El imperio capitalista y el Estado
nación: ¿Un nuevo imperialismo norteamericano?
Por Ellen Meiksins
Wood, (*)
Revista Globalización, abril 2004
Antes de la última Guerra en Irak,
cualquiera que acusara a los Estados Unidos de imperialismo era probable
que se encontrara con la objeción de que los EE UU no ocupa ningún
territorio colonial en ningún lugar del mundo. Ahora que es muy visible
en Irak, todo parece haber cambiado de la noche a la mañana.
Quizás quiera decir que la ocupación
de Irak representa un enorme alejamiento de EE.UU. de su política
exterior desde la segunda guerra mundial -y muchos críticos sólo han
dicho eso. Estados Unidos realmente según las apariencias, parece estar
retrocediendo a una forma anterior de dominación colonial directa.
Realmente pareciera estar rompiendo el patrón que generalmente había
preferido, de evitar enredos coloniales .
Aún si tomamos en cuenta los
despliegues más ofensivos del imperialismo de los Estados Unidos en el
pasado medio siglo, todas las guerras locales del Tercer Mundo en las que
ha estado involucrado, todos sus esfuerzos clandestinos, y no tan
clandestinos, de cambio de régimen en América Latina y en otras partes,
parece decir , en total, que el modo de imperialismo de los EE.UU. no ha
sido del viejo tipo colonial; y lo que ahora está Bush ciertamente parece
un quiebre importante con el pasado.
Pero no estoy absolutamente segura
de eso. Realmente no quiero negar que Bush y cía. han llevado las cosas a
extremos insanos, que es probable que lleven a la auto-derrota,
especialmente porque Bush está socavando una de las fortalezas del
imperialismo de EE.UU., y la contención que tiene con sus aliados.
Los extremistas de derecha del régimen
de Bush claramente están empleando el poder militar de EE.UU. de una
manera nueva, excesiva, que ya está probando que es inadecuada. Pero no
estoy segura de que Bush represente un quiebre tan grande, por dos razones
principales.
Una de las razones es que incluso
Bush, y tal vez incluso los fanáticos derechistas guiados por la ideología
que los rodea, preferirían quedarse fuera de enredos coloniales y volver
a un imperialismo no-colonial. Digo esto no porque piense que estos
muchachos tengan una pizca de decencia o algún compromiso residual con la
democracia -la propia idea es ridícula.
El punto es simplemente que el
imperialismo no-colonial es mucho menos riesgoso y costoso, y mucho más
lucrativo. Si los Estados Unidos pueden usar su poder económico masivo,
respaldado por la amenaza de su avasallante superioridad militar, para
comandar la economía mundial, ¿por qué querría empantanarse en la
dominación colonial?
Lo que ha estado sucediendo en Irak
quizás compruebe el punto. El desastre que ha estado experimentando
Estados Unidos con la ocupación puede confirmar simplemente que la
ocupación a largo plazo no era realmente lo que tenían en mente.
¿Cuál era el objetivo?
Como ha estado diciendo mucha
gente, la administración Bush estaba planeando que solamente decapitar el
régimen y dejar el estado iraquí básicamente intacto, pero con un
liderazgo más sumiso y menos espinoso, y con las compañías
norteamericanas bien atrincheradas en la economía. Esa era seguramente la
estrategia preferida, aún cuando aventuras imperialistas como estas
tienen una posibilidad de ir mal y de crear sus propios imperativos.
Mi segunda razón para rechazar la
idea de que el régimen de Bush representa un quiebre con la anterior política
exterior norteamericana es que no hay manera en que lo que están haciendo
ahora tenga sentido a no ser que se oponga a los antecedentes de lo que
fue antes. El punto más obvio es que Bush no podría hacer lo que está
haciendo si Estados Unidos no hubiera estado construyendo su poderío
militar masivo por décadas, con la intención explícita de convertirse
en la fuerza militar más poderosa del mundo.
