Estado
imperial, imperialismo e imperio
Por
James Petras
Rebelión,
09/07/05
Traducido
por Sinfo Fernández
Introducción
El imperialismo, la
dominación y explotación político–económica de los países a
través de la penetración económica y/o la conquista militar o
intervención es la fuerza impulsora de la historia contemporánea.
Regiones enteras de la Europa del Este, la antigua URSS, Africa, el
Sureste y Centro de Asia y América Latina han sido convertidas en
neo–colonias, colonias o esferas de influencia de EEUU, la Unión
Europea y Japón. Países capitalistas que acaban de emerger como
tales, como China, están desafiando a los poderes imperiales
establecidos en los mercados, las materias primas y las fuentes de
energía. Las guerras imperiales, las ocupaciones coloniales, las
intervenciones y golpes militares para ensanchar el imperio son eufemísticamente
denominados “cambio de régimen” y “democratización”. Para
entender la naturaleza, estructura y dinámica del sistema imperial es
necesario identificar y explicar conceptos políticos clave y el lugar
que ocupan en la construcción del imperio mundial contemporáneo.
Hay tres conceptos
interrelacionados que son fundamentales para entender el mundo
contemporáneo: estado imperial, imperialismo e imperio. Las dinámicas
de acumulación a escala mundial, la necesidad de mayores
concentraciones de capital establecidas en grandes unidades económicas
para poder extenderse por todo el mundo, se basan en la idea de que pueden
trasladarse al exterior y pueden encontrar seguridad y
territorios rentables y fuerza de trabajo a la que explotar. La
reubicación de capital (vía corporaciones multinacionales), su
capacidad para explotar las materias primas, para asegurarse fuentes
de energía, prestar capitales e imponer el pago de deuda, dominar
mercados cautivos y fijar sueldos bajísimos para las filiales de
manufacturas dependen de forma absoluta de las relaciones políticas
que facilitan esas condiciones.
La institución política
esencial que facilita la expansión exterior del capital es el estado
imperial, así como el surgimiento, en las regiones elegidas, de
regímenes y clases gobernantes orientadas hacia modelos imperiales de
acumulación de capital.
La organización y
actividad del estado imperial son cruciales en la creación de las
condiciones políticas para el imperialismo – la expansión económica
del capital. El imperio es el producto conjunto de la actividad
combinada del estado imperial y el proceso de expansión económica
imperialista. Mucho se ha escrito acerca de las dimensiones económicas
del imperialismo: el crecimiento y papel de las corporaciones
multinacionales (CMN), la importancia de los recursos energéticos y
la industria del petróleo, la absorción y compra de empresas que han
sido privatizadas, las condiciones económicas y las políticas de
ajuste estructural impuestas por las instituciones financieras
internacionales (IFI) como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el
Banco Mundial (BM). Algunos estudios han conectado estas fuerzas económicas
imperialistas con políticas imperialistas y sus resultados favorables
para las CMN y las consecuencias socio–económicas negativas para el
país escogido. El supuesto normal, o no declarado, es que el estado
imperial es sencillamente un reflejo pasivo, una vasija vacía de
capital imperialista; la asunción de que el estado imperial puede
reducirse a un simple instrumento de los intereses y fuerzas
colectivas del capital imperial. Esto lleva a confundir el análisis
de las estructuras políticas del imperialismo con los procesos económicos
del imperialismo (la expansión del capital). La suposición que
subyace es que hay una identidad tan poderosa entre ‘estructura’ y
‘proceso’ que sólo se necesita mirar el proceso (acumulación de
capital) para deducir la naturaleza y dinámica interna del estado
imperial.
Este enfoque simplista
de deducción económica tiene varias debilidades notorias a la hora
de comprender la formación del imperio. En primer lugar, el estado
imperial formula estrategias y tácticas que van más allá de las
demandas e intereses inmediatos de todos o de la mayoría de los
capitales que están comprometidos en la expansión exterior. En
segundo lugar, esta aproximación reduccionista no tiene en cuenta los
conflictos de intereses entre los que toman las decisiones político–militares
y los ideólogos del estado imperial y los estrategas de las CMN. Los
reduccionistas suponen simplemente que cualquier cosa que los políticos
imperiales decidan va automáticamente en interés de las
corporaciones económicas imperiales. Hay una pretendida unidad
entre política, estrategia e ideología donde en realidad debería
haber simplemente una hipótesis de trabajo que debería ser
comprobada a través de hechos empíricos o históricamente
observables.
Estado imperial:
Mito y Realidad
La relación del estado
imperial con los intereses económicos imperiales dominantes es
compleja y cambiante, aunque parezcan compartir y/o trabajar hacia el
objetivo común de crear un imperio mundial.
El estado imperial representa,
pero no es lo mismo, a los intereses económicos dominantes.
Esta distinción es fundamental porque abarca dos conceptos. Por un
lado, cuando nos referimos a la noción de “representación”,
queremos decir que el estado imperial (EI) está, en todos los casos,
organizado para extenderse y defender los intereses económicos de las
clases dominantes, persiguiendo y creando oportunidades económicas
para poder realizar inversiones, ventas, obtener beneficios, rentas y
pago de intereses a escala mundial. Igualmente importante es que el EI
actúa para crear un entorno político óptimo que asegure ventajas
económicas por encima y en contra de adversarios y competidores
nacionales e internacionales.
Por otro lado, cuando
decimos que el EI no es lo mismo que la clase gobernante, queremos
destacar el hecho de que quienes toman las decisiones clave y las
agencias del EI son quienes deciden cómo, cuándo y dónde defender y
representar los intereses imperiales. Entre los intereses económicos
de la clase gobernante y las políticas imperiales hay ideologías,
intereses burocráticos, lealtades particularistas y concepciones
estratégicas de las agencias del EI y de los que toman las decisiones
que asignan prioridades, idean estrategias y tácticas y distribuyen
recursos del EI – a saber, efectivos militares, operativos de la
CIA, pagos a conspiradores militares, etc… Los intereses económicos
imperiales de las CMN se ven infiltrados a través de esta red de
intereses e ideologías de los consejeros políticos del EI.
Mientras que algunos
escritores se refieren a esta distinción entre representación y
ausencia de identidad como “autonomía relativa del Estado”, el término
suscita múltiples cuestiones: ¿relativa a qué? ¿dónde? ¿cuándo?
¿en qué circunstancias y en qué espacio de tiempo? El término
“autonomía” plantea otras cuestiones similares – ¿de qué? ¿para
hacer qué? ¿a veces, la mayoría de las veces o todo el tiempo? El
uso y abuso del término “autonomía relativa del Estado” ha
llevado a algunos escritores a seguir considerando el Estado como un
ente independiente de la matriz de clase económica en la que va
empotrado. El análisis “centrado en el Estado” se contrapone mecánicamente
a una aproximación (determinada por el concepto de clase) “centrada
en la sociedad”. Ambos enfoques carecen de cualquier comprensión
dialéctica acerca de las interrelaciones que se dan entre clase y
estado, reduciendo la política estatal a las concepciones políticas
de los que toman las decisiones o a un reflejo directo de los
intereses económicos de las clases dominantes.
El enfoque “centrado
en el Estado” cortocircuita el análisis al eliminar las estructuras
del poder económico, la socialización y el proceso selectivo que
define el reclutamiento de los que toman las decisiones en el Estado y
las influencias históricas acumulativas que conforman los objetivos e
imperativos del aparato estatal. Como resultado de todo ello, el
enfoque centrado en el estado no puede explicar la dirección económica
a largo plazo y a gran escala ni los imperativos capitalistas que guían
la acción de Estado. Lo que nos proporciona el enfoque centrado en el
Estado es una descripción, y en algunos casos un análisis, de las
variantes idiosincrásicas y políticas entre los que toman las
decisiones en el Estado y la pluralidad de políticas perseguidas
dentro de un marco histórico estructural más amplio.
De forma similar, el
denominado análisis “centrado en la sociedad” (análisis de
clase) describe a la clase gobernante y algunos de los vínculos, orígenes
sociales y modelos de desarrollo de quienes toman las decisiones específicas
de Estado y continúa atribuyendo políticas específicas de EI a los
intereses de las clases gobernantes. Este enfoque asume que todos los
consejeros políticos del EI ejercen de correas directas de transmisión
de los intereses de la clase gobernante, vaciándoles de sus lealtades
políticas e ideológicas y poderes burocráticos. Esta aproximación
fracasa a la hora de explicar, o sencillamente ignora, las políticas
del EI que perjudican los intereses de la clase gobernante, prioriza
intereses no económicos (gastos militares/guerras de conquista) que
podrían amenazar la estabilidad económica de la clase gobernante
imperial. Igualmente significativo es que este enfoque asume un EI
monolítico que siempre actúa en consonancia, fracasando a la hora de
comprender los conflictos internos y su reflejo en los diferentes
centros de poder fuera del Estado.
