensa de sus derechos.
Durante los primeros años de la gesta emancipadora
latinoamericana, los oprimidos vieron que sus reclamos se vinculaban
con las causas nacionales. El general Simón Bolívar abolió la
esclavitud, Juan José Castelli liberó a los indígenas del Alto Perú
de las encomiendas y José Gervasio Artigas redistribuyó tierras
entre los pobres.
La opresión que siguen sufriendo indios, negros,
mulatos y mestizos no es muy distinta a la que sufren obreros,
jornaleros y los millones de marginados. El sistema capitalista, con
su versión globalizada, continúa acumulando víctimas.
La lucha por la liberación del sojuzgamiento
dependerá de que las crecientes víctimas puedan resistir y El
sistema de dominación imperante y los gobernantes funcionales a ese
status quo son los responsables del empobrecimiento generalizado, del
hundimiento de las economías y de la descomunal entrega del capital
social. Ellos son los causantes de que 180 millones de niños, mujeres
y hombres latinoamericanos padezcan hambre, miserias, marginación y
desesperanza.
Este nuevo aniversario de la llegada europea a
tierras americanas, encontrará a los gobernantes de nuestros países
nuevamente como los promotores de las celebraciones, no es casual,
ellos son los que abren las puertas a la colonización, entregan las
riquezas, someten al pueblo trabajador a cada vez mayores sufrimientos
y explotación, generan aumento de la mortalidad infantil y disminución
del promedio de vida de los más pobres, y eliminan todo rasgo social
progresista.
Ayer como hoy la sangre, el sudor y las lágrimas
que corren son de los oprimidos.
Fuentes:
- Carlos Marx, El Capital. Libro I.
- Carta de Federico Engels a C. Schmidt, 17/10/1890.
- Pierre Chaund. Seville et l´Atlantique, Paris,
1959.
- Pedro de Cieza de León, La Crónica del Perú
Cap. CXV.
- H.J. Hamilton. American
Treasure and the Price Revolution in Spain. Harvard
University Cambridge, USA, 1934.
- Luis Vitale. Historia Social Comparada de los
pueblos de América Latina, Tomo I. Atelí, Punta Arenas, 1998.
- Oscar Pintos Santos, basado en los estudios de
H.J. Hamilton. Diario Gramma, La Habana, 6/5/90.
- John Maynard Keynes,
Treatise on Money.
- Nahuel Moreno y George Novak. Feudalismo y
Capitalismo en la Colonización de América, Buenos Aires, 1972,
Ediciones Avanzada.
- Darcy Ribeiro, Las Américas y la Civilización.
- Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América
Latina. Siglo XXI, 1989.
- Ruggiero Romano. Le Rivoluzione del centro e Sudamérica,
in Le revoluzioni borghesi. Milán, Fratelli Fabril, 1973.
- Distintas notas publicadas en la Revista Crisis,
Primera Epoca.
- Diario Página 12, Buenos Aires, 10/10/92.
- Diario La Nación, Buenos Aires, 13/2/85.
- Diario Clarín, Buenos Aires, 4/11/91.
- Informe del general Julio Argentino Roca al
Congreso de la Nación en 1875.
- Citado por Morrison y Commager. Historia de los
Estados Unidos.
-
H.H.Jackson. Un siglo de deshonra (citado por O. Coggiola en
“1492-1992, El capitalismo festeja su senilidad”).
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