Razón
de Estado
Las
contradicciones de Condoleezza Rice
Red
Voltaire, París, 19/08/05
Condoleezza
Rice es presentada a menudo como la hermana adoptiva de Madeleine Albright.
Hizo su carrera en pleno corazón del complejo militaro–petrolero
estadounidense antes de adiestrar a George W. Bush en las cuestiones de
política internacional y convertirse en su consejera para la seguridad
nacional. Al comparecer ante la Comisión investigadora sobre el 11 de
septiembre, afirmó reiteradamente haber hecho todo lo posible por impedir
los atentados, repitiendo tergiversaciones y mentiras. En una carta
abierta dirigida a ella, una ex responsable de la administración Bush la
acusa de complicidad criminal.
Después
de una larga controversia, la consejera nacional de seguridad nacional
Condoleezza Rice prestó testimonio público ante la Comisión
investigadora «independiente» sobre el 11 de septiembre. A cambio de su
testimonio, la señorita Rice negoció con la Comisión un protocolo de
acuerdo mediante el cual los investigadores renuncian a confrontar públicamente
sus declaraciones con las de cualquier otro colaborador de la Casa Blanca.
Sabia precaución ya que sus declaraciones –hechas bajo juramento– son
aproximativas sobre ciertos puntos y falsas en cuanto a otros. Retomamos
entonces la carrera de Condoleezza Rice y su testimonio. Reproducimos,
además, la carta abierta que le envía Catherine Austin Fitts, ex
responsable de la primera administración Bush.
Condoleezza
Rice comenzó su carrera dentro del aparato estatal estadounidense en
1986, como asistente especial del jefe del Estado Mayor Conjunto, el
almirante William J. Crowe Jr. En 1989, en pleno período de reunificación
de Alemania y durante el derrumbe de la Unión Soviética, Condoleezza
Rice ocupa, en el seno de la primera administración Bush, el puesto de
directora de asuntos soviéticos y de Europa Oriental para el Consejo de
Seguridad Nacional.
El
ascenso de Condoleezza Rice a puestos de tan alta responsabilidad, en
pleno corazón del aparato estadounidense de toma de decisiones, está
ligado a su formación. En la universidad de Denver, a la que entra en
1969 –a los 15 años– siguió un seminario de política internacional
que impartía Josef Korbel. Korbel era precisamente el padre de Madeleine
Albright. De origen checo, había llegado a Estados Unidos al final de la
Segunda Guerra Mundial después de haber huido del nazismo y el
estalinismo escapando a Londres, donde fue consejero del presidente checo
en el exilio, Edouard Benes. Convertido en ciudadano estadounidense y
profesor de relaciones internacionales, Korbel no es de los anticomunistas
rabiosos y se pronuncia por la política de distensión hacia la URSS,
aunque apoya la intervención estadounidense en Vietnam, hasta la ofensiva
del Tet en 1968. Fallecido en 1997, Korbel presentaba a la joven
Condoleezza Rice como su «hija adoptiva».
Bajo
su influencia, Condoleezza Rice se convierte en sovietóloga y se
especializa específicamente en el aparato estatal secreto ruso. Ella
conoce a la perfección el equivalente estadounidense de esas estructuras
oficiosas, dirigió en efecto una tesis [1] sobre las estructuras de poder
paralelas creadas en 1947 por una directiva de Truman con el objetivo de
continuar en secreto la guerra fría. Esas tres instituciones son el
Estado Mayor Conjunto, el Consejo de Seguridad Nacional y la CIA.
En
1995, Condoleezza Rice escribe Germany Unified and Europe Transformed
junto a Philip Zelikow, actual director ejecutivo de la Comisión
investigadora del Congreso sobre los atentados del 11 de septiembre ante
la cual prestó testimonio la consejera de seguridad nacional la semana
pasada. Se acerca también a Henry Kissinger, siendo ambos miembros de la
cofradía estudiantil Phi Betta Kappa. Anima además un grupo informal de
influencia sobre la política exterior de Estados Unidos cuyos miembros se
autodenominan Vulcains, en referencia al dios romano que forja las armas
de los dioses dentro de los volcanes. Condoleezza Rice fue miembro del
Center for Internacional Security and Arms Control donde preconizaba que
antes de emprender el desarme había que esperar que la Unión Soviética
se encontrara totalmente de rodillas.