Los ejemplos más
notorios de esta falacia de concreciones equivocadas aparecen
relacionados con la política del EI en Oriente Medio. Muchos
analistas de izquierdas vinculan la invasión estadounidense de Iraq
con los intereses petrolíferos basándose en un silogismo simplista:
EEUU necesita petróleo, Oriente Medio tiene petróleo, por tanto EEUU
va a la guerra para asegurarse el petróleo. Este “análisis” es
deficiente en varios puntos. Primero, asume que la única variable que
influye en los consejeros políticos es la de los “intereses petrolíferos”
o la de una “estrategia de guerra por petróleo”. Esta idea
excluye totalmente el poderoso papel de los “lobbys” pro–israelíes
y de los sionistas y pro–sionistas que elaboran la política
estadounidense para Oriente Medio. Segundo, e igualmente importante,
olvida los acuerdos políticos, diplomáticos y económicos (todos
ellos de carácter no militar) que han facilitado el acceso de EEUU al
petróleo a través de sus clientes políticos en la región. Tercero,
no considera la ausencia de esfuerzos importantes por parte de la
industria del petróleo para asegurarse el petróleo por medio de la
guerra (antes o durante la guerra) en contraste con los actos de
militaristas civiles y sionistas. Finalmente, no discute los efectos
perjudiciales que la guerra ha tenido sobre la industria del petróleo
en términos de acceso, seguridad y estabilidad que existían antes de
la guerra o las dificultades para asegurar nuevos contratos petrolíferos
durante la guerra.
Al ignorar las
especificidades del EI (divisiones entre pro y contra–sionistas),
imputando determinaciones causales sobre una serie de intereses económicos
(petróleo), reduciendo la política a una opción (guerra en lugar de
pactos con clientes), lo que aparece como “análisis de clase” se
convierte en una vulgar caricatura de la realidad, que obscurece la
naturaleza compleja del EI y sus contradicciones internas.
El Estado Imperial:
Complementariedad, Convergencia, Competición y Conflicto
Hay varios problemas
que afectan a los estudios sobre imperialismo. En primer lugar, no
analizan de forma adecuada el EI. En la mayoría de los casos, estos
análisis se centran de forma exclusiva en las dimensiones económicas
del imperialismo – olvidando el papel central del EI en la creación
de condiciones para la expansión y seguridad de las CMN. En segundo
lugar, lo que aparece como discusión de las políticas imperialistas
es o anecdótica (intervención de la CIA para derrocar un régimen),
o unidimensional (papel del Pentágono, de los militares) o muy
general (“Washington”). Hay pocos, o ninguno, escritores que
analicen las agencias múltiples del EI de forma sistemática. En
tercer lugar, muchos escritores que mencionan la dimensión política
del EI suelen caer en dos concepciones erróneas. Algunos consideran
al EI como un bloque homogéneo que actúa siempre exclusivamente a la
orden de un conjunto de intereses económicos particulares. Otros,
normalmente científicos políticos estadounidenses que ignoran el
contenido imperialista del Estado, hacen hincapié en los conflictos
internos y en la fragmentación dentro del aparato burocrático del
Estado. El primer grupo de escritores no aporta conocimiento alguno de
las múltiples agencias interrelacionadas y actividades del EI y cómo
estas convergen y crean conflictos ante una serie de políticas en
circunstancias diferentes. La segunda escuela, que sitúa su enfoque
en las rivalidades internas, no tiene en cuenta las convergencias a
largo plazo y a gran escala de los intereses y políticas entre las
agencias del EI, particularmente con respecto a los adversarios más
importantes y en defensa de los mercados, las CMN y las materias
estratégicas.
En los debates entre
los escritores marxistas e izquierdistas hay pocas discusiones
realmente serias sobre el estado imperial como entidad opuesta
al estado capitalista.
Las categorías
utilizadas son muy generales, refiriéndose a aparatos
“coercitivos”, “ideológicos” y “reguladores”, cada uno a
su vez asociado con un número limitado de agencias del Estado
(Departamento de Estado, Pentágono, CIA). Una vez más, los
escritores hacen generalizaciones infundadas, atribuyendo a los
“militares” posturas belicosas agresivas y a los administradores
civiles un enfoque diplomático y político ‘suave’. En realidad
casi todas las agencias importantes del “Estado” están muy
implicadas en la ampliación del imperio, por encima de su actividad
doméstica.
Agricultura, Tesoro,
Comercio y otros muchos gabinetes y agencias específicas están
implicados y dedican el grueso de su personal y presupuestos a
promover los intereses económicos de las CMN en la competición y
conquista de mercados exteriores y oportunidades de inversión. En la
época del imperialismo, especialmente en una coyuntura en la que la
mayoría de los beneficios de las CMN más poderosas provienen de
actividades en el exterior y el gobierno ha definido un Estado de
amplitud mundial y conflicto permanente, el núcleo de la actividad
del EI se enfoca hacia la construcción y defensa del imperio mundial.
El papel predominante
del EI se pone en evidencia, por una parte, en los vastos recursos y
personal que se ponen en juego para la promoción de la inversión
exterior y de los préstamos, y por la otra, en las enormes sumas
dedicadas a guerras coloniales, operaciones encubiertas, bases
militares y armamento ofensivo. En contraste, el “estado
capitalista” concentrado en la economía doméstica ha acumulado
grandes déficits presupuestarios y de cuentas corrientes, permitiendo
la existencia de productores agrícolas e industriales domésticos no
competitivos y dependientes de subsidios masivos gubernamentales y
legislación proteccionista. En la época de la construcción del
imperio el EI es la unidad central para comprender el flujo y dirección
de las “políticas domésticas” –políticas presupuestarias y
comerciales– así como las cuestiones sobre la guerra y la paz.
“Las políticas domésticas” están subordinadas al bienestar del
imperio y las prioridades del EI imponen los parámetros del debate
político doméstico.
El EI tiene diferentes
‘componentes’, agencias con funciones o actividades especializadas
pero superpuestas. Estas agencias incluyen todos los departamentos: el
económico, el de inteligencia, el militar y el regulador. Por debajo
de cada uno hay una vasta estructura jerárquica que unidades
especializadas han detallado sucesivamente y que han sido organizadas
para tratar con áreas políticas específicas, unidades territoriales
y operativas. En la cumbre están esas agencias del EI, complementándose
una a otra para conseguir los objetivos imperiales, convergiendo,
compitiendo y entrando en contradicciones en cuestiones de jurisdicción,
recursos y posiciones privilegiadas en la estructura imperial de toma
de decisiones.
Dentro de los parámetros
de la meta trascendente de construcción imperial, y de los
imperativos de la expansión y conquista permanentes, las distintas
agencias luchan por la preeminencia, dando la apariencia de una
estructura de poder plural y fragmentado.
En realidad, el muy sólido
control vertical y la homogeneidad de los intereses imperiales de
todas las agencias y su convergencia con las metas imperiales más
grandes definen los límites de las rivalidades intra–burocráticas.
En efecto, los puntos principales de disputa entre el Departamento de
Estado, la CIA y el Pentágono se refieren a qué políticas y
personal de la agencia son los más adecuados en una época y lugar
particulares para implementar la política imperialista comúnmente
acordada. En casi todos los casos de penetración económica, guerras,
mercados, desestabilizaciones de regímenes nacionalistas, las
actividades de las agencias del EI convergen y se complementan unas a
otras.
Hay tres claros
componentes del EI – cada uno con su conjunto específico de
actividades y extensiones en la “sociedad civil” exterior.
El primer componente
del EI se centra en la actividad política, ideológica, diplomática
y cultural, normalmente asociada al Departamento de Estado, pero que
implica también al Pentágono y la CIA. Este componente se dirige de
forma esencial a consolidar aliados o clientes, convenciendo a
dirigentes o regímenes de “centro” o “centro–izquierda” y
aislando a los anti–imperialistas; El segundo componente del EI son
las agencias económicas como el Departamento del Tesoro, el de
Comercio, la Reserva Federal y el de Agricultura, que están dirigidas
para promocionar las CMN estadounidenses, conquistar mercados, hacer añicos
las barreras comerciales y anti–inversión, asegurar las energías
estratégicas y materias primas, financiar las exportaciones, crear
circuitos financieros y socavar a los competidores.
Una vez más, estos
‘componentes económicos’ del trabajo del EI forman tandem con los
componentes políticos y militares a la caza de sus metas. La presión
diplomática, la guerra ideológica y las operaciones encubiertas de
la CIA crean interlocutores maleables en los países elegidos
receptivos a la firma de tratados comerciales y de inversión en términos
favorables para las CMN estadounidenses.