De hecho, es verdad que la
administración Bush ha sido notablemente abierta sobre sus intenciones de
ejercer una hegemonía global absoluta. Hasta ha producido documentos diciéndolo
con todas sus letras, en particular, el documento de estrategia de
seguridad publicado en septiembre del 2002. Ese documento deja en claro,
sin ambigüedades, que el objeto es tener un poderío militar tan superior
al de los otros que ningún estado, enemigo o amigo, soñara con desafiar
a los Estados Unidos como potencia global o incluso regional.
¿Pero cuán diferente es esto de
lo que pasaba antes? Otras administraciones pueden no haber sido tan
claras y explícitas sobre esto. Pero el proyecto de Bush sería una ilusión
si lo Estados Unidos no hubieran creado una fuerza militar que según
algunas mediciones es mayor y más poderosa que la de todos los demás
juntos.
Esta fuerza no es solamente mayor y
más poderosa que cualquier enemigo concebible, o hasta todos los enemigos
combinados, sino -y esto puede ser todavía más importante- mayor y más
poderosa que todos sus competidores y amigos, por separado o todos juntos.
El punto es que esta fuerza militar masiva no ha sido construida en un
momento de descuido, y Bush no está desplegando el poderío militar
norteamericano simplemente porque está ahí. Este es un asunto de política
y lo ha sido por mucho tiempo.
Las políticas de Bush son
ciertamente extremas y temerarias, pero seguramente podemos ver sus raíces
en lo que las precedió. Seguramente podemos ver su conexión con el patrón
de política norteamericana de hace al menos medio siglo, desde que los
Estados Unidos se embarcaron en su proyecto de hegemonía global de doble
filo al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando el sistema de Bretton
Woods estableció efectivamente su hegemonía económica, y su supremacía
militar fue exhibida con la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki.
Superioridad militar
Yo diría de inmediato que no
pienso que sea suficiente atribuir todo esto a las relaciones de EE.UU.
con la Unión Soviética. No creo que sea suficiente decir que l Estados
Unidos construyó su poderío militar simplemente para contener a la Unión
Soviética y mantener su posición en el mundo bipolar que se desarrolló
como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial.
A primera vista, se podría pensar
que esto es lo que cualquier potencia imperial trataría de hacer. ¿No es
auto-evidente que cualquier potencia imperial trataría de alcanzar
superioridad militar sobre cualquier potencial rival?
Para contestar esta pregunta,
obviamente tenemos que conocer algo de la naturaleza específica del poder
capitalista. Sabemos, primero, cómo opera al nivel de explotación de
clase. El capital puede explotar al trabajo sin esgrimir directamente lo
que Marx llamaba la fuerza extra-económica -por ejemplo, del tipo de
poderes militar, político y judicial que constituían el poder explotador
directo de los señores feudales.
En el capitalismo, son imperativos
económicos, las obligaciones de los desposeídos, que fuerzan a los
trabajadores a vender su fuerza de trabajo por un salario y posibilita al
capital ejercer poder sobre ellos. El modo de explotación capitalista no
opera a través del poder de la coerción directa sino a través del medio
económico del mercado.
Obviamente es el poder ejercido no
directamente por los patrones sino por los mercados; y lo que lo hace
posible es la dependencia que tienen del mercado los productores directos.
Entonces esa es la naturaleza específica
de la dominación de clases en el capitalismo, que lo diferencia de otras
formas. Y hay una diferencia análoga entre el capitalismo imperialista y
las formas precapitalistas. El imperialismo precapitalista, para
simplificarlo, era el ejercicio directo de la fuerza coercitiva para
capturar territorio, para extraer trabajo o recursos de pueblos sometidos,
o para tomar el control de rutas comerciales.
El Imperio Romano era una simple
operación de anexión de tierras, principalmente en el interés de una
oligarquía terrateniente. El Imperio Español creó una nueva oligarquía
de conquistadores en Sudamérica que explotaba el trabajo indígena,
mientras que la economía en España dependía cada vez más del oro y la
plata extraídos de las colonias. Los imperios comerciales como el Imperio
Musulmán Árabe, los imperios Veneciano y Holandés, usaron su poder para
controlar las rutas comerciales o para imponer monopolios. Y así.