La
cercanía de Henry Kissinger le permite cambiar de paradigma para el análisis
de las corrientes de pensamiento existentes en Estados Unidos en lo
tocante a las relaciones internacionales. Hasta entonces se oponían, en
efecto, la realpolitik que preconizaba Kissinger y el idealismo de los
neoconservadores. Condoleezza Rice es la encarnación de la simbiosis de
esas dos corrientes contrapuestas, al igual que George W. Bush, cuya
formación acelerada en materia de política exterior aseguró ella antes
de que éste asumiera la presidencia.
Su
estrecha relación con el padre de Madeleine Albright es el reflejo del vínculo
que existe entre demócratas y republicanos en cuanto a cuestiones
internacionales, como en lo tocante a Europa central y oriental.
Su
carrera en la empresa privada la condujo al seno de los consejos de
administración de grandes empresas estadounidenses, como la compañía
petrolera Chevron, el banco J.P. Morgan y Charles Schwab, el primer fondo
de inversiones de país.
En
marzo de 2004 la consejera de seguridad nacional del presidente
estadounidense George W. Bush se negó inicialmente a presentarse ante la
comisión investigadora del Congreso sobre el 11 de septiembre.
Las
mentiras de «Condi»
El
sitio del Center for American Progress, ligado al Partido Demócrata, hace
un recuento de las omisiones en que incurrió la consejera mientras
prestaba declaración bajo juramento:
«Decidimos
inmediatamente apoyar a los servicios encargados de las acciones secretas
de la administración Clinton así como otros esfuerzos para luchar contra
la red [al–Qaeda]». Sin embargo, según Newsweek, «en los meses
anteriores al 11 de septiembre, el Departamento de Justicia redujo el
programa altamente clasificado denominado “Guante de baseball”
destinado a seguir de cerca a los presuntos miembros de al–Qaeda» [2].
Además, la AP reporta que «aunque los aviones teleguiados sin piloto
Predator habían señalado a Osama Ben Laden tres veces a finales del año
2000, la administración Bush no los hizo volar sobre Afganistán en los
ocho primeros meses de su mandato» [3] poniendo fin de esa manera a las
misiones de reconocimiento que habían comenzado durante la administración
Clinton.
«La
estrategia tenía como objetivo la eliminación de la red al–Qaeda.
Ordenaba a las instancias dirigentes de las agencias y departamentos
estadounidenses interesados hacer de la eliminación de al–Qaeda una de
sus primeras prioridades y utilizar todos los aspectos de nuestro poderío
nacional –al nivel de la inteligencia, las finanzas, la diplomacia y el
ejército– para concretar ese objetivo». Richard Armitage, el
subsecretario de Estado estadounidense, refuta esa afirmación. A la
pregunta «¿Es cierto, como dijo la doctora Rice, que “nuestro plan
preveía operaciones militares” para ataques contra al–Qaeda y los
dirigentes talibanes?», Armitage respondió: «No, pienso que eso fue
enmendado después de los atentados del 11 de septiembre» [4].
Condoleezza
Rice afirmó también que su equipo había «apoyado las actividades del
Departamento del Tesoro para descubrir y confiscar los haberes terroristas».
Según el libro The Age of Sacred Terror, de Daniel Benjamin y Steven
Simon [5], la nueva administración Bush del Tesoro «desaprobó el
enfoque de la administración Clinton sobre las cuestiones de lavado de
dinero, lo cual representaba una parte importante de los esfuerzos
realizados para cortar el aprovisionamiento en dinero de Ben Laden». La
administración Bush se opuso, en particular, a los pasos que habían
emprendido sus predecesores, con el apoyo del G7 y de la OCDE, y que
apuntaban a los países con «legislaciones bancarias poco rigurosas» de
las que se aprovechaban los financieros del terrorismo. Al mismo tiempo,
el equipo del presidente Bush no otorgó «ningún financiamiento al nuevo
National Terrorist Asset Tracking Center».
