Elecciones libres para imperio o
democracia
Por James Petras
Rebelión, 07/04/05
Traducido para Rebelión por Carlos
Sanchis y revisado por Marina Trillo
Introducción
Es un hecho bien demostrado que los
servicios de inteligencia estadounidenses y las agencias estatales han
penetrado en la sociedad civil y política, directamente o a través de
organizaciones intermediarias, fundaciones y otros aparentes grupos
privados.
La penetración implica la financiación, influencia, control y
establecimiento de planes políticos que sirvan al estado imperial
estadounidense y a sus intereses comerciales. La penetración
estadounidense está principalmente dirigida a desestabilizar o presionar
regímenes y lograr su aquiescencia a las políticas estadounidenses. Más
recientemente la penetración estadounidense ha ampliado su proyecto para
derrocar regímenes y colocar en el poder a clientes obedientes
respaldados por organizaciones clientelares, financiadas e influidas por
el estado imperial.
En el mundo post comunista y post
nacionalista la barrera a la penetración estadounidense ha sido reducida
drásticamente al tiempo que Washington ha extendido de modo considerable
sus actividades para penetrar y controlar regímenes y oposiciones por
medio de los denominados movimientos de la “sociedad civil”.
Desde mediados de los años sesenta
el estado norteamericano y sus aparatos de inteligencia y “ayuda”
exterior han estado profundamente implicados en influir sobre los procesos
electorales y en financiar a organizaciones clientelares, particularmente
en América Latina, cada vez que uno de los partidos contendientes defendía
un programa nacionalista o socialista. Un caso bien documentado al
respecto fue el de las elecciones Chilenas de 1964, donde la CIA vertió
raudales de millones en la campaña electoral del democristiano Eduardo
Frei para derrotar al socialista Salvador Allende. A principios de los años
cuarenta, tuvo lugar la penetración estadounidense a gran escala de los
sistemas políticos italiano y francés para promover las victorias
electorales de candidatos anticomunistas.
Desde los años noventa y cada vez
más en la primera década del siglo XXI, la penetración estadounidense y
la organización de “tropas de choque” - aparentes organizaciones de
la “sociedad civil” - han servido como ariete para derrocar regímenes
y organizar resultados electorales favorables a los clientes
estadounidenses.
Se han hecho pocos o ningún
esfuerzo para debatir la implicación teórica y consecuencias prácticas
de la penetración estadounidense a gran escala y a largo plazo en la
sociedad civil y en los procesos electorales. ¿En qué punto dejan unas
“elecciones libres” de ser “libres”? ¿Son “libres” cuándo
una super-potencia imperialista y sus “socios privados” (como la
Fundación Soros) financian y adiestran a redes nacionales de cuadros,
difunden en los medios de comunicación, proporcionan innumerables
asesores, alta tecnología en comunicación y transporte para provocar un
resultado electoral favorable al estado imperial? ¿Cómo afecta la
intervención imperialista a gran escala a la “libre decisión”, a la
competición electoral y a “la capacidad de movilizar para la guerrilla
urbana”? ¿En qué sentido puede hablarse de elecciones libres cuando
los “factores de poder e influencia externos” juegan un papel tan
grande para conformar el liderazgo, actividades, programas y resultados de
las elecciones? ¿Cuáles son las alternativas a la penetración
imperialista y a la manipulación de la sociedad civil, sus
organizaciones, y las convocatorias electorales? ¿Deben ser abreviadas,
restringidas o reguladas las elecciones multipartidistas? ¿Deben ser
procesados los beneficiarios de las agencias de financiación extranjeras?
Y en relación con las ONGs y fundaciones que actúan como canalizadoras
de la influencia del estado imperial y financian a clientes locales; ¿habría
que procesarlas, o habría que regularlas y permitirles seguir adelante
como si realmente fueran “no gubernamentales”? Estas preguntas son
fundamentales para el debate sobre democracia, elecciones libres y decisión
ciudadana. Son especialmente importantes hoy porque el estado imperial
norteamericano está cada vez más inclinado a dominar el mundo, como
declaran abiertamente sus principales políticos e ideólogos.