Ciertamente no estoy sugiriendo que
los poderes capitalistas no estuvieran profundamente involucrados en este
tipo de imperialismo. El Imperio Británico hizo todas las cosas que acabo
de mencionar, y más. El punto es, sin embargo, que el capitalismo ha
creado su propia forma distintiva de hegemonía imperial, que nunca había
sido posible antes.
Capitalismo e imperio
Como la explotación de clase
capitalista, la forma capitalista del imperialismo reside no tanto en la
coerción directa como en la dependencia del mercado de los actores económicos
y la capacidad del poder imperial de manipular los mercados.
Ciertamente es verdad que las
economías subordinadas tienen que ser hechas dependientes del mercado, así
como los productores independientes tenían que ser dependientes del
mercado a través de la expropiación para producir una clase trabajadora
capitalista. Y la transformación a la dependencia del mercado ha sido
frecuentemente un asunto sangriento -aunque hoy tenemos algo llamado
"ajuste estructural".
Pero una vez que la transformación
es alcanzada, mucho del trabajo del imperialismo puede ser realizado por
las operaciones del mercado, a través del control de los sistemas
financieros, la deuda, y demás. Y en balance, cualquier economía
capitalista lo suficientemente dominante para hacer su trabajo imperial de
esa manera preferirá esta modalidad económica de dominación imperial
-como han hecho generalmente los Estados Unidos- antes que la costosa y
peligrosa práctica de dominación colonial directa.
Es cierto que ha llevado un muy
largo tiempo perfeccionar esta clase de imperio. Los británicos nunca
pudieron llegar a manejarlo. Pero los Estados Unidos lo han hecho, al
menos desde la Segunda Guerra Mundial. Pero aquí tenemos un problema.
El capitalismo crea una forma de
relación peculiar entre el poder político y el económico. Hay un
sentido en eso de que el capitalismo sea el único sistema que puede
decirse que tiene poder económico, distinto y separado del político o
militar.
Obviamente esto no significa que
otras formas sociales no fueran modeladas decisivamente por sus
condiciones materiales de existencia y reproducción social. Lo que quiero
decir es que el capitalismo es el único sistema del que se puede decir
que tiene una "esfera" económica distintiva, el único sistema
en el que hay imperativos puramente económicos, los imperativos del
mercado, los imperativos de la competencia y la maximización de
beneficios, y demás.
Esto también significa que el
capitalismo es la única formación social que puede permitir sistemáticamente
que el poder de la explotación y de la acumulación sobrepasen por mucho
la extensión de la dominación política o militar directa. En
formaciones no capitalistas, no importa cuánto excedente sea producido
por el productor directo, la capacidad de explotar a las clases para
apropiarse de ese excedente no puede sobrepasar sus poderes extra-económicos,
por ejemplo, sus poderes políticos, judiciales o militares. El poder de
la clase capitalista no está limitado de esa manera, lo mismo sucede con
el capitalismo imperialista.
Pero el capitalismo no puede
existir sin el respaldo del poder extra-económico, aún si ese poder es
esgrimido con una quita del capital mismo. La capacidad de imponer su
poder económico a tan amplia escala depende de la capacidad que tenga de
apartarse de las limitaciones de la dominación militar y política. Pero
todavía necesita la ayuda de los poderes políticos y militares, para
mantener el orden social y crear condiciones de acumulación del capital.
El papel del Estado
De hecho, el capitalismo más que
cualquier otra formación social necesita un elaborado, estable y
predecible orden legal, político y administrativo. El hecho de que el
capital prospera apartándose del poder extra-económico significa que
tiene que apoyarse en poderes económicos y militares externos a él para
proveer ese orden. Sobre todo, tiene que apoyarse en un poder estatal
separado.
Para decirlo de otra manera, las
propias características que permiten al capital extender su poder económico
son las mismas que lo hacen dependiente de algo como el Estado moderno.