El tercer componente
del EI viene conformado por el aparato militar y el de inteligencia
que normalmente, pero no siempre, trabajan junto con los
componentes políticos y económicos. Hay claramente al menos diez
agencias de inteligencia implicadas en asesinatos, recogida y
procesamiento de información, campañas de desestabilización y otras
actividades encubiertas o no que afectan a operativos civiles
estatales, ONGs, oficiales militares y sectores de elite privados que
incluyen especialmente a medios de comunicación. El imperio militar
se extiende a través de 180 bases situadas en 125 países y que
implican desde ocupaciones directas coloniales a una profunda
penetración de los ministerios de Defensa, a influir directamente en
los esfuerzos operativos contra la insurgencia y a asesorar y
financiar clientela mercenaria contra los adversarios estatales. El
aparato de inteligencia militar se ocupa de desarrollar guerras
secuenciales, guerras múltiples, amenazas de guerra (guerra psicológica),
guerra por poderes, guerras separatistas, así como asesinatos,
secuestros y tortura de adversarios. El componente militar y de
inteligencia del EI actúa bajo el principio imperial de que las
leyes, edictos e intereses del imperio son primordiales y tienen
precedencia sobre el derecho internacional, los Acuerdos de Ginebra y
los principios constitucionales estadounidenses. El imperio no
reconoce fronteras ni respeta soberanías nacionales, excepto si
encajan con sus propios intereses, afirman la superioridad de sus
leyes y el derecho a perseguir a sus adversarios en cualquier lugar,
en cualquier época – el principio imperial de
‘extraterritorialidad’. Un corolario de este principio imperial es
la doctrina de guerras ofensivas permanentes (eufemísticamente
llamadas “guerras preventivas”), un enfoque diseñado específicamente
para asegurar un dominio mundial incontestable. Teniendo en cuenta las
decisivas tareas ‘históricas mundiales’ abrazadas por el EI y su
limitada capacidad formal, un elemento clave en los operativos del EI
es contratar y asegurarse fuerzas mercenarias, regímenes
clientelistas y grupos cívicos que actúen como “una extensión del
EI”. Esto va referido a organizaciones que no están vinculadas
formalmente o legalmente unidas al EI, pero que están profundamente
penetradas, financiadas y dirigidas por operativos clave o
representantes del EI. Cada uno de los componentes del EI tiene sus vínculos
especiales con estas organizaciones e instituciones de la ‘sociedad
civil’ que juegan un papel muy significativo y eficaz en el proceso
de construcción del imperio. En gran parte, sus logros en la
construcción del imperio se basan en la cobertura ideológica,
en la apariencia de no ser filiales del imperio, de ser más
‘internacionales’ que imperiales, de ser ‘no gubernamentales’
en lugar de correas de transmisión imperiales, de ser ‘sociedad’
más que de ser ‘de y para’ el EI. En esa función, desvían
atención hostil sobre el papel del EI a las ‘instituciones
internacionales’, convierten el engrandecimiento internacional en
una ‘lucha interna’ entre antagonistas locales y proporcionan una
cobertura ideológica de estar ‘expandiendo la democracia’ para
justificar la hegemonía o dominación imperial.
Las extensiones civiles
de los componentes económicos del EI incluyen: 1) las instituciones
financieras internacionales (IFI), en las que se integran el FMI, el
BM y los bancos regionales. Los miembros estadounidenses del IFI son
seleccionados e instruidos por el Tesoro de EEUU y sus decisiones
sobre empréstitos están basadas exclusivamente en los intereses políticos
y económicos del EI y de las CMN de EEUU.
2) Las CMN operan a la
vez como unidades económicas y como instrumentos políticos;
proporcionan inteligencia, posiciones operativas para los agentes del
EI, desinvierten o invierten, abastecen de servicios y productos o de
una parte de los mismos o los retiran, todo ello de acuerdo con las
políticas del EI. 3) Las fundaciones y universidades cívicas
privadas son instrumentos clave para el reclutamiento de políticos,
periodistas, intelectuales, artistas y otros ‘fabricantes de opinión’
vía becas, subvenciones, nombramientos académicos y premios honoríficos.
El mundo académico proporciona con frecuencia inteligencia
especializada en “trabajos de campo” a través de reuniones con
altos operativos del EI. El papel de las filantropías ‘privadas’,
como la Fundación Ford, la Fundación Soros y núcleos de otras
fundaciones, subsidian y adoctrinan a favor del imperio a estratos
enteros de futuros ideólogos y tecnócratas de los antiguos países
comunistas. Su papel no debe valorarse excesivamente. 4) A este
respecto, debería darse una importancia especial a las organizaciones
un poco del estilo de las ‘ONGs’, un nombre inapropiado si es que
alguno lo es. Las ONGs están financiadas a nivel gubernamental (la
mayoría por estados imperiales), trabajan con gobiernos y crean o se
comprometen con colaboradores de ONGs en determinados países al
implementar tareas económicas y políticas que benefician al imperio.
En la esfera socio–económica, compiten y se enfrentan con
movimientos socio–políticos, fragmentando comunidades pobres,
cooptando dirigentes, despolitizando luchas, localizando
“soluciones” para micro–proyectos y desviando la atención del
pillaje y la explotación que llevan a cabo las elites neoliberales.
En la esfera política, las ONGs reciben millones para propagar y
movilizar apoyos masivos que desestabilicen regímenes anti–imperialistas,
promuevan clientela electoral a favor del imperio y proporcionen
cuadros y dirigentes para los consiguientes regímenes clientelistas.
Las ONGs realizan abiertamente las mismas exactas tareas que la CIA
solía efectuar de forma encubierta. Las ONGs orientadas hacia el
mercado con agenda económica que trabajan a nivel de masas
complementan la agenda del IFI a nivel nacional.
Han surgido
recientemente varias organizaciones internacionales más, como la
Organización Mundial del Trabajo (OMT), que está bajo el control
conjunto de los estados imperiales europeos y EEUU, que proporciona un
marco de reforzamiento legal que facilita la expansión y conquista de
mercados y la penetración de la inversión por todo el mundo que
beneficia a las poderosas CMN en los países imperiales, y a las
elites exportadoras agro–mineras en los Estados clientes.
Los componentes políticos
de las CMN operan fuera de algunas de las mismas armas
organizativas ‘civiles’ que utilizan los económicos. Las
fundaciones privadas proporcionan fondos para la adoctrinación ideológica,
entrenan economistas, científicos sociales y otros profesionales en
cuadros capitalistas (“contratistas”) y les proporcionan una
doctrina que legitime el pillaje de la economía (“privatización”),
desnacionalización de propiedades (“libre mercado”) y la promoción
de la desigualdad (“movilidad social individual”). Las fundaciones
reclutan servidores para hacer de “mediadores” o
“intermediarios” entre el EI y el Estado cliente, entre las
CMN y los recursos lucrativos locales.
Las organizaciones cívicas
y las ONGs, fuertemente financiadas a través de los canales del EI,
juegan también un papel muy importante en la expansión del alcance
político del imperio. Se suministran fondos, escuelas de
entrenamiento, decenas de consejeros del EI provenientes de sindicatos
imperiales, partidos políticos y agencias consultivas sobre
estrategias y tácticas a partidos políticos localmente patrocinados,
grupos cívicos y ONGs, algunos preexistentes, otros de reciente
creación, influyendo en elecciones y en comités de “observación”
electorales. La profunda penetración del EI en la “sociedad
civil” vía correas de transmisión locales destaca la importancia
creciente de las “organizaciones civiles” en la construcción del
imperio y en la proyección de las políticas imperiales sobre nuevos
territorios.
El resultado óptimo de
la estrategia civil del EI es la creación de “Estados clientes
viables y legitimados” que proporcionan una fachada de democracia al
servilismo hacia los intereses económicos, militares y políticos del
imperio.
El componente militar
del EI trabaja con grupos locales paramilitares, organizaciones de
oficiales militares retirados así como a través de tratados
bilaterales y “alianzas” militares”, que son en gran manera
preparados y dirigidos por funcionarios militares. A través de la
elite militar local y en concomitancia con los clientes políticos del
EI, los militares imperiales reclutan ejércitos mercenarios para que
sirvan en las guerras coloniales y de ocupación. A través de la
adoctrinación, entrenamiento y entrega de armas a los oficiales
militares de los países clientelistas, los militares imperiales
pueden extender sus guerras y su capacidad de intervención más allá
de su capacidad doméstica.