Las dos principales herramientas de
la construcción imperial son la penetración política donde sea posible
y las guerras militares y asesinatos donde sea necesario. Mucho se ha
escrito sobre la estrategia bélica, sus críticos son numerosos; pocos
sin embargo han estudiado la “otra pista"; la estrategia de la
penetración política. De hecho, algunos de los “críticos” de las
estrategias de guerras imperiales abogan por la aproximación ‘política’,
o como prefieren llamarla, la ‘aproximación pacífica democrática’.
Este planteamiento de propuestas alternativas es muy engañoso, puesto que
los efectos a largo plazo y gran escala de la penetración política
pueden ser tan destructivos para la soberanía nacional, niveles de vida,
y servicios sociales, como una guerra abierta.
La incompatibilidad de elecciones
libres y democracia con la penetración imperialista
Si bien las elecciones tienen lugar
entre candidatos y partidos competidores, los principales organizadores,
patrocinadores financieros, propagandistas y operadores de los medios de
comunicación de los clientes electorales estadounidenses, no son
elegidos, ni responsables ante los electores y tienen un proyecto económico-político
diseñado para favorecer los intereses económicos de inversores
imperiales, acreedores, corporaciones multinacionales y sus corruptos
clientes locales y oligarcas. Las “elecciones libres” tienen lugar en
un contexto de no-responsabilidad (hacia los votantes) actuando los
patrocinadores electorales a las órdenes de una potencia extranjera, para
subordinar la soberanía popular y la independencia nacional a los
intereses imperiales. Sin independencia nacional o soberanía popular, las
“elecciones libres” no tienen ninguna significación política ni un
resultado positivo para los votantes. Todos los lemas diseñados para
manipular a los votantes: “libertad”, “democracia”,
“independencia”, “prosperidad”, y “asociación con occidente”
están desprovistos de contenido.
Después de las elecciones, la
entrada a gran escala y a largo plazo de bancos imperiales, inversores,
asesores militares, FMI y funcionarios del Banco Mundial
políticas macroeconómicas que deniegan a la población los mismos
derechos que les fueron prometidos por los candidatos imperiales antes de
las elecciones. Los regímenes pasan de ser regímenes autoritarios
“locales” a ser tiranías internacionales.
Aunque los ideólogos imperiales
que hablan de elecciones “legitimando” a sus clientes recientemente
elegidos, no tienen, de hecho, base para semejante afirmación dado que
los resultados fueron principalmente determinados por el ejercicio del
poder de una intervención externa.
Ninguna elección tiene legitimidad
cuando la independencia nacional se conculca. Los candidatos y los
procesos electorales promovidos por el imperio son una burla a la noción
de soberanía popular. Para que tengan lugar elecciones libres se exigen
unas condiciones mínimas absolutas de que la población (ciudadanos) sea
soberana: Los candidatos, partidos y proceso electoral surgen del ‘toma
y daca’; de los ciudadanos del país. La soberanía popular sólo puede
darse cuando el país es independiente y la única autoridad gobernante no
está obligada a una potencia extranjera. Antes de poder hablar de
“elecciones libres” deben establecerse las fronteras políticas que
definen firmemente la nación-estado y dentro de esas fronteras, la
sociedad civil y sus organizaciones son del dominio exclusivo de los
ciudadanos nacionales. La independencia nacional y la soberanía popular
son pre-requisitos esenciales para unas elecciones libres. Dada la gran
violación de ambas condiciones por las agencias imperiales (su incisiva
penetración política, financiera y de los medios de comunicación en los
procesos políticos, incluyendo los resultados electorales) las elecciones
son ejercicios ilegítimos del la gran potencia, de construcción
imperial. Las elecciones no expresan la voluntad popular; miden la
capacidad imperial para intervenir en la sociedad civil, cambiar regímenes
y reestructurar la economía para aumentar al máximo sus intereses.