Ahora en estos días regularmente
nos dicen que la llamada "globalización" está haciendo al
estado nación irrelevante. También se habla mucho del llamado
"gobierno global". Esta suposición parece indicar que la relación
entre la economía y el estado es una muy simple y mecánica relación
entre base y superestructura: una economía global necesariamente
significaría un gobierno global, si es que no. un estado global.
Por supuesto, estas teorías
pretenden que las formas políticas han sido al extremo dependientes para
ponerse a la par de la economía global. Pero el argumento parece ser que,
al menos, hay una relación inversa entre el alcance geográfico del poder
económico y la importancia del estado-nación o cualquier tipo de estado
territorial.
Este no es una afirmación hecha sólo
por los teóricos convencionales de la globalización. Es también la raíz
de la teoría actualmente más de moda de "Imperio", el libro de
ese nombre de Michael Hardt y Antonio Negri. Todo el argumento se basa en
la premisa que la expansión global del capital significa el desarrollo de
un nuevo tipo de soberanía.
"Nuestra hipótesis básica",
dicen Hardt y Negri en su libro, "es que la soberanía ha tomado una
nueva forma, compuesta de una serie de organismos nacionales y
supranacionales bajo una sola lógica de dominación. Esta nueva forma
global de soberanía es lo que llamamos Imperio." (Imperio, xii)
Su síntoma primario es "la
declinante soberanía de los estados-nación y su creciente incapacidad
para regular los intercambios económicos y culturales...". Y aquí
está la parte importante: "en este espacio uniforme del Imperio, hay
un no-lugar de poder -está en todas partes y en ningún lado. Imperio es
una no-utopía, o realmente un no-lugar." (190)
Volveré más tarde a las
implicaciones políticas de ese argumento. Por ahora, sólo quiero
insistir que esta noción de la relación entre el poder económico y el
político en el capitalismo global simplemente está mal.
El capital no depende menos de los
estados territoriales de lo que lo hizo siempre. En algunas formas, es
todavía más dependiente, y ciertamente el mundo es más que antes un
mundo de estados nacionales. El capitalismo no inventó a los estados nación,
pero no es accidental, como dicen, que el periodo que ha visto extenderse
a los imperativos capitalistas por el mundo ha sido también el periodo en
el cual el estados nación más o menos se ha convertido en la única
forma política.
Los instrumentos del gobierno
global
Lo que estoy diciendo es que el
orden legal, político y administrativo que necesita el capital
simplemente no puede coincidir con la extensión del poder económico
capitalista, y no me puedo imaginar un día en el que podrá serlo.
Sin duda es verdad que el estado
nación está teniendo que responder a las demandas del capital global. Y
sin duda es verdad que ciertos principios administrativos se han
internacionalizado para facilitar los movimientos del capital a través de
las fronteras nacionales.
También es cierto que hay ciertas
organizaciones internacionales que hacen el trabajo del capital global. Si
eso es a lo que la gente se refiere cuando habla de la
"internacionalización" del estado, no tengo objeciones. Pero
afrontémoslo: los principales instrumentos de gobierno global siguen
siendo, sobre todo, estados- nación.
Así que necesitamos ser muy claros
sobre la continuidad y la importancia crítica de los estados
territoriales para el sistema capitalista. Aún si no estuviéramos
viviendo en un mundo de desarrollo desigual, es difícil -de hecho
imposible- imaginar algo remotamente similar a una organización global
del orden finamente sintonizado que necesita el capital.
Pero, por supuesto, vivimos en un
mundo de desarrollo desigual. Y aquí hay otra razón para la coexistencia
de una economía global con un sistema fragmentado de estados locales.
Rutinariamente nos dicen que la llamada globalización significa una
economía integrada, pero no es así.
El punto básico es que el capital
global se beneficia de lo que nosotros llamamos globalización, pero lo
que no hace y no puede hacer es organizar la globalización. Algunos
investigadores han demostrado que las corporaciones globales no pueden
organizar sus propias operaciones internacionales, ni hablar de la economía
global. De todas maneras, necesitan estados que organicen el mundo para
ellos, y mientras más global haya llegado a ser la economía, más
circuitos económicos han sido organizados por relaciones estatales e
interestatales. Son los estados, no las organizaciones internacionales
como el FMI o la OMC, los que son indispensables para el capital global.