Los Estados clientes próximos
a nuevas regiones que pueden ser objeto de potenciales conquistas
facilitan la penetración mientras reducen los costes logísticos. Las
bases militares proporcionan seguridad tanto al Estado cliente local
como al EI: el régimen cliente puede contar con protección imperial
frente a una revolución popular; la dependencia del régimen cliente
asegura la continuación del avance militar imperial.
Para evaluar la
fortaleza o debilidad del imperio, un estudio serio debe ir más allá
del mero análisis de beneficios y costes de gastos e ingresos domésticos
del imperio y tener en cuenta los efectos múltiples que las
expansiones exteriores pueden provocar al perpetuar y extender el
imperio. La multiplicación exitosa de las “extensiones”
militares, políticas y económicas alivia los costes personales y
económicos de mantenimiento del imperio. Además, el marco para medir
los costes y beneficios del imperio al examinar su sostenibilidad
tiene que considerar por adelantado los pesados costes para
el Estado (hasta que se logre la conquista y empiece la explotación)
y los beneficios a la baja que se acumulan en el sector privado (una
vez implantado en la economía).
Por otra parte, el cálculo
completo de costes y beneficios tiene que estar basado en una distinción
fundamental entre el gran público (contribuyentes, soldados) y las
clases de elite (las que se benefician). Lo que algunos escritores
citan como los “pesados costes del imperio” de una mal definida
“nación” (EEUU) es en realidad una redistribución de ingresos
desde las clases asalariadas a las acomodadas, vía EI.
En la medida en que esa
estrategia particular del EI para la construcción del imperio no se
ponga en peligro, los beneficios, oportunidades de inversión y
asociaciones entre las elites económicas, los “costes” del
imperio para los pasivos ciudadanos son irrelevantes. Sin embargo,
cuando los consejeros políticos adoptan estrategias que perjudican a
la vez los intereses económicos de las CMN y provocan malestar
popular, aparecen divisiones entre las elites del EI y entre los
componentes internos del mismo.
Componentes
complementarios del Estado Imperial
La realidad diaria en
las operaciones de las agencias del EI es la complementariedad de sus
actividades. En la cúspide del poder –la ‘Casa Blanca’ y el
‘Consejo Nacional de Seguridad’ normalmente se logra llegar a
posiciones comunes. Sin embargo, las políticas vienen dictadas en
función de los imperativos de construcción del imperio inherentes a
la expansión y acumulación perpetua del capital – la necesidad
esencial de expandirse o desmoronarse. La acumulación y expansión en
el exterior significa aumentar el poder político imperial, asegurar
mercados, imponer regímenes clientelistas y establecer esferas de
influencia en las que determinadas políticas macro–económicas
favorezcan a las CMN que están en el lugar. Ello supone extender la
influencia militar a través de bases o funcionarios locales,
desplazando a competidores, socavando a los grupos anti–imperialistas
(nacionalistas, socialistas, islamistas), derrocando regímenes,
promoviendo partidos y organizaciones cívicas favorables al imperio.
Cada integrante del EI actúa fundamentalmente en el área de su
especialidad: el Departamento de Estado financia grupos políticos,
presiona a políticos, recluta intelectuales; el Pentágono activa el
factor militar; el Tesoro, vía las IFI, interviene en la formulación
de la política económica; y la CIA infiltra grupos y se compromete
en acciones directas violentas a través de operaciones clandestinas.
Los “grupos de extensión” en la sociedad civil son activados para
denunciar, movilizar propagandas y manifestaciones ante posibles
elecciones o en contra de la elección de determinados funcionarios,
para de proporcionar una cobertura de legitimidad a golpes de estado o
desestabilizar regímenes.
El punto teórico clave
es que por encima o por debajo de las rivalidades burocráticas
habituales, los integrantes del EI convergen para movilizar
recursos, materiales y personas, especialmente en tiempos de crisis,
guerra, revolución, golpes y contrarrevoluciones que aseguren el
imperio. Con objeto de servir a los imperativos de la construcción
del imperio, no hay normalmente grandes conflictos entre el
Departamento de Estado, el Pentágono y la CIA. No hay gobiernos
“invisibles” operando por “detrás” del aparato del EI. Eso no
quiere decir que las actividades y operaciones organizadas y dirigidas
por las agencias del EI estén abiertas a examen público o supervisión.
Lo que significa es que las acciones o actos violentos y clandestinos
de subversión política están organizados por agencias oficiales
identificables del EI y que son diseñadas para realizar políticas
imperiales específicas.
Conflictos en el
interior del EI
Habiendo establecido la
regla general de la complementariedad de actividades dentro del EI,
hay sin embargo dos tipos y momentos de conflictos internos entre sus
componentes. El caso más frecuente es la rivalidad entre las agencias
en cuanto a recursos, jurisdicción, personal y presupuestos, todo lo
que podría llamarse procedimiento burocrático. Este puede afectar al
grado en el cual una u otra de las agencias del EI puede aumentar su
papel en la prosecución de la construcción de la agenda
imperial. Estos “conflictos intraburocráticos” son objeto
de estudio normalmente de científicos políticos convencionales, que
los describen como determinantes principales de la política exterior,
ignorando gozosamente las convergencias y complementariedades más
importantes. En la mayor parte de los casos, esos conflictos pueden
revelar determinados énfasis y diferencias tácticas en la acción
política imperial.
El segundo, y muy poco
frecuente, tipo de conflicto dentro del EI, y sin embargo el más
serio, afecta a la ideología, estrategia, prioridades y lealtades políticas.
Los conflictos más importantes dentro del EI normalmente tienen lugar
al mismo tiempo que se producen giros importantes en política
exterior, que acentúan la escalada de agresiones, que inician una
guerra, que suponen un cambio de alianzas. Por ejemplo, hubo debate y
conflicto dentro del EI acerca del lanzamiento de la Guerra Fría
contra Rusia, con unos cuantos funcionarios argumentando que era mejor
mantener políticas cooperativas como medio para ir socavando
gradualmente el poder comunista en contra de la opinión de la mayoría
belicosa. El debate fue breve y terminó con una derrota política
total – los Guerreros Fríos no sólo dictaron la política
sino que también llevaron a cabo una purga con sus opositores del
Departamento de Estado. Asimismo, cuando se produjo el climax de la pérdida
por EEUU de la guerra en Vietnam, emergió un debate dentro del EI
entre los que pedían acabar con las pérdidas y con la guerra para
pasar a defender otras regiones estratégicas del imperio y así poner
fin al desorden político interno y a las acciones de funcionarios que
buscaban continuar o intensificar la guerra con un ejército colonial
en desintegración. Se alcanzó un compromiso entre los dos grupos: la
vietnamización de la guerra, que implicaba la retirada del grueso de
las tropas estadounidenses y la confianza en los consejeros
estadounidenses y en las tropas vietnamitas. Lo que queda patente en
estas disensiones que se producen en el EI es que todas tienen lugar
dentro del marco más adecuado de aproximación para la construcción
del imperio. Ninguno de los participantes en esas disensiones se
cuestiona la existencia del imperio mismo – sólo la mejor combinación
de fuerzas militares, diplomacia, prioridades políticas e intereses
económicos. Sin embargo, estas diferencias tienen consecuencias
sustanciales a corto y medio plazo para los pueblos afectados y para
el futuro del imperio.
Con el final del siglo
XX y la llegada del nuevo milenio se ha abierto una nueva división
importante dentro del EI en cuanto a estrategia, ideología y
lealtades políticas entre los extremistas sionistas (E–S) y los
constructores conservadores tradicionales del imperio. Los E–S
ocupan posiciones clave en varios de los componentes del EI, incluido
el Pentágono y el Departamento de Estado y han establecido sus
propias redes de inteligencia. Cuentan con el apoyo incondicional de
las organizaciones judías más poderosas y de sus redes civiles, que
influyen sobremanera en los Partidos Demócrata y Republicano, en el
Congreso y en los medios de comunicación. En el EI, los E–S han
hecho de la ampliación e intensificación del poder israelí en
Oriente Medio la prioridad central a la hora de dar forma a la política
exterior de ese EI. Los E–S han sido los arquitectos estratégicos
de la guerra de Iraq, cuyo coste va ya por los 250.000 millones de dólares
en sus dos primeros años, con varias decenas de miles de víctimas
estadounidenses. En el EI, los E–S, más que cualquier otro grupo
con peso en el pasado, tienen en la sociedad civil una poderosa y
activa red de influyentes y organizados partidarios, un grupo bien
organizado de ideólogos extremistas unidos a los medios de comunicación
que expanden su propaganda de forma vigorosa entre las clases
educadas, y un conjunto poderoso de organizaciones judías que
censuran e intimidan en el EI a los críticos de “Ante todo, primero
Israel”. Este poderoso aparato civil está conectado políticamente
con los partidos, con los aparatos ejecutivo y judicial y proporciona
protección al, por otra parte, extremadamente controvertido grupo
dentro del EI – que antepone sus lealtades a un Estado extranjero
(Israel) a sus compromisos con la construcción imperial de EEUU. Más
exactamente, los E–S han moldeado la construcción imperial de EEUU
alrededor de las necesidades de la hegemonía regional israelí. Por
otra parte, cuando hay un conflicto de intereses entre la construcción
del imperio y los intereses israelíes, los que salen perjudicados son
los primeros. La persistencia y expansión del poder sionista en el EI,
a pesar de otros problemas importantes (aislamiento político,
mentiras descubiertas y hostilidad universal) que ha creado en la
construcción del imperio, por no hablar ya de la cifra horrible de
muertos entre los masacrados pueblos de Oriente Medio, puede sólo
explicarse por el alto nivel de influencia y hegemonía que el aparato
judío pro–Israel posee sobre la sociedad estadounidense y
especialmente sobre sus instituciones políticas.