La meta suprema de la nación-estado,
el marco esencial que podría permitir elecciones libres, es el
afianzamiento de la independencia nacional y la soberanía popular. Esto
significa la exclusión efectiva de la penetración imperial en la
sociedad civil y en los procesos políticos por cualquier medio que sea
necesario. Esto puede significar limitaciones y restricciones legales a
grupos domésticos financiados, apoyados y dirigidos por el estado
imperial y organizaciones paraestatales y ONGs.
La intervención imperial en los
procesos electorales está basada en políticas y estrategias a largo y
corto plazo, la mayoría de las cuales no se enmarcan en los términos de
un lenguaje de abierta construcción imperial sino en términos de
“reforzar nuestros intereses a largo plazo”.
Lo primero y más importante es el
reclutamiento, educación y adoctrinamiento ideológico de “los
dispuestos” entre los futuros “líderes de opinión” y los líderes
potenciales. EEUU tiene preparados sistemas para la educación y
adoctrinamiento prácticamente en todas sus “prestigiosas”
universidades: Los “profesores principales” se mueven dentro y fuera
del estado imperial y de las organizaciones corporativas y centros de
pensamiento. Las agencias estatales imperiales y sus auxiliares en las
fundaciones “privadas” proporcionan becas, programas de
adiestramiento, seminarios, conferencias, atención de los medios de
comunicación, estipendios lucrativos, atención, halagos y promesas de un
‘futuro dorado’ para la contratación y formación de futuros
gobernantes clientes y organizadores de las revoluciones futuras de la
“sociedad civil”. Muchos, si no todos, los líderes que han surgido,
supuestamente de las bases de lucha, tienen biografías y antecedentes
educativos estrechamente Inter-relacionados con el adoctrinamiento
imperial.
En la organización de los
‘golpes blandos’ o ‘revoluciones de la sociedad civil’ como los
ideólogos imperialistas prefieren llamarlos, una inmensa serie de
instituciones imperiales convergen para promover una escalada de
protestas, aprovechándose del descontento local. La Dotación Nacional
para la Democracia, los Institutos Demócrata y Republicano, la Agencia
para el Desarrollo Internacional, los grupos delanteros de la CIA, los
medios de comunicación de masas, la Fundación Soros y sobre todo las
ONGs financiadas por el imperio, intervienen masivamente en la mecánica
de desestabilizar a un régimen, deslegitimar y demonizar a sus líderes,
haciendo propaganda de lemas populistas como preludio para el
derrocamiento de un régimen y “ganar las elecciones”. Los clientes
entrenados y adoctrinados por el imperio surgen como ‘candidatos democráticos
populares’, que luego proceden a privatizar empresas públicas poniéndolas
en manos de inversores imperiales, invitan a los constructores de bases
militares estadounidenses, proveen de mercenarios para las asignaciones
imperiales y ‘votos sí’ en los foros internacionales, al tiempo que
detraen comisiones para sí mismos, sus familiares y compinches. En otras
palabras, las elecciones dirigidas por el imperio llevadas a cabo mediante
la penetración de organizaciones de la “sociedad civil” violan todos
los pre-requisitos para elecciones libres y no sorprende que lleven a la
formación de regímenes clientelares empotrados en una red de intereses
económicos y estratégicos imperiales, en la que la corrupción y el
nepotismo corroen la fachada democrática inicial.
En el proceso electoral, el
concurso político entre facciones políticas domésticas en competición
y los intereses étnicos y de clase, son irreparablemente distorsionados
por la inmensa desproporción en recursos financieros, personal, acceso a
los medios de comunicación, capacidad orgánica y alcance político de la
potencia imperial interventora. El ‘peso político’ de la potencia
imperial en concursos electorales normalmente (pero no siempre) hace burla
de la noción de elecciones libres. En muchos casos y durante mucho
tiempo, los candidatos presidenciales de toda Ibero América (de Brasil a
Honduras) visitan Washington para conseguir un certificado de buena
conducta a cambio de comprometerse a ‘respetar’ la propiedad
estadounidense, comercio y pagos de deuda, así como a asegurar su apoyo a
los contornos generales de los intentos globales estadounidenses. Esto se
hace, según me dijeron candidatos presidenciales, para evitar la
intervención electoral estadounidense (o para conseguir apoyo financiero)
antes de las elecciones, y para evitar la desestabilización después de
las mismas.