Lo que todo esto quiere decir es
que la relación entre el poder económico y político en el capitalismo,
entre el capital y el estado, no es sólo una simple relación mecánica
de superestructura que refleja a la base. Es una relación de contradicción.
Y sólo ahora estamos empezando a ver las implicaciones de esa contradicción.
Siempre y cuando hubiera una conexión
más o menos clara entre las economías nacionales y los estados nación,
esa contradicción, o contradicción potencial, era más o menos
manejable. Pero ahora la desconexión se está volviendo muy visible.
De nuevo, el punto no es que el
capital haya escapado los límites del estado nación haciéndolo
irrelevante. Si realmente fuera verdad que el capital global crea una
obligación de un correspondiente estado global, no estaríamos hablando
de contradicciones. Pero si el capital global realmente necesita estados
territoriales -como insisto en que necesita- entonces realmente hay un
problema.
Inestabilidades y peligros
Lo que estoy diciendo aquí es que
el nuevo imperialismo, el imperialismo de los Estados Unidos hoy, es un
asunto complicado y contradictorio. Su esencia es un orden económico
global, administrado por un sistema de múltiples estados locales. Y no
hace falta demasiada imaginación para ver que esta puede ser la fuente de
severas inestabilidades y peligros para el dominio del capital global.
No nos deberíamos sorprender que
la hegemonía imperial de hoy se sienta compelida a confrontar la
contradicción tratando de controlar el sistema de múltiples estados. Ni
nos debería sorprender que la fuerza militar jugará un rol principal en
ese intento.
Pero es allí donde empiezan a
emerger los serios problemas de esa estrategia imperial. En los días del
imperialismo clásico, solía ser bastante claro para qué era esa fuerza
militar. Después de todo, no hay nada de misterioso en la función de la
guerra en la conquista de colonias o en las rivalidades interimperialistas
sobre territorios coloniales.
¿Pero qué es, precisamente, lo
que la fuerza militar tiene que hacer en el nuevo imperialismo? ¿Cuál
es, exactamente, su función en el mantenimiento de la hegemonía del
capital global?
El problema más elemental es que
incluso una fuerza militar tan poderosa como los Estados Unidos no puede
estar activa en todas partes, todo el tiempo; y, en cualquier caso, el
desorden social ocasionado por la guerra constante en varios frentes difícilmente
conduce a la acumulación del capital.
Un problema todavía más
fundamental es que el objeto de la fuerza militar no es algo tan claro y
definido como capturar algún territorio identificable o derrotar a algún
rival en particular. ¿Cuál es la función de la fuerza militar en el
control de un sistema de múltiples estados que se supone que están
manteniendo el orden en una economía global? ¿Cómo mantener a esos
estados en línea negándoles la capacidad de hacer su trabajo para el
capital global?
De hecho, la situación es aún más
complicada. La competencia capitalista es un asunto bastante más
complicado que una línea recta, una rivalidad que suma cero sobre el
territorio colonial. Las principales potencias capitalistas hoy tienen
poca probabilidad de ir a una guerra entre ellas, tan sólo porque, a
pesar de cuán dañadas estén sus economías por la competencia, se
necesitan unas a otras como mercados y fuentes de capital.
Así que la hegemonía imperial en
el mundo del capital global depende de controlar a los competidores sin ir
a la guerra con ellos.
Pienso que lo que estamos viendo
ahora en el régimen de Bush es una respuesta a estas contradicciones. La
doctrina Bush es una doctrina de guerra de final abierto, guerra sin
objetivos específicos, y sin límites en espacio y tiempo. Como dije
antes, ciertamente no negaría que esta administración es realmente loca
y temeraria en la implementación de esta doctrina, y probablemente al
final termine siendo una auto-derrota.