Aún
bajo juramento, la consejera de seguridad nacional aseguró a la Comisión
investigadora que la administración republicana había «aumentado el
financiamiento de las actividades antiterroristas de varias agencias».
Sin embargo, desde su llegada al poder los responsables estadounidenses
redujeron en más 500 millones de dólares el presupuesto destinado a las
actividades antiterroristas en el Departamento de Justicia. Además, el
New York Times reporta que en la preparación del presupuesto de 2003 la
Casa Blanca «no aprobó los pedidos del FBI ascendentes a 58 millones de
dólares para financiar 149 nuevos agentes de terreno en la lucha
antiterrorista, 200 analistas de inteligencia y 54 traductores más». Por
el contrario, la Casa Blanca «propuso una reducción de 65 millones de dólares
al programa que concede las subvenciones a los proyectos estatales y
locales de antiterrorismo» [6].
Condoleezza
Rice se confunde también entre sus diferentes declaraciones. En marzo de
2004 afirmaba que «ningún plan anti–al–Qaeda había sido entregado a
la nueva administración». Pero se contradice ante la comisión: «mientras
desarrollábamos una nueva estrategia para ocuparnos de al–Qaeda,
tomamos también cierto número de iniciativas anti–al–Qaeda que había
propuesto Dick Clarke».
También
tuvo que dar explicaciones sobre las alertas que recibió la administración
Bush en los meses anteriores al ataque. Según ella, «cuando los informes
sobre amenazas se hicieron numerosos durante la primavera y el verano de
2001, pusimos al gobierno estadounidense en un alto nivel de alerta y de
actividad». Ciertos documentos indican, sin embargo, que antes del 11 de
septiembre de 2001 la administración Bush «no incluyó el terrorismo a
la cabeza de sus prioridades en sus planes estratégicos para el
Departamento de Justicia, del que forma parte el FBI» [7]. El general
Henry H. Shelton, jefe del Estado Mayor Conjunto hasta el 1ero de octubre
de 2001, declaró durante el verano que el terrorismo se había convertido
en «un problema no urgente» y contó cómo los dos responsables del Pentágono,
Donald Rumsfeld y Paul Wolfowitz, habían «hecho fracasar» un plan
tendiente a debilitar a los talibanes. El general Don Kerrick, quien sirvió
bajo la administración Bush, declaró por otro lado que había enviado a
la nueva administración un memo según el cual Estados Unidos «iba a ser
golpeado de nuevo» por al–Qaeda, documento que quedó sin respuesta.
Según Kerrick, el terrorismo no era «objeto de particular atención.
Ellos esperaban que no pasaría nada» [8].
Finalmente,
Condoleezza Rice sostiene que «las informaciones que hablaban de amenazas
que recibimos durante la primavera y el verano de 2001 no eran precisas en
cuanto [...] a la naturaleza del ataque». Palabras que contradicen los
periodistas de ABC News. Según estos, responsables de la administración
Bush «reconocieron que los dirigentes de los servicios de inteligencia
estadounidenses habían advertido al presidente Bush varias semanas antes
del 11 de septiembre que la red terrorista de Ben Laden podía tratar de
secuestrar aviones estadounidenses» [9]. El programa Dateline, de la NBC,
indica que, el 6 de agosto de 2001, el presidente en persona «recibió
una nota de pagina y media indicándole que Osama Ben Laden era capaz de
acometer un golpe de gran envergadura contra Estados Unidos y que ello podía
implicar el secuestro de un avión», información corroborada por la
propia Condoleezza Rice.
La
carta abierta de Catherine Austin Fitts a Condoleezza Rice
Carta
abierta a Condoleeza Rica «Usted es una mentirosa»
Por
Catherine Austin Fitts Ex asistente del secretario de Alojamiento
Condoleezza
Rice Consejera para la seguridad nacional Casa Blanca 1600 Avenida
Pennsylvania NW Washington, DC 20500
9
de abril de 2004
Estimada
Señorita Rice,
Le
escribo para comunicarle cuatro observaciones en cuanto a su testimonio
bajo juramento de ayer ante la comisión nacional sobre los ataques
terroristas contra Estados Unidos.