Teniendo en cuenta el
conjunto de fuerzas que se oponen dentro del EI a los E–S, sólo su
poderoso reparto secundario fuera del EI puede justificar su
continuado dominio sobre la política exterior estadounidense,
especialmente en lo que concierne a Oriente Medio.
La oposición a los
E–S se ha visto forzada a actuar de forma semiclandestina – y en
el mejor de los casos ha sido una fuerza crítica que ha
perdido más que ganado en los debates políticos que se han producido
en el EI.
La política de guerra
para Oriente Medio diseñada, propagada, promovida y llevada a cabo
por los E–S en el EI ha provocado oposiciones por parte de los
militares profesionales, la CIA y el Departamento de Estado, así como
entre multitud de antiguos funcionarios. Provocó preocupación entre
las compañías petrolíferas importantes, en el mundo diplomático y
en los mercados energéticos. La estrategia de los E–S de ocupación
tras la invasión, en línea con los intereses israelíes, favoreció
la destrucción del Estado iraquí y la desarticulación de su
sociedad, impidiendo su reconstrucción y destruyendo al mayor
opositor a las conquistas israelíes y anexión de Palestina. La
fragmentación de Iraq en subregiones étnico–religiosas, el uso de
técnicas israelíes de guerra urbana y de torturas fueron promovidas
por los E–S. Las políticas de guerra, la ocupación y el
desmembramiento de Iraq fueron ejecutados por civiles militaristas del
Pentágono, fundamentalmente por E–S en oposición a muchos
oficiales profesionales.
La fabricación
absoluta de pretextos falsos para la guerra – armas de destrucción
masiva, los lazos con Al Qaida, etc…– fueron propagados por los
E–S, para encubrir su agenda de alcanzar el Gran Israel, a veces de
forma explícita y en otras ocasiones de forma implícita. Las
mentiras políticas sirvieron para sus objetivos finales.
Sin embargo, la
desarticulación de sus mentiras y la colaboración desleal con un
Estado extranjero no ha provocado reflexión ni debate alguno, ni ha
forzado dimisiones, como habría ocurrido normalmente en una situación
en la que una guerra se convierte en un desastre muy costoso. La razón
de todo ello descansa en el respaldo incondicional unánime que los
E–S recibieron por parte de la organizada sociedad civil judía y su
hegemonía sobre las instituciones políticas. Por otra parte, las críticas
recibidas en el EI de legisladores, académicos y medios de comunicación,
que se atrevieron a desafiar o criticaron a los sionistas en el EI,
han sido castigadas (como anti–semitas), marginadas y en algunos
casos hasta con expulsiones de puestos de trabajo. Como resultado, los
E–S conservan sus posiciones o han avanzado incluso a posiciones más
influyentes, ej. Elliot Abrams, neofascista, criminal convicto, que en
la actualidad dirige la política de Oriente Medio en el Departamento
de Estado.
La política de los
E–S de guerras secuenciales contra los adversarios de Israel se sitúa
como primer objetivo de la agenda del EI: los siguientes objetivos
previstos incluyen a Irán y Siria. Han aparecido nuevas disensiones
sobre la ‘próxima’ guerra entre una minoría que argumenta una
retirada negociada y la estridente peña de ‘Ante todo,
primero Israel’ que clama por ataques militares inmediatos. Otras
cuestiones como el acceso al petróleo y al control de sus precios, la
guerra a largo plazo y gran escala y la inestabilidad en Oriente
Medio, suscitadas por las poderosas compañías petrolíferas, los
banqueros y consultoras internacionales, se sitúan en un distante
segundo lugar en la agenda sionista que quiere destruir a Irán, el
vecino que desafía a Israel.
Esto motiva varias
cuestiones teóricas más amplias: ¿Bajo qué condiciones puede darse
una trastienda entre los consejeros políticos del EI y los intereses
de las corporaciones multinacionales y la construcción del imperio?
¿Cómo puede representar mejor el EI a los sectores poderosos de la
clase dirigente actual? Sólo los ignorantes pueden asumir que porque
EEUU tengan intereses petrolíferos importantes en Oriente Medio, la
política exterior de EEUU sigue o persigue esos intereses excluyendo
otros o que ese factor es el determinante de su política. Esta última
posición ha sido defendida por un número de progresistas bien
intencionados que se quedan cortos en el análisis o que por acción u
omisión tratan de no ofender a sus colegas judíos – incluso aunque
sean tan patentes las evidencias en sentido contrario.
¿Representa siempre
el Estado Imperial a las clases dominantes?
En la mayoría de las
circunstancias (pero no en todas, como ya hemos visto previamente) los
políticos en el EI representan los intereses de la clase dominante,
los bancos y corporaciones más poderosos. Sin embargo, la cuestión
que se plantea es hasta qué punto el EI –sus diversos
componentes– representa esos intereses.
Es fundamentar hacer
una evaluación de la eficacia del EI al analizar su papel en la
construcción del imperio. Para responder a esa cuestión se necesita
enunciar otra: El personal, políticas y estrategias, ¿amplían las
oportunidades y fortalecen la seguridad de las CMN, aumentan el acceso
a, o el control de, los recursos estratégicos, amplían mercados y
facilitan asociaciones lucrativas con las elites locales? Los políticos
imperiales, ¿siguen políticas militares que son compatibles con los
intereses económicos?
Estas son cuestiones complejas porque una de
las defensas construidas por los consejeros políticos que tienen que
enfrentarse con “políticas aparentemente fallidas” es que los
‘resultados positivos’ aparecerían a ‘largo plazo’.
Cualesquiera que sean las complejidades del hecho de medir el éxito o
fracaso de las políticas imperiales en cuanto a tiempo y lugar, en la
mayor parte de los casos se puede hacer una determinación objetiva.
Por ejemplo, las decisiones de ir a la guerra en Corea y Vietnam, de
invadir Cuba, de intervenir en Somalia fueron claramente políticas
fallidas desde la perspectiva de los costes que conllevaron para la
economía imperial y por los resultados negativos a la hora de abrir
nuevas oportunidades económicas y ampliar el control territorial.
En
otros casos, las políticas intervencionistas en países más pequeños
e indefensos como la República Dominicana, Guatemala, Nicaragua,
Panamá, Granada y el Salvador, tuvieron éxito al destruir
movimientos o regímenes progresistas y amañar regímenes
clientelistas, pero proporcionaron pocas oportunidades económicas
sustantivas a las CMN, ya que las economías se estancaron, el poder
de los consumidores se detrajo, se explotaron pocos recursos naturales
y la emigración de trabajadores redujo las reservas de mano de obra
barata.
En el caso de las políticas imperiales hacia países ricos en
recursos y, por tanto, más lucrativos como Irán, Chile, Argentina,
Brasil, Bolivia y el Congo (Zaire), los resultados aparecen mezclados.
Las ventajas a corto plazo de derrocar el régimen nacionalista de
Mossadegh en Irán instalando al Shah en su lugar, proporcionaron
grandes oportunidades a las CMN de EEUU y un incondicional cliente político–militar
en la región del Golfo durante 26 años; sin embargo, la
neo–colonia dictatorial fue derrocada por una coalición de fuerzas
seculares y nacionalistas islámicas en 1979, convirtiéndose en un
adversario estratégico durante los siguientes 26 años y quizá más.
En contraste, la intervención de EEUU en Chile, Argentina, Bolivia y
Brasil en los años sesenta del pasado siglo y los consiguientes regímenes
militares clientelistas elaboraron un marco político–económico a
largo plazo para la penetración económica estadounidense a gran
escala. Y más importante aún, las transiciones a regímenes civiles
electorales y sus consiguientes políticas se vieron condicionadas por
las ‘lecciones’ dictadas por las políticas imperiales. Aunque el
EI y las CMN cosecharon los beneficios de 30–40 años de regímenes
pro–imperio, no fue sin desafíos violentos masivos, como en el caso
de las rebeliones populares y del derrocamiento de los regímenes
clientelistas en Argentina y Bolivia y de la continua inestabilidad en
Perú y Ecuador.
