A
70 años de la masacre
La
tragedia de Guernika
Por
Fausto
Giudice y George Steer
Tlaxcala
/ Rebelión, 26/04/07
Traducciones
de Juan Vivanco (la presentación, de Fausto Giudice) y
Manuel Talens
(el artículo, de George Steer) (*)
Presentación
Era
un lunes, día de mercado. Había mucha gente en las callejuelas de la
villa de Guernika, que tenía 7.000 habitantes. A las cuatro y media de
la tarde las campanas de la iglesia empezaron a repicar, y cinco
minutos después apareció el primer avión, que soltó seis bombas
explosivas de 450 kilos, seguidas de una lluvia de granadas. Minutos
después apareció otro avión. El infierno duró cuatro horas.
Cuarenta y dos aviones en total bombardearon y ametrallaron la villa y
sus alrededores, donde se habían refugiado sus vecinos. Toda la
ciudad ardió. El incendio tardó en apagarse. Balance: el 70% de los
edificios quemados y un número indeterminado de muertos, entre 800 y
1.600. Setenta años después los historiadores aún no se ponen de
acuerdo sobre el número de víctimas de aquel lunes negro que
convirtió Guernika en una ciudad mártir y una ciudad símbolo,
grabada para siempre en nuestra memoria colectiva. Los aviones
pertenecían a la Legión Cóndor alemana y a la Aviación Legionaria
italiana. El nombre clave era Operación Rügen.
Dos
hombres contribuyeron de manera decisiva a convertir Guernika en símbolo:
George Steer y Pablo Picasso.
El
primero era un joven periodista de 27 años nacido en África del Sur,
corresponsal de guerra del diario londinense The Times y firme
partidario de la causa republicana y vasca. España no era su primer
teatro de guerra. En 1935 había sido enviado especial en Etiopía,
entonces llamada Abisinia, sometida a una feroz agresión italiana
ordenada por Mussolini —el dictador con manías de grandeza—, que
así, a golpe de crímenes de guerra, hacía realidad sus sueños
imperiales. En Etiopía ya se había bombardeado a la población civil
inerme. En Etiopía el Occidente democrático ya había traicionado a
un pueblo agredido por el fascismo.
George
Steer llegó a Guernika horas después del bombardeo y esa misma noche
cablegrafió su reportaje de la ciudad mártir, que se publicó a la
mañana siguiente en The Times y The New York Times y
fue reproducido por la prensa de muchos países. Este artículo fue el
que alertó al mundo y dio lugar a manifestaciones de protesta en las
calles de Londres y Nueva York, que obligaron a una contraofensiva
propagandística de los franquistas y sus aliados, la Alemania nazi y
la Italia fascista. En estos países la prensa y la radio
despotricaron contra las «hordas bolcheviques» que, según ellos,
habían incendiado Guernika antes de evacuarla. Sus mentiras fueron rápidamente
refutadas. El relato que la Historia retuvo es el de George Steer, que
tiene una calle dedicada en Guernika, donde, en abril de 2006, se
inauguró un busto suyo.
El
otro, con 56 años, es un pintor famoso, establecido en Francia. Apoya
la causa republicana frente a la rebelión franquista. Descrito por
los Renseignements généraux (la policía política francesa) como «un
anarquista sospechoso desde el punto de vista nacional» y «un pintor
supuestamente moderno» —por tal motivo le negaron la naturalización
francesa en abril de 1940— se pone de inmediato a la tarea. El
resultado es una pintura monumental de ocho metros de largo por tres y
medio de alto, en blanco y negro, que se expone en el pabellón español
de la Exposición Universal. Como dijo Picasso: «La pintura no está
hecha para decorar las casas. Es un instrumento de guerra ofensiva y
defensiva contra el enemigo».