Observación
nº1: Usted es una mentirosa
El
secretario de Justicia Ashcroft es miembro del Consejo de Seguridad
Nacional. Advertido por sus propias informaciones provenientes de los
servicios de seguridad del FBI, el jefe de las fuerzas del orden de
Estados Unidos sabía que debía evitar las compañías aéreas
comerciales el 11 de septiembre de 2001.
En
eso consistía el trabajo de usted como consejera para la seguridad
nacional, en garantizar que la gente que tomaba el vuelo 11 de American
Airlines, el vuelo 175 de United Airlines, el vuelo 93 de 93 de United
Airlines y el vuelo 77 de American Airlines recibiera los mismos avisos
que aquellos a quienes estaban pagando para que nos protegieran.
Usted
lo sabía. Se quedó callada. Ellos murieron.
Usted
había recibido numerosas advertencias sobre los riesgos del 11 de
septiembre, suficientes como para ponerlos en conocimiento del pueblo
estadounidense y dejarlo que juzgara cómo protegerse de un posible
ataque. Su trabajo como consejera para la seguridad nacional era
asegurarse de que la gente que se encontraba en la torre sur del World
Trade Center tuviese los elementos necesarios para evacuar ése edificio
cuando vieron que un avión se había estrellado contra la torre norte.
Observación
nº2: Sus móviles son muy claros
El
World Trade Center se encuentra en pleno centro de New York City, una de
las más grandes capitales financieras del mundo. El Pentágono está en
pleno centro de Washington, capital del presupuesto, de la asignación del
presupuesto y de los créditos federales así como del tesoro
norteamericano –el mayor emisor de bonos de tesorería a nivel mundial.
Contrariamente
a otros muchos ataques terroristas, aquellos ataques mataron gente cuyas
familias, amigos y vecinos comprenden el funcionamiento de esos sistemas
financieros. Las familias de las víctimas, sus amigos y los residentes de
las comunidades directamente afectados son capaces de calcular quién se
enriqueció sacando provecho del 11 de septiembre. Pueden seguir la pista
del dinero hasta los cofres de la campaña presidencial de 2004 a partir
de los beneficios que recogieron gracias al 11 de septiembre aquellos que
militan al servicio de usted.
Pueden
estimar el vínculo entre las ganancias provenientes del 11 de septiembre
y el financiamiento así como del silencio de los grandes medios de difusión.
Los que fueron directamente afectados, al igual que los investigadores
sobre los problemas de fondo con quienes están en contacto, tienen la
fuerza y el coraje de preguntar «¿Cui Bono?» (¿Quién se beneficia con
el crimen?) y de responder a esa pregunta. Comprenden que el éxito de
usted como consejera para la seguridad nacional es el resultado directo
del fracaso de usted misma en prevenir el 11 de septiembre. Pueden
comprobar cómo sus mentiras en cuanto al 11 de septiembre han reportado
dinero al grupo de inversionistas que la puso en el poder así como a los
poseedores de bonos del tesoro de Estados Unidos que tanto cobran por
financiar al ejército estadounidense, los servicios de inteligencia, las
fuerzas policíacas, los contratistas de defensa y los intereses
petroleros a quienes sirven.
Todos
los anuncios publicitarios del mundo no lograrán ya convencer al pueblo
estadounidense de que usted se preocupa verdaderamente por sus intereses.
Observación
nº3: Usted caerá
Los
más ricos y poderosos financian actuaciones. Ellos le pagan a usted para
que haga aparecer al aparato gubernamental como algo legítimo cuando en
realidad lo utilizan para acaparar el poder económico y político, lo
cual significa que necesitan mentirosos capaces de mentir mejor que usted.
El
mito según el cual usted no tenía dudas de que los estadounidenses merecían
que se les informara de los riesgos que corrían en los aviones o de la
posibilidad de que aviones fueran utilizados como armas ha sido relegado
al mismo montón de polvo que el ataque de Estados Unidos contra Irak y la
muerte de nuestros soldados en nombre de nuestra protección contra las
armas iraquíes de destrucción masiva.