La guerra de EEUU en
Iraq ha sido, de forma rotunda, un error garrafal desde la perspectiva
de construcción del imperio: ha llevado a derrotas tácticas, a
prolongada guerrilla urbana imposible de ganar, a una disminución en
los alistamientos militares, a desmoralizar a las tropas de la Guardia
Nacional y la Reserva, inflando los déficits presupuestarios,
aislando a EEUU de sus aliados, que fue abandonado por clientes de la
coalición. Además, la debacle militar proporciona una prueba de que
el imperio estadounidense no es invencible. De forma clara, los
arquitectos principales de esta guerra han dado sin darse cuenta un
gran estacazo al componente militar del imperio.
Desde la perspectiva de
los intereses económicos de EEUU, los costes de la guerra sobrepasan
de lejos cualquier beneficio que se pueda obtener en la extracción o
propiedad del petróleo, tanto en la actualidad como a medio plazo.
Las gravísimas violaciones masivas de derechos humanos y las matanzas
de civiles han generado una hostilidad universal por todo el Oriente
Medio (excepto en Israel), haciendo que las inversiones y actividades
mercantiles de las CMN sean muy inseguras y problemáticas.
¿Eran tan obtusos los
arquitectos de la guerra del EI, tan ignorantes de la oposición,
costes y consecuencias de la guerra? Se daban claramente todas las
razones históricas para anticipar una fuerte resistencia y grandes
cifras de muertos. Incluso dando por supuesta la mediocridad de
quienes toman las decisiones, no hay base para pensar que la
persistencia de la guerra y la política de prolongar la debacle de
Iraq con una nueva catástrofe en Irán sea simple ignorancia. La
guerra de Iraq ha sido un éxito a los ojos de sus autores, porque su
criterio era: ¿Beneficia al Estado judío? Y como le
beneficia, no les importa cómo puede afectar a la construcción del
Imperio Estadounidense. El hecho de que los E–S estén impulsando enérgicamente
una nueva guerra con Irán, que causará estragos al imperio y a sus
regímenes clientelistas y generalizará el conflicto por todo Oriente
Medio, es otro indicativo de que la eficacia política viene medida en
función de si promueve el poder de Israel en la región y disminuye
el de sus enemigos, sin importar cómo pueda afectar a la construcción
del imperio estadounidense.
En términos de
“calidad” y competencia de la política imperial, está claro que
los E–S actuaron de forma magnífica al perseguir la defensa de los
intereses del Estado israelí – maximizando sus beneficios a cambio
de virtualmente ningún coste– y de forma miserable a la hora de
promover la construcción del imperio estadounidense. La diferencia en
la actuación no es consecuencia de falta de habilidades políticas
sino el resultado de diferentes prioridades, motivaciones y objetivos
estratégicos.
El ascendiente de los
militaristas civiles, incluidos, pero no de forma exclusiva, los
E–S, ha relegado en gran medida los intereses económicos de las CMN
a un puesto secundario en la construcción del EI. Mientras los gastos
militares aumentan, la deuda exterior crece exponencialmente, el déficit
presupuestario y los pagos de intereses debilitan los cimientos económicos
del imperio y aumentan la dependencia de los flujos financieros
extranjeros. De forma cada vez mayor, las CMN de EEUU realizan su
producción en el exterior y exportan desde allí a EEUU, aumentando
el déficit comercial de la economía doméstica. Igualmente
importante es que los militaristas civiles no tienen una estrategia
por la cual los gastos militares inmediatos y las intervenciones
conduzcan a futuras ganancias económicas para las CMN, como ocurrió
tras la Segunda Guerra Mundial y durante la Guerra Fría. Desde el
momento en que la mayor parte de los gastos militares se han dirigido
a la destrucción de la infraestructura productiva civil iraquí, han
puesto en peligro las fuentes principales de beneficios y han
expulsado o asesinado a la mayor parte los científicos y
profesionales más importantes de aquella comunidad. Las políticas de
ocupación colonial, destrucción y pillaje por parte de los sátrapas
coloniales han restringido de forma severa la imperial “no se
consigue nada sin causar dolor”. Los políticos militaristas civiles
partidarios de la guerra total, ocupación permanente y de regímenes
impuestos socavan las posibilidades de estabilidad y seguridad a largo
plazo necesarias para los inversores productivos a gran escala, pero
benefician a los capitalistas especuladores, a los contrabandistas y a
los oligarcas mafiosos interesados sólo en empresas a corto plazo que
proporcionen beneficios masivos.
Condiciones para el
conflicto: Estado Imperio – Corporaciones Multinacionales
Podemos especificar
ahora algunas de las condiciones bajo las cuales los componentes y
agencias del EI entran en conflicto con las CMN en cuanto a alianzas,
prioridades, políticas, estrategias y tácticas regionales y
globales.
El primer punto de
conflicto entre el EI y las CMN se centra en la ideología: el EI,
especialmente bajo la influencia de los militaristas civiles, se
concentra en alianzas militares con primos ideológicos, mientras que
las CMN buscan inversiones lucrativas, acuerdos comerciales y socios
económicos basados en nociones de mercados libres y comercio libre
– como mecanismos para una eventual penetración y dominación.
Vienen a la mente
algunos casos contemporáneos que afectan a las relaciones de EUU con
Oriente Medio, China y Cuba. En cada región los ideólogos
militaristas civiles persiguen políticas ajustadas a nuevas
confrontaciones militares en detrimento de las inversiones lucrativas
y acuerdos comerciales de las CMN.
En Oriente Medio, los militaristas
civiles, se alinean con Israel contra Arabia Saudí, Irán, Siria y el
resto del mundo islámico árabe, mientras que las CMN se comprometen
en inversiones y comercio con los países árabes e islámicos.
Con
respecto a China, los militaristas civiles persiguen una política de
envolvimiento militar, apoyan la independencia de Taiwan y se enzarzan
en una histérica demonización retórica de la política defensiva
china; mientras, 500 firmas invierten 300.000 millones de dólares en
China y Pekín financia el déficit comercial estadounidense, para
gran alivio de los banqueros estadounidenses.
Un conflicto similar se
evidencia con respecto a Cuba. Los militaristas civiles –dirigidos
por la prole de los exilados cubanos– persiguen políticas que van
desde el patrocinio de terroristas exiliados a un agresivo boicot económico,
mientras las CMN más importantes de EEUU desarrollan un comercio
valorado en un billón de dólares en productos alimenticios y farmacéuticos
con Cuba.
Algunos conflictos similares se evidencian con respecto a
Venezuela, donde los militaristas civiles han organizado golpes y
financiado a organizaciones cívicas extremistas para tratar de
instalar un régimen pro–imperialista, mientras que las compañías
petrolíferas importantes de EEUU como Chevron–Exon han firmado
acuerdos para inversiones multimillonarias con el régimen
nacionalista social–liberal. Hay otras regiones y cuestiones en
Europa Occidental y Rusia donde se dan conflictos entre el EI y las
CMN.
Sin embargo, lo que está
claro es que la política imperial refleja tanto la fortaleza como las
debilidades de los militaristas civiles y de las CMN en áreas específicas.
En Oriente Medio, el poder de los militaristas civiles, apoyados por
las organizaciones judías más importantes y su poder sobre el
Congreso y los medios recomunicación, es mucho más fuerte que el
asalto por el petróleo de las CMN, los diplomáticos profesionales y
sectores de los militares profesionales. En contraste, en China, el
amplio orden de batalla de las CMN y el monto del tamaño del comercio
y la inversión estadounidense tienen mucho más peso sobre la política
que las acciones de los militaristas civiles, que carecen del
equivalente a una base de poder doméstico influyente comparable a los
organizados judíos. Con Cuba y Venezuela se da un equilibrio, en el
que las CMN de EEUU trabajan alrededor de las restricciones
comerciales y se meten en inversiones y comercio, como en el caso de
Venezuela, mientras que los militaristas civiles trabajan para
derrocar regímenes sin encontrar oposición por parte de las CMN.
La Mentalidad de los
Militaristas Civiles
Aunque las motivaciones
y campañas de los directores ejecutivos de las CMN (beneficios,
mercados, recursos, y costes operativos bajos) aparecen claramente, es
mucho menos entendida y conocida la mentalidad de los militaristas
civiles y del equipo sionista. Podemos especificar ocho características
de forma telegráfica, algunas de las cuales se pueden aplicar sólo
al equipo de sionistas: 1. Prioridades militares sobre las económicas.