En otras palabras la amenaza de
penetración imperial de la sociedad civil conforma los proyectos políticos
operativos bajo los que gobernará el régimen entrante, no el programa
electoral “populista” presentado al electorado durante la campaña.
Los tremendos recursos que el
estado imperial posee para la financiación electoral, la capacidad
organizativa, la influencia de los medios de comunicación de masas y la
penetración social generan ventajas competitivas tanto en las
movilizaciones electorales como en las no-electorales y
“extra-parlamentarias” contra los regímenes elitistas típicos. Las
ventajas acumulativas que acopian los estrategas imperialistas empiezan
con la financiación de los líderes potenciales, asesores, y ONGs. Esto
proporciona la base para distribuir a los medios de comunicación que se
definen como “independientes” o “democráticos”. Dichos medios de
comunicación, financiación y organización se dirigen a la propaganda
intensa y a campañas de movilización para crear movimientos de
“sociedad civil”, mientras el estado imperial recluta o
“neutraliza” a funcionarios del estado marcado como objetivo, con
amenazas de sanciones internacionales si se ordena la represión para
restablecer la ley y el orden. Habiendo tomado la iniciativa política,
los clientes imperiales lanzan un ataque frontal contra las instituciones
del estado, imponiendo nuevas elecciones o derribando los regímenes antes
de la convocatoria de elecciones. Al montar una ola de movilizaciones de
masas, financiación exterior, subvención a organizaciones y asesores de
la ‘sociedad civil’, los clientes respaldados por EEUU ganan las
elecciones y rápidamente traspasan el régimen a la órbita imperial.
Cuando fallan las estrategias
electorales imperialistas: la opción militar
El “golpe blando” o la
estrategia electoral no siempre funcionan. En tiempos y lugares distintos,
regímenes populares han resistido eficazmente y han vencido las
estrategias electorales, las ventajas económicas y campañas de
desestabilización de la sociedad civil de los estrategas imperiales,
procediendo a derrotar a los candidatos clientes. Cuando las estrategias
electorales y de la sociedad civil no logran llevar al poder a los
clientes estadounidenses, Washington recurre a la intervención violenta,
precedida por embargos económicos directos y financiación de terroristas
subrogados, intervención militar directa o golpes militares de generales
clientes. En los años 1950 los regímenes reformistas de Irán (Mossadegh),
Guatemala (Arbenz) y Guyana (Jagan) fueron elegidos por mayorías
populares a pesar de la intervención electoral anglo-estadounidense.
Habiendo perdido las elecciones, Washington organizó golpes militares en
Guatemala e Irán, mientras en la Guyana los británicos con apoyo de los
sindicatos estadounidenses provocaron una campaña de desestabilización
que sirvió de pretexto para la intervención británica para echar a
Jagan. En los sesenta, los clientes electorales estadounidenses fueron
derrotados por candidatos nacionalistas y democráticos en Brasil (Goulart)
y República Dominicana (Bosch). EEUU respaldó un golpe militar en Brasil
y en la República Dominicana. Cuando las fuerzas constitucionalistas de
la República Dominicana estaban a punto de restaurar la democracia
constitucional, el ejército estadounidense intervino salvajemente
reprimiendo a las fuerzas democráticas y restauró a sus clientes, los
grupos militares y paramilitares, y después organizó “elecciones”
para proporcionar una fachada pseudo constitucional a la supremacía
imperial.