Las
mentiras que dijo usted sobre el 11 de septiembre –como las que dijo
sobre la guerra de Irak– han sido en provecho del complejo militar y
bancario que usted misma representa. Esas mentiras, sin embargo, no han
engañado a la gente. El pueblo estadounidense y los ciudadanos del mundo
buscan la verdad. Pedimos los cambios que darán realce y honor a aquellos
que murieron el 11 de septiembre y durante las guerras que vinieron después.
Pedimos que no se derrame más sangre. Pedimos la devolución de todo lo
que usted y los que la apoyan han robado a los que todavía estamos vivos.
Observación
nº4: Usted es culpable de negligencia criminal con agravantes
Si
desea usted detener a un terrorista, no tiene que mirar más allá de su
propio espejo. Muchos estadounidenses se reúnen este fin de semana para
homenajear al Jesús que murió por nuestros pecados y nos mostró el
camino de la gracia. En el espíritu de la crucifixión de nuestro Señor,
quiera Dios tener piedad de su alma.
Sinceramente
suya,
Catherine
Austin Fitts Ex asistente del Secretario de Alojamiento, Bush 1ero
Presidenta de la sociedad Solari, Inc PO Box 157 Hickory Valley, TN 28042
731 764 2515 catherine@solari.com
Carta
enviada a: Webmail de la Casa Blanca: https://sawho14.eop.gov/PERSdata/intro.htm
Copia
e–mail a: Presidente George Bush: president@whitehouse.gov;
Vicepresidente Richard Richard Cheney: vice.president@whitehouse.gov; La
Casa Blanca 1600 Avenida de Pennsylvania NW Washington, DC 20500
Comentarios: 202 456 1111 Teléfono: 202 456 1414 Comisión Nacional sobre
los ataques terroristas contra Estados Unidos 301 calle 7ma, SW Habitación
5125 Washington, DC 20407 (202) 331 4060 info@9–11commission.gov
Artículos
de fondo:
«Ashcroft
Flying High», CBS News, Washington DC, 26 de julio de 2001.
«A
Historical Whitewash?», por Kelly Patricia O’Meara, Insight Magazine,
24 de noviembre de 2003.
«If
the World Was Talking, Why Didn’t We Listen?», por Kelly Patricia O’Meara,
Insight Magazine, 24 de noviembre de 2003.
«9–11
Profiteering», por Catherine Austin Fitts, Scoop Media, 22 de marzo de
2004.
«A
Letter to the Editor of the Wall Street Journal», por Catherine Austin
Fitts, Scoop Media, 6 de octubre de 2003.
Sitio
Internet «Where is the Money?»
Notas:
[1]
Flawed by Design, The Evolution of the CIA, JCS and NSC por Amy B. Zegart,
Stanford University Press, 1999.
[2]
«In the Months Before 9/11, Justice Department Curtailed Highly
Classified Program to Monitor Al Qaeda Suspects in the U.S.», Newsweek,
21 de marzo de 2004.
[3]
«Officials: U.S. missed chance to kill bin Laden», por Ted Bridis y John
Solomon, Associated Press, 25 de junio de 2003.
[4]
«Informe sobre las audiencias de la Comisión sobre el 11 de septiembre»,
publicado por el Washington Post, 24 de marzo de 2004.
[5]
The Age of Sacred Terror, de Daniel Benjamin y Steven Simon, Random House,
octubre de 2002.
[6]
«How Sept. 11 Changed Goals of Justice Dept.», por Adam Clymer, New York
Times, 28 de febrero de 2002. «What went wrong» , por Michael Hirsh y
Michael Isikoff, Newsweek, 27 mayo de 2002.
[7]
«FBI Budget Squeezed After 9/11» , por Dana Milbank, Washington Post, 22
de marzo de 2004
[8]
«Voices in the Wilderness Are Turning Into a Chorus», Los Angeles Times,
30 de marzo de 2004.
[9]
«Bush Was Warned of Hijackings Before 9/11; Lawmakers Want Public Inquiry»,
ABC News, 16 de mayo de 2002.
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