La mayoría de los militaristas no se han implicado de forma directa y
profunda en los grandes negocios o en los combates militares directos.
Viven y trabajan en un mundo enrarecido de ideólogos, en institutos
ideológicos e interactúan con políticos extremistas que piensan del
mismo modo que ellos. Tienen pocos conocimientos o interés en las
consecuencias económicas o humanas de las guerras imperialistas, que
consideran buenas en sí mismas, algo así como experiencias
‘liberadoras’.
2. Ven el mundo, de
forma obsesiva y exclusivamente, como un territorio en el que
conseguir poder a cualquier coste. Siguen, sin vacilar, políticas que
implican matanzas masivas y rechazan totalmente cualquier cargo de
genocidio y crímenes de guerra. Tienen una fe absoluta en la justicia
de los asesinatos masivos en aras a aumentar el poder político de su
propio imperio y de su adoptada ‘madre patria’.
3. Muchos actúan
motivados por una visión religiosa o quasi–religiosa que ignora
cualquier razón económica. La arrogancia virulenta de su honesto estilo
es reveladora de la sustancia proto–fascista de sus políticas. Cien
mil muertos iraquíes no son nada para la mente de un asesino
profesional actuando en nombre de una ‘causa sagrada’ que le
autoriza a hacer cualquier cosa. Los sionistas nunca admiten algún
fracaso o algún crimen. Utilizan su influencia para cargar de
responsabilidad a otros – las torturas en Abu Grhaib y en Guantánamo
se la atribuyen a funcionarios militares o al Fiscal de la Casa
Blanca. Ni uno solo de los sionistas situados en la cima aparece en la
lista de los responsables de los abusos aunque hubiera complicidad a
nivel organizativo. La procedencia de la mentalidad sionista refleja
su adhesión profunda a los métodos israelíes de dominio sobre los
palestinos: desplazamientos masivos de población y destrucción de
los medios de vida e instituciones, castigos colectivos, torturas,
encarcelamiento sin juicio durante largos períodos, ataques militares
indiscriminados sobre centros de población civil y asesinatos con
total impunidad.
Es absurdo buscar en
los escritos de teóricos políticos mediocres y oscuros aficionados a
la astrología (Leo Strauss) para encontrar las raíces de las prácticas
imperialistas totalitarias de los consejeros políticos sionistas,
cuando toda su vida activa política ha estado profundamente
influenciada por las políticas terroristas del Estado de Israel, de
las cuales han tomado sus referencias ideológicas y sus lecciones políticas.
La convergencia de
fundamentalismo cristiano, extremismo sionista y poder imperialista ha
llevado a la doctrina totalitaria de guerra ofensiva permanente, de
guerra total, sin distinción entre objetivos civiles y militares e
indiscutida dominación mundial. Lo que sostiene a estas elites
extremistas en el poder y la razón por la que conservan el poder, a
pesar de las políticas desastrosas, es que tienen circunscripciones
formidables en la sociedad civil con decisiva influencia sobre
instituciones políticas clave como el Congreso estadounidense y los
medios de comunicación.
Los militaristas
civiles extremistas no han sido cuestionados por las CMN de forma
rigurosa por varias razones. En primer lugar, las CMN han recibido
beneficios enormes del régimen imperial a través de subsidios y
reducciones de impuestos muy importantes, de créditos a bajo interés,
de políticas agresivas para abrir mercados, promover privatizaciones
y reforzar los pagos de la deuda exterior. Además, la Casa Blanca ha
defendido a las CMN estadounidenses contra competidores debilitados
por la legislación laboral, y en el terreno del medio ambiente, y en
casos de empresas no competitivas, les ha facilitado legislación
proteccionista.
Estos beneficios pesan
más en la balanza que los conflictos que puedan darse entre las CMN y
los militaristas civiles del EI. El conflicto entre el EI y las CMN se
agota en las presiones para competir en áreas políticas específicas
con los militaristas civiles, que tienen su principal campo de
influencia en la política en Oriente Medio, y en los pronunciamientos
de ‘estrategias globales’, mientras que las CMN se reparten las
políticas favorables en China y en grado menor en Cuba y Venezuela.
Base Estructural de
los Conflictos Ideológicos en el Estado Imperial
Las diferencias políticas
entre los militaristas civiles y las CMN se basan, en parte, en
perspectivas ideológicas en conflicto. En el caso de los militaristas
civiles, sus concepciones son explícitas mientras que en el caso de
las CMN se articulan de forma menos clara.
Voluntarismo Versus
Integración Global
Los militaristas
civiles actúan bajo el convencimiento de que la “voluntad política”
puede superar todos los obstáculos, de que ‘proyectar poder’
puede ‘crear hechos’ con los que otros países (antiguos aliados o
adversarios) tengan que vivir – de ahí la idea de acción
unilateral y guerras múltiples. El voluntarismo presume de capacidad
ilimitada para las acciones militares y para llevar a cabo
‘sacrificios’ materiales, todo ello santificado por banalidades
ideológicas (“cruzadas democráticas”) y recompensas intangibles.
El voluntarismo asume un grado alto de la autonomía de las elites y
de la sumisión de las masas, basándose en la misión visionaria de
las primeras y en la ignorancia, lealtad refleja o miedo de las últimas.
La filosofía
voluntarista es profundamente autoritaria; los dirigentes son elegidos
para dirigir y los seguidores tienen que obedecerles. La fórmula que
justifica las guerras que persiguen la dominación mundial varía según
las circunstancias y va desde descaradas mentiras sin maquillar,
demonización, engaños e invenciones para magnificar los menores
incidentes y convertirlos en amenazas mundiales. Los votantes son
contemplados como una masa a la que hay que engañar, engatusar,
adular y manipular a través de los medios de comunicación, mientras
se amenaza a las personas críticas con edictos y legislación
autoritaria punitivos. El Congreso está para ser disciplinado y
movilizado en pos de los dirigentes por medio de amenazas inminentes
de guerra y terrorismo.
En contraste, los
supuestos explícitos e implícitos de las CMN se basan en la idea de
que la economía mundial se ha convertido en una estructura integrada
en la que las empresas imperiales se fusionan y compiten; las CMN
reconocen un mundo económico multipolar que necesita el apoyo del
EI y de establecer acuerdos con las normas de otros EI (Unión Europea
y Japón). Las CMN no prescinden de las guerras limitadas ni de las
actividades subversivas militares mientras no trastornen
sustancialmente los circuitos comerciales existentes, las inversiones
o el acceso a las materias primas. Las CMN más competitivas y
poderosas, así como las instituciones financieras más fuertes,
promueven el comercio multilateral y los acuerdos en inversiones, y
consideran que las actividades político–militares del EI les
proporcionan seguridad y apoyo en las negociaciones internacionales a
la hora de llevar a cabo esos acuerdos con clientes y aliados. Las CMN
menos competitivas son más ‘unilaterales’, proteccionistas y
centran más su actividad a nivel estatal – dependen del
proteccionismo a los mercados domésticos y de los subsidios para
poder competir en mercados extranjeros. Hay una identidad política
mayor entre las CMN menos competitivas y los militaristas civiles a
nivel de ‘acciones unilaterales’, pero a menudo se dan mayores
conflictos en las relaciones con socios comerciales exteriores.
Los militaristas
civiles creen en la “extraterritorialidad”, en la supremacía de
las leyes estadounidenses y en la aplicación de la autoridad por
encima de la soberanía nacional y su extensión lógica y ocupación
colonial. Esta posición entra en conflicto con las demandas de las
CMN de un orden legal internacional reconocido que defienda y promueva
relaciones capitalistas y resuelva controversias. Sin embargo, estos
conflictos se amortiguan debido a los privilegios especiales que
acumulan las CMN en lugares bajo control colonial de EEUU, tales como
el acceso especial a lucrativas empresas privatizadas, contratos para
reconstrucción y compras militares relacionadas con las mismas.
Por
otra parte, las políticas de embargo de los militaristas civiles
entorpecen la acción de las filiales de las CMN en el exterior al
comprometer el comercio o impedir que se puedan vender productos. Sin
embargo, los conflictos entre los militares que siguen las políticas
de los militaristas civiles y las políticas de ‘libre mercado’ de
las CMN no impiden que cooperen a la hora de desestabilizar regímenes
vulnerables. Las refinerías de petróleo estadounidenses rechazaron
procesar las importaciones de petróleo cubano a principios de los años
sesenta del pasado siglo, en línea con los esfuerzos de EEUU para
acabar con la revolución. Durante los primeros años de 1970, bajo el
gobierno socialista de Allende, las compañías estadounidenses que
trabajaban con cobre entablaron pleitos para impedir las exportaciones
chilenas de cobre, al alimón con los esfuerzos de la CIA para
derrocar el régimen. La industria aeronáutica de EEUU cooperó con
el EI en las presiones al gobierno de Chavez cuando rechazaron reparar
y poner al día los aviones de combate venezolanos.