Guernika
es una lección pendiente. Los autores de aquel crimen de guerra,
empezando por el jefe de la Legión Cóndor, teniente coronel Wolfram
von Richthofen, fueron aclamados como héroes en la Alemania nazi, y
los que todavía viven disfrutan de un apacible retiro y conceden
entrevistas con un descaro inusitado. El bombardeo de la ciudad santa
de los vascos fue un experimento de campo para evaluar la capacidad de
la aviación alemana de destruir eficazmente una ciudad. Como dijo
Hermann Göring en el juicio de Nuremberg: «La guerra civil española
me brindó la oportunidad de probar mi joven aviación, y a mis
hombres les permitió adquirir experiencia».
Este
crimen de guerra no fue el primero ni el último del siglo XX. En 1915
Winston Churchill ordenó los primeros bombardeos con armas químicas
contra poblaciones civiles en Iraq. Después de Guernika hubo otras
ciudades mártires como Coventry, Hamburgo, Dresde, Hiroshima o
Nagasaki. Después de España, toda Europa. Después de Europa, Asia,
de Palestina a Corea, de Vietnam a Camboya.
Los
Gernikas de hoy se llaman Gaza, Tel Afar, Faluya, Samarra y Nayaf, así
como Grozni o Kandahar. Los aviones que escupen las bombas mortíferas
ya no llevan la cruz de hierro, sino las enseñas de los países «democráticos».
El lugar de los «rojos enemigos de Dios» contra los que decían
luchar Franco, Hitler y Mussolini para salvar a Occidente, lo ocupan
hoy los «islamistas» y el «eje del mal», que según Bush, auténtico
Hitler de nuestros días, va de La Habana a Pyongyang, pasando por
Caracas, Beirut, Damasco, Jartum y Teherán. Y la «comunidad
internacional», antaño paralizada ante el martirio de Etiopía y
España, hoy en día, ante el martirio de Palestina, Iraq y Afganistán,
está peor que paralizada, es cómplice de los cientos de Gernikas que
se repiten ante nuestros ojos cansados, día tras día.
Lean
el reportaje de George Steer. Dice lo esencial en pocas palabras:
Un
testigo presencial informa sobre la destrucción de un pueblo en un
ataque aéreo
La
tragedia de Guernika
De
nuestro enviado especial, George Steer (**)
Bilbao,
27 de abril de 1937
Guernika,
que es a la vez el centro de la tradición cultural y el pueblo más
antiguo de los vascos, quedó totalmente destruido ayer por la tarde
durante un ataque aéreo de los sublevados. El bombardeo de este
pueblo, situado muy por detrás de las líneas de combate, duró
exactamente tres horas y cuarto, durante las cuales una poderosa
flotilla aérea formada por tres tipos de aviones alemanes,
bombarderos Junkers y Heinkel y cazas Heinkel, lanzaron de forma
incesante bombas de 450 kg y, según cálculos, más de 3.000
proyectiles incendiarios de aluminio de 1 kg. Mientras tanto, los
pilotos sobrevolaron a baja altura el centro del pueblo para
ametrallar a la población civil que había buscado refugio en los
campos.
Todo
Guernika fue pronto presa de las llamas, excepto la histórica Casa de
Juntas con sus abundantes archivos de la raza vasca, donde el antiguo
Parlamento vasco solía reunirse. El famoso roble de Guernika -el viejo
y seco tocón de 600 años de edad y sus retoños de este siglo- también
quedó intacto. Aquí, los reyes de España solían jurar respeto a
los fueros democráticos de Vizcaya y a cambio recibían la promesa de
lealtad como señores feudales con el título democrático de Señor,
no de Rey de Vizcaya. La noble parroquia de la iglesia de Santa María
también quedó intacta, excepto su sala capitular, que fue alcanzada
por una bomba incendiaria.
Hoy,
a las dos de la tarde, cuando visité el pueblo, todo él era una
horrible visión, ardiendo por los cuatro costados. El reflejo de las
llamas podía vislumbrarse en nubes de humo por encima de las montañas
a 6 km de distancia. Durante toda la noche las casas se fueron
derrumbando hasta que las calles se convirtieron en largos e
impenetrables montones de escombros rojos.