En los setenta, EEUU vertió
millones en sus estrategias electorales y de desestabilización para
derrotar al Presidente electo Chileno Salvador Allende. Cuando el apoyo a
la legislatura de Allende aumentó de hecho a finales de su mandato, EEUU
combinó una fuertemente financiada campaña de “sociedad civil” para
desestabilización, con un golpe militar. Donde a EEUU le faltó capacidad
para la intervención electoral y movilización porque la “sociedad
civil” estaba bajo la hegemonía de los trabajadores (opuestos al
cliente) como en Bolivia; Washington respaldó un golpe militar
simplemente para diezmar las organizaciones populares de la sociedad
civil.
En los ochenta en Centroamérica,
Washington se enfrentó a organizaciones populares de la sociedad civil
muy estructuradas y politizadas, que desafiaron a los regímenes clientes
estadounidenses y a las “organizaciones civiles”. Como respuesta,
Washington financió y asesoró escuadrones de la muerte paramilitares y
fuerzas militares especiales implicadas en la comisión de masacres
genocidas de organizaciones populares de la sociedad civil. La estrategia
de “escuadrones de la muerte y elecciones” aseguró la continuidad de
los gobernantes clientelares estadounidenses.
En Nicaragua, las organizaciones
populares de la sociedad civil respaldaron de modo abrumador al gobierno
Sandinista nacional-popular. Washington combinó la continua financiación
de la élite interna con armar, asesorar y financiar a un ejército
mercenario de invasión, la Contra. En las elecciones de 1984 EEUU fue el
único país que se negó a reconocer la victoria electoral Sandinista; en
vez de ello intensificó su guerra militar y económica, desangrando los
recursos del gobierno, devastando las actividades económicas y causando
enormes bajas entre la población civil. Después de una década de
guerra, EEUU derramó decenas de millones de dólares en asesores y
propaganda, y amenazas de guerra sin fin en la campaña a las elecciones
de 1989, que llevaron a la elección de un “presidente” cliente
estadounidense.
El único régimen popular que
Washington no pudo cambiar desde los años sesenta hasta ahora, fue el
gobierno revolucionario de Cuba que organizó unas elecciones altamente
reguladas, arraigadas en instituciones públicas fieles al gobierno
nacional. EEUU no tuvo influencia en el sistema electoral y no pudo
utilizar el ejército para oponerse o derrocar al gobierno revolucionario.
En el nuevo milenio Washington ha
hecho varios intentos por derrocar al régimen de Chávez incluidos un
golpe militar, un lock-out (cierre patronal) económico apoyado por
la élite y un proceso electoral. Todos fueron derrotados debido al
poderosamente organizado apoyo al régimen de Chávez entre las masas de
pobres en la sociedad civil, la obediencia de sectores del ejército y las
inclusivas reformas de bienestar social.
En varios países de Ibero América,
a saber Argentina, Bolivia y Ecuador, las organizaciones populares de la
sociedad civil han echado a regímenes cliente pro imperialistas
estadounidenses, a pesar de la represión institucional. Los esfuerzos
realizados por los estrategas imperiales estadounidenses para construir
organizaciones de “sociedad civil” pro régimen fueron un triste
fracaso, a pesar de que no les faltó el apoyo de los medios de comunicación,
un ejército de ONGs clientelares, inmensos gastos de recursos financieros
y la expedición de asesores políticos. En Ibero América el crecimiento
de los movimientos de masas independientes que se oponen a los gobernantes
clientelares estadounidenses que presiden sobre el pillaje imperial y el
empobrecimiento de su población, ha forzado a EEUU a acudir a reclutar a
“forasteros”, antiguos izquierdistas etiquetados de
“centro-izquierda”, para fortalecer el aparato represivo formal e
informal. Esto ha facilitado la elección de presidentes clientelares,
pero ha debilitado la influencia de Washington sobre la sociedad civil.
Conclusión
¿Cuáles son las alternativas a
los procesos electorales controlados por EEUU y a la penetración imperial
de organizaciones de la sociedad civil diseñadas para reducir la
independencia nacional y la soberanía popular?