Pero aún si consideramos que la
doctrina del régimen de Bush ha llevado a la doctrina militar de EE.UU. a
nuevos e insostenibles extremos, es difícil imaginar una doctrina muy
diferente que fuera apropiada para el proyecto de hegemonía imperial en
este tipo de mundo. El extremismo de la actual administración puede estar
socavando su propio proyecto; pero la doctrina de la guerra sin fin, en
propósitos o en tiempo, no es realmente nueva.
Por esa razón, es difícil
imaginar qué otro tipo de doctrina militar podría sustentar la hegemonía
del capital global de EE.UU., en una economía global administrada por
mucho estados locales. Y las administraciones anteriores a Bush realmente
no presentaron algo muy diferente. Pensemos solamente en la manera en la
que la más benigna administración Clinton amplió los horizontes de la
guerra con su llamada guerra "humanitaria".
Cualquier proyecto de hegemonía
imperial en un sistema global administrado por múltiples estados
necesitará poderío militar para desempeñar una variedad de funciones
diferentes, ninguna de las cuales son claramente definidas y
autolimitadas. Las tareas de la fuerza militar en un proyecto como este
probablemente sean de final abierto, sin objetivos específicos, final del
juego o estrategia de retirada.
Seguro, hay objetivos obvios, como
el control de los abastecimientos de petróleo, o el cambio de régimen
para instalar un poder estatal obediente. Pero estas metas relativamente
bien definidas son, si pensamos en ellas, sólo una pequeña parte de lo
que se necesita hacer para sustentar este tipo de hegemonía global. Por
una cosa, hay relativamente pocos candidatos serios para el cambio de régimen
por medio de la guerra.
No sólo estoy hablando de los
peligros para los Estados Unidos y sus aliados de enfrentarse a un
adversario realmente riesgoso como Corea del Norte, más que un peligro
superficial, como Irak. También estoy hablando de los problemas de
invadir ciertos otros países que , desde el punto de vista
norteamericano, han tomado un curso errado -no estados fallidos o un
estado bellaco, sino lo que se podría llamar estados más normales,
convencionales.
El efecto "demostración"
Tomemos el caso de Brasil, por
ejemplo. Supongamos que Lula, en lugar de seguir los consejos de los
economistas neoliberales, hubiera hecho lo que esperábamos que hiciera y
diera el ejemplo a las fuerzas opositoras en todo el mundo. Los Estados
Unidos no estarían muy contentos. Pero -a pesar de que se me podría
probar, por supuesto, que estaba embarazosamente equivocada sobre esto- a
mi me parecería todo menos concebible que los Estado Unidos respondieran
invadiendo Brasil.
¿Entonces qué otros objetivos de
acción militar hay allí? El llamado "efecto demostración" es
siempre, y crecientemente, una consideración principal, para mostrar al
mundo que la fuerza militar de EE.UU. puede ir a todos lados, en cualquier
momento. Precisamente porque los Estados Unidos no pueden estar en todas
partes todo el tiempo y porque no pueden establecer un sistema de estados
subordinados por medio de la guerra constante, tiene que demostrar su
supremacía militar con cierta regularidad.
El efecto demostración puede ser
alcanzado de mejor manera yendo a la guerra contra amenazas inexistentes,
contra blancos inexistentes escogidos precisamente porque no significan
ninguna amenaza real, y qie puede ser derrotado fácilmente, e idealmente
en lugares en los que los a Estados Unidos no les importe mucho lo que
suceda con el adversario.
Eso, por ejemplo, es lo que pasó
en Afganistán. Y se podría decir que es en gran parte lo que pasó en
Irak también. Claro, en Irak está la cuestión del petróleo, y también
la consolidación de la presencia militar de EE.UU. en la región,
mientras se retira de Arabia Saudita. Pero pienso que es seguro decir que,
cualquiera sean los otros objetivos que los Estados Unidos puedan haber
tenido, uno de sus principales objetivos eran, en sus propias palabras,
"shock y pavor"-no sólo shock y pavor para Saddam Hussein o
incluso los otros regímenes recalcitrantes de la región, a pesar de que
ese sea el factor principal, especialmente en relación con Irán, sino
también shock y pavor para todo el mundo, incluidos sus propios aliados.