Muchos
de los supervivientes de la población civil iniciaron la larga
caminata desde Guernika a Bilbao en antiguas y sólidas carretas vascas
tiradas por bueyes. Los carros, en los que se apilaban las
pertenencias familiares salvadas de la conflagración, atascaron los
caminos durante toda la noche. Otros supervivientes fueron evacuados
en camiones del gobierno, pero muchos se vieron obligados a quedarse
en los alrededores del pueblo en llamas acostados en colchones o a la
búsqueda de familiares y niños desaparecidos, mientras que unidades
de los cuerpos de bomberos y de la policía motorizada vasca, bajo la
dirección personal del Ministro del Interior, el señor Monzón, y de
su esposa, continuaron el rescate hasta el amanecer.
La
campana de la iglesia dio la alarma
Por
la forma en que se llevó a ejecución, por la escala de destrucción
alcanzada y por la selección de su objetivo, el ataque contra Guernika
no tiene paralelo en la historia militar. Guernika no era un objetivo
militar. Fuera del pueblo hay una fábrica que produce material de
guerra y quedó intacta. Lo mismo puede decirse de dos barracones de
soldados que hay a alguna distancia del pueblo. El pueblo se encuentra
muy por detrás de las líneas de combate. El bombardeo buscaba al
parecer la desmoralización de la población civil y la destrucción
de la cuna de la raza vasca. Cada uno de los hechos confirma esta
valoración, a empezar por el día en que se llevó a cabo la acción.
El
lunes era el día habitual del mercado en Guernika para las gentes de
los alrededores. A las 4:30 de la tarde, cuando el mercado rebosaba de
gente y los campesinos todavía estaban llegando, la campana de la
iglesia repicó la alarma de que se aproximaban aviones y la población
se refugió en sótanos y cobertizos que habían preparado tras el
bombardeo de la población civil de Durango el 31 de marzo, que
inauguró la ofensiva del general Mola en el norte. Se dice que la
gente mostró mucho ánimo. Un sacerdote católico se encargó de que
todo se hiciera en un orden perfecto.
Cinco
minutos después apareció un bombardero alemán, dio unas vueltas
sobre el pueblo a baja altura y dejó caer seis pesadas bombas, al
parecer destinadas a la estación. Las bombas, con una lluvia de
granadas, cayeron sobre un antiguo instituto y sobre casas y las
calles vecinas. Luego, el avión se fue. Cinco minutos después un
segundo bombardero lanzó la misma cantidad de bombas en medio del
pueblo. Al cabo de un cuarto de hora aproximadamente llegaron tres
Junkers para continuar con la demolición y, a partir de ahí, el
bombardeo creció en intensidad y fue continuo hasta el anochecer, a
las 7:45. Todo el pueblo de 7.000 habitantes más 3.000 refugiados fue
destruido lenta y sistemáticamente. El plan de los atacantes incluyó
el bombardeo de los caseríos en un radio de tres km a la redonda.
Durante la noche éstos ardieron como velas en las colinas. Todos los
pueblos de por aquí fueron bombardeados con la misma intensidad que Guernika, y en Múgica, un pequeño grupo de casas situadas a la
entrada de Guernika, la población fue ametrallada durante 15 minutos.
Ritmo
de la muerte
Es
todavía imposible calcular el número de víctimas. Los periódicos
de Bilbao afirman esta mañana que «afortunadamente fueron pocas»,
pero se teme que esto sea un eufemismo para no alarmar a la abundante
población refugiada en Bilbao. En el hospital de las Josefinas, que
fue uno de los primeros lugares bombardeados, los 42 milicianos
heridos que allí estaban murieron. En una calle que va cuesta abajo
desde la Casa de Juntas vi un lugar en el que dicen que 50 personas,
casi todas mujeres y niños, quedaron atrapadas en un refugio antiaéreo
bajo una mole de ruinas en llamas. Muchos murieron en los campos y el
número de muertos podría ascender a varios centenares. A un viejo
sacerdote llamado Aronategui lo mató una bomba mientras rescataba niños
de una casa en llamas.
