El imperialismo
en 
el siglo XXI

 

El neoimperialismo

Por James Petras (*)
Revista Al Filo, México, 24/05/04
Traducido por Ricardo Martínez.

El "Imperialismo" ha estado con nosotros durante mucho tiempo en sus varias expresiones y configuraciones. En épocas recientes, por lo menos desde la segunda Guerra Mundial, el imperialismo se ha asociado con el anhelo estadounidense de minar el anterior sistema colonial europeo y sustituirlo por un nuevo grupo de regímenes que son 'formalmente independientes', pero de hecho son estados-clientes de Washington. Este sistema imperial se ha descrito como "neo-colonialismo" puesto que los líderes locales son vistos como administradores del Estado al servicio de las multinacionales y bancos estadounidenses. El "imperio informal" de los EEUU fue construido y sostenido por tres pilares interrelacionados: (1) guerras e intervención militar, (2) operaciones encubiertas de espionaje (3) fuerzas de mercado, remiendos financieros de las instituciones financieras multilaterales (FMI, BM) y las agencias económicas del Estado imperial (Tesoro, Comercio, EXIM bank, etc).

Las fuerzas impulsoras de la construcción del imperio estadounidense desde 1950 a 1973, fueron su complejo industrial militar y los militares. Desde principios de los años 70 a comienzos de los 80, la expansión imperial fue estimulada en gran parte por el crecimiento de su capacidad tecnológica militar, los bancos, las fuerzas militares subrogadas en Nicaragua, Afganistán, Angola, Guinea Bissau, Mozambique y los regímenes militares de toda Latinoamérica. De modo más destacado, los colaboradores políticos importantes en la URSS y Europa del Este, promovidos y financiados por agencias estatales y privadas, convirtieron las anteriores economías colectivistas en estados vasallos de los EEUU, integrados y subordinados a la OTAN y dirigidos por regímenes depredadores íntimamente ligados a los sindicatos internacionales del crimen aliados con el imperio estadounidense.

El derrumbe de los regímenes colectivistas de Europa del Este y Asia Central y su subsiguiente conquista por medio de depredadores colaboracionistas dio un gran impulso al anhelo estadounidense, ensanchando su objetivo hasta 'la conquista mundial' - prevista por el "Nuevo Orden Mundial" de Bush padre después de la guerra del Golfo y la colonización del espacio aéreo Iraquí y la división de su territorio.

El Imperialismo recibió el mayor ímpetu con las guerras balcánicas de Clinton, su arriesgada política nuclear con Corea del Norte, y la propagación mundial de la doctrina neoliberal. La Rusia de Yeltsin se convirtió en una casi dependencia de los EE UU y un arco de socios clientes desde el Mar Báltico (Lituania, Letonia, Estonia) pasando por Europa Central (República Checa, Polonia, Hungría) a los Balcanes (Macedonia, Montenegro, Kosovo, Albania) a Asia Central (Georgia), definió las nuevas fronteras del Imperio de Clinton.

Tomó forma un "Neoimperialismo" construido alrededor de bases militares made in USA, especuladores financieros de Wall Street, clientes capitalistas depredadores en los "los países anfitriones" y colaboradores neoliberales en Latinoamérica, África y Asia.

El final de la guerra fría fue el principio de una nueva y virulenta estirpe del imperialismo construido alrededor de un sentido de impunidad, una configuración de poder unipolar en la cual Washington se vio a sí mismo como el centro del universo. La política pública del "Nuevo Imperio" manejado por medio de directrices económicas dadas a los estados-cliente, chantaje político y amenazas económicas a los "aliados" Europeos y Asiáticos, así como acciones militares y actividades encubiertas contra 'estados débiles'.

El "Neoimperialismo" adoptó una forma y sustancia diferentes con la llegada de George W. Bush al gobierno y la muerte de la burbuja especulativa de Wall Street. Las fuerzas motrices que apoyan la presidencia imperial cambiaron de los banqueros inversionistas de Wall Street al complejo de energía-petróleo y militar-industrial. Los conservadores partidarios de la economía de libre de mercado de la era imperial de Clinton fueron sustituidos por un gabinete dominado por ideólogos militaristas de ultraderecha. La construcción imperial por medio de los 'integrantes económicos' del Estado imperial fue sustituida por los ideólogos de la guerra permanente, conquistas militares y promotores-colonialistas (eufemísticamente "construcción imperial").

El estado "Neoimperialista" se convirtió conscientemente en "imperialista" - algunos de los portavoces y publicistas abrazaron abiertamente la denominación y el poder imperial, aún cuando siguen atribuyéndole una misión "humanitaria".

El Neoimperialismo en su variante militarista, que mira hacia las estrategias de guerra, la logística militar y la creación de enormes ejércitos y aparatos de seguridad con cuantioso incremento de los gastos en este sector.

Los costos económicos y el deterioro de la situación económica son despachados sin mutismo: la recesión económica doméstica y la Euro-Japonesa son ignoradas. Guerra y terrorismo son todo lo que importa. Se planeó una secuencia de guerras imperiales: Afganistán, Irak, y otros objetivos señalados - el eje del mal 'señalado por el imperio', integrado en gran parte por estados independientes de los EEUU.

La relativa autonomía del componente militar del Estado imperial en relación con la clase capitalista, particularmente sus sectores industrial y financiero, tiene un impacto importante sobre la mano de obra dentro de los EE UU y en todas partes.

El régimen de Bush está vinculado principalmente a los sectores energía-petróleo y militar-industrial de la economía pero se asegura el apoyo de la mayor parte del resto de la clase capitalista por medio de fianzas judiciales, subvenciones, reducciones de impuestos masivas e intervención por cuenta de la patronal en conflictos laborales.

El bloque cohesivo de capitalistas que gira en torno a la agenda del régimen militarista-imperialista de Bush, está reforzado por el apoyo de grandes empresas a la política neoliberal promovida en el exterior. Esta política proporciona el acceso irrestricto a los mercados, compras de lucrativas minas privatizadas, industrias y bancos y legislación laboral favorable que disminuye los costos e incrementa los beneficios. Sin embargo, igual que los negocios alemanes prosperaron en las etapas iniciales de la expansión imperial Nazi sólo para caer completamente por causa de sus sobredimensionadas operaciones militares y declinante base económica, también el imperialismo estadounidense ha acumulado desequilibrios comerciales, acrecentando los déficits presupuestarios y estancado su base industrial doméstica hiperdependiente del proteccionismo, subvenciones y cuotas sobre importaciones. El Imperio crece, pero la República declina y con ella las condiciones sociales de los trabajadores.

(*) James Petras es profesor de la Universidad de Binghamton, Nueva York y especialista en temas geopolíticos.

Volver