El primer punto de partida es el
reconocimiento de que hay un problema grave en la misma manera en la que
todo el proceso electoral se organiza para favorecer resultados imperiales
en la mayoría de los países del Tercer Mundo. El segundo es reconocer
que algunos regímenes son sumamente vulnerables a las estrategias
electorales imperiales - porque son corruptos, elitistas y están
divorciados del apoyo masivo independiente y organizado. Esto es muy
notable en la antigua Europa del Este y repúblicas exsoviéticas donde
las elites gobernantes han usado empresas estatales para su
enriquecimiento personal y han creado una nueva clase oligárquica de
depredadores que intentan situar a Rusia contra la UE y EEUU. Estos regímenes
manipulan los resultados electorales para permanecer en el poder, pero
tienen poca o ninguna capacidad o interés para movilizar a sectores
significativos de la población ante las protestas callejeras orquestadas
por ONGs de EEUU. En muchos casos estos regímenes pueden haber sido
originalmente animados o apoyados por Washington en la desintegración de
la Unión Soviética pero a continuación pudieron haber usado su
credibilidad, retuvieron algunos lazos económicos y militares con Rusia,
una economía mixta estatal-privada o “privatizaron” empresas económicas
bajo circunstancias en las que los compinches locales fueron favorecidos y
los principales inversores extranjeros excluidos.
Los dos países que han ganado, por
lo menos durante un período prolongado, elecciones disputadas por
clientes imperiales son Nicaragua (1984) y el presidente Chávez en
Venezuela (de 1998 al 2005 en curso). En ambos países los regímenes
llevaron a cabo importantes reformas socioeconómicas que contaron con
amplio apoyo de las masas gobernadas con una pizca de honestidad bajo la
ley, asegurando la lealtad de por lo menos sectores del ejército y
tuvieron algún acceso a la difusión en los medios de comunicación. La
mayoría de todos estos regímenes vincularon a las masas organizadas con
la lucha nacional y de clase, que las politizó y movilizó creando un
nivel de conciencia antiimperialista, y organizaciones nacionales
independientes de clase. En el caso de ambos países las luchas con éxito
contra clientes imperiales locales crearon una identidad de interés entre
los regímenes y las masas partidarias que fueron el instrumento
neutralizador del influjo corruptor de la financiación imperial masiva de
clientes locales y de la propaganda efectuada y distribuida en los medios
de comunicación de subvención imperial.
No obstante, en Nicaragua una
guerra prolongada de desgaste (durante una década) que destruyó la
economía y el irregulado proceso electoral permitió a EEUU invertir
decenas de millones de dólares para promover ONGs, partidos políticos y
difusión en los medios de comunicación, con el resultado de una victoria
electoral para los clientes electorales de Washington en 1989.
En Venezuela, el irregulado proceso
electoral permite la intervención masiva y de EEUU en los procesos electorales y la penetración en
organizaciones de la “sociedad civil” a pesar de las rotundas derrotas
de los clientes imperiales en las elecciones municipales, gubernativas, al
Congreso y presidenciales. El cambio de Washington a las amenazas
militares no ha sido obstáculo para la financiación de elites locales, y
las fuerzas paramilitares y militares Colombianas tantean intervenir con
cualquier pretexto.
En estas circunstancias de aguda y
persistente penetración imperialista en la sociedad civil y la intervención
masiva en el proceso electoral ¿qué puede hacerse para proteger y
promover la elección ciudadana y las elecciones libres (es decir - libres
de la intervención imperial)? ¿Cómo puede protegerse la integridad del
proceso electoral de la intrusión masiva la financiación imperial pública
y “privada” y de las operaciones de adiestramiento?