Las
tácticas de los bombarderos, que pueden ser de interés para los
estudiantes de la nueva ciencia militar, fue como sigue: primero
llegaron pequeños grupos de aviones que lanzaron bombas y granadas de
mano por todo el pueblo, escogiendo ordenadamente zona tras zona.
Después vinieron las ametralladoras, que mataron a tiros a quienes
salían corriendo aterrorizados de los refugios subterráneos, algunos
de los cuales habían sido alcanzados por bombas de 450 kg, que hacen
socavones de siete metros. A muchas de estas personas las mataron
cuando corrían. Un gran rebaño de ovejas que se dirigía al mercado
también fue exterminado. Al parecer, el objetivo de este ataque era
hacer que la población se escondiera de nuevo bajo tierra, porque
después aparecieron no menos de 12 bombarderos que dejaron caer
bombas incendiarias sobre las ruinas. Así, el ritmo de este bombardeo
de un pueblo tuvo su lógica: primero, granadas de mano y bombas para
hacer salir en estampida a la población; luego, ametrallamientos para
hacer que se escondieran y, después, bombas incendiarias para
destrozar las casas y quemarlas por encima de sus víctimas.
La
única respuesta que los vascos pudieron utilizar, porque no poseen
aviones suficientes para enfrentarse a la flota de los sublevados, fue
la del heroísmo de los sacerdotes vascos, que bendijeron y rezaron a
las multitudes arrodilladas -socialistas, anarquistas y comunistas, así
como creyentes- en los refugios subterráneos arrasados.
Cuando
entré en Guernika después de medianoche, las casas se desmoronaban y
era completamente imposible entrar en el centro del pueblo, incluso
para los bomberos. Los hospitales de las Josefinas y del Convento de
Santa Clara eran pavesas relucientes; todas las iglesias, excepto la
de Santa María, estaban destruidas y las pocas casas que todavía se
mantenían en pie estaban sentenciadas. Cuando volví a visitar Guernika
esta tarde, la mayor parte del pueblo estaba todavía ardiendo
y nuevos fuegos habían prendido. Unos 30 cadáveres estaban alineados
en un hospital en ruinas.
Una
llamada a los vascos
Aquí,
el efecto del bombardeo de Guernika, la ciudad sagrada de los vascos,
ha sido profundo y ha dado lugar a que el presidente Aguirre haga pública
la siguiente declaración en la prensa vasca de esta mañana: «Los
aviadores alemanes, al servicio de los rebeldes españoles, han
bombardeado Guernika, quemando la ciudad histórica venerada por todos
los vascos. Han intentado herirnos en lo más sensible de nuestros
sentimientos patrióticos, mostrando una vez más que Euskadi no puede
esperar nada de quienes no vacilan en destruir incluso el santuario
que conserva los siglos de nuestra libertad y nuestra democracia».
«Ante
esta atrocidad nosotros, todos los vascos, debemos reaccionar con
violencia, jurando desde el fondo de nuestros corazones defender los
principios de nuestro pueblo con terquedad y heroísmo si es
necesario. No podemos ocultar la gravedad del momento; pero el invasor
nunca logrará la victoria si nos esforzamos por derrotarlo alzando
nuestros espíritus a las alturas de la fuerza y la determinación».
«El
enemigo ha avanzado en muchas otras partes para luego ser repelido. No
dudo en afirmar que lo mismo ocurrirá aquí. ¡Ojalá esta atrocidad
de hoy sea un estímulo que nos empuje a lograrlo con rapidez!».
(*)
Fausto Giudice, Juan Vivanco y Manuel Talens son miembros de Tlaxcala,
la red de traductores por la diversidad lingüística. Vivanco y
Talens pertenecen asimismo a Cubadebate
y Rebelión.
(**)
Fuente: www.timesonline.co.uk/tol/news/world/europe/article709301.ece
En
Tlaxcala: http://www.tlaxcala.es/pp.asp?reference=2506&lg=es
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