Pero el régimen de Bush escogió a
Irak no porque representaba una amenaza para los Estados Unidos o sus
aliados, sino, por el contrario, porque no representaba una amenaza real
para nada, y la llamada coalición podría infundir "shock y
pavor" con poco riesgo para sí misma.
La tarea más dura, sin embargo, es
mantener las relaciones hegemónicas correctas con competidores amistosos.
Este problema es más difícil ahora para los Estados Unidos como nunca
antes, por dos razones principales. Por una cosa, la desaparición de la
Unión Soviética ha privado a Occidente de un enemigo común y ha hecho más
difícil alinear a los aliados de los norteamericanos.
Incluso después de la Segunda
Guerra Mundial, cuando los Estados Unidos gozaban de una hegemonía económica
bastante incuestionable, se apoyaba en alianzas dominadas por EE.UU. como
la OTAN para mantener su dominación sobre las otras potencias
capitalistas. Hoy la situación es más complicada, porque la hegemonía
económica de los EE.UU. no es tan incuestionable como lo era antes.
Esto significa que Estados Unidos
está tendiendo a apoyarse más pesadamente que nunca en su incuestionable
supremacía militar, pero lo está haciendo en un momento en que no hay
ningún objetivo militar claro que perseguir y cuando no existe un enemigo
común obvio. Por supuesto, han tratado de reproducir los efectos de la
Guerra Fría con la llamada "guerra contra el terrorismo"; pero
eso no es muy convincente como una tarea para la fuerza militar masiva.
Lo mejor que ha podido hacer
Estados Unidos -y el objetivo explícitamente anunciado de la Doctrina
Bush- es tornar su fuerza militar tan masiva que ningún potencial rival
soñaría con desafiarlo o tratar de igualarlo como una potencia global o
incluso regional.
La supremacía militar no puede,
hasta el final, ser suficiente -especialmente cuando la potencia dominante
no puede ir a la guerra contra sus principales competidores. Pero el poderío
militar masivo tiene al menos un efecto de advertencia. Entonces Estados
Unidos ha hecho lo posible para evitar que sus aliados desarrollen fuerzas
militares independientes.
Los aliados sin duda han estado
contentos de dejar que los Estados Unidos sean la policía del mundo para
el capital global. Pero todo lo que escuchamos frecuentemente sobre el
fracaso de Europa para hacer su trabajo en la alianza disfraza el hecho de
que Estado Unidos hubiera preferido que los aliados se mantuvieran en su
lugar, y han hecho todo lo posible para asegurarse de eso.
Cuando Estados Unidos alienta algún
tipo de reforma militar en Europa, está diseñada para mantener su
supremacía intacta -por ejemplo, la "modernización” de la OTAN,
que tendría el efecto de mantener a las fuerzas europeas aún más
dependientes de los sistemas técnicos y de comunicación norteamericanos,
para que fuera de la alianza sólo puedan operar de una manera degradada.
Al final, ¿qué posibilidad o incentivo hay para tratar de igualar la
siempre más cara fuerza militar de los Estados Unidos?
Buenas noticias
Esa es la mala noticia. Estoy
segura de que ninguno de ustedes necesita que lo convenzan de que esta
estrategia representa un enorme peligro para el mundo entero. El proyecto
de hegemonía global norteamericano está impulsando constantemente a
revolucionar los instrumentos de la guerra, y estos instrumentos son
inservibles si no son probados y usados.
Pero también hay buenas noticias.
Déjenme ponerlo de esta manera. Supongamos que fuera verdad que la economía
global significa la creciente irrelevancia de los estados territoriales.
Supongamos, por ejemplo, qua Hardt y Negri tienen razón sobre la
emergencia de un nuevo tipo de "soberanía" que está
desplazando al estado. ¿Cuáles serían las implicaciones políticas?