En primer lugar, las elecciones
libres no pueden celebrarse a menos que la independencia nacional y la
soberanía popular sean puestas en el centro de la práctica y del
discurso políticos. La izquierda y los intelectuales y políticos
progresistas han ignorado totalmente el problema vital de la seguridad
nacional y las medidas necesarias para proteger el proceso electoral
de la penetración imperial. Virtualmente no ha tenido lugar ningún
debate serio o discusión acerca de políticas prácticas, dentro de los
movimientos de izquierdas, partidos, periódicos o foros sociales, a pesar
de la vasta y penetrante naturaleza de la intervención imperial en los
procesos electorales. La historia nos enseña que esta ignorancia o
actitud de laissez faire tiene resultados desastrosos en términos
políticos (destruyendo los procedimientos democráticos y la integridad
de las elecciones libres), así como consecuencias socioeconómicas
catastróficas, al llevar al poder a regímenes depredadores pro
occidentales que venden los recursos estratégicos a las corporaciones
multinacionales a precios de ganga e imponen los programas de austeridad
del FMI. De modo claro son pertinentes nuevas regulaciones electorales y
leyes políticas.
En primer lugar deben aprobarse
medidas legales que prohíban toda financiación de fuentes imperiales o
sus “grupos de avanzadilla” a los partidos políticos locales u
organizaciones sociales. Todos los grupos que reciban fondos del exterior
deben registrarse como agentes extranjeros y enfrentarse a rígidas penas
de cárcel y multas si no se registran.
En segundo lugar, toda financiación
para actividad electoral y social por encima de un nivel dado debe ser
juzgada ante un tribunal imparcial.
En tercer lugar los grupos o
instituciones que actúan concertadamente con organizaciones armadas
imperiales o clientes para derrocar a regímenes legalmente constituidos
deben estar sujetos al procesamiento judicial público, y sus propiedades
confiscadas. A las fundaciones “privadas” con un historial de
colaboración imperial en la desestabilización de regímenes se les debe
negar autorización y terminar con sus actividades de reclutamiento.
El propósito de estas regulaciones
electorales es nivelar el campo de juego para la competición electoral y
eliminar muchas de las ventajas financieras y políticas que los
infiltrados imperiales utilizan para manipular elecciones. Regulaciones más
firmes sobre el uso de los medios de comunicación y la propiedad de los
mismos, y la apertura de emisoras de los medios para la expresión de los
puntos de vista populares y de las organizaciones deben crear un
intercambio pluralista de ideas. La restricción sobre la propiedad de
distribuidoras de los medios de comunicación por parte de intereses
extranjeros restringiría la propaganda imperial en los medios de
comunicación y la incitación a violencia. La consolidación de la
independencia nacional requiere la limitación de la penetración imperial
en la sociedad civil y en el estado (sobre todo en el ejército). Todas
las actividades militares conjuntas con las potencias imperiales deben
reducirse y los programas educativos en el extranjero deben regularse para
asegurar que los estudiantes eviten los principales molinos de propaganda
de los programas de estudios extranjeros, sobre todo en ciencias sociales,
derecho y escuelas de comercio. Es necesario establecer un equilibrio
entre la apertura a las influencias culturales diversas y el intercambio
de ideas y la necesidad de eliminar la influencia negativa del
imperialismo cultural y el reclutamiento de futuros clientes.
Si bien estas y otras regulaciones
de los procesos políticos y electorales son necesarias, no son
suficientes ni incluso eficaces si no hay un esfuerzo deliberado por
politizar y educar a la sociedad civil. Las organizaciones democráticas
de masas, las reformas sociales y económicas con una base de clase,
milicias de ciudadanos, defensa de la economía nacional y un
debate público abierto pueden crear una conciencia de clase democrática
y pueden minimizar la manipulación de los medios de comunicación
imperialistas y la provisión de tentaciones monetarias para su actuación
mediante engañosas organizaciones de la “sociedad civil”. El refuerzo
de la seguridad y de las regulaciones electorales así como una ciudadanía
participativamente activa que experimente los efectos positivos de
reformas socioeconómicas igualitarias son la mejor manera de asegurar que
las elecciones libres tenga lugar al servicio de la democracia y no de la
construcción del imperio.
28 de marzo de 2005
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