El punto teórico es
que dentro del proyecto de construcción del imperio hay “intereses
especiales” y hay “intereses generales” de la clase dominante.
No existe nada parecido a una “lógica imperialista” que
proporcione un conjunto coherente de políticas para cualquier lugar y
cualquier época. Las "inconsistencias" se dan tanto por razones
políticas domésticas como por la influencia de grupos ideológicos
diferentes dentro del EI.
Por ejemplo, aunque el “libre comercio”
sea la doctrina general de las CMN, las excepciones incluyen la
protección de los no competitivos, pero políticamente influyentes,
intereses agrícolas. El lobby cubano estadounidense apoya el embargo
comercial contra Cuba; el Estado israelí y la economía fuertemente
subsidiada por EEUU durante alrededor de medio siglo son ejemplos
claros contrarios a las doctrinas de “libre mercado” de las CMN.
Cuando los “intereses especiales” de la configuración de poder
sionista/judío imponen políticas favorables a Israel pero que
perjudican los intereses principales petrolíferos de las CMN, que
socavan las alianzas entre EEUU y los países árabes y que a la hora
de proseguir su agenda marginan a componentes tradicionales del EI,
surge un importante conflicto “subterráneo” viciado que tiene
repercusiones en los asuntos de personal, en los legislativos y en la
política estratégica.
La segunda presidencia
de Bush representa una mayor consolidación y expansión del poder de
los militaristas civiles hacia posiciones estratégicas. Los sionistas
siguen controlando el Pentágono, mientras que amplían su peso dentro
del Consejo Nacional de Seguridad y en la política hacia Oriente
Medio con el ascenso de Elliott Abrams. Al mismo tiempo, la Seguridad
Interior está a cargo de otro miembro de la red sionista, Michael
Chertoff, que demostró su entusiasmo acorralando y encarcelando de
forma arbitraria a cientos de árabes y musulmanes estadounidenses por
el mero hecho de su etnia
o religión. El punto culminante del creciente peso de los
militaristas civiles lo ha constituido el nombramiento estratégico de
Porter Goss para dirigir la CIA. Goss es un ardiente impulsor de la
doctrina de confrontación militar con China, lo que implica
ciertamente un debilitamiento de los consejeros políticos del
“libre mercado” de las CMN.
Hay una
interdependencia negativa entre expansión económica y guerra,
particularmente en Oriente Medio y Asia. Las graves amenazas militares
y el envolvimiento agresivo hacia China, que emanan de los
militaristas civiles dominantes, pueden tener efectos gravemente
desestabilizadores sobre la financiación continua que China está
realizando y que alivia el enorme déficit comercial estadounidense,
perjudicando asimismo a los inversores estadounidenses en China –
implicando un debilitamiento del dólar y de la rentabilidad de las
500 CMN más importantes. Nuevas series de ataques militares por parte
de EEUU–Israel a Siria e Irán pueden conducir a una conflagración
militar general por todo Oriente Medio, precipitando la crisis del
petróleo, elevando los precios por las nubes y llevando inestabilidad
a los clientes estadounidenses, abocando al desastre a la economía
estadounidense con un sin fin de guerras, que sangrarán aún más al
país.
Israel, desde luego,
sería el único beneficiario en una región que se está convirtiendo
en la tierra yerma de Oriente Medio (un ‘horrendo desierto’ de
proporciones bíblicas) en la que EEUU se agotará en guerras, con
crisis económicas y militares de inmensas proporciones. Lo más
probable es que las políticas imperiales de los militaristas civiles
devengan en pérdidas para todas las partes: los EEUU irán a la
quiebra y los países antiimperialistas sufrirán destrucciones
masivas. Los efectos a largo plazo para la construcción del imperio
dependerán de las consecuencias políticas de las políticas
imperiales fallidas – la forma en que los fracasos se analicen, las
políticas y los consejeros políticos se vean afectados y qué tipo
de alternativas políticas que puedan emerger.
Es fundamental realizar
el diagnóstico de las razones que conducen a los imperios al fracaso
porque ese estudio puede llevar o a reconstruir y fortalecer de nuevo
el imperio o a un desafío a las políticas, personal, ideologías,
instituciones e intereses que dirigieron las políticas fracasadas.
Las críticas más conservadoras argumentarán que la construcción
del imperio llevaba un enfoque correcto pero que la ejecución fue errónea
– la ocupación no se manejó de forma adecuada, se utilizaron muy
pocos efectivos militares, etc… Las críticas liberales expondrán
que las políticas estaban equivocadas, que la guerra debería haber
sido un ‘asunto multilateral’ desarrollado junto a la Unión
Europea, en el que la guerra y el botín deberían haber sido
compartidos. La minoría progresista argüirá que instituciones como
la de los civiles del Pentágono desarrollaron posiciones de fuerza
que no les correspondían y que debían haber sido realizadas por los
diplomáticos del Departamento de Estado.
Cada uno de esos diagnósticos
y prescripciones van incardinados por la idea de invertir la deriva de
los fracasos y derrotas imperiales y reconfigurar el EI a fin de
volver a consolidar las posiciones avanzadas del imperio. En el mejor
de los casos, pueden llevar a algunos cambios de personal, a ajustes
ideológicos (los aullidos de guerra de los militaristas civiles se
amortiguarían), a una reconstrucción de agencias (con recuperación
de militares profesionales y diplomáticos) y se harían esfuerzos de
reconciliación con los aliados internacionales. Las potencialidades
de estos “cambios para que nada cambie” depende de la capacidad
del EI para “reformarse a sí mismo” en épocas de crisis. Sin
embargo, la reforma imperial no será fácil teniendo en cuenta la
atrincherada naturaleza de los militaristas civiles y el apoyo que les
ofrecen los fanáticos sionistas, los fundamentalistas cristianos y
las masas serviles.
Sólo si las nuevas
guerras acaban en conflictos prolongados que cuesten miles de vidas,
en una total desorganización de la economía que conduzca a una
crisis internacional que afecte tanto a las CMN como a la economía
doméstica, podríamos entrever la aparición de una oposición
significativa entre una población intimidada y fragmentada que carece
de auténtica organización política antiimperialista. El
surgimiento del descontento de masas requerirá una clara comprensión
de la responsabilidad de los militaristas civiles y de los sionistas
de “Ante todo, primero Israel”, los principales arquitectos de la
política de guerra. Será necesario afrontar un análisis de la
geopolítica de la guerra, del papel de las CMN y de la necesidad de
sacrificar el imperio para reconstruir la ‘república’. Esto
necesita una guerra de clases en contra de los costes del imperio y
por la transformación de la economía, de la propiedad de los bienes
y de los dirigentes.
La construcción del
imperio es, por su propia naturaleza, violenta y destructiva para los
demás; las resistencias y derrotas con que se pueda topar,
especialmente en lo que afecta a los sectores estratégicos del EI,
tienen siempre repercusiones violentas en el interior del imperio. Su
eslabón más débil, los trabajadores y contribuyentes, explotados y
sacrificados en aras al mantenimiento del imperio, sólo reaccionarán
cuando se vean forzados por circunstancias externas. Sólo con
sacudidas “exteriores” se pondrá en marcha una reacción interna
entre una población imbuida de creencias imperiales y de sumisiones.
El
EI, al contrario que los militaristas civiles y sus comparsas de fanáticos
sionistas, no es invencible; Iraq ha demostrado las mismas lecciones
aprendidas anteriormente en Corea y Vietnam. La economía de EEUU no
puede sostener la agenda de los militaristas civiles de nuevas y múltiples
guerras y prolongada resistencia de masas en múltiples lugares. Los
militaristas civiles pueden ignorar la pérdida de aliados, el
abandono de los clientes de la coalición de guerra, la vulnerabilidad
de nuevos puntos de conflicto en el Imperio. Los militaristas civiles
pueden poner ideólogos que piensan del mismo modo que ellos para
dirigir la CIA, el Pentágono, la Casa Blanca y el Departamento de
Estado, que se repetirán unos a otros sus doctrinas, pero toda su
voluntad colectiva no puede cambiar las fuerzas estructurales
fundamentales en el poder – presupuestos, deuda, formación de
resistencias, resistencia armada, ejércitos vulnerables, aislamiento
diplomático, escasez de mercenarios… El deseo de poder puede llevar
a hacer muchas cosas destructivas, pero como Hitler comprendió (o
comprobó), puede también destruirse a sí mismo.
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