Bueno, Hardt y Negri mismos nos
dicen bastante claramente que esas implicaciones son -y tengo que admitir
que en este punto al menos tienen razón--. Aquí está lo que dicen sobre
las implicaciones de un mundo en el cual no hay, según sus palabras,
"lugar de poder", un mundo en el que Imperio es un
"no-lugar"...
La idea de contrapoder y la idea de
resistencia contra la soberanía moderna en general, así se vuelve menos
y menos posible.... Se tendría que encontrar un nuevo tipo de resistencia
que fuera adecuada a las dimensiones de la nueva soberanía.... Hoy, también,
podemos ver que las formas tradicionales de resistencia, como las
organizaciones institucionales de trabajadores desarrolladas durante la
mayor parte de los siglos diecinueve y veinte han comenzado a perder su
poder. (308)
Pensemos cuidadosamente en lo que
esto significa. No hay, sugieren ellos, concentración identificable de
poder capitalista en el Imperio global de hoy. Ese significa que tampoco
es posible un contrapoder. Sobre todo, las luchas políticas en general, y
se ve, los partidos de la clase obrera en particular, ahora son una
irrelevancia.
Hardt y Negri también son muy críticos
de las fuerzas opositoras que se concentran en luchas locales y
nacionales, que también son consideradas irrelevantes. Entonces, ¿qué
clase de resistencia es posible? Desafío a cualquiera a zambullirse en
todo el libro de Hardt/Negri y que encuentre algo que cuenta de manera
convincente de una oposición efectiva.
Lo que tenemos es una charla casi mística
sobre cómo un Imperio que está en todas partes y que en ningún lado
puede ser atacado en cualquier punto -en gran parte cambiando
subjetividades. Muchas personas han leído este libro como un manifiesto
optimista para el movimiento anticapitalista. Pero para mí es menos
convincente como un manifiesto para una nueva estrategia anticapitalista
que como un argumento derrotista de la imposibilidad de oposición.
Mi punto es que la primera premisa
de ese derrotismo está errada. Estoy de acuerdo en que, si el Imperio
realmente fuera un no-lugar, en todos lados y en ninguna parte, el juego
estaría terminado para nosotros los socialistas. Pero lo estoy
discutiendo aquí es que ese imperio es un "lugar" como siempre
lo fue, que hay concentraciones realmente visibles de poder capitalista,
que el estado es ahora más que nunca un punto de concentración de poder
capitalista, y ese contrapoder no sólo es posible sino necesario.
El principal lugar de poder
capitalita es, por supuesto, Estados Unidos. Pero que lo que he estado
tratando de sugerir aquí es que este poder imperial depende no sólo de
su propio estado doméstico sino de todo el sistema global de múltiples
estados. Eso significa que cada uno de esos estados es un área de lucha y
un potencial contrapoder.
No es necesario decir que las
luchas en el corazón del imperio tendrían el mayor efecto. Pero cada
estado del que depende el capital global es un blanco importante para sus
propias fuerzas opositoras y para la solidaridad internacional. Protestas
contra las cumbres de la Organización Mundial del Comercio o el G8 pueden
sin duda cambiar el clima político. Pero al final, no sustituyen a la
oposición políticamente organizada al poder del capital organizado en
estados naciones.
La lucha política organizada puede
parecer más difícil de alcanzar que el tipo de oposición simbólica que
ni siquiera se considera un contrapoder. Pero negar la importancia, hasta
la posibilidad, de ese tipo de lucha política me parece una conclusión
muy pesimista.
Esa conclusión efectivamente
significa que el capital global no ofrece blancos visibles ni
posibilidades reales de lucha. Significa que no hay mucho más que hacer
que resignarse a la realidad del capitalismo y, a lo mejor, negar al
sistema en nuestros corazones. Bueno, simplemente no lo creo.
(*) Filósofa marxista
norteamericana, ex profesora de la Universidad de York, Canadá y autora
de Democracy Against Capitalism (1995) y Rising from the Ashes (1999),
entre otros trabajos.
Traducción de Victoria Rouge
(Panorama Internacional)
Fuente: Against the Current Vol. XVIII Nro6
Correspondencia de Prensa Nº 303/
Marzo